• — Lev. —La voz de Irisha, firme como siempre, captó su atención al punto en que se vio obligado a bajar la revista que leía para mirarla. La gemela le sonrió, cómplice, mientras que se arrodillaba frente al sofá y se apoyaba contra el descansa brazos. Por otro lado, Irina se quedó de pie, detrás del sofá, y terminó inclinando el cuerpo hacia el frente para mirar por sobre el hombro de su hermano a su gemela. Casi parecía que, por primera vez, ninguna entendía lo que pasaba por la cabeza de la otra.—¿Recuerdas la última vez que fuiste feliz?

    Ese era un buen anzuelo. Irina solía ser así cuando tenía curiosidad o cuando algo la abrumaba; siempre hacía preguntas de manera sutil, aunque las sacara de la nada, pero siempre le seguía una explicación bien justificada de sus abruptas preguntas. Sólo que en esta ocasión no hubo ningún intento de justificación y, al mirar en sus ojos, pudo notar que su pregunta era seria. No era algo que se podía tomar a la ligera, tampoco algo que ignorar tan fácilmente o para lo que tuviese el corazón de cortar de tajo sus dudas.

    Nikolay se llevó la mano a la boca, pensativo, y detrás de aquel gesto maldijo en silencio cuando frunció los labios. Odiaba tocar el tema de la felicidad que no sentía y, también, odiaba que se hiciera presente el pasado. Cerró los ojos, y en sus adentros se repitió que ellas no eran culpables, que no lo hacían con malas intenciones y tampoco era un intento de sus otros familiares para sacarle algo de información. Luego de pensárselo, como por dos minutos, negó con lentitud. Incluso su mano izquierda se movió para decir que no con señas. Irina pareció molesta, se le notaba en la cara con ese ceño fruncido y esos ojos furiosos que no iba a aceptar esa respuesta.

    — ¿Cómo que no? Debe existir algo. La última vez que sentía felicidad fue durante nuestras vacaciones en Seúl. La cantidad de skin care y maquillaje que compré con el dinero de papá me hizo feliz. Ya sabes que él nunca quiere gastar dinero en esas cosas porque es una pérdida de tiempo y estoy muy joven. Pero fue un buen momento. ¿Cuál fue el tuyo, Irisha?

    Tanto Lev como Irina miraron a la menor de las gemelas. La rubia no pudo hacer nada más que sobresaltarse, detestaba cada vez que su hermana la arrastraba en sus planes sin decírselo, pero, en el fondo, también quería saber más sobre su hermano. Las manos de la chiquilla se aferraron al cuero del sofá mientras que pensaba. Cada instante las miradas de sus hermanos eran más y más insistentes, haciendo que con ello sus mejillas se pusieran más y más rojas por la vergüenza de ser el centro de atención. No había duda que esas dos, aunque parecían idénticas, se trataba de polos opuestos.

    — Fue... Fue durante el concierto sinfónico de hace unos meses. ¿Recuerdan?

    Aunque el rostro de Irisha demostraba que no. Lev hizo un puño su mano y movió de arriba bajo para decir que sí. Lo recordaba bien, su hermana participaba en el violín, justo en la orilla de la segunda fila, había elegido un vestido negro con mangas largas y una falda amplia, llevaba botas negras que habían hecho rabiar a su madre durante todo el trayecto porque "no era adecuado vestir algo así" en un día tan importante. Entonces se sonrió, conteniéndose una risa pequeña y la incitó a que continuara hablando con un pequeño movimiento de su mano donde la invitó a sentarse en el asiento vacío a su lado. Su hermana asintió, y se apresuró a sentarse antes de volver a hablar con calma.

    — Ese día, desde el escenario, parecían una familia feliz. Podía ver cómo mamá tomaba la mano de papá y se le notaba el amor a ambos. Aleksandr no se veía tan molesto y parecía no importarle estar sentado junto a Niko y... Tú también te veías muy feliz. —Habló, una sonrisa tímida y divertida se asomó en sus labios cuando observó a su hermano. Sus miradas se cruzaron: Una estaba llena de alegría y la otra de confusión.— Aunque fue solo un poco, me dio mucha alegría verlos a todos juntos. Me sentí muy feliz... Y guardo ese recuerdo con mucho amor. —Con ambas manos en el pecho, Irina suspiró antes de tomar valor. Relamió sus labios, nerviosa, y dirigió la mirada a su hermano.— ¿Y tú? Como dijo Irisha. Debes tener alguno. Y nuestro nacimiento no cuenta, Lev, tampoco las tonterías que hacíamos de niñas. Debes tener algo. Lo que sea, no puedes estar triste todo el tiempo... En algún momento debes sentir algo más.

    « Dolor. » Lev no habló, pero sí lo pensó y se le notó en el rostro que no estaba dispuesto en hablar. Siempre había sentido dolor desde que Sasha muriera, desde que lo señalaran como el único culpable y... Desde que se había sentido abandonado por las únicas personas que debían procurarlo. No era su culpa, estaba seguro de que él no había tenido nada que ver con el accidente y que las cosas, desafortunadamente, solo habían sucedido. Sasha había dejado de respirar y... Ya, eso era todo lo que sucediera. Luego todo era borroso y difuso para él. Sin embargo, dentro de esa nube gris de pensamientos, se asomó un momento que brilló con fuerza sobre los demás. Era trivial, algo tonto para muchos, pero de gran valor para él. « Perro. » Movió sus manos con cuidado, poco después buscó su teléfono celular, el cual sacó del bolsillo, y comenzó a escribir un montón de cosas. Probablemente le tomó algunos minutos, pero cuando finalmente acabó, presionó el botón para reproducir el audio con esa voz robotizada del traductor.

    "Fue cuando llegó Boris. Nuestro perro. Fue hace dos años. Aún no puedo creer que Aleksandr aceptara que se quedara, especialmente por ser un perro tan peludo cuando odia que suelten pelo. Cuando Boris llegó a casa, me sentí muy feliz. Siempre había querido tener un perro, pero Aleksandr no quería y Sasha era alérgico."

    Ah, Boris, el adorable golden retriever de la familia. La única razón por la que valía la pena levantarse cada mañana con la intención de acicalarlo y verle traer las pelotas de tenis en el hocico, todo el día, de un lado a otro de la casa. Lev se rió solo de recordarlo, fue una risa extraña, porque movía los labios y los sonidos que emitía eran raros. No parecían risas, pues solo era su nariz resoplando una y otra vez al intentar contenerse mientras que escribía de nuevo.

    " Recuerdo que ese día le destrozó la billetera a Aleksandr. Se puso furioso, amenazó con echar al perro, lo maldijo hasta el cansancio, y al final mamá dijo que iba a quedarse porque yo lo necesitaba".

    Porque lo necesitaba. Aquellas palabras se repitieron una y otra vez en su cabeza, ¿realmente necesitaba del perro? Sí, pero no tanto como de sus padres. Suspiró, luego levantó los hombros para restarle interés al asunto y en su lugar encendió el televisor.

    — Oye, no es justo, yo quería continuar mi serie de ayer. Ese k-drama se quedó buenísimo, ¿por qué tenemos que ver otra vez Los Aristogatos? —Replicó Irisha mientras que se sentaba entre sus hermanos, obligándoles a hacerle espacio.— Es la tercera vez esta semana, ya estoy harta.

    « Porque soy el mayor, y porque yo pago. Ya elegirás cuando seas grande. Además, a nosotros dos no nos gusta Love Alarm. Es aburrida. »
    — Lev. —La voz de Irisha, firme como siempre, captó su atención al punto en que se vio obligado a bajar la revista que leía para mirarla. La gemela le sonrió, cómplice, mientras que se arrodillaba frente al sofá y se apoyaba contra el descansa brazos. Por otro lado, Irina se quedó de pie, detrás del sofá, y terminó inclinando el cuerpo hacia el frente para mirar por sobre el hombro de su hermano a su gemela. Casi parecía que, por primera vez, ninguna entendía lo que pasaba por la cabeza de la otra.—¿Recuerdas la última vez que fuiste feliz? Ese era un buen anzuelo. Irina solía ser así cuando tenía curiosidad o cuando algo la abrumaba; siempre hacía preguntas de manera sutil, aunque las sacara de la nada, pero siempre le seguía una explicación bien justificada de sus abruptas preguntas. Sólo que en esta ocasión no hubo ningún intento de justificación y, al mirar en sus ojos, pudo notar que su pregunta era seria. No era algo que se podía tomar a la ligera, tampoco algo que ignorar tan fácilmente o para lo que tuviese el corazón de cortar de tajo sus dudas. Nikolay se llevó la mano a la boca, pensativo, y detrás de aquel gesto maldijo en silencio cuando frunció los labios. Odiaba tocar el tema de la felicidad que no sentía y, también, odiaba que se hiciera presente el pasado. Cerró los ojos, y en sus adentros se repitió que ellas no eran culpables, que no lo hacían con malas intenciones y tampoco era un intento de sus otros familiares para sacarle algo de información. Luego de pensárselo, como por dos minutos, negó con lentitud. Incluso su mano izquierda se movió para decir que no con señas. Irina pareció molesta, se le notaba en la cara con ese ceño fruncido y esos ojos furiosos que no iba a aceptar esa respuesta. — ¿Cómo que no? Debe existir algo. La última vez que sentía felicidad fue durante nuestras vacaciones en Seúl. La cantidad de skin care y maquillaje que compré con el dinero de papá me hizo feliz. Ya sabes que él nunca quiere gastar dinero en esas cosas porque es una pérdida de tiempo y estoy muy joven. Pero fue un buen momento. ¿Cuál fue el tuyo, Irisha? Tanto Lev como Irina miraron a la menor de las gemelas. La rubia no pudo hacer nada más que sobresaltarse, detestaba cada vez que su hermana la arrastraba en sus planes sin decírselo, pero, en el fondo, también quería saber más sobre su hermano. Las manos de la chiquilla se aferraron al cuero del sofá mientras que pensaba. Cada instante las miradas de sus hermanos eran más y más insistentes, haciendo que con ello sus mejillas se pusieran más y más rojas por la vergüenza de ser el centro de atención. No había duda que esas dos, aunque parecían idénticas, se trataba de polos opuestos. — Fue... Fue durante el concierto sinfónico de hace unos meses. ¿Recuerdan? Aunque el rostro de Irisha demostraba que no. Lev hizo un puño su mano y movió de arriba bajo para decir que sí. Lo recordaba bien, su hermana participaba en el violín, justo en la orilla de la segunda fila, había elegido un vestido negro con mangas largas y una falda amplia, llevaba botas negras que habían hecho rabiar a su madre durante todo el trayecto porque "no era adecuado vestir algo así" en un día tan importante. Entonces se sonrió, conteniéndose una risa pequeña y la incitó a que continuara hablando con un pequeño movimiento de su mano donde la invitó a sentarse en el asiento vacío a su lado. Su hermana asintió, y se apresuró a sentarse antes de volver a hablar con calma. — Ese día, desde el escenario, parecían una familia feliz. Podía ver cómo mamá tomaba la mano de papá y se le notaba el amor a ambos. Aleksandr no se veía tan molesto y parecía no importarle estar sentado junto a Niko y... Tú también te veías muy feliz. —Habló, una sonrisa tímida y divertida se asomó en sus labios cuando observó a su hermano. Sus miradas se cruzaron: Una estaba llena de alegría y la otra de confusión.— Aunque fue solo un poco, me dio mucha alegría verlos a todos juntos. Me sentí muy feliz... Y guardo ese recuerdo con mucho amor. —Con ambas manos en el pecho, Irina suspiró antes de tomar valor. Relamió sus labios, nerviosa, y dirigió la mirada a su hermano.— ¿Y tú? Como dijo Irisha. Debes tener alguno. Y nuestro nacimiento no cuenta, Lev, tampoco las tonterías que hacíamos de niñas. Debes tener algo. Lo que sea, no puedes estar triste todo el tiempo... En algún momento debes sentir algo más. « Dolor. » Lev no habló, pero sí lo pensó y se le notó en el rostro que no estaba dispuesto en hablar. Siempre había sentido dolor desde que Sasha muriera, desde que lo señalaran como el único culpable y... Desde que se había sentido abandonado por las únicas personas que debían procurarlo. No era su culpa, estaba seguro de que él no había tenido nada que ver con el accidente y que las cosas, desafortunadamente, solo habían sucedido. Sasha había dejado de respirar y... Ya, eso era todo lo que sucediera. Luego todo era borroso y difuso para él. Sin embargo, dentro de esa nube gris de pensamientos, se asomó un momento que brilló con fuerza sobre los demás. Era trivial, algo tonto para muchos, pero de gran valor para él. « Perro. » Movió sus manos con cuidado, poco después buscó su teléfono celular, el cual sacó del bolsillo, y comenzó a escribir un montón de cosas. Probablemente le tomó algunos minutos, pero cuando finalmente acabó, presionó el botón para reproducir el audio con esa voz robotizada del traductor. "Fue cuando llegó Boris. Nuestro perro. Fue hace dos años. Aún no puedo creer que Aleksandr aceptara que se quedara, especialmente por ser un perro tan peludo cuando odia que suelten pelo. Cuando Boris llegó a casa, me sentí muy feliz. Siempre había querido tener un perro, pero Aleksandr no quería y Sasha era alérgico." Ah, Boris, el adorable golden retriever de la familia. La única razón por la que valía la pena levantarse cada mañana con la intención de acicalarlo y verle traer las pelotas de tenis en el hocico, todo el día, de un lado a otro de la casa. Lev se rió solo de recordarlo, fue una risa extraña, porque movía los labios y los sonidos que emitía eran raros. No parecían risas, pues solo era su nariz resoplando una y otra vez al intentar contenerse mientras que escribía de nuevo. " Recuerdo que ese día le destrozó la billetera a Aleksandr. Se puso furioso, amenazó con echar al perro, lo maldijo hasta el cansancio, y al final mamá dijo que iba a quedarse porque yo lo necesitaba". Porque lo necesitaba. Aquellas palabras se repitieron una y otra vez en su cabeza, ¿realmente necesitaba del perro? Sí, pero no tanto como de sus padres. Suspiró, luego levantó los hombros para restarle interés al asunto y en su lugar encendió el televisor. — Oye, no es justo, yo quería continuar mi serie de ayer. Ese k-drama se quedó buenísimo, ¿por qué tenemos que ver otra vez Los Aristogatos? —Replicó Irisha mientras que se sentaba entre sus hermanos, obligándoles a hacerle espacio.— Es la tercera vez esta semana, ya estoy harta. « Porque soy el mayor, y porque yo pago. Ya elegirás cuando seas grande. Además, a nosotros dos no nos gusta Love Alarm. Es aburrida. »
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  • Verdades amargas
    Fandom Bridgerton
    Categoría Drama
    En compañía de Lady Danbury nos unimos a Lady Gunningworth y Lady Featherington.
    Sin lugar a dudas somos un grupo bastante pintoresco, cuando escribí la lista de invitadas los primeros nombres que pensé fueron los de ellas.

    Claramente Violet Bridgerton y yo somos muy buenas amigas, aunque este tipo de fiestas no son de su agrado.
    Si no hubiera invitado aPortia Featherington hubiera empezado una guerra ficticia entre las dos, siendo sincera hubiera sido perfecto estar unos meses sin tener que aguantarla.

    Y más sabiendo que finalmente su hija Penélope sea enfrentado a ella y la puso en su sitio.

    En cuanto a Lady Gunningworth Sophie Beckett siempre quise conocerla mejor.
    Las pocas veces que coincidí con esa mujer hay algo en ella que no me gusta y quiero descubrir lo que esconde.
    En compañía de Lady Danbury nos unimos a Lady Gunningworth y Lady Featherington. Sin lugar a dudas somos un grupo bastante pintoresco, cuando escribí la lista de invitadas los primeros nombres que pensé fueron los de ellas. Claramente [L_Bridgerton] y yo somos muy buenas amigas, aunque este tipo de fiestas no son de su agrado. Si no hubiera invitado a[Featherington_thcx] hubiera empezado una guerra ficticia entre las dos, siendo sincera hubiera sido perfecto estar unos meses sin tener que aguantarla. Y más sabiendo que finalmente su hija Penélope sea enfrentado a ella y la puso en su sitio. En cuanto a Lady Gunningworth [Cinderella] siempre quise conocerla mejor. Las pocas veces que coincidí con esa mujer hay algo en ella que no me gusta y quiero descubrir lo que esconde.
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    Sin dudas las cosas están muy turbias en el canon jajajjajajjajsj
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    //Buenas estare todo el dia pendiente a ver si tengo rols pendientes o si alguno tiene dudas, nos vemos mas adelante con una publicación
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  • ... Demonios, me veo en el espejo y ya ni me reconozco, mi instinto no me dice nada, me ha dejado a mi suerte y aunque tengo muchas dudas, caminaré por el fuego, sin miedo, vida solo tengo una y sin deseos de llevarme a la muerte algo de lo que pueda arrepentirme, voy ciego, voy como un tonto, pero a voluntad propia si el corazón se equivoca me lo arrancaré con una sonrisa .
    ... Demonios, me veo en el espejo y ya ni me reconozco, mi instinto no me dice nada, me ha dejado a mi suerte y aunque tengo muchas dudas, caminaré por el fuego, sin miedo, vida solo tengo una y sin deseos de llevarme a la muerte algo de lo que pueda arrepentirme, voy ciego, voy como un tonto, pero a voluntad propia si el corazón se equivoca me lo arrancaré con una sonrisa .
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    MUY BUENOS DIAS DAMAS Y CABALLEROS AQUI SU MAS FIEL LOCUTOR ALASTOR!!!

    bueno admito que enpesaremos el día muy animados queridos oyentes ya que unas fieles oyentes me pidieron un tema en especial .....
    tuve mis dudas en aceptar el pedido ....pero este programa
    existe gracias a ustedes!!! así que sin más preámbulos espero y lo disfruten mis adoradas y adorados oyentes
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    Voy a necesitar terapia después de oír esto //

    https://youtu.be/wKMmHNcv01M?si=zknE_Lg8lKxGn5qe
    🎙️MUY BUENOS DIAS DAMAS Y CABALLEROS AQUI SU MAS FIEL LOCUTOR ALASTOR!!!🎙️ 🎙️bueno admito que enpesaremos el día muy animados queridos oyentes ya que unas fieles oyentes me pidieron un tema en especial .....🎙️ tuve mis dudas en aceptar el pedido ....pero este programa 🎙️existe gracias a ustedes!!! así que sin más preámbulos espero y lo disfruten mis adoradas y adorados oyentes 🎙️ - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Voy a necesitar terapia después de oír esto // https://youtu.be/wKMmHNcv01M?si=zknE_Lg8lKxGn5qe
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    // pienso que una versión anime de Lilith sería Kiss-Shot, no tengo pruebas pero tampoco dudas
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  • Echoes from the past
    Fandom The Legend of Zelda
    Categoría Fantasía
    —¿Ya está aquí? —preguntó una voz recorriendo el castillo, interrogando a cualquier pobre sirviente que se topaba en el camino.

    Aún no, decían las mucamas entre suaves risas, enternecidas de ver a su rey como un cachorro con escamas.

    No estoy seguro, respondían los guardias dejando las formalidades de lado cuando lo veían en ese estado.

    Tal era su emoción y desespero que acabó saliendo del palacio, recorriendo las calles de su gente en busca de una respuesta. El sol propio de la mañana extendía sus manos, pálido, reflejándose en el vibrante celeste unía techos, paredes y hasta decoraciones en la calle. La ciudad entera parecía dividida y, al mismo tiempo, unida de algún extraño modo. Las calles níveas estaban bordeadas de edificios y estanques, conectores al fondo del océano donde residían aquello de aletas. Zoras caminaban con tranquilidad y las sirenas se reposaban en los bordes de sus estanques a conversar.

    Por fin, después de tanto, la calma prosperaba en el reino.

    Claro, si no contamos el huracán rojo que iba de un lado a otro buscando información. De haber tenido una cola canina, la estaría moviendo emocionado ¡se enteró que Link venía de visita! ¿Hace cuanto que no lo veía? ¡El héroe legendario! Todos lo conocían, claro, cómo no admirarlo ¿cómo habría estado luego de la última batalla? ¿se acordaría de él? Un montón de dudas en su cabeza hasta que escuchó el chapuzón de una sirena asomándose.

    —Ya llegó, está por la entrada norte —informó con una sonrisa.

    El príncipe agradeció y se metió al agua, ayudándose de aquellos pasajes laberínticos para llegar lo antes posible. Salió un poco antes, acomodándose las ropas y sacudiéndose para no estar escurriendo agua ¡diosas! ¡si tan solo le hubiera avisado con un poco más de antelación! Link era un gran amigo de su hermana, siempre sería bien recibido en el reino, después de todo.

    Disimulando su emoción, fue hasta su encuentro con una sonrisa cálida, de esas que recuerdan a lo vibrante del verano.

    —¡Héroe Link! —saludó cuando lo vio por fin, sus colmillos relucían en cada palabra—. Me alegro que nos esté visitando, quise venir a darle la bienvenida personalmente.

    Lo que tenía a Sidón tan apresurado no era solo la emoción, sin embargo, sino el tiempo. Le quedaban cinco horas antes de huir. Ah, ojalá el tiempo se detuviera un rato, al menos una horita extra.
    —¿Ya está aquí? —preguntó una voz recorriendo el castillo, interrogando a cualquier pobre sirviente que se topaba en el camino. Aún no, decían las mucamas entre suaves risas, enternecidas de ver a su rey como un cachorro con escamas. No estoy seguro, respondían los guardias dejando las formalidades de lado cuando lo veían en ese estado. Tal era su emoción y desespero que acabó saliendo del palacio, recorriendo las calles de su gente en busca de una respuesta. El sol propio de la mañana extendía sus manos, pálido, reflejándose en el vibrante celeste unía techos, paredes y hasta decoraciones en la calle. La ciudad entera parecía dividida y, al mismo tiempo, unida de algún extraño modo. Las calles níveas estaban bordeadas de edificios y estanques, conectores al fondo del océano donde residían aquello de aletas. Zoras caminaban con tranquilidad y las sirenas se reposaban en los bordes de sus estanques a conversar. Por fin, después de tanto, la calma prosperaba en el reino. Claro, si no contamos el huracán rojo que iba de un lado a otro buscando información. De haber tenido una cola canina, la estaría moviendo emocionado ¡se enteró que Link venía de visita! ¿Hace cuanto que no lo veía? ¡El héroe legendario! Todos lo conocían, claro, cómo no admirarlo ¿cómo habría estado luego de la última batalla? ¿se acordaría de él? Un montón de dudas en su cabeza hasta que escuchó el chapuzón de una sirena asomándose. —Ya llegó, está por la entrada norte —informó con una sonrisa. El príncipe agradeció y se metió al agua, ayudándose de aquellos pasajes laberínticos para llegar lo antes posible. Salió un poco antes, acomodándose las ropas y sacudiéndose para no estar escurriendo agua ¡diosas! ¡si tan solo le hubiera avisado con un poco más de antelación! Link era un gran amigo de su hermana, siempre sería bien recibido en el reino, después de todo. Disimulando su emoción, fue hasta su encuentro con una sonrisa cálida, de esas que recuerdan a lo vibrante del verano. —¡Héroe Link! —saludó cuando lo vio por fin, sus colmillos relucían en cada palabra—. Me alegro que nos esté visitando, quise venir a darle la bienvenida personalmente. Lo que tenía a Sidón tan apresurado no era solo la emoción, sin embargo, sino el tiempo. Le quedaban cinco horas antes de huir. Ah, ojalá el tiempo se detuviera un rato, al menos una horita extra.
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  • Pero que lugar tan encantador. Aunque sin dudas es algo aburrido ¿Que tal si empieza a llover chocolate? ¿¡A quien no le gusta un buen batido de chocolate?!—exclsmó el zorro tras salir del portal dimensional, a la par que comenzaba a caer una lluvia de espeso chocolate derretido—
    Pero que lugar tan encantador. Aunque sin dudas es algo aburrido ¿Que tal si empieza a llover chocolate? ¿¡A quien no le gusta un buen batido de chocolate?!—exclsmó el zorro tras salir del portal dimensional, a la par que comenzaba a caer una lluvia de espeso chocolate derretido—
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  • Cena incomoda y controlada
    Fandom Original
    Categoría Original
    Era una noche tranquila en el restaurante, el ambiente cálido con luces suaves que iluminaban los pequeños detalles de la decoración. Agatha se encontraba sentada en una mesa elegante, ajustando con sutileza su colgante favorito, un regalo de su madre que, sin saberlo, albergaba una pequeña cámara instalada por Ryo, su leal guardaespaldas. Aunque Agatha nunca había hablado de estas citas, sus amigas habían insistido en organizarla, y algo en su interior le decía que había sido una mala idea no haberle mencionado nada a Ryo. "Solo será una cena", pensaba, intentando calmar su conciencia.

    Un mes de planes para hacer algo distinto, algo "divertido", y sus amigas lo habían convencido. Lo que Agatha no sabía era que Ryo había decidido ser cauteloso y no dejarla ir sin estar cerca de alguna forma, aunque no se lo hubiera dicho.

    De repente, el hombre llegó: Sebastian, alto, con una sonrisa arrogante y el aire de alguien que siempre se cree el centro de atención. Su paso firme resonó al acercarse, y Agatha se sintió instantáneamente incómoda.

    —Agatha —dijo con un tono altanero, extendiendo la mano—. Encantado de verte por fin fuera de tus... quehaceres domésticos. Me imaginaba que ser ama de llaves no te dejaría tanto tiempo libre.

    Agatha forzó una sonrisa, el corazón latiendo más rápido de lo que le gustaría admitir. Había algo en su tono que la hizo sentir algo pequeña.

    —Encantada, Sebastian —respondió, estrechando su mano brevemente y, a pesar de la sensación de incomodidad, haciendo todo lo posible por mantener la calma.

    Se sentaron, y él comenzó a hablar sin cesar sobre sus logros y las fiestas en las que había estado, como si quisiera demostrarle que su vida era mucho más interesante que la de ella. Agatha trató de no sentirse abrumada. Ella no tenía mucho que compartir sobre grandes fiestas o viajes lujosos, solo su tranquila vida de trabajo en casa y su pequeño círculo de amigos.

    Mientras el camarero servía el vino, él comenzó a hablar más sobre sí mismo, con una sonrisa burlona.

    —Siempre he pensado que las mujeres que trabajan en la casa son bastante... limitadas —comentó, tomando un sorbo de su copa, mirando a Agatha con una mezcla de curiosidad y desdén—. Aunque, claro, debe ser interesante ver cómo se pueden organizar tantas cosas al mismo tiempo. ¿No te resulta aburrido? ¿Todo el tiempo con las mismas rutinas?

    Agatha sintió una leve punzada de incomodidad, pero decidió mantener la calma. La pequeña mentira que se había dicho a sí misma se reafirmó: "Solo es una cena."

    —Bueno, mi trabajo tiene sus retos —respondió, procurando no sonar defensiva. Miró la copa de vino antes de dar un sorbo, sintiendo la presión de mantener una conversación normal a pesar de la creciente incomodidad.

    —Sí, claro —dijo él, levantando una ceja con una sonrisa presuntuosa—. Pero, en serio, ¿cómo te las arreglas para no aburrirte? Debe ser una vida monótona, ¿no? —Se recostó en la silla, observándola con esa mirada superior que parecía evaluar cada palabra que ella decía—. ¿Algún pasatiempo interesante fuera de limpiar?

    El comentario le golpeó, y Agatha sintió un leve calor en sus mejillas. Sin embargo, no quería que él notara lo que realmente pensaba.

    —No todo es tan... limitado, como lo ves. Los pequeños detalles tienen su valor —respondió con suavidad, pero sin perder el control.

    —¿Pequeños detalles? —se rió él, negando con la cabeza de forma despectiva—. No sé, Agatha, parece que has invertido tu vida en una ocupación... algo mediocre. No puedo imaginarme perdiendo el tiempo con algo tan trivial.

    El tono de Sebastian comenzó a volverse más directo, casi desafiante. Agatha, aunque algo alterada por sus palabras, trató de mantenerse serena. La incomodidad se intensificaba con cada palabra.

    —¿Sabes? A veces me pregunto qué pasaría si fueras un poco más... abierta con tus... pasatiempos. Tal vez una vida menos... reservada podría ser más... satisfactoria.

    La cercanía de su mirada la hizo sentir aún más incómoda. La inclinación hacia ella no era casual, y Agatha empezó a percibir que él no solo estaba hablando de su trabajo, sino también de su vida personal.

    —Creo que prefiero disfrutar de las cosas sencillas —respondió con voz firme, sin saber cómo defenderse sin sonar arrogante, mientras intentaba alejar su silla un poco.

    —¿Sencillas? —insistió él, acercándose un poco más, su tono volviéndose más atrevido—. Agatha, por favor, no te pongas tan... recatada. Estoy seguro de que hay mucho más en ti que un trabajo aburrido y tu vida en esta... casa. Tal vez me equivoqué contigo.

    De repente, ella sintió que el ambiente se volvía pesado, como si no pudiera respirar correctamente. El tono de él, su mirada invasiva, todo eso la hacía sentir vulnerable. Agatha tenía la sensación de que algo no iba bien, pero no quería ser grosera ni levantar sospechas. Aunque en el fondo deseaba poder salir corriendo, se obligó a mantenerse en su lugar.

    El peso del colgante sobre su cuello comenzó a sentirse cada vez más pesado, pero no lo pensó mucho. De hecho, ni siquiera se dio cuenta de que la cámara dentro de él estaba transmitiendo en vivo a Ryo, quien observaba la escena con creciente preocupación desde su posición cercana en otro lugar.

    Agatha, forzando una sonrisa, trató de poner fin a la velada de la manera más educada posible.

    —Creo que es mejor que dejemos esto aquí, Sebastian —dijo, poniendo su copa con delicadeza sobre la mesa. La incomodidad se notaba claramente en su rostro.

    Sebastian frunció el ceño, desconcertado por su repentina frialdad.

    —¿Qué? ¿Ya te vas? Pero si apenas hemos comenzado.

    Agatha se levantó lentamente, evitando su mirada. Su corazón latía más rápido que nunca.

    —Creo que me ha dado suficiente... compañía por esta noche —respondió, sus palabras saliendo con una firmeza que no sentía realmente. Necesitaba irse, y lo sabía.

    Un silencio incómodo se apoderó de la mesa mientras ella se retiraba, deseando no haber tenido que lidiar con esta situación. Sabía que algo no estaba bien, pero no podía identificar exactamente qué. La sensación de que algo la observaba, como si estuviera siendo vigilada, la hizo sentirse aún más incómoda.

    Cuando salió del restaurante, la pequeña mentira que se decía a sí misma resonaba una vez más: "Solo era una cena."

    Agatha se levantó de la mesa con rapidez, su corazón latiendo más fuerte de lo que había imaginado. Sin mirarlo directamente, comenzó a caminar hacia la salida, intentando mantener la compostura. La incomodidad de la conversación, la presión de sus palabras y la actitud invasiva de Sebastian la habían dejado agotada, y solo deseaba llegar a su coche, alejarse de esa situación.

    Pero antes de que pudiera llegar al umbral de la puerta, escuchó sus pasos detrás de ella. Sebastian la había seguido.

    —¡Agatha! —llamó con tono alto, casi desafiante, mientras se acercaba rápidamente. —¿Ya te vas? ¿A dónde crees que vas tan pronto? La noche apenas ha comenzado, y ni siquiera has probado el plato principal. No puedes irte así.

    Agatha detuvo su paso en seco, sintiendo la presión de su presencia detrás de ella. Giró lentamente, intentando mostrar calma, aunque su estómago estaba revuelto.

    —Creo que ya he tenido suficiente —dijo, su voz más firme de lo que se sentía. Mantuvo la mirada baja, evitando que él pudiera ver la ansiedad que empezaba a brotar.

    Sebastian sonrió, pero no con la amabilidad que había pretendido al principio. Era una sonrisa burlona, llena de presunción.

    —¿De verdad crees que puedes irte así, sin más? No me hagas esto, Agatha. Sé que tú y yo podemos... disfrutar mucho más de esta noche. Lo que no te he mostrado aún puede interesarte, créeme. Hay tantas cosas que podríamos compartir.

    El tono con el que lo decía era tan insistente que Agatha sintió una corriente fría recorrer su espalda. Se estaba acercando más de lo que debería, demasiado cerca.

    —Te lo agradezco, pero... no estoy interesada —respondió, casi sin aliento, con la voz temblando un poco. La sensación de incomodidad se transformaba rápidamente en algo más angustiante, un nudo en su estómago que le impedía moverse con total libertad.

    Sebastian, sin embargo, no parecía dispuesto a rendirse. Dio un paso más hacia ella, tocando levemente su brazo con una mano.

    —Es solo una cena, Agatha. No te hagas la difícil.

    Pero Agatha, asustada y repentinamente decidida, retrocedió un paso, alejándose de su toque. La última chispa de su cordura se encendió en ese instante.

    —Déjame ir, Sebastian. No quiero seguir con esto —dijo con firmeza, sin dejar que su miedo la dominara completamente. La puerta del restaurante estaba tan cerca, y con ella, la oportunidad de escapar de esa situación incómoda.

    Sin embargo, antes de que pudiera dar otro paso, escuchó la puerta abrirse rápidamente. El sonido de unos pasos firmes acercándose la hizo girarse, y en ese momento vio a un hombre, su figura imponente y el rostro tan tranquilo como peligroso, salir del restaurante. Un escalofrío recorrió su espalda al reconocer la postura firme y segura de quien se acercaba, pero no estaba segura de quién era.

    Sebastian se detuvo al instante al ver la mirada penetrante del hombre, que lo observaba con calma, como si evaluara la situación. No hubo palabras, pero el aire cambió, y la tensión entre los tres se palpaba. El desconocido se mantuvo en silencio, simplemente de pie a un lado de Agatha, vigilando a Sebastian con una quietud que no dejaba lugar a dudas.

    Sebastian, incómodo, miró al hombre una vez más, luego a Agatha, y finalmente, dio un paso atrás, levantando las manos en señal de rendición. Con una última mirada cargada de frustración, dio media vuelta y se alejó rápidamente, sin decir una palabra.

    Agatha permaneció en silencio, el alivio llegando en oleadas mientras veía cómo Sebastian se alejaba. El hombre que había intervenido no se movió, pero Agatha sintió su presencia como una barrera protectora entre ella y la amenaza que había sido la cita.

    Después de unos momentos, el hombre hizo un leve gesto hacia ella, indicando que podía irse. Agatha, aún con el corazón acelerado, asintió con una mirada agradecida. Sin palabras, comenzó a caminar hacia la salida, y él la siguió de cerca, manteniendo su paso tranquilo y seguro.
    Era una noche tranquila en el restaurante, el ambiente cálido con luces suaves que iluminaban los pequeños detalles de la decoración. Agatha se encontraba sentada en una mesa elegante, ajustando con sutileza su colgante favorito, un regalo de su madre que, sin saberlo, albergaba una pequeña cámara instalada por Ryo, su leal guardaespaldas. Aunque Agatha nunca había hablado de estas citas, sus amigas habían insistido en organizarla, y algo en su interior le decía que había sido una mala idea no haberle mencionado nada a Ryo. "Solo será una cena", pensaba, intentando calmar su conciencia. Un mes de planes para hacer algo distinto, algo "divertido", y sus amigas lo habían convencido. Lo que Agatha no sabía era que Ryo había decidido ser cauteloso y no dejarla ir sin estar cerca de alguna forma, aunque no se lo hubiera dicho. De repente, el hombre llegó: Sebastian, alto, con una sonrisa arrogante y el aire de alguien que siempre se cree el centro de atención. Su paso firme resonó al acercarse, y Agatha se sintió instantáneamente incómoda. —Agatha —dijo con un tono altanero, extendiendo la mano—. Encantado de verte por fin fuera de tus... quehaceres domésticos. Me imaginaba que ser ama de llaves no te dejaría tanto tiempo libre. Agatha forzó una sonrisa, el corazón latiendo más rápido de lo que le gustaría admitir. Había algo en su tono que la hizo sentir algo pequeña. —Encantada, Sebastian —respondió, estrechando su mano brevemente y, a pesar de la sensación de incomodidad, haciendo todo lo posible por mantener la calma. Se sentaron, y él comenzó a hablar sin cesar sobre sus logros y las fiestas en las que había estado, como si quisiera demostrarle que su vida era mucho más interesante que la de ella. Agatha trató de no sentirse abrumada. Ella no tenía mucho que compartir sobre grandes fiestas o viajes lujosos, solo su tranquila vida de trabajo en casa y su pequeño círculo de amigos. Mientras el camarero servía el vino, él comenzó a hablar más sobre sí mismo, con una sonrisa burlona. —Siempre he pensado que las mujeres que trabajan en la casa son bastante... limitadas —comentó, tomando un sorbo de su copa, mirando a Agatha con una mezcla de curiosidad y desdén—. Aunque, claro, debe ser interesante ver cómo se pueden organizar tantas cosas al mismo tiempo. ¿No te resulta aburrido? ¿Todo el tiempo con las mismas rutinas? Agatha sintió una leve punzada de incomodidad, pero decidió mantener la calma. La pequeña mentira que se había dicho a sí misma se reafirmó: "Solo es una cena." —Bueno, mi trabajo tiene sus retos —respondió, procurando no sonar defensiva. Miró la copa de vino antes de dar un sorbo, sintiendo la presión de mantener una conversación normal a pesar de la creciente incomodidad. —Sí, claro —dijo él, levantando una ceja con una sonrisa presuntuosa—. Pero, en serio, ¿cómo te las arreglas para no aburrirte? Debe ser una vida monótona, ¿no? —Se recostó en la silla, observándola con esa mirada superior que parecía evaluar cada palabra que ella decía—. ¿Algún pasatiempo interesante fuera de limpiar? El comentario le golpeó, y Agatha sintió un leve calor en sus mejillas. Sin embargo, no quería que él notara lo que realmente pensaba. —No todo es tan... limitado, como lo ves. Los pequeños detalles tienen su valor —respondió con suavidad, pero sin perder el control. —¿Pequeños detalles? —se rió él, negando con la cabeza de forma despectiva—. No sé, Agatha, parece que has invertido tu vida en una ocupación... algo mediocre. No puedo imaginarme perdiendo el tiempo con algo tan trivial. El tono de Sebastian comenzó a volverse más directo, casi desafiante. Agatha, aunque algo alterada por sus palabras, trató de mantenerse serena. La incomodidad se intensificaba con cada palabra. —¿Sabes? A veces me pregunto qué pasaría si fueras un poco más... abierta con tus... pasatiempos. Tal vez una vida menos... reservada podría ser más... satisfactoria. La cercanía de su mirada la hizo sentir aún más incómoda. La inclinación hacia ella no era casual, y Agatha empezó a percibir que él no solo estaba hablando de su trabajo, sino también de su vida personal. —Creo que prefiero disfrutar de las cosas sencillas —respondió con voz firme, sin saber cómo defenderse sin sonar arrogante, mientras intentaba alejar su silla un poco. —¿Sencillas? —insistió él, acercándose un poco más, su tono volviéndose más atrevido—. Agatha, por favor, no te pongas tan... recatada. Estoy seguro de que hay mucho más en ti que un trabajo aburrido y tu vida en esta... casa. Tal vez me equivoqué contigo. De repente, ella sintió que el ambiente se volvía pesado, como si no pudiera respirar correctamente. El tono de él, su mirada invasiva, todo eso la hacía sentir vulnerable. Agatha tenía la sensación de que algo no iba bien, pero no quería ser grosera ni levantar sospechas. Aunque en el fondo deseaba poder salir corriendo, se obligó a mantenerse en su lugar. El peso del colgante sobre su cuello comenzó a sentirse cada vez más pesado, pero no lo pensó mucho. De hecho, ni siquiera se dio cuenta de que la cámara dentro de él estaba transmitiendo en vivo a Ryo, quien observaba la escena con creciente preocupación desde su posición cercana en otro lugar. Agatha, forzando una sonrisa, trató de poner fin a la velada de la manera más educada posible. —Creo que es mejor que dejemos esto aquí, Sebastian —dijo, poniendo su copa con delicadeza sobre la mesa. La incomodidad se notaba claramente en su rostro. Sebastian frunció el ceño, desconcertado por su repentina frialdad. —¿Qué? ¿Ya te vas? Pero si apenas hemos comenzado. Agatha se levantó lentamente, evitando su mirada. Su corazón latía más rápido que nunca. —Creo que me ha dado suficiente... compañía por esta noche —respondió, sus palabras saliendo con una firmeza que no sentía realmente. Necesitaba irse, y lo sabía. Un silencio incómodo se apoderó de la mesa mientras ella se retiraba, deseando no haber tenido que lidiar con esta situación. Sabía que algo no estaba bien, pero no podía identificar exactamente qué. La sensación de que algo la observaba, como si estuviera siendo vigilada, la hizo sentirse aún más incómoda. Cuando salió del restaurante, la pequeña mentira que se decía a sí misma resonaba una vez más: "Solo era una cena." Agatha se levantó de la mesa con rapidez, su corazón latiendo más fuerte de lo que había imaginado. Sin mirarlo directamente, comenzó a caminar hacia la salida, intentando mantener la compostura. La incomodidad de la conversación, la presión de sus palabras y la actitud invasiva de Sebastian la habían dejado agotada, y solo deseaba llegar a su coche, alejarse de esa situación. Pero antes de que pudiera llegar al umbral de la puerta, escuchó sus pasos detrás de ella. Sebastian la había seguido. —¡Agatha! —llamó con tono alto, casi desafiante, mientras se acercaba rápidamente. —¿Ya te vas? ¿A dónde crees que vas tan pronto? La noche apenas ha comenzado, y ni siquiera has probado el plato principal. No puedes irte así. Agatha detuvo su paso en seco, sintiendo la presión de su presencia detrás de ella. Giró lentamente, intentando mostrar calma, aunque su estómago estaba revuelto. —Creo que ya he tenido suficiente —dijo, su voz más firme de lo que se sentía. Mantuvo la mirada baja, evitando que él pudiera ver la ansiedad que empezaba a brotar. Sebastian sonrió, pero no con la amabilidad que había pretendido al principio. Era una sonrisa burlona, llena de presunción. —¿De verdad crees que puedes irte así, sin más? No me hagas esto, Agatha. Sé que tú y yo podemos... disfrutar mucho más de esta noche. Lo que no te he mostrado aún puede interesarte, créeme. Hay tantas cosas que podríamos compartir. El tono con el que lo decía era tan insistente que Agatha sintió una corriente fría recorrer su espalda. Se estaba acercando más de lo que debería, demasiado cerca. —Te lo agradezco, pero... no estoy interesada —respondió, casi sin aliento, con la voz temblando un poco. La sensación de incomodidad se transformaba rápidamente en algo más angustiante, un nudo en su estómago que le impedía moverse con total libertad. Sebastian, sin embargo, no parecía dispuesto a rendirse. Dio un paso más hacia ella, tocando levemente su brazo con una mano. —Es solo una cena, Agatha. No te hagas la difícil. Pero Agatha, asustada y repentinamente decidida, retrocedió un paso, alejándose de su toque. La última chispa de su cordura se encendió en ese instante. —Déjame ir, Sebastian. No quiero seguir con esto —dijo con firmeza, sin dejar que su miedo la dominara completamente. La puerta del restaurante estaba tan cerca, y con ella, la oportunidad de escapar de esa situación incómoda. Sin embargo, antes de que pudiera dar otro paso, escuchó la puerta abrirse rápidamente. El sonido de unos pasos firmes acercándose la hizo girarse, y en ese momento vio a un hombre, su figura imponente y el rostro tan tranquilo como peligroso, salir del restaurante. Un escalofrío recorrió su espalda al reconocer la postura firme y segura de quien se acercaba, pero no estaba segura de quién era. Sebastian se detuvo al instante al ver la mirada penetrante del hombre, que lo observaba con calma, como si evaluara la situación. No hubo palabras, pero el aire cambió, y la tensión entre los tres se palpaba. El desconocido se mantuvo en silencio, simplemente de pie a un lado de Agatha, vigilando a Sebastian con una quietud que no dejaba lugar a dudas. Sebastian, incómodo, miró al hombre una vez más, luego a Agatha, y finalmente, dio un paso atrás, levantando las manos en señal de rendición. Con una última mirada cargada de frustración, dio media vuelta y se alejó rápidamente, sin decir una palabra. Agatha permaneció en silencio, el alivio llegando en oleadas mientras veía cómo Sebastian se alejaba. El hombre que había intervenido no se movió, pero Agatha sintió su presencia como una barrera protectora entre ella y la amenaza que había sido la cita. Después de unos momentos, el hombre hizo un leve gesto hacia ella, indicando que podía irse. Agatha, aún con el corazón acelerado, asintió con una mirada agradecida. Sin palabras, comenzó a caminar hacia la salida, y él la siguió de cerca, manteniendo su paso tranquilo y seguro.
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