• *Ya era hora de acostar a los niños. Erik solía leer un rato en la cama y tanto él como sus hermanos, habían cogido esa costumbre de sus padres. Erik estaba leyendo "Viaje al oeste, las aventuras del rey mono" y estaba muy metido en la historia. Pero cuando ve a su madre entrar, es hora de apagar la luz*

    Buenas noches, hijo.

    Buenas noches, mamá.

    *Ate da un beso en la frente de su hijo mayor y apaga la luz. El niño no tarda en dormir. Él es el último al que Ate le da el beso de buenas noches. Comienza con los mellizos, sigue con Letha y por último, él. Ate regresa junto a su esposo. Le sonrie, Jormun a ella. Sueña una suave música y muy juntos, abrazados, bailan al son de la meloda*
    *Ya era hora de acostar a los niños. Erik solía leer un rato en la cama y tanto él como sus hermanos, habían cogido esa costumbre de sus padres. Erik estaba leyendo "Viaje al oeste, las aventuras del rey mono" y estaba muy metido en la historia. Pero cuando ve a su madre entrar, es hora de apagar la luz* Buenas noches, hijo. Buenas noches, mamá. *Ate da un beso en la frente de su hijo mayor y apaga la luz. El niño no tarda en dormir. Él es el último al que Ate le da el beso de buenas noches. Comienza con los mellizos, sigue con Letha y por último, él. Ate regresa junto a su esposo. Le sonrie, Jormun a ella. Sueña una suave música y muy juntos, abrazados, bailan al son de la meloda*
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  • El príncipe encantado
    Categoría Acción
    Ate encontró a su hijo Erik en su biblioteca. El niño había cogido un libro e invocado un encantamiento de crecimiento. Eso provocó varias cosas. Primero, que al crecer, la ropa del niño se rasgó dejándolo desnudo. Ate le echó la bronca a su hijo. El niño, ya un muchacho de 18 años, se excusaba ante su madre. A pesar de la travesura, tanto Ate como su esposo Jormun, pensaron que seria un castigo para aprender y reflexionar sobre las acciones y decisiones de su hijo. Así que Erik, seria un muchacho durante veinticuatro horas. Pero, al día siguiente el encantamiento no desapareció. Es más, en el antebrazo de Erik apareció unas palabras en griego antiguo y una cuenta atrás, tres días más. Por ello, Erik aprovechó el momento para hacer cosas que siendo niño no podía. Entre ellas, seducir chicas, entrenar con armas mas pesadas y matar monstruos. Ate, al final, estaba muy orgullosa de su hijo, al igual que Jormun. Pero pasado los tres días, el muchacho volvió a ser un niño de siete años. La experiencia salió muy bien y Erik aprendió muchas cosas para el futuro.
    Ate encontró a su hijo Erik en su biblioteca. El niño había cogido un libro e invocado un encantamiento de crecimiento. Eso provocó varias cosas. Primero, que al crecer, la ropa del niño se rasgó dejándolo desnudo. Ate le echó la bronca a su hijo. El niño, ya un muchacho de 18 años, se excusaba ante su madre. A pesar de la travesura, tanto Ate como su esposo Jormun, pensaron que seria un castigo para aprender y reflexionar sobre las acciones y decisiones de su hijo. Así que Erik, seria un muchacho durante veinticuatro horas. Pero, al día siguiente el encantamiento no desapareció. Es más, en el antebrazo de Erik apareció unas palabras en griego antiguo y una cuenta atrás, tres días más. Por ello, Erik aprovechó el momento para hacer cosas que siendo niño no podía. Entre ellas, seducir chicas, entrenar con armas mas pesadas y matar monstruos. Ate, al final, estaba muy orgullosa de su hijo, al igual que Jormun. Pero pasado los tres días, el muchacho volvió a ser un niño de siete años. La experiencia salió muy bien y Erik aprendió muchas cosas para el futuro.
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  • Acto I, episodio V: Cartas entre París y Florencia
    Fandom Fantasma de la Ópera
    Categoría Drama
    ⧼ Rol cerrado con ࣪ 𝐄𝐑𝐈𝐊 𝐃𝐄𝐒𝐓𝐋𝐄𝐑

    ≿————- ❈ ————-≾

    「𝟹𝟶 𝚍𝚎 𝚖𝚊𝚢𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟾𝟽𝟷. 𝙳𝚒𝚎𝚣 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚖𝚊ñ𝚊𝚗𝚊.」

    Los cañones habían dejado de retumbar. Las calles de París apestaban a un terrible perfume de sangre, ceniza y carne quemada que estremecía hasta al más bravo de los hombres. Elettra abandonó la seguridad de la Mansión del Lago, que había sido su hogar durante los disturbios, cuando el Persa informó de que se había producido al fin, el “alto el fuego” tan deseado. Siguiendo sus instrucciones, salió por uno de los pasadizos que daba a una de las callejuelas cercanas a la Rue La Fayette, de tal forma que cualquiera podría suponer que había pasado todo ese tiempo escondida y a salvo en casa del Persa.

    Los gerentes, Monsieur André y Monsieur Firmin, habían dado la orden de reunir a todo el personal de la Ópera que no hubiese salido huyendo; los destrozos, aunque leves, habían sido numerosos y llevarían algún tiempo para repararse.

    —El Teatro permanecerá cerrado durante las próximas ocho semanas.—anunció André, llevando la mano al costado, tratando de ejercer presión sobre la úlcera de estómago que le aparecía en momentos de estrés.—Siéntanse libres de tomarse este tiempo como un permiso y de pasar este mal trago como crean conveniente.

    —Aquellos que deseen visitar a sus familiares, tienen permiso de viaje.—apuntó Firmin, que desvió la mirada hacia Elettra.—Si son tan amables de acompañarme a mi despacho, les firmaré el documento que les autoriza a regresar a sus hogares.

    En cuanto tuvo su permiso, la Dantelli comenzó a empacar sus escasas pertenencias, no sin antes anunciarle a su protector que tenía la intención de volver a Florencia, ya que los disturbios habían impedido por completo el poder entregar ninguna carta que informase de su situación.

    「𝟷 𝚍𝚎 𝚓𝚞𝚗𝚒𝚘. 𝙶𝚊𝚛𝚎 𝚍𝚎 𝚕’𝙴𝚜𝚝. 𝙿𝚘𝚌𝚘 𝚊𝚗𝚝𝚎𝚜 𝚍𝚎𝚕 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚘𝚍í𝚊.」

    Elettra dedicó una última mirada a través del cristal del vagón hacia el andén cubierto por una espesa bruma de humo. Sus ojos celestes no eran capaces de despegarse de la figura del Fantasma que, gentil y caballero, la había escoltado hasta el tren que devolvería a la hija a su familia. En su mano aún podía sentir el tacto de sus guantes de cuero, cálido y confortante. Entre sus dedos, aún reposaba la textura del papel en el que había envuelto la primera carta.

    —Ábrela cuando me haya marchado.—le había dicho entre susurros, con el corazón encogido.

    No hubo un beso de despedida, pese a que se deseó con la más ferviente de las locuras. Tan sólo miradas suplicantes cargadas de un amor tan puro como silente, un amor palpable para todos los que los vieran, menos para ellos.

    El jefe de estación hizo sonar su silbato apremiando a los viajeros rezagados a tomar su transporte. Con un agudo y estruendoso pitido, la locomotora indicó que era el momento de iniciar el viaje. Elettra se sentó en el asiento junto a la ventana; frente a ella, estaba Darío, el criado del Persa, a quien había encargado la seguridad de la 𝘴𝘪𝘨𝘯𝘰𝘳𝘪𝘯𝘢; el muchacho suspiró con cierta resignación. El tren comenzó a moverse. Elettra se negó a apartar la mirada del cristal, hasta que la figura del Fantasma de la Ópera se acabó desdibujando en la lejanía.

    「𝙵𝚕𝚘𝚛𝚎𝚗𝚌𝚒𝚊, 𝙸𝚝𝚊𝚕𝚒𝚊. 𝟻 𝚍𝚎 𝚓𝚞𝚗𝚒𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟾𝟽𝟷.𝙴𝚗𝚝𝚛𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝟿 𝚢 𝚕𝚊𝚜 𝟷𝟷 𝚊.𝚖. 」

    Darío ayudó a Elettra a cargar su equipaje en el primer carruaje que aceptó el pago en francos y no en liras. La Dantelli era consciente de que tenía que ir al banco a hacer el cambio de divisa e ingresarlo en la cuenta de sus padres, pero era tal la emoción que sentía de volver a estar en casa, que pensó en hacerlo más adelante.
    No había avisado; nadie la esperaba. Tamaña fue la sorpresa de Vittoria, la matriarca de los Dantelli, en cuanto vio asomar por el ventanuco del carruaje la cabellera cobriza de su primogénita. Emocionada, comenzó a llamar a gritos a sus hijos, a su marido, para que acudieran tan rápidos como podían a recibir a la hija pródiga. No hay nada tan bello en el mundo como una madre abrazando a su retoño después de haberla considerado en peligro.

    —Mia bambina.—Vittoria plantó un beso sobre la frente de su hija.—¿Y este ragazzo? No sabía que venías acompañada...

    —Oh, mamma, él es Darío.—Elettra presentó al criado del Persa, que apenas trataba de esconderse de tímido que era.—Es mi escolta. La situación en París era tan caótica que...

    Vittoria Dantelli hizo un aspaviento con la mano, indicándole al muchacho que podía alojarse en una de las habitaciones del servicio en la planta baja, casi en desuso, para que pudiera descansar de tan largo viaje. ¡Pobre Darío, los días que le esperaban entre idas y venidas!

    Y qué extraño se le hacía a Elettra volver a estar en su dormitorio, cubierto con una fina capa de polvo, después de casi un año entero sin poner un pie en su hogar familiar. Todo permanecía inamovible en su sitio, cuidado pese al polvo y el olor a cuarto cerrado; sus libros, su escritorio, su cama de lana, su armario y la chimenea con restos de hollín que no habían sido limpiados.

    —Mademoiselle.—Darío llamó a la puerta de Elettra, pues se estaba encargando de subir su modesto equipaje.—¿Cuándo quiere que vuelva a París? Imagino que querrá entregar un mensaje.

    —Escribiré esta noche y mañana por la mañana te daré lo que quiero que entregues.—Elettra se sacudió las manos.—Por ahora, descansa un poco hasta la hora de comer. Y...gracias, Darío. Por todo.

    El muchacho de origen persa sacudió la cabeza con las mejillas coloradas, abandonando la estancia para continuar subiendo las pertenencias de Elettra al tercer piso.

    ( * * * )

    La noche se cernió absolutamente despejada. Las calles, apenas iluminadas por unas pocas farolas con velas, permitían la espectacular vista del cielo florentino, repleto de estrellas. El matrimonio Dantelli había acostado ya a sus hijos menores y los mayores, salvo Elettra, habían vuelto a sus hogares. En el interior del Palazzo Dantelli, tan sólo la primogénita quedaba despierta, sentada frente a su escritorio, al amparo de la luz de una lucerna de aceite nueva. La caja de música que el Fantasma le había regalado era el único sonido que rompía la solemnidad de aquel silencio, creando frente a ella un mágico juego de luces y sombras. Abrió el tintero, introdujo el cálamo de la pluma de cristal que le regalaron por su decimoquinto cumpleaños y, tras retirar el exceso, dejó que su corazón se apoderase de su mano para escribir.

    «Querido Erik:
    Es cinco de junio. Falta poco para que sea medianoche. He llegado esta mañana a casa de mis padres. Creo que nunca, jamás, he podido ser tan feliz como lo he sido cuando he abrazado a mi madre. Y creo que nunca he visto a mi padre suspirar tan aliviado de tenerme en casa. Aunque ha sido una sensación un tanto extraña, como si el tiempo se hubiese detenido desde el verano pasado. Oliviero ha llorado de alegría al verme, y Guido y Fabrizio han cerrado la perfumería sólo para que pasásemos todo el día juntos. En realidad, hoy todos han faltado a sus lecciones ya que hacía mucho tiempo que la familia no estaba reunida en el hogar, y teniendo en cuenta que la última vez no fue muy alegre...Mamá decidió preparar un par de cestas de comida e ir a pasar la tarde junto al Arno, aunque parece que la primavera se niega a abandonar Florencia por el momento. Apenas llega la noche y empieza a refrescar.

    Le di el dinero a papá; no tardó en cambiarlo a liras e ingresarlo en su cuenta. Parece que, este mes, mi familia no tendrá que pasar tanto apuro. Oliviero también está ayudando con lo que puede, pese a que le dije que no lo hiciera, pero es tan terco como una mula. Es un caso perdido. Además, él y Mónica van a venir a pasar unos días, ya que al parecer tienen que arreglar el tejado de su casa.
    Mi mente no puede evitar tener ciertos sentimientos encontrados. Amo mi hogar y estar cerca de mi familia, pero por alguna razón también extraño París. ¿Será verdad lo que dice mi hermana Mariana que me he “afrancesado”? Cree que hasta mi acento se ha vuelto francés, ¡será posible! He visto a mi sobrino Giancarlo. ¡Ha crecido tanto! Me he dado cuenta de que me estoy perdiendo tantas cosas... Valeria está aprendiendo a leer y Tiziano ya sabe hacer cuentas sencillas. Oh, Erik, mis pequeños están creciendo tan deprisa...no puedo evitar sentir algo parecido a la tristeza. Siempre imaginé que estaría ahí, viéndolos dar sus primeros pasos, acompañándolos a la escuela, igual que sucedió con Guido, Fabrizio y Giulia.

    Acabo de enterarme de que Giulia ha empezado a trabajar como aprendiz de modista en un pequeño negocio y parece que le va bien. Mariana, sin embargo... ah, es otra causa perdida. Está tan abstraída en las novelas de amor que tiene la cabeza en las nubes. Cordelia sin embargo parece prosperar en sus lecciones de música, toca el piano con bastante soltura y está valorando tomar clases de canto y danza. Yo creo que es demasiado joven como para meterse de lleno en este mundo tan turbio, pero no quiere hacerme caso. No quiero frustrar sus sueños, pero tampoco deseo que cometa los errores que yo he cometido. Lo único bueno, al parecer, es que la sombra de los Chagny aún no ha llegado hasta aquí, aunque eso deberé corroborarlo en los próximos días.

    Espero que esta carta te llegue lo antes posible y saber que sigues vivo y a salvo. Extraño tener aquellas conversaciones en la Mansión del Lago antes de ir a dormir. Espero que pronto podamos tener la ocasión de repetirlas.

    Con afecto,

    𝓔. 𝓓.»
    ⧼ Rol cerrado con [FANTOME] ⧽ ≿————- ❈ ————-≾ 「𝟹𝟶 𝚍𝚎 𝚖𝚊𝚢𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟾𝟽𝟷. 𝙳𝚒𝚎𝚣 𝚍𝚎 𝚕𝚊 𝚖𝚊ñ𝚊𝚗𝚊.」 Los cañones habían dejado de retumbar. Las calles de París apestaban a un terrible perfume de sangre, ceniza y carne quemada que estremecía hasta al más bravo de los hombres. Elettra abandonó la seguridad de la Mansión del Lago, que había sido su hogar durante los disturbios, cuando el Persa informó de que se había producido al fin, el “alto el fuego” tan deseado. Siguiendo sus instrucciones, salió por uno de los pasadizos que daba a una de las callejuelas cercanas a la Rue La Fayette, de tal forma que cualquiera podría suponer que había pasado todo ese tiempo escondida y a salvo en casa del Persa. Los gerentes, Monsieur André y Monsieur Firmin, habían dado la orden de reunir a todo el personal de la Ópera que no hubiese salido huyendo; los destrozos, aunque leves, habían sido numerosos y llevarían algún tiempo para repararse. —El Teatro permanecerá cerrado durante las próximas ocho semanas.—anunció André, llevando la mano al costado, tratando de ejercer presión sobre la úlcera de estómago que le aparecía en momentos de estrés.—Siéntanse libres de tomarse este tiempo como un permiso y de pasar este mal trago como crean conveniente. —Aquellos que deseen visitar a sus familiares, tienen permiso de viaje.—apuntó Firmin, que desvió la mirada hacia Elettra.—Si son tan amables de acompañarme a mi despacho, les firmaré el documento que les autoriza a regresar a sus hogares. En cuanto tuvo su permiso, la Dantelli comenzó a empacar sus escasas pertenencias, no sin antes anunciarle a su protector que tenía la intención de volver a Florencia, ya que los disturbios habían impedido por completo el poder entregar ninguna carta que informase de su situación. 「𝟷 𝚍𝚎 𝚓𝚞𝚗𝚒𝚘. 𝙶𝚊𝚛𝚎 𝚍𝚎 𝚕’𝙴𝚜𝚝. 𝙿𝚘𝚌𝚘 𝚊𝚗𝚝𝚎𝚜 𝚍𝚎𝚕 𝚖𝚎𝚍𝚒𝚘𝚍í𝚊.」 Elettra dedicó una última mirada a través del cristal del vagón hacia el andén cubierto por una espesa bruma de humo. Sus ojos celestes no eran capaces de despegarse de la figura del Fantasma que, gentil y caballero, la había escoltado hasta el tren que devolvería a la hija a su familia. En su mano aún podía sentir el tacto de sus guantes de cuero, cálido y confortante. Entre sus dedos, aún reposaba la textura del papel en el que había envuelto la primera carta. —Ábrela cuando me haya marchado.—le había dicho entre susurros, con el corazón encogido. No hubo un beso de despedida, pese a que se deseó con la más ferviente de las locuras. Tan sólo miradas suplicantes cargadas de un amor tan puro como silente, un amor palpable para todos los que los vieran, menos para ellos. El jefe de estación hizo sonar su silbato apremiando a los viajeros rezagados a tomar su transporte. Con un agudo y estruendoso pitido, la locomotora indicó que era el momento de iniciar el viaje. Elettra se sentó en el asiento junto a la ventana; frente a ella, estaba Darío, el criado del Persa, a quien había encargado la seguridad de la 𝘴𝘪𝘨𝘯𝘰𝘳𝘪𝘯𝘢; el muchacho suspiró con cierta resignación. El tren comenzó a moverse. Elettra se negó a apartar la mirada del cristal, hasta que la figura del Fantasma de la Ópera se acabó desdibujando en la lejanía. 「𝙵𝚕𝚘𝚛𝚎𝚗𝚌𝚒𝚊, 𝙸𝚝𝚊𝚕𝚒𝚊. 𝟻 𝚍𝚎 𝚓𝚞𝚗𝚒𝚘 𝚍𝚎 𝟷𝟾𝟽𝟷.𝙴𝚗𝚝𝚛𝚎 𝚕𝚊𝚜 𝟿 𝚢 𝚕𝚊𝚜 𝟷𝟷 𝚊.𝚖. 」 Darío ayudó a Elettra a cargar su equipaje en el primer carruaje que aceptó el pago en francos y no en liras. La Dantelli era consciente de que tenía que ir al banco a hacer el cambio de divisa e ingresarlo en la cuenta de sus padres, pero era tal la emoción que sentía de volver a estar en casa, que pensó en hacerlo más adelante. No había avisado; nadie la esperaba. Tamaña fue la sorpresa de Vittoria, la matriarca de los Dantelli, en cuanto vio asomar por el ventanuco del carruaje la cabellera cobriza de su primogénita. Emocionada, comenzó a llamar a gritos a sus hijos, a su marido, para que acudieran tan rápidos como podían a recibir a la hija pródiga. No hay nada tan bello en el mundo como una madre abrazando a su retoño después de haberla considerado en peligro. —Mia bambina.—Vittoria plantó un beso sobre la frente de su hija.—¿Y este ragazzo? No sabía que venías acompañada... —Oh, mamma, él es Darío.—Elettra presentó al criado del Persa, que apenas trataba de esconderse de tímido que era.—Es mi escolta. La situación en París era tan caótica que... Vittoria Dantelli hizo un aspaviento con la mano, indicándole al muchacho que podía alojarse en una de las habitaciones del servicio en la planta baja, casi en desuso, para que pudiera descansar de tan largo viaje. ¡Pobre Darío, los días que le esperaban entre idas y venidas! Y qué extraño se le hacía a Elettra volver a estar en su dormitorio, cubierto con una fina capa de polvo, después de casi un año entero sin poner un pie en su hogar familiar. Todo permanecía inamovible en su sitio, cuidado pese al polvo y el olor a cuarto cerrado; sus libros, su escritorio, su cama de lana, su armario y la chimenea con restos de hollín que no habían sido limpiados. —Mademoiselle.—Darío llamó a la puerta de Elettra, pues se estaba encargando de subir su modesto equipaje.—¿Cuándo quiere que vuelva a París? Imagino que querrá entregar un mensaje. —Escribiré esta noche y mañana por la mañana te daré lo que quiero que entregues.—Elettra se sacudió las manos.—Por ahora, descansa un poco hasta la hora de comer. Y...gracias, Darío. Por todo. El muchacho de origen persa sacudió la cabeza con las mejillas coloradas, abandonando la estancia para continuar subiendo las pertenencias de Elettra al tercer piso. ( * * * ) La noche se cernió absolutamente despejada. Las calles, apenas iluminadas por unas pocas farolas con velas, permitían la espectacular vista del cielo florentino, repleto de estrellas. El matrimonio Dantelli había acostado ya a sus hijos menores y los mayores, salvo Elettra, habían vuelto a sus hogares. En el interior del Palazzo Dantelli, tan sólo la primogénita quedaba despierta, sentada frente a su escritorio, al amparo de la luz de una lucerna de aceite nueva. La caja de música que el Fantasma le había regalado era el único sonido que rompía la solemnidad de aquel silencio, creando frente a ella un mágico juego de luces y sombras. Abrió el tintero, introdujo el cálamo de la pluma de cristal que le regalaron por su decimoquinto cumpleaños y, tras retirar el exceso, dejó que su corazón se apoderase de su mano para escribir. «Querido Erik: Es cinco de junio. Falta poco para que sea medianoche. He llegado esta mañana a casa de mis padres. Creo que nunca, jamás, he podido ser tan feliz como lo he sido cuando he abrazado a mi madre. Y creo que nunca he visto a mi padre suspirar tan aliviado de tenerme en casa. Aunque ha sido una sensación un tanto extraña, como si el tiempo se hubiese detenido desde el verano pasado. Oliviero ha llorado de alegría al verme, y Guido y Fabrizio han cerrado la perfumería sólo para que pasásemos todo el día juntos. En realidad, hoy todos han faltado a sus lecciones ya que hacía mucho tiempo que la familia no estaba reunida en el hogar, y teniendo en cuenta que la última vez no fue muy alegre...Mamá decidió preparar un par de cestas de comida e ir a pasar la tarde junto al Arno, aunque parece que la primavera se niega a abandonar Florencia por el momento. Apenas llega la noche y empieza a refrescar. Le di el dinero a papá; no tardó en cambiarlo a liras e ingresarlo en su cuenta. Parece que, este mes, mi familia no tendrá que pasar tanto apuro. Oliviero también está ayudando con lo que puede, pese a que le dije que no lo hiciera, pero es tan terco como una mula. Es un caso perdido. Además, él y Mónica van a venir a pasar unos días, ya que al parecer tienen que arreglar el tejado de su casa. Mi mente no puede evitar tener ciertos sentimientos encontrados. Amo mi hogar y estar cerca de mi familia, pero por alguna razón también extraño París. ¿Será verdad lo que dice mi hermana Mariana que me he “afrancesado”? Cree que hasta mi acento se ha vuelto francés, ¡será posible! He visto a mi sobrino Giancarlo. ¡Ha crecido tanto! Me he dado cuenta de que me estoy perdiendo tantas cosas... Valeria está aprendiendo a leer y Tiziano ya sabe hacer cuentas sencillas. Oh, Erik, mis pequeños están creciendo tan deprisa...no puedo evitar sentir algo parecido a la tristeza. Siempre imaginé que estaría ahí, viéndolos dar sus primeros pasos, acompañándolos a la escuela, igual que sucedió con Guido, Fabrizio y Giulia. Acabo de enterarme de que Giulia ha empezado a trabajar como aprendiz de modista en un pequeño negocio y parece que le va bien. Mariana, sin embargo... ah, es otra causa perdida. Está tan abstraída en las novelas de amor que tiene la cabeza en las nubes. Cordelia sin embargo parece prosperar en sus lecciones de música, toca el piano con bastante soltura y está valorando tomar clases de canto y danza. Yo creo que es demasiado joven como para meterse de lleno en este mundo tan turbio, pero no quiere hacerme caso. No quiero frustrar sus sueños, pero tampoco deseo que cometa los errores que yo he cometido. Lo único bueno, al parecer, es que la sombra de los Chagny aún no ha llegado hasta aquí, aunque eso deberé corroborarlo en los próximos días. Espero que esta carta te llegue lo antes posible y saber que sigues vivo y a salvo. Extraño tener aquellas conversaciones en la Mansión del Lago antes de ir a dormir. Espero que pronto podamos tener la ocasión de repetirlas. Con afecto, 𝓔. 𝓓.»
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  • —Desde qué se tragó por accidente la poción de Velvette que, no fue al trabajo. Y es qué, le pidió a su ayudante qué informase a todos y pasase todos sus compromisos a otro día a causa de estar “indispuesto”. A fin de cuentas, debían reflejar la perfección y en esa definición no entraba el ser víctima de una broma pesada de su novia. Por qué no, no sé creía qué sabiendo qué estaba de los nervios, hubiera dejado la poción tan a la vista por accidente. Pero ese era un tema aparte.

    A fin de cuentas, en un principio, pensó qué sería cosa de un par de días y una de dos; o Velvette crearía una poción para regresarlo a la normalidad o bien, los efectos de la misma remitirían por sí solos. Sin embargo, eso último no sucedió ni se esperaba qué sucediera a estas alturas. En cuanto a la poción qué contrarrestase aquel desastre… pues no pudo ser, ya qué la propia Vel acabó siendo víctima de una de las meteduras de pata de sus asistentas.

    Suspiró, y se vistió, al no irle ninguno de sus trajes, pues estos le apretaban el pecho pero luego del resto del cuerpo le iban muy, pero qué muy anchos, decidió ponerse un vestido, elegante pero aún así el aspecto no la convencía como para trabajar. Sin embargo, era eso o ir con pinta de presidiaria recién liberada con toda la ropa ancha. Antes de irse le dejó el desayuno hecho a Velvette y le envío un mensaje de buenos días a Valentino, quien no se encontraba en la torre. Para ponerlo un poco al día de como se encontraba Velvette, omitiendo sin querer y como de costumbre su propio estado al encontrarlo irrelevante al lado de Vel, además de desearle suerte en lo qué fuera qué estaba llevando a cabo. Pues era evidente qué algo estaba tramando cuando a penas se pasaba por la torre y más con Velvette en aquellas condiciones.

    Suspiró con resignación. Conociendo a las almas con las qué iba a reunirse hoy, su aspecto femenino, sería un problema. Siendo la única explicación a esto qué simplemente eran idiotas, ya qué si bueno era una mujer ¿Y qué? Tampoco era tan diferente. Una vez lista, se marchó a las oficinas y como era de esperar enseguida atrajo miradas extrañadas incluso de reojo, vio como alguien escupia el cafe sobre otro alguien de la impresión. Obvio algunas miradas eran descaradas pero no iba a darles importancia. Entró primero en su oficina, donde comenzó a poner en orden una montaña de documentos qué luego su ayudante debería entregar al departamento correspondiente a toda prisa, delegó algunos contratos son verdaderas importancia y se puso a negociar los términos de otros, era sorprendente como ya no debía buscar almas descarriadas, si no qué desde qué era overlord, estás los buscaban a ella y sus parejas ¡Qué cómodo era no tener qué esforzarse más en ese aspecto!

    A media mañana, le pidió un café a Erik, su ayudante, de quien no se le pasó por alto qué cada vez qué ahora le dirigía la palabra este temblaba pero ya no de miedo, o al menos no solo de eso, si no qué incluso se ponía rojo como un tomate. Chasqueó la lengua, era sumamente molesto. Si hasta el muy miserable acompañó su café con un lamentable ramo de margaritas. Vox no comentó nada al respecto, simplemente se tomó el café, y siguió revisando estadísticas, además de dar visto bueno o malo a los guiones de las siguientes obras qué se presentarían en voxflix. Canceló un par de series qué ya no rentaban, revisó los guiones y reportajes de las noticias de aquel día y en resumen, toda la burocracia ya qué a la tarde, después de comer comenzaba con las reuniones, la auténtica pesadilla.

    Para colmo, cuando salió a tomar el aire, una de las personas con las qué debía de reunirse, tras mirarlo descaradamente de arriba a abajo y esbozar una boba sonrisa, le hizo un gesto para qué se acercase. Así lo hizo.

    —¿Si?—preguntó con fastidio. Y el hombre respondió:

    —Eh, guapa. Traemos un café a mí y a mi colega, pero con leche de soja, descafeinado y terrones de azúcar. Nada de sobres. —ordenó, de nuevo mirándolo de aquel modo tan irritante.

    —No. —respondió Vox rotundamente, casi echando chispas. Los dos hombres intercambiaron miradas de extrañeza y volvieron a posar sus ojos de besugo en ella.

    —¿Como qué no?—preguntó uno contrariado. Ella se cruzó de brazos, abultando los labios en una mueca de desagrado—. ¿Es que no sabes quién soy?¡Vengo a reunirme con el puto jefe de este sitio!—y cometió el garrafal error de tomarla por la cintura, cosa qué aumento su exacerbación—.Asi qué si no quieres quedarte sin curro, pequeña secretaria, será mejor que muevas ese bonito culo ahora mismo. —exigió, acercando su feo rostro a ella, qué tan solo parpadeó con aburrimiento, mientras el compañero de aquel tipo, le reía la gracia como si fuera un babuino en celo.

    —Se muy bien quien eres. Y no soy una secretaria. De hecho, tenemos una reunión en una hora como bien hasta dicho. —respondió rodando los ojos con un tono de evidente hastío. Y al hombre prácticamente se le detuvo el corazón al escucharla, en su cara pudo ver cómo le dieron al menos diez mini infartos.

    —V…vo…v…¿¡Vox?!—exclamó. La mencionada enarcó una ceja imperterrite.

    —L..la..la…la misma—le hizo burla, luego lo observó con desdén haciendo una pequeña pausa y habló de nuevo—. Y de ahora en adelante, te agradecería qué no vuelvas a tocarme. Lo odio y no te conviene hacer nada qué pueda llegar a enfadarme.—gruñó con engañosa calma. Y por supuesto el hombre la soltó completamente abochornado y comenzaron ambos a disculparse torpemente, mientras qué la demonio televisiva, se alisaba las arrugas de su vestido con las manos, ignorando por completo, no solo las palabras si no la presencia de aquellos hombres.

    —Suficiente. —los interrumpió aburrida—. Te aconsejo qué guardes esa charlatanería para la reunión. Te va a ser difícil borrar esta primera impresión.—dejó en claro, afilando la mirada como si estuviera observando una presa. Los hombres tragaron saliva. Y el qué se mantuvo más callado trató de hablar.

    —Qui…quizá con una bonita cena…—insinuó, y Vox afiló aún más la mirada

    —Siéntete afortunado, porque pienso fingir qué no he escuchado eso. —advirtió y las luces del pasillo comenzaron a parpadear, claro signo de qué a la CEO de la empresa se le estaba agotando la paciencia. Dicho esto se marchó, aunque no sin remarcar les qué si se les ocurría llegar medio minuto tarde, disolvería cualquier acuerdo previo y posterior con su empresa y los afiliados a la misma, cosa qué dejaría a aquella empresa sin apoyo ninguno y caería en bancarrota, por que era obvio a qué empresa se unirían los afiliados a la hora de escoger.

    Finalmente, llegó la hora de la reunión, y al parecer sus amenazas fueron efectivas, pues aquellos miserables llegaron media hora antes. Al menos, algo bueno qué pudo sacar de tan desagradable primer encuentro.

    La reunión dio comienzo, y los participantes expusieron uno a uno sus ofertas para con la empresa Voxtek, además de sus presupuestos para sus futuros planes. Todo esto entre preguntas y escuchas y debates se alargó varias horas antes de qué a la propia Vox le tocase hablar. Cuando esto, ocurrió se puso en pie y camino hacia la pantalla donde se había proyectado y seguían proyectados los diferentes asuntos a tratar con sus posibles resoluciones. Ella comenzó a exponer todo lo qué había tenido tiempo a reflexionar con la nueva información cuando una mano se alzó de la nada.

    —¿Si?—preguntó, pensando qué se trataría de alguna incógnita qué le quedaría a alguien qué en un momento dado se habría despistado. Pero ¿Cual fue su sorpresa al escuchar la pregunta?

    —¿Usted no era un hombre?— ella pestañeó un par de veces, estupefacta.

    —Si. Pero, me temo qué he sido víctima de una pequeña broma por parte de uno de mis compañeros. —resumió, dándose la vuelta para seguir hablando

    —Entonces… ¿Sigue en condiciones de hacerse cargo de la empresa?— insistió el mismo, ella quien estaba de espaldas apretó la mandíbula con tanta fuerza qué se le desprendieron algunos de sus pequeños pero afilados dientes. Lentamente se dio la vuelta

    —¿Insinúa qué no estoy en pleno uso de mis facultades únicamente por un pequeño e irrisorio cambio en mi apariencia?—siseó como advertencia.

    —No, no… es solo qué si sea lo qué sea ha podido hacer semejante…—hizo una pausa, pensando bien en lo qué decia—.Transformación… quizá a alterado otras cosas. —

    —Pues no lo ha hecho. —contestó, obligándose a sonreír, pese a qué como volvía a ir y venir la corriente eléctrica, delataba qué no estaba tan tranquila como podía aparentar—.Gracias por su preocupación ¿A alguien más le apetece cuestionar mis capacidades en base a un simple cambio físico? ¿O podemos centrarnos ya en lo importante?—preguntó de forma retorica, juntando sus manos y de nuevo forzando una sonrisa, pero en esta ocasión dejaba clara su molestia, pues incluso unas pequeñas chispas correteaban por su cuerpo. En vista del sepulcral silencio qué se formó en la sala, pues al parecer todo el mundo acababa de comprender qué, efectivamente nada más que su aspecto físico había cambiado en ella y qué, por lo tanto era mejor no enfurecerla, Vox se dio la vuelta y siguió hablando, centrándose en los negocios. Ingenua ella qué creyó qué todas las incómodas preguntas terminaron, y qué ya podía seguir tranquila con su trabajo, se detuvo una vez más al escuchar unas pequeñas risas de otro tipo. Sus pupilas se afiliaron, y poco a poco se volteó, haciendo un gesto elegante con su mano mientras decía:

    —Por favor, señor Nirn…Cuente el chiste a la sala para qué todos podamos reírnos. —invitó en una clara amenaza. Aunque por algún motivo, aquello hizo qué él mencionado, quien posiblemente era el asistente mas estúpido de la sala, riera con más fuerza.

    —No es ningún chiste—comentó entre risas —Es qué… es qué no puedo…—continuó carcajeándose, mientras Vox, quien ya se olía por donde iban las cosas, tan solo pestañeó lentamente, abultando los labios en expresión indolente—.¡No puedo tomarte en serio!—confesó sin dejar de reír.

    —¿Ah, no?— cuestionó en un frío siseo, empezando a caminar despacio hacia el desgraciado

    —¡No!¡Es qué ahora eres tan delgadita!—ella sonrió al oirle—. ¡Tus dientes son tan chiquititos!¡Y esas garritas tan finas!¡Seguro qué no podrías arañar ni un trocito de papel con ellas!—

    —Si. Es para descojonarse…—asintió ella, ya peligrosamente cerca del tipo

    —¡Es qué ni si quiera das miedo!—

    —No, no lo doy. —le dio la razón una vez más, incluso riendo falsamente junto a él, aunque el resto de los presentes quienes sí eran más listos, habían alejado cuanto pudieron sus sillas de él y estaban prácticamente pegados a las paredes, pues ya mascaban la tragedia. Y así fue, pues mientras ambos reían como lunáticos, sin avisar Vox clavó sus garras por debajo de la mandíbula inferior a aquel alma tan corta de entendederas, haciendo qué estás se alargasen hasta atravesarlo por completo y tirando con fuerza le arrancó la mandíbula inferior dejándolo en una mueca perpetuamente boquiabierta y con la lengua colgando

    —¿¡AHORA YA TE DOY MIEDO?!¡¿O QUIERES QUÉ TAMBIEN TE SAQUE LOS PUTOS INTESTINOS Y ME HAGA UN JODIDO CINTURÓN CON ELLOS?!—rugió, lanzando aquel hueso sangrante sobre la mesa, mientras Nirn gritaba y trataba de sujetarse la lengua con las manos, tiñendo la mesa, parte del suelo y a si mismo de carmín. Entretanto Vox, para evitar más incidentes, tomó un pañuelo perfumado y se lo llevó allá donde supuestamente debía de haber una nariz, engañando así a su olfato para anular el hedor de la sangre—. Lo suponía. —volvió a darse la vuelta—.Y date prisa a regeberarte, estás dejando toda la sala hecha una auténtica mierda. —las luces y la corriente eléctrica seguirían yendo y viniendo unas largas horas, ya qué Vox tardaría en calmarse, aún así pudo seguir la reunión con normalidad. Y desde luego, nadie más se atrevió a hacer comentario alguno, risa, susurro ni mirada qué pudiera malinterpretarse.

    Las reuniones se alargaron toda la tarde hasta bien entrada la noche y aún así, tubo qué llevarse trabajo a casa. Sin dudas, fue un día horrible. Por lo qué fue directa a su habitación donde se desvistió y agotada se dejó caer de morros contra la cama. Cerró los ojos varios minutos para calmarse y cuando los abrió suspiró tomando el móvil y mirando la pantalla para ver dónde estaba Vel. Como no, fuera de la torre, se había escapado. Dejó el teléfono a un lado, se sentó al borde de la cama y se quedó mirando a la nada en silencio, mientras varios rayos recorriendo su cuerpo y la tensión eléctrica subía hasta qué las luces fallaban de nuevo. Sin decir nada respiró hondo, tomó un cojín, se lo puso en la cara y comenzó a gritar con todas sus fuerzas y a patalear de la ira, mientras los cables eléctricos se quemaban dejando el camino marcado en las paredes como las venas en un cuerpo humano.

    Cuando se quedó sin aire de tanto gritar en el almohadón, se dejó caer de espaldas, apartando dicho objeto qué voló por los aires y mirando el techo suspiró:

    —La mato. —con resignación, y es qué no había sido lo bastante cansado y espantoso el día qué, ahora debía de volverse a vestir, en lugar de ponerse su pijama de tiburón, para irla a buscar—


    —Desde qué se tragó por accidente la poción de Velvette que, no fue al trabajo. Y es qué, le pidió a su ayudante qué informase a todos y pasase todos sus compromisos a otro día a causa de estar “indispuesto”. A fin de cuentas, debían reflejar la perfección y en esa definición no entraba el ser víctima de una broma pesada de su novia. Por qué no, no sé creía qué sabiendo qué estaba de los nervios, hubiera dejado la poción tan a la vista por accidente. Pero ese era un tema aparte. A fin de cuentas, en un principio, pensó qué sería cosa de un par de días y una de dos; o Velvette crearía una poción para regresarlo a la normalidad o bien, los efectos de la misma remitirían por sí solos. Sin embargo, eso último no sucedió ni se esperaba qué sucediera a estas alturas. En cuanto a la poción qué contrarrestase aquel desastre… pues no pudo ser, ya qué la propia Vel acabó siendo víctima de una de las meteduras de pata de sus asistentas. Suspiró, y se vistió, al no irle ninguno de sus trajes, pues estos le apretaban el pecho pero luego del resto del cuerpo le iban muy, pero qué muy anchos, decidió ponerse un vestido, elegante pero aún así el aspecto no la convencía como para trabajar. Sin embargo, era eso o ir con pinta de presidiaria recién liberada con toda la ropa ancha. Antes de irse le dejó el desayuno hecho a Velvette y le envío un mensaje de buenos días a Valentino, quien no se encontraba en la torre. Para ponerlo un poco al día de como se encontraba Velvette, omitiendo sin querer y como de costumbre su propio estado al encontrarlo irrelevante al lado de Vel, además de desearle suerte en lo qué fuera qué estaba llevando a cabo. Pues era evidente qué algo estaba tramando cuando a penas se pasaba por la torre y más con Velvette en aquellas condiciones. Suspiró con resignación. Conociendo a las almas con las qué iba a reunirse hoy, su aspecto femenino, sería un problema. Siendo la única explicación a esto qué simplemente eran idiotas, ya qué si bueno era una mujer ¿Y qué? Tampoco era tan diferente. Una vez lista, se marchó a las oficinas y como era de esperar enseguida atrajo miradas extrañadas incluso de reojo, vio como alguien escupia el cafe sobre otro alguien de la impresión. Obvio algunas miradas eran descaradas pero no iba a darles importancia. Entró primero en su oficina, donde comenzó a poner en orden una montaña de documentos qué luego su ayudante debería entregar al departamento correspondiente a toda prisa, delegó algunos contratos son verdaderas importancia y se puso a negociar los términos de otros, era sorprendente como ya no debía buscar almas descarriadas, si no qué desde qué era overlord, estás los buscaban a ella y sus parejas ¡Qué cómodo era no tener qué esforzarse más en ese aspecto! A media mañana, le pidió un café a Erik, su ayudante, de quien no se le pasó por alto qué cada vez qué ahora le dirigía la palabra este temblaba pero ya no de miedo, o al menos no solo de eso, si no qué incluso se ponía rojo como un tomate. Chasqueó la lengua, era sumamente molesto. Si hasta el muy miserable acompañó su café con un lamentable ramo de margaritas. Vox no comentó nada al respecto, simplemente se tomó el café, y siguió revisando estadísticas, además de dar visto bueno o malo a los guiones de las siguientes obras qué se presentarían en voxflix. Canceló un par de series qué ya no rentaban, revisó los guiones y reportajes de las noticias de aquel día y en resumen, toda la burocracia ya qué a la tarde, después de comer comenzaba con las reuniones, la auténtica pesadilla. Para colmo, cuando salió a tomar el aire, una de las personas con las qué debía de reunirse, tras mirarlo descaradamente de arriba a abajo y esbozar una boba sonrisa, le hizo un gesto para qué se acercase. Así lo hizo. —¿Si?—preguntó con fastidio. Y el hombre respondió: —Eh, guapa. Traemos un café a mí y a mi colega, pero con leche de soja, descafeinado y terrones de azúcar. Nada de sobres. —ordenó, de nuevo mirándolo de aquel modo tan irritante. —No. —respondió Vox rotundamente, casi echando chispas. Los dos hombres intercambiaron miradas de extrañeza y volvieron a posar sus ojos de besugo en ella. —¿Como qué no?—preguntó uno contrariado. Ella se cruzó de brazos, abultando los labios en una mueca de desagrado—. ¿Es que no sabes quién soy?¡Vengo a reunirme con el puto jefe de este sitio!—y cometió el garrafal error de tomarla por la cintura, cosa qué aumento su exacerbación—.Asi qué si no quieres quedarte sin curro, pequeña secretaria, será mejor que muevas ese bonito culo ahora mismo. —exigió, acercando su feo rostro a ella, qué tan solo parpadeó con aburrimiento, mientras el compañero de aquel tipo, le reía la gracia como si fuera un babuino en celo. —Se muy bien quien eres. Y no soy una secretaria. De hecho, tenemos una reunión en una hora como bien hasta dicho. —respondió rodando los ojos con un tono de evidente hastío. Y al hombre prácticamente se le detuvo el corazón al escucharla, en su cara pudo ver cómo le dieron al menos diez mini infartos. —V…vo…v…¿¡Vox?!—exclamó. La mencionada enarcó una ceja imperterrite. —L..la..la…la misma—le hizo burla, luego lo observó con desdén haciendo una pequeña pausa y habló de nuevo—. Y de ahora en adelante, te agradecería qué no vuelvas a tocarme. Lo odio y no te conviene hacer nada qué pueda llegar a enfadarme.—gruñó con engañosa calma. Y por supuesto el hombre la soltó completamente abochornado y comenzaron ambos a disculparse torpemente, mientras qué la demonio televisiva, se alisaba las arrugas de su vestido con las manos, ignorando por completo, no solo las palabras si no la presencia de aquellos hombres. —Suficiente. —los interrumpió aburrida—. Te aconsejo qué guardes esa charlatanería para la reunión. Te va a ser difícil borrar esta primera impresión.—dejó en claro, afilando la mirada como si estuviera observando una presa. Los hombres tragaron saliva. Y el qué se mantuvo más callado trató de hablar. —Qui…quizá con una bonita cena…—insinuó, y Vox afiló aún más la mirada —Siéntete afortunado, porque pienso fingir qué no he escuchado eso. —advirtió y las luces del pasillo comenzaron a parpadear, claro signo de qué a la CEO de la empresa se le estaba agotando la paciencia. Dicho esto se marchó, aunque no sin remarcar les qué si se les ocurría llegar medio minuto tarde, disolvería cualquier acuerdo previo y posterior con su empresa y los afiliados a la misma, cosa qué dejaría a aquella empresa sin apoyo ninguno y caería en bancarrota, por que era obvio a qué empresa se unirían los afiliados a la hora de escoger. Finalmente, llegó la hora de la reunión, y al parecer sus amenazas fueron efectivas, pues aquellos miserables llegaron media hora antes. Al menos, algo bueno qué pudo sacar de tan desagradable primer encuentro. La reunión dio comienzo, y los participantes expusieron uno a uno sus ofertas para con la empresa Voxtek, además de sus presupuestos para sus futuros planes. Todo esto entre preguntas y escuchas y debates se alargó varias horas antes de qué a la propia Vox le tocase hablar. Cuando esto, ocurrió se puso en pie y camino hacia la pantalla donde se había proyectado y seguían proyectados los diferentes asuntos a tratar con sus posibles resoluciones. Ella comenzó a exponer todo lo qué había tenido tiempo a reflexionar con la nueva información cuando una mano se alzó de la nada. —¿Si?—preguntó, pensando qué se trataría de alguna incógnita qué le quedaría a alguien qué en un momento dado se habría despistado. Pero ¿Cual fue su sorpresa al escuchar la pregunta? —¿Usted no era un hombre?— ella pestañeó un par de veces, estupefacta. —Si. Pero, me temo qué he sido víctima de una pequeña broma por parte de uno de mis compañeros. —resumió, dándose la vuelta para seguir hablando —Entonces… ¿Sigue en condiciones de hacerse cargo de la empresa?— insistió el mismo, ella quien estaba de espaldas apretó la mandíbula con tanta fuerza qué se le desprendieron algunos de sus pequeños pero afilados dientes. Lentamente se dio la vuelta —¿Insinúa qué no estoy en pleno uso de mis facultades únicamente por un pequeño e irrisorio cambio en mi apariencia?—siseó como advertencia. —No, no… es solo qué si sea lo qué sea ha podido hacer semejante…—hizo una pausa, pensando bien en lo qué decia—.Transformación… quizá a alterado otras cosas. — —Pues no lo ha hecho. —contestó, obligándose a sonreír, pese a qué como volvía a ir y venir la corriente eléctrica, delataba qué no estaba tan tranquila como podía aparentar—.Gracias por su preocupación ¿A alguien más le apetece cuestionar mis capacidades en base a un simple cambio físico? ¿O podemos centrarnos ya en lo importante?—preguntó de forma retorica, juntando sus manos y de nuevo forzando una sonrisa, pero en esta ocasión dejaba clara su molestia, pues incluso unas pequeñas chispas correteaban por su cuerpo. En vista del sepulcral silencio qué se formó en la sala, pues al parecer todo el mundo acababa de comprender qué, efectivamente nada más que su aspecto físico había cambiado en ella y qué, por lo tanto era mejor no enfurecerla, Vox se dio la vuelta y siguió hablando, centrándose en los negocios. Ingenua ella qué creyó qué todas las incómodas preguntas terminaron, y qué ya podía seguir tranquila con su trabajo, se detuvo una vez más al escuchar unas pequeñas risas de otro tipo. Sus pupilas se afiliaron, y poco a poco se volteó, haciendo un gesto elegante con su mano mientras decía: —Por favor, señor Nirn…Cuente el chiste a la sala para qué todos podamos reírnos. —invitó en una clara amenaza. Aunque por algún motivo, aquello hizo qué él mencionado, quien posiblemente era el asistente mas estúpido de la sala, riera con más fuerza. —No es ningún chiste—comentó entre risas —Es qué… es qué no puedo…—continuó carcajeándose, mientras Vox, quien ya se olía por donde iban las cosas, tan solo pestañeó lentamente, abultando los labios en expresión indolente—.¡No puedo tomarte en serio!—confesó sin dejar de reír. —¿Ah, no?— cuestionó en un frío siseo, empezando a caminar despacio hacia el desgraciado —¡No!¡Es qué ahora eres tan delgadita!—ella sonrió al oirle—. ¡Tus dientes son tan chiquititos!¡Y esas garritas tan finas!¡Seguro qué no podrías arañar ni un trocito de papel con ellas!— —Si. Es para descojonarse…—asintió ella, ya peligrosamente cerca del tipo —¡Es qué ni si quiera das miedo!— —No, no lo doy. —le dio la razón una vez más, incluso riendo falsamente junto a él, aunque el resto de los presentes quienes sí eran más listos, habían alejado cuanto pudieron sus sillas de él y estaban prácticamente pegados a las paredes, pues ya mascaban la tragedia. Y así fue, pues mientras ambos reían como lunáticos, sin avisar Vox clavó sus garras por debajo de la mandíbula inferior a aquel alma tan corta de entendederas, haciendo qué estás se alargasen hasta atravesarlo por completo y tirando con fuerza le arrancó la mandíbula inferior dejándolo en una mueca perpetuamente boquiabierta y con la lengua colgando —¿¡AHORA YA TE DOY MIEDO?!¡¿O QUIERES QUÉ TAMBIEN TE SAQUE LOS PUTOS INTESTINOS Y ME HAGA UN JODIDO CINTURÓN CON ELLOS?!—rugió, lanzando aquel hueso sangrante sobre la mesa, mientras Nirn gritaba y trataba de sujetarse la lengua con las manos, tiñendo la mesa, parte del suelo y a si mismo de carmín. Entretanto Vox, para evitar más incidentes, tomó un pañuelo perfumado y se lo llevó allá donde supuestamente debía de haber una nariz, engañando así a su olfato para anular el hedor de la sangre—. Lo suponía. —volvió a darse la vuelta—.Y date prisa a regeberarte, estás dejando toda la sala hecha una auténtica mierda. —las luces y la corriente eléctrica seguirían yendo y viniendo unas largas horas, ya qué Vox tardaría en calmarse, aún así pudo seguir la reunión con normalidad. Y desde luego, nadie más se atrevió a hacer comentario alguno, risa, susurro ni mirada qué pudiera malinterpretarse. Las reuniones se alargaron toda la tarde hasta bien entrada la noche y aún así, tubo qué llevarse trabajo a casa. Sin dudas, fue un día horrible. Por lo qué fue directa a su habitación donde se desvistió y agotada se dejó caer de morros contra la cama. Cerró los ojos varios minutos para calmarse y cuando los abrió suspiró tomando el móvil y mirando la pantalla para ver dónde estaba Vel. Como no, fuera de la torre, se había escapado. Dejó el teléfono a un lado, se sentó al borde de la cama y se quedó mirando a la nada en silencio, mientras varios rayos recorriendo su cuerpo y la tensión eléctrica subía hasta qué las luces fallaban de nuevo. Sin decir nada respiró hondo, tomó un cojín, se lo puso en la cara y comenzó a gritar con todas sus fuerzas y a patalear de la ira, mientras los cables eléctricos se quemaban dejando el camino marcado en las paredes como las venas en un cuerpo humano. Cuando se quedó sin aire de tanto gritar en el almohadón, se dejó caer de espaldas, apartando dicho objeto qué voló por los aires y mirando el techo suspiró: —La mato. —con resignación, y es qué no había sido lo bastante cansado y espantoso el día qué, ahora debía de volverse a vestir, en lugar de ponerse su pijama de tiburón, para irla a buscar—
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  • *El jardín se llenó de niños. Erik cumplía años y sus padres le habían organizado una fiesta con todos sus amigos. Entre juegos, gritos, risas y guiñoles, todos lo pasaron genial, pequeños y mayores. Tras soplar las velas y comer tarta, se abrieron los regalos. La mayoría eran libros, cuadernos y pasatiempos. Juguetes también había y ropa. El niño, feliz, pasó el resto de la fiesta jugando con sus amigos y hermanos*
    *El jardín se llenó de niños. Erik cumplía años y sus padres le habían organizado una fiesta con todos sus amigos. Entre juegos, gritos, risas y guiñoles, todos lo pasaron genial, pequeños y mayores. Tras soplar las velas y comer tarta, se abrieron los regalos. La mayoría eran libros, cuadernos y pasatiempos. Juguetes también había y ropa. El niño, feliz, pasó el resto de la fiesta jugando con sus amigos y hermanos*
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  • Buenos días a todos. Feliz miércoles. Es el cumpleaños de mi hijo mayor Erik. Ya es todo un hombrecito. 🥹Feliz dia
    Buenos días a todos. Feliz miércoles. Es el cumpleaños de mi hijo mayor Erik. Ya es todo un hombrecito. 🥹Feliz dia💕
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  • Encuentro
    Categoría Otros
    Tal y como había quedado con [Reena] el día anterior, Ate prepara a su hijos para que los pequeños conocieran a su amiga. Los cuatro hermanos estaban muy excitados por conocer un mundo nuevo y no hacían más que preguntar a su madre. Erik, que pronto cumpliría los 6 años, sentía mucha curiosidad. Con su pelo rojo y largo hasta los hombros, su parecido a su madre era asombroso. En cambio, Letha, de 4 años, era más parecida a su padre, salvo el pelo, que era como el de su madre. Y a lo referente a los mellizos, Sigrid tiene el pelo como su padre y el rostro a su madre y Emrys, al revés, se parecía a su padre en el rostro (tiene muy parecido a su abuelo Loki) y pelo como su madre. El caso, que madre e hijos van al encuentro de Reena. Habían quedado en un pequeño parque *

    Hola, Reena, Ya estamos aquí.

    *Saluda con una mano Ate, junto a sus hijos*
    Tal y como había quedado con [Reena] el día anterior, Ate prepara a su hijos para que los pequeños conocieran a su amiga. Los cuatro hermanos estaban muy excitados por conocer un mundo nuevo y no hacían más que preguntar a su madre. Erik, que pronto cumpliría los 6 años, sentía mucha curiosidad. Con su pelo rojo y largo hasta los hombros, su parecido a su madre era asombroso. En cambio, Letha, de 4 años, era más parecida a su padre, salvo el pelo, que era como el de su madre. Y a lo referente a los mellizos, Sigrid tiene el pelo como su padre y el rostro a su madre y Emrys, al revés, se parecía a su padre en el rostro (tiene muy parecido a su abuelo Loki) y pelo como su madre. El caso, que madre e hijos van al encuentro de Reena. Habían quedado en un pequeño parque * Hola, Reena, Ya estamos aquí. *Saluda con una mano Ate, junto a sus hijos*
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
    Me encocora
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  • *Tumbada en el sofá, leía tranquilamente. Sus hijos acababan de irse a dormir y es hora de relajarse un poco. Un día duro, si, otro más. Mira a su esposo con una sonrisa en los labios, le manda un beso y éste lo atrapa con la mano, sonriendo también. Ya estaban planeando el cumpleaños de su hijo mayor, Erik. El niño estaba deseoso que llegara tan ansiado dia*
    *Tumbada en el sofá, leía tranquilamente. Sus hijos acababan de irse a dormir y es hora de relajarse un poco. Un día duro, si, otro más. Mira a su esposo con una sonrisa en los labios, le manda un beso y éste lo atrapa con la mano, sonriendo también. Ya estaban planeando el cumpleaños de su hijo mayor, Erik. El niño estaba deseoso que llegara tan ansiado dia*
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  • [1993sto]

    —Hizo aparecer a la elfa frente a él. Con la cadena entre las manos, dio un pequeño tirón para que le prestase atención

    —Escuchame bien Sammy —por que no, no su nombre se había molestado en aprender —.A partir de hoy vas a ejercer como mi ayudante, por qué he despachado al miserable de Erik que no era capaz ni de guardarle un pedido a mi princesita —y por despachar se refería a cortarlo en cachitos y distribuirlo por varios contenedores de basura de ciudad pentagrama—. Por lo que vas a tener que llevar a cabo todas, y cuando digo todas es absolutamente todas, sus tareas. Es decir, organizarme la agenda, responder llamadas, revisar el correo, traerme café, hacer recados, llevar documentos y en general todo aquello que se me ocurra. Además, por supuesto de seguir trayendo la suerte y la fortuna a los V's. —siguió explicando tomando un sorbo de café y luego añadió—. Ah, si. Y si Velvette necesita que crees alguna joya o tela, lo harás. Pero, no solo para ella si no también para Ash Lynx Big V para vestir a alguna de sus putas en sus grabaciones. ¿Me he expresado con claridad?
    [1993sto] —Hizo aparecer a la elfa frente a él. Con la cadena entre las manos, dio un pequeño tirón para que le prestase atención —Escuchame bien Sammy —por que no, no su nombre se había molestado en aprender —.A partir de hoy vas a ejercer como mi ayudante, por qué he despachado al miserable de Erik que no era capaz ni de guardarle un pedido a mi princesita —y por despachar se refería a cortarlo en cachitos y distribuirlo por varios contenedores de basura de ciudad pentagrama—. Por lo que vas a tener que llevar a cabo todas, y cuando digo todas es absolutamente todas, sus tareas. Es decir, organizarme la agenda, responder llamadas, revisar el correo, traerme café, hacer recados, llevar documentos y en general todo aquello que se me ocurra. Además, por supuesto de seguir trayendo la suerte y la fortuna a los V's. —siguió explicando tomando un sorbo de café y luego añadió—. Ah, si. Y si [Velve77e] necesita que crees alguna joya o tela, lo harás. Pero, no solo para ella si no también para [Valentino01] para vestir a alguna de sus putas en sus grabaciones. ¿Me he expresado con claridad?
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  • Aquí junto con Erik, Magneto.
    Aquí junto con Erik, Magneto.
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