Fue una experiencia única, una mezcla de emociones que nunca antes había sentido desde que se puso el traje por primera vez. Un llamado de auxilio bastó para que Invencible descendiera con precisión sobre aquel callejón oscuro y decadente. Allí, una mujer de cabello azabache —atractiva, pero visiblemente consternada— forcejeaba con un hombre que, sin lugar a dudas, intentaba abusar de ella. Sus manos sucias estaban posadas sobre los glúteos de la mujer mientras ella, atrapada contra la fría pared y asqueada por la situación, intentaba inútilmente apartarlo con sus propias manos.
—"Gracias..." —susurró la mujer con voz quebrada, ocultando su rostro tras la palma de su mano. El impacto de lo sucedido la hizo derrumbarse emocionalmente, y sus sollozos se hicieron cada vez más evidentes. Abrazó con fuerza a Goggleless, dejando que sus lágrimas cayeran sobre él, mientras cada pocos segundos aspiraba por la nariz para evitar que los mocos alcanzaran sus labios.
Un charco espeso de líquido rojizo comenzó a extenderse en el suelo a unos metros de ellos, tocando por momentos la suela de las botas azules del héroe y los tacones carmesí de la mujer. Poco después, el abrazo de la azabache perdió su fuerza; se separó ligeramente de él y fijó su mirada en su rostro, como si intentara encontrar algo de consuelo o respuestas. Sin embargo, evitaba deliberadamente observar el cuerpo destrozado cerca de ambos—el hombre que yacía con el torso abierto y los órganos expuestos.
Goggleless correspondió a su mirada por un breve momento. Sus ojos permanecían entrecerrados, desbordando desdén; su boca trazaba una curva descendente, y su postura se mantenía firme, inmóvil. No respondió al gesto ni pareció tener intención alguna de hacerlo. Todo había sucedido demasiado rápido.
¿Era eso heroísmo? ¿Salvar a esa mujer solo para quedarse ahí, congelado? La duda le calaba hondo. Goggleless nunca fue un verdadero héroe, aunque ella aún no lo sabía.
—"Gracias..." —susurró la mujer con voz quebrada, ocultando su rostro tras la palma de su mano. El impacto de lo sucedido la hizo derrumbarse emocionalmente, y sus sollozos se hicieron cada vez más evidentes. Abrazó con fuerza a Goggleless, dejando que sus lágrimas cayeran sobre él, mientras cada pocos segundos aspiraba por la nariz para evitar que los mocos alcanzaran sus labios.
Un charco espeso de líquido rojizo comenzó a extenderse en el suelo a unos metros de ellos, tocando por momentos la suela de las botas azules del héroe y los tacones carmesí de la mujer. Poco después, el abrazo de la azabache perdió su fuerza; se separó ligeramente de él y fijó su mirada en su rostro, como si intentara encontrar algo de consuelo o respuestas. Sin embargo, evitaba deliberadamente observar el cuerpo destrozado cerca de ambos—el hombre que yacía con el torso abierto y los órganos expuestos.
Goggleless correspondió a su mirada por un breve momento. Sus ojos permanecían entrecerrados, desbordando desdén; su boca trazaba una curva descendente, y su postura se mantenía firme, inmóvil. No respondió al gesto ni pareció tener intención alguna de hacerlo. Todo había sucedido demasiado rápido.
¿Era eso heroísmo? ¿Salvar a esa mujer solo para quedarse ahí, congelado? La duda le calaba hondo. Goggleless nunca fue un verdadero héroe, aunque ella aún no lo sabía.
Fue una experiencia única, una mezcla de emociones que nunca antes había sentido desde que se puso el traje por primera vez. Un llamado de auxilio bastó para que Invencible descendiera con precisión sobre aquel callejón oscuro y decadente. Allí, una mujer de cabello azabache —atractiva, pero visiblemente consternada— forcejeaba con un hombre que, sin lugar a dudas, intentaba abusar de ella. Sus manos sucias estaban posadas sobre los glúteos de la mujer mientras ella, atrapada contra la fría pared y asqueada por la situación, intentaba inútilmente apartarlo con sus propias manos.
—"Gracias..." —susurró la mujer con voz quebrada, ocultando su rostro tras la palma de su mano. El impacto de lo sucedido la hizo derrumbarse emocionalmente, y sus sollozos se hicieron cada vez más evidentes. Abrazó con fuerza a Goggleless, dejando que sus lágrimas cayeran sobre él, mientras cada pocos segundos aspiraba por la nariz para evitar que los mocos alcanzaran sus labios.
Un charco espeso de líquido rojizo comenzó a extenderse en el suelo a unos metros de ellos, tocando por momentos la suela de las botas azules del héroe y los tacones carmesí de la mujer. Poco después, el abrazo de la azabache perdió su fuerza; se separó ligeramente de él y fijó su mirada en su rostro, como si intentara encontrar algo de consuelo o respuestas. Sin embargo, evitaba deliberadamente observar el cuerpo destrozado cerca de ambos—el hombre que yacía con el torso abierto y los órganos expuestos.
Goggleless correspondió a su mirada por un breve momento. Sus ojos permanecían entrecerrados, desbordando desdén; su boca trazaba una curva descendente, y su postura se mantenía firme, inmóvil. No respondió al gesto ni pareció tener intención alguna de hacerlo. Todo había sucedido demasiado rápido.
¿Era eso heroísmo? ¿Salvar a esa mujer solo para quedarse ahí, congelado? La duda le calaba hondo. Goggleless nunca fue un verdadero héroe, aunque ella aún no lo sabía.

