• -El sol del mediodía caía sin reservas sobre el lago, haciendo que la superficie del agua brillara como una plancha de cristal vivo-

    -aquel clima tan cálido parecía haber suavizado un momento al mundo o all menos por unas horas, el aire era cálido, perfumado por hierba fresca y resina, y las montañas lejanas parecían adormecidas bajo la luz dorada, Bondrewd había elegido ese lugar precisamente por eso: porque allí el silencio no pesaba, y la claridad no exigía explicaciones-

    -Se había despojado de aquella armadura que para sus hombros se había vuelto bastante pesada, dejando también aquella capa sucia, dejándolas ordenadas con cuidado a la sombra de un árbol cercano, La espada corta descansaba apoyada contra una roca, fuera del alcance inmediato, pero no olvidada, El lago lo recibía con una temperatura amable, envolviendo su cuerpo con una sensación extraña que hacia tiempo no había sentido, la Calma-

    -Nadaba sin prisa, con brazadas largas y controladas, dejando que el sol calentara su espalda cada vez que emergía, el agua se deslizaba sobre su piel sin resistencia parecía que el agua estaba lavando aquellas cicatrices en su espalda quitando los último vestigios de dolor y suciedad de sus encuentros pasados, por primera vez en mucho tiempo, sus pensamientos no seguían un patrón de análisis o vigilancia. Solo respiraba. Solo avanzaba-

    -En un punto más profundo, se dejó flotar boca arriba, los brazos abiertos, los ojos cerrados, el sonido distante de insectos, el murmullo del viento entre los árboles y el chapoteo leve del agua componían una calma que parecía ajena a su vida habitual-

    Esto es bastante extraño…

    -dijo en un tono casi divertido, dejando salir una ligera sonrisa en su rostro-

    Que el mundo siga en pie incluso cuando uno se detiene

    -Se acercó luego a una roca lisa que sobresalía del agua y se recargó en ella, dejando que el lago lo sostuviera desde la cintura, el sol arrancaba destellos en las gotas que corrían por su torso, y una exhalación lenta escapó de sus labios, más ligera de lo que estaba acostumbrado, Fue entonces cuando algo cambió-

    -No fue amenaza ni sobresalto. Fue una presencia nueva alterando la quietud: una sombra proyectada donde antes no la había, un sonido de pasos sobre la hierba seca de la orilla-

    -Bondrewd abrió los ojos con calma y giró el rostro hacia la ribera, sin apresurarse a salir del agua. Su expresión seguía serena, pero la atención había regresado por completo-

    No esperaba compañía hoy.....Si buscas el lago, es generoso…hay mucho espacio como para que quieras exactamente este lugar pero si me buscas a mí....

    -sus ojos se fijaron en la figura que se acercaba-

    habría sido cortés anunciarse o al menos traer algo como una bebida

    -El sol siguió brillando, imperturbable, mientras el descanso de Bondrewd quedaba suspendido por la llegada del visitante inesperado-
    -El sol del mediodía caía sin reservas sobre el lago, haciendo que la superficie del agua brillara como una plancha de cristal vivo- -aquel clima tan cálido parecía haber suavizado un momento al mundo o all menos por unas horas, el aire era cálido, perfumado por hierba fresca y resina, y las montañas lejanas parecían adormecidas bajo la luz dorada, Bondrewd había elegido ese lugar precisamente por eso: porque allí el silencio no pesaba, y la claridad no exigía explicaciones- -Se había despojado de aquella armadura que para sus hombros se había vuelto bastante pesada, dejando también aquella capa sucia, dejándolas ordenadas con cuidado a la sombra de un árbol cercano, La espada corta descansaba apoyada contra una roca, fuera del alcance inmediato, pero no olvidada, El lago lo recibía con una temperatura amable, envolviendo su cuerpo con una sensación extraña que hacia tiempo no había sentido, la Calma- -Nadaba sin prisa, con brazadas largas y controladas, dejando que el sol calentara su espalda cada vez que emergía, el agua se deslizaba sobre su piel sin resistencia parecía que el agua estaba lavando aquellas cicatrices en su espalda quitando los último vestigios de dolor y suciedad de sus encuentros pasados, por primera vez en mucho tiempo, sus pensamientos no seguían un patrón de análisis o vigilancia. Solo respiraba. Solo avanzaba- -En un punto más profundo, se dejó flotar boca arriba, los brazos abiertos, los ojos cerrados, el sonido distante de insectos, el murmullo del viento entre los árboles y el chapoteo leve del agua componían una calma que parecía ajena a su vida habitual- Esto es bastante extraño… -dijo en un tono casi divertido, dejando salir una ligera sonrisa en su rostro- Que el mundo siga en pie incluso cuando uno se detiene -Se acercó luego a una roca lisa que sobresalía del agua y se recargó en ella, dejando que el lago lo sostuviera desde la cintura, el sol arrancaba destellos en las gotas que corrían por su torso, y una exhalación lenta escapó de sus labios, más ligera de lo que estaba acostumbrado, Fue entonces cuando algo cambió- -No fue amenaza ni sobresalto. Fue una presencia nueva alterando la quietud: una sombra proyectada donde antes no la había, un sonido de pasos sobre la hierba seca de la orilla- -Bondrewd abrió los ojos con calma y giró el rostro hacia la ribera, sin apresurarse a salir del agua. Su expresión seguía serena, pero la atención había regresado por completo- No esperaba compañía hoy.....Si buscas el lago, es generoso…hay mucho espacio como para que quieras exactamente este lugar pero si me buscas a mí.... -sus ojos se fijaron en la figura que se acercaba- habría sido cortés anunciarse o al menos traer algo como una bebida -El sol siguió brillando, imperturbable, mientras el descanso de Bondrewd quedaba suspendido por la llegada del visitante inesperado-
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  • »»——♛——««
    La noche ha caído con un abrazo frío y equitativo, incapaz de discriminar. Tengo los pezones duros y la piel de gallina.

    La luna ilumina, lo suficiente para que los depredadores hagan de las suyas entre las tinieblas. Me cuesta ver más allá de seis metros, pero es mejor que nada.

    A mis espaldas hay silencio, allí donde yace el templo que me vió renacer. Quisiera volver y disfrutar otra vez del banquete.

    Camino por el sendero empedrado frente a mí, ese que se extiende en bajada con varios escalones de piedra pulida. Lo habré subido y bajado mil veces, hasta el punto de que puedo caminar sobre él por memoria muscular que por fijarme dónde pongo los pies.

    O eso quería pensar.
    Un paso, un tobillo torcido y rodé hasta el último escalón.
    »»——♛——««

    𝐿𝑎𝑠 𝑝𝑢𝑏𝑙𝑖𝑐𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑠𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑒 𝑡𝑖𝑝𝑜: 𝑀𝑜𝑛𝑜𝑟𝑜𝑙𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑒𝑛 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑜𝑟𝑖𝑔𝑒𝑛 𝑑𝑒𝑙 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎𝑗𝑒.

    𝐴𝑙𝑔𝑢𝑛𝑎𝑠 𝑠𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑝𝑜𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒𝑠 (𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑚𝑒 𝑎𝑐𝑎𝑏𝑎 𝑑𝑒 𝑜𝑐𝑢𝑟𝑟𝑖𝑟 𝑦 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑒 𝑑𝑎𝑟𝑒 𝑢𝑛𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑖𝑛𝑢𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛 𝑚𝑎𝑠 𝑒𝑥𝑡𝑒𝑛𝑠𝑎) 𝑦 𝑜𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑠𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑒𝑝𝑖𝑠𝑜𝑑𝑖𝑐𝑎𝑠.

    𝑇𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒𝑛 𝑝𝑖𝑒𝑛𝑠𝑜 ℎ𝑎𝑐𝑒𝑟 𝑝𝑢𝑏𝑙𝑖𝑐𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑎𝑟𝑡𝑖𝑑𝑎𝑠 𝑐𝑜𝑛 𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠 𝑝𝑒𝑟𝑓𝑖𝑙𝑒𝑠, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑒𝑠𝑜 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑒𝑟 𝑚𝑎𝑠 𝑔𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑦 𝑡𝑜𝑑𝑎 𝑙𝑎 𝑐ℎ𝑎𝑐ℎ𝑎𝑟𝑎.
    »»——♛——«« La noche ha caído con un abrazo frío y equitativo, incapaz de discriminar. Tengo los pezones duros y la piel de gallina. La luna ilumina, lo suficiente para que los depredadores hagan de las suyas entre las tinieblas. Me cuesta ver más allá de seis metros, pero es mejor que nada. A mis espaldas hay silencio, allí donde yace el templo que me vió renacer. Quisiera volver y disfrutar otra vez del banquete. Camino por el sendero empedrado frente a mí, ese que se extiende en bajada con varios escalones de piedra pulida. Lo habré subido y bajado mil veces, hasta el punto de que puedo caminar sobre él por memoria muscular que por fijarme dónde pongo los pies. O eso quería pensar. Un paso, un tobillo torcido y rodé hasta el último escalón. »»——♛——«« ⚠️𝐿𝑎𝑠 𝑝𝑢𝑏𝑙𝑖𝑐𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑠𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑒 𝑡𝑖𝑝𝑜: 𝑀𝑜𝑛𝑜𝑟𝑜𝑙𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑒𝑛 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑜𝑟𝑖𝑔𝑒𝑛 𝑑𝑒𝑙 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎𝑗𝑒. ⚠️𝐴𝑙𝑔𝑢𝑛𝑎𝑠 𝑠𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑝𝑜𝑟 𝑝𝑎𝑟𝑡𝑒𝑠 (𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑚𝑒 𝑎𝑐𝑎𝑏𝑎 𝑑𝑒 𝑜𝑐𝑢𝑟𝑟𝑖𝑟 𝑦 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑒 𝑑𝑎𝑟𝑒 𝑢𝑛𝑎 𝑐𝑜𝑛𝑡𝑖𝑛𝑢𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛 𝑚𝑎𝑠 𝑒𝑥𝑡𝑒𝑛𝑠𝑎) 𝑦 𝑜𝑡𝑟𝑎𝑠 𝑠𝑒𝑟𝑎𝑛 𝑒𝑝𝑖𝑠𝑜𝑑𝑖𝑐𝑎𝑠. ⚠️𝑇𝑎𝑚𝑏𝑖𝑒𝑛 𝑝𝑖𝑒𝑛𝑠𝑜 ℎ𝑎𝑐𝑒𝑟 𝑝𝑢𝑏𝑙𝑖𝑐𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑎𝑟𝑡𝑖𝑑𝑎𝑠 𝑐𝑜𝑛 𝑜𝑡𝑟𝑜𝑠 𝑝𝑒𝑟𝑓𝑖𝑙𝑒𝑠, 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑒𝑠𝑜 𝑡𝑒𝑛𝑔𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑒𝑟 𝑚𝑎𝑠 𝑔𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑦 𝑡𝑜𝑑𝑎 𝑙𝑎 𝑐ℎ𝑎𝑐ℎ𝑎𝑟𝑎.
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    ༒︎— ​𝔈𝔩 𝔓𝔯𝔢𝔠𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔏𝔲𝔷.

    El frío del metal contra mi cuello ya no me molesta; es una parte de mí, una extensión de mi propia piel que olvidé cómo sentir. A mi alrededor, el mundo es un bosque de acero. Escucho el chirrido de las articulaciones de las armaduras de mis caballeros, ese sonido rítmico y pesado que antes me infundía valor, pero que hoy solo me recuerda el peso de mis promesas.
    ​Ellos me siguen porque soy su Rey. Creen que soy una estatua inamovible, un ideal que no conoce la duda. No ven que, bajo este grabado azul y plata, el corazón de la joven que alguna vez fui late con una lentitud dolorosa. Me he quitado el yelmo porque necesito sentir el viento; necesito que el aire me recuerde que todavía estoy viva, aunque mi destino pertenezca por completo a la tierra que piso.

    ​Miro hacia el horizonte, donde el cielo se confunde con el polvo de la guerra. Me pregunto cuántos de los hombres que marchan a mi espalda verán el amanecer de mañana. Sé que mi deber es no flaquear, porque si el Rey duda, el reino se desmorona. Sin embargo, en este breve instante de silencio antes del choque, me permito la debilidad de la memoria. Recuerdo el peso de la espada en la piedra y el momento exacto en que dejé de ser una persona para convertirme en un símbolo.

    ​El viento agita mi cabello y por un segundo me siento ligera, casi libre. Pero el deber es una cadena más fuerte que cualquier acero. Mis caballeros esperan una señal. Britania espera un milagro.
    ​Cierro los ojos, respiro el aroma del hierro y la humedad, y entierro a la mujer una vez más. El Rey debe avanzar.
    ༒︎— ​𝔈𝔩 𝔓𝔯𝔢𝔠𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔏𝔲𝔷. El frío del metal contra mi cuello ya no me molesta; es una parte de mí, una extensión de mi propia piel que olvidé cómo sentir. A mi alrededor, el mundo es un bosque de acero. Escucho el chirrido de las articulaciones de las armaduras de mis caballeros, ese sonido rítmico y pesado que antes me infundía valor, pero que hoy solo me recuerda el peso de mis promesas. ​Ellos me siguen porque soy su Rey. Creen que soy una estatua inamovible, un ideal que no conoce la duda. No ven que, bajo este grabado azul y plata, el corazón de la joven que alguna vez fui late con una lentitud dolorosa. Me he quitado el yelmo porque necesito sentir el viento; necesito que el aire me recuerde que todavía estoy viva, aunque mi destino pertenezca por completo a la tierra que piso. ​Miro hacia el horizonte, donde el cielo se confunde con el polvo de la guerra. Me pregunto cuántos de los hombres que marchan a mi espalda verán el amanecer de mañana. Sé que mi deber es no flaquear, porque si el Rey duda, el reino se desmorona. Sin embargo, en este breve instante de silencio antes del choque, me permito la debilidad de la memoria. Recuerdo el peso de la espada en la piedra y el momento exacto en que dejé de ser una persona para convertirme en un símbolo. ​El viento agita mi cabello y por un segundo me siento ligera, casi libre. Pero el deber es una cadena más fuerte que cualquier acero. Mis caballeros esperan una señal. Britania espera un milagro. ​Cierro los ojos, respiro el aroma del hierro y la humedad, y entierro a la mujer una vez más. El Rey debe avanzar.
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    ‎["Vallis Sanctorum" pueblo fronterizo de Aviñón - 6:03 p.m.]



    — El equipo de dieciocho cazadores se movía cautelosamente por las calles empedradas de aquel pueblo. El ambiente era tenso, pues ya se empazaba a hacer tarde y tampoco teníamos a nuestro "protector" acompañándonos. El sujeto que estaba dos hombres por delante de mí lideraba un flanco; se veía confiado en su entrenamiento, todos lo estábamos... Una vez que nos acercamos a la ubicación designada en el reporte, allí fue cuando todo se empezó a tornar complicado. Fuimos recibidos por un profundo olor a azufre y carne quemada, pero no flaqueamos; nos recordamos que teníamos la orden de "limpiar y asegurar", y eso íbamos a hacer. El caballero que nos había acompañado, Caspian, se había separado del grupo principal (24 cazadores en total) llevándoce a cinco con el (Dejando a los 18 actuales) apenas entramos al pueblo; no dijo su razón para hacerlo, pero sí que nos encomendó a los demás que nos encargáramos de la misión... Al parecer no iba a reagruparse con nosotros pronto, por lo que nos preparamos lo mejor que podíamos. Aunque, supongo que tampoco estábamos tan preocupados; después de todo, se supone que Aviñón no es un lugar tan grande como para perderse, pero lo que no entendíamos era que sus callejones son traicioneros...



    ‎  Con poca delicadeza entramos a la casa. Todo estaba despejado, pero uno de mis compañeros descubrió que había un pasadizo bajo una de las camas; aquello parecía dar al sótano de la casa donde seguramente el nigromante operaba. Todos nos detuvimos a evaluar la situación, pero no había suficiente tiempo como para hacer advertencias, así que fuimos allí. Después de unos minutos caminando entre la oscuridad, únicamente iluminados por las linternas en nuestros chalecos, lo encontramos. Dimos con el nigromante y su laboratorio: era un hombre caucásico, flaco, y su actitud era la de un completo fanático. Gritaba palabras en lo que me pareció un dialecto olvidado. Uno de mis compañeros le gritaba que se detuviera, pero no lo hizo; y justo en el momento en que abrimos fuego, el círculo a sus pies estalló en llamas azules. La onda expansiva nos lanzó a todos por los alrededores; yo choqué contra una pared. El que estaba más cerca del bastardo salió disparado contra el techo y, por increíble que parezca, aquel impacto hizo que este colapsara... Para cuando el polvo se disipaba, noté que dos de mis compañeros habían sido empalados por vigas de madera. Los demás estábamos aún aturdidos, pero aun así levantamos nuestras armas y evaluamos el lugar. Pasaron ocho minutos sin señal de vida del nigromante; había muchos montones de escombros en los cuales buscar, pero todo parecía indicar que el infeliz había muerto... Y en parte lo hizo, pero no del todo. De una de las pilas de escombros salió, pero no un hombre. Salió algo que desafiaba cualquier anatomía sagrada. Los cuerpos sin vida que estuvieron colgando en el techo del laboratorio antes de colapsar, ahora se empezaban a ser arrastrados hacia el centro, como si se tratara de un metal siendo atraido por un gran imán y así fue, hasta que estos acabaron fusionándose con el cuerpo del nigromante.



    ‎  Esa cosa... esa "Abominación" empezó a rugir con diez gargantas diferentes al mismo tiempo. El nigromante se había convertido en una masa amorfa de unos tres metros de altura. No tenía una piel definida; era una combinación de cadáveres fusionados por una energía necrótica inestable, con rostros deformados pero humanos sobresaliendo de su espalda y torso, gritando en un silencio eterno. Usando sus "piernas" pateó unos escombros que alcanzaron la velocidad de un misil; por suerte no apuntaba a ninguno de los nuestros, pero aquello nos demostró que no solo era más fuerte que antes. En cuanto comenzó a moverse, desprendía un gas denso y fétido que no solo nos ralentizaba; eso parecía incluso oxidar el metal de nuestras armas. Ante una amenaza así, todos abrimos fuego al unísono, pero parecía que las balas solo se perdían en su masa sin llegar a tocar los órganos vitales, suponiendo que tuviera alguno... Todos éramos conscientes de nuestro final si peleábamos contra esa cosa en un lugar tan cerrado. Como pudimos, escapamos de la casa, pero afuera no era muy diferente: salimos de la jaula para caer en la ratonera. Esa criatura no era lenta; se desplazaba como una marea de carne que se arrastra por las paredes de los callejones. El líder del flanco nos dio la orden de dividirnos en dos grupos: A y B. El A estaba conformado por los más heridos y el B por aquellos con heridas menores. Se supone que los del grupo B nos encargábamos de retrasar a la bestia mientras dejábamos que el grupo A tomara distancia para que luego nos cubrieran mientras nos movilizabamos. Durante un tiempo corto todo parecía funcionar bien: la bestia comenzaba a volverse más lenta y cada vez sus capas de carne se reducían a un montón de agujeros de carne. Pero mientras el grupo B intentaba sellar un callejón para ganar tiempo, una de las manos desproporcionadas de la abominación —formada por tres brazos humanos trenzados— aplastó a uno de los nuestros. Aquel sujeto no tuvo tiempo de gritar; la masa de carne lo envolvió y lo succionó hacia el interior de su cuerpo.



    ‎  Yo vi cómo el rostro de mi compañero intentaba emerger de la espalda del monstruo, integrándose a la masa necrótica, volviéndose parte del motor que movía a la criatura. Pero eso no nos detuvo. El plan seguía siendo el mismo, pero mientras más hombres perdíamos, peor era la situación. Había dos gemelos en mi equipo que servían como escudo; ellos estaban en la retaguardia. Nos dieron más tiempo que nadie, pero para cuando llegamos a la plaza del pueblo, solo pudimos ver cómo el gas fétido de la Abominación rodeaba todo a su alrededor. No pudimos ver a los gemelos, pero escuchar el grito desgarrador desde donde estaban dejaba en claro qué les ocurrió. Sus pulmones empezaron a arder; tirados en el suelo, sus movimientos se volvieron erráticos hasta que solo se escuchó el crujido de sus armaduras tácticas siendo aplastadas y el sonido de sus armas disparando hasta que solo quedó el silencio y el chapoteo de la carne avanzando. Ahora, en un lugar más abierto como aquella plaza, los que quedábamos no desaprovechamos el sacrificio de los caídos y nos resguardamos. Algunos tenían las bombas incendiarias listas; otros preparaban su mira láser esperando que el monstruo saliera de la jodida niebla que dejaba aquel gas. Para cuando lo hizo, los disparos no se hicieron esperar. El sol ya estaba cayendo, pero la plaza estaba totalmente iluminada por el flash de los proyectiles saliendo de los cañónes junto con una luz naranja que se hacía cada vez más grande. Resultó ser que las bombas incendiarias eran las más efectivas, pero aun así la criatura se rehusaba a morir. En un descuido dejamos que la abominación se acercara demasiado, y yo en un intento por evitar que golpearan por completo a uno de mis compañeros, intenté jalarlo del chaleco, pero al final ese monstruo solo estiró su brazo y así nos golpeó a ambos. Recorrimos una gran distancia; yo terminé atravesando la ventana de una catedral abandonada. Para cuando me pude levantar, podía sentir que el aire de aquella habitación donde caí era extremadamente denso  —pero estaba seguro de que se debía a que mis costillas fracturadas me dificultaban la respiración—  intenté buscar con la vista a mi compañero, pero no parecía haber caído en el mismo lugar que yo



    ‎  Aprovechando aquellos segundos de calma mientras caminaba para salir del lugar, me puse a pensar en todo lo que había salido mal... Nosotros corrimos de esa cosa, y no por valentía, sino por puro instinto de supervivencia. Justo ahora mis hermanos y hermanas estaban afuera, luchando contra esa abominación sin tener la certeza de ganar, pero lo hacían, y yo iba a volver para luchar con ellos. Aunque podía sentir la sangre en mi uniforme y los gritos de los gemelos aún me perforaban los oídos, yo estaba decidido a volver... Hasta que me detuve. Recordé al Gladius Dei que nos había acompañado, Caspian; pensé en aprovechar ese momento e irlo a buscar o contactarlo, pero aquel golpe me había quitado muchas cosas, e incluso si quisiera salir a buscarlo, no sabía ni siquiera por dónde empezar. Esto era frustrante, pero lo que más me molestaba era esa sensación de no poder respirar adecuadamente. Ese malestar que se intensificaba a medida que me acercaba a la puerta para salir de aquella habitación; era como si al otro lado de la catedral hubiera un umbral que me impedía permanecer en el lugar. Seguramente esa sensación de asfixia solo era una de las muchas cosas que transmitía aquel lugar... Y ahora que lo pienso, seguramente la adrenalina y la euforia me mantenían en un estado de relativa insensibilidad; no sabía que mi cuerpo me gritaba que huyera en cuanto tomé el pomo de la puerta y lo giré para encontrarme con lo que había al otro lado. Fue en ese momento cuando me llegó un escalofrío tan fuerte que me hizo temblar como si tuviera fiebre. Inconsientemente busque el hacha que colgaba a mi costado, pues sentía la necesidad vital de sostener un arma con la mano izquierda mientras que con la derecha sostenía mi torso, ya que sentía como si aquel temblor fuera a romper aún más costillas... Justo delante de mí estaba aquella escena que no sabría describir, pero sí que puedo decir algo con claridad: allí se encontraba esa cosa de apariencia femenina, pero yo lo sabía, eso era todo menos una simple y hermosa mujer...
    ‎["Vallis Sanctorum" pueblo fronterizo de Aviñón - 6:03 p.m.] — El equipo de dieciocho cazadores se movía cautelosamente por las calles empedradas de aquel pueblo. El ambiente era tenso, pues ya se empazaba a hacer tarde y tampoco teníamos a nuestro "protector" acompañándonos. El sujeto que estaba dos hombres por delante de mí lideraba un flanco; se veía confiado en su entrenamiento, todos lo estábamos... Una vez que nos acercamos a la ubicación designada en el reporte, allí fue cuando todo se empezó a tornar complicado. Fuimos recibidos por un profundo olor a azufre y carne quemada, pero no flaqueamos; nos recordamos que teníamos la orden de "limpiar y asegurar", y eso íbamos a hacer. El caballero que nos había acompañado, Caspian, se había separado del grupo principal (24 cazadores en total) llevándoce a cinco con el (Dejando a los 18 actuales) apenas entramos al pueblo; no dijo su razón para hacerlo, pero sí que nos encomendó a los demás que nos encargáramos de la misión... Al parecer no iba a reagruparse con nosotros pronto, por lo que nos preparamos lo mejor que podíamos. Aunque, supongo que tampoco estábamos tan preocupados; después de todo, se supone que Aviñón no es un lugar tan grande como para perderse, pero lo que no entendíamos era que sus callejones son traicioneros... ‎ ‎ ‎ ‎  Con poca delicadeza entramos a la casa. Todo estaba despejado, pero uno de mis compañeros descubrió que había un pasadizo bajo una de las camas; aquello parecía dar al sótano de la casa donde seguramente el nigromante operaba. Todos nos detuvimos a evaluar la situación, pero no había suficiente tiempo como para hacer advertencias, así que fuimos allí. Después de unos minutos caminando entre la oscuridad, únicamente iluminados por las linternas en nuestros chalecos, lo encontramos. Dimos con el nigromante y su laboratorio: era un hombre caucásico, flaco, y su actitud era la de un completo fanático. Gritaba palabras en lo que me pareció un dialecto olvidado. Uno de mis compañeros le gritaba que se detuviera, pero no lo hizo; y justo en el momento en que abrimos fuego, el círculo a sus pies estalló en llamas azules. La onda expansiva nos lanzó a todos por los alrededores; yo choqué contra una pared. El que estaba más cerca del bastardo salió disparado contra el techo y, por increíble que parezca, aquel impacto hizo que este colapsara... Para cuando el polvo se disipaba, noté que dos de mis compañeros habían sido empalados por vigas de madera. Los demás estábamos aún aturdidos, pero aun así levantamos nuestras armas y evaluamos el lugar. Pasaron ocho minutos sin señal de vida del nigromante; había muchos montones de escombros en los cuales buscar, pero todo parecía indicar que el infeliz había muerto... Y en parte lo hizo, pero no del todo. De una de las pilas de escombros salió, pero no un hombre. Salió algo que desafiaba cualquier anatomía sagrada. Los cuerpos sin vida que estuvieron colgando en el techo del laboratorio antes de colapsar, ahora se empezaban a ser arrastrados hacia el centro, como si se tratara de un metal siendo atraido por un gran imán y así fue, hasta que estos acabaron fusionándose con el cuerpo del nigromante. ‎ ‎ ‎ ‎  Esa cosa... esa "Abominación" empezó a rugir con diez gargantas diferentes al mismo tiempo. El nigromante se había convertido en una masa amorfa de unos tres metros de altura. No tenía una piel definida; era una combinación de cadáveres fusionados por una energía necrótica inestable, con rostros deformados pero humanos sobresaliendo de su espalda y torso, gritando en un silencio eterno. Usando sus "piernas" pateó unos escombros que alcanzaron la velocidad de un misil; por suerte no apuntaba a ninguno de los nuestros, pero aquello nos demostró que no solo era más fuerte que antes. En cuanto comenzó a moverse, desprendía un gas denso y fétido que no solo nos ralentizaba; eso parecía incluso oxidar el metal de nuestras armas. Ante una amenaza así, todos abrimos fuego al unísono, pero parecía que las balas solo se perdían en su masa sin llegar a tocar los órganos vitales, suponiendo que tuviera alguno... Todos éramos conscientes de nuestro final si peleábamos contra esa cosa en un lugar tan cerrado. Como pudimos, escapamos de la casa, pero afuera no era muy diferente: salimos de la jaula para caer en la ratonera. Esa criatura no era lenta; se desplazaba como una marea de carne que se arrastra por las paredes de los callejones. El líder del flanco nos dio la orden de dividirnos en dos grupos: A y B. El A estaba conformado por los más heridos y el B por aquellos con heridas menores. Se supone que los del grupo B nos encargábamos de retrasar a la bestia mientras dejábamos que el grupo A tomara distancia para que luego nos cubrieran mientras nos movilizabamos. Durante un tiempo corto todo parecía funcionar bien: la bestia comenzaba a volverse más lenta y cada vez sus capas de carne se reducían a un montón de agujeros de carne. Pero mientras el grupo B intentaba sellar un callejón para ganar tiempo, una de las manos desproporcionadas de la abominación —formada por tres brazos humanos trenzados— aplastó a uno de los nuestros. Aquel sujeto no tuvo tiempo de gritar; la masa de carne lo envolvió y lo succionó hacia el interior de su cuerpo. ‎ ‎ ‎ ‎  Yo vi cómo el rostro de mi compañero intentaba emerger de la espalda del monstruo, integrándose a la masa necrótica, volviéndose parte del motor que movía a la criatura. Pero eso no nos detuvo. El plan seguía siendo el mismo, pero mientras más hombres perdíamos, peor era la situación. Había dos gemelos en mi equipo que servían como escudo; ellos estaban en la retaguardia. Nos dieron más tiempo que nadie, pero para cuando llegamos a la plaza del pueblo, solo pudimos ver cómo el gas fétido de la Abominación rodeaba todo a su alrededor. No pudimos ver a los gemelos, pero escuchar el grito desgarrador desde donde estaban dejaba en claro qué les ocurrió. Sus pulmones empezaron a arder; tirados en el suelo, sus movimientos se volvieron erráticos hasta que solo se escuchó el crujido de sus armaduras tácticas siendo aplastadas y el sonido de sus armas disparando hasta que solo quedó el silencio y el chapoteo de la carne avanzando. Ahora, en un lugar más abierto como aquella plaza, los que quedábamos no desaprovechamos el sacrificio de los caídos y nos resguardamos. Algunos tenían las bombas incendiarias listas; otros preparaban su mira láser esperando que el monstruo saliera de la jodida niebla que dejaba aquel gas. Para cuando lo hizo, los disparos no se hicieron esperar. El sol ya estaba cayendo, pero la plaza estaba totalmente iluminada por el flash de los proyectiles saliendo de los cañónes junto con una luz naranja que se hacía cada vez más grande. Resultó ser que las bombas incendiarias eran las más efectivas, pero aun así la criatura se rehusaba a morir. En un descuido dejamos que la abominación se acercara demasiado, y yo en un intento por evitar que golpearan por completo a uno de mis compañeros, intenté jalarlo del chaleco, pero al final ese monstruo solo estiró su brazo y así nos golpeó a ambos. Recorrimos una gran distancia; yo terminé atravesando la ventana de una catedral abandonada. Para cuando me pude levantar, podía sentir que el aire de aquella habitación donde caí era extremadamente denso  —pero estaba seguro de que se debía a que mis costillas fracturadas me dificultaban la respiración—  intenté buscar con la vista a mi compañero, pero no parecía haber caído en el mismo lugar que yo ‎ ‎ ‎ ‎  Aprovechando aquellos segundos de calma mientras caminaba para salir del lugar, me puse a pensar en todo lo que había salido mal... Nosotros corrimos de esa cosa, y no por valentía, sino por puro instinto de supervivencia. Justo ahora mis hermanos y hermanas estaban afuera, luchando contra esa abominación sin tener la certeza de ganar, pero lo hacían, y yo iba a volver para luchar con ellos. Aunque podía sentir la sangre en mi uniforme y los gritos de los gemelos aún me perforaban los oídos, yo estaba decidido a volver... Hasta que me detuve. Recordé al Gladius Dei que nos había acompañado, Caspian; pensé en aprovechar ese momento e irlo a buscar o contactarlo, pero aquel golpe me había quitado muchas cosas, e incluso si quisiera salir a buscarlo, no sabía ni siquiera por dónde empezar. Esto era frustrante, pero lo que más me molestaba era esa sensación de no poder respirar adecuadamente. Ese malestar que se intensificaba a medida que me acercaba a la puerta para salir de aquella habitación; era como si al otro lado de la catedral hubiera un umbral que me impedía permanecer en el lugar. Seguramente esa sensación de asfixia solo era una de las muchas cosas que transmitía aquel lugar... Y ahora que lo pienso, seguramente la adrenalina y la euforia me mantenían en un estado de relativa insensibilidad; no sabía que mi cuerpo me gritaba que huyera en cuanto tomé el pomo de la puerta y lo giré para encontrarme con lo que había al otro lado. Fue en ese momento cuando me llegó un escalofrío tan fuerte que me hizo temblar como si tuviera fiebre. Inconsientemente busque el hacha que colgaba a mi costado, pues sentía la necesidad vital de sostener un arma con la mano izquierda mientras que con la derecha sostenía mi torso, ya que sentía como si aquel temblor fuera a romper aún más costillas... Justo delante de mí estaba aquella escena que no sabría describir, pero sí que puedo decir algo con claridad: allí se encontraba esa cosa de apariencia femenina, pero yo lo sabía, eso era todo menos una simple y hermosa mujer...
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  • ‎ — ¿Hmm? —El joven pelirrojo apenas abría los ojos por... ¿tercera vez en las doce horas transcurridas? No estaba seguro.



    ‎***Plic... Plic... Plic... Plic...***



    ‎ * El tenue sonido del suero goteando era lo único que se escuchaba en aquella sala de piedra. Aquel ruido era como un metrónomo, uno que le recordaba a Elijah que ya no estaba en el caos del campo de batalla que hace unas cuantas horas le parecía su perdición. Vítkov se mantenía sentado con los ojos entreabiertos, mirando la lámpara que iluminaba fuertemente aquel lugar, pero principalmente el sitio donde él se encontraba. Sus manos se hallaban débilmente apoyadas en la mesa, boca arriba; sus nudillos, enrojecidos, estaban destrozados y aún quedaban restos de esa ceniza grisácea que no parecía humana en el pantalón de su uniforme.
    ‎Su mirada descendió hasta su brazo derecho, que tenía aquella intravenosa que lo conectaba al suero; luego pasó a la de la otra persona presente en el lugar. No era cualquiera... Era un inquisidor, cuya silueta apenas se recortaba contra la puerta. El hombre golpeó la mesa con una carpeta que llevaba el sello de cera roja del Vaticano *



    ‎ — Veo que volviste a abrir los ojos, Vítkov... Vamos a repetirlo una vez más. El activo del Gladius Dei, Caspian, fue reportado como desaparecido en combate. Tú eres el único que hasta ahora se mantiene consciente de los otros siete que regresaron conti... — Elijah veía al inquisidor con una seriedad absoluta. No le importaba si sus palabras intentaban sonar como un halago; él no estaba dispuesto a continuar con esto y se lo iba a dejar en claro interrumpiéndolo de forma respetuosa:



    ‎ — Sí, eso ya me lo dejó en claro, monseñor. Pero me temo que, sin importar cuántas veces venga a mí con las mismas preguntas, yo no puedo decirle lo que quiere; pues todo lo que he hablado y repetido hasta ahora es todo lo que sé, señor...



    ‎ * El inquisidor miraba con reproche al joven que le había interrumpido. Si las circunstancias fueran diferentes, seguro que le habría reprendido por su osadía, pero esta vez era distinto; tenía que ser cuidadoso con lo que hacía. Por eso, a pesar de lo que sabía, optó por mencionarle al joven eslovaco algo que podría refrescar su memoria: *



    ‎ — Está bien, joven Vítkov. Yo no te pido que te inventes una historia alterna de todos los acontecimientos que me contaste desde que tuvieron contacto con el objetivo hasta que llegaron a los sótanos de esta catedral. No; ahora te pido algo más simple que, de hecho, has omitido... Cuéntame sobre la mujer que encontraron.



    ‎ * La voz del inquisidor se tornaba más seria al hablar de "la mujer". Los ojos de Elijah se abrieron un poco ante la mención de esa cosa como si fuera humana siquiera. Una sonrisa cínica, pero adolorida se hizo presente en el rostro magullado del joven eslovaco mientras acercaba lentamente su torso vendado —que hasta ahora se había mantenido cuidadosamente recostado del espaldar de la silla— a la mesa para contestarle *



    ‎ — Oh... Discúlpeme, monseñor, pero no sé de qué "mujer" me habla. En aquel maldito lugar solo nos encontramos con monstruos, no hubo mujer alguna. Y si se refiere a esa cosa de aspecto femenino pues... sí, la he omitido pues no estaba seguro de qué decir al respecto. Esa cosa no estaba relacionada con la misión. ¿Y es por eso que está aquí, no? Quiere saber por qué se jodió toda la misión, ¿cierto



    ‎* Elijah miraba fijamente a los ojos del inquisidor. Su tono, aunque pudiera considerarse rebelde, en realidad no tenía intención de serlo; realmente hacía aquella pregunta con profundo interés y sin motivos ocultos. Si no fuera porque aquel inquisidor era consciente de su actitud, esto ya sería un problema aún más complicado; así que, por el momento, decidió seguirle la corriente para no levantar sospechas *



    ‎ — Exactamente, Elijah. La Santa Iglesia me envió aquí para descubrir qué ocurrió exactamente con la misión y nada más. Pero me llamó la atención que uno de tus compañeros, que se encuentra en estado de shock, no deja de mencionar a cierta "mujer". Ya si lo era o no, solo tú puedes decírmelo. Incluso si no tiene mucho que ver con la misión, lo cierto es que aquella presencia tuvo algo que ver con lo catastrófica que resultó la situación... ¿o me equivoco?



    ‎ * Elijah bajaba la mirada mientras apretaba los dientes al recordar cómo todo pasó de un reconocimiento a un desorden de sombra y sangre. De repente, sintió una punzada de dolor en su nuca, justo en el lugar donde recibió aquel golpe que lo dejó inconsciente. En su mente, todavía veía con recelo la misteriosa presencia y la mirada de Caspian que, por un segundo antes del desastre, no pareció de fe... sino de terror puro *



    ‎ — Ah... Está bien, voy a contarle. Pero le digo de una vez que todo eso me es confuso incluso a mí, pues para cuando nos encontramos con esa cosa, el caballero ya se encontraba en el lugar, por lo que la mayor interacción con esa cosa la tuvo el mismísimo Caspian...



    ‎ * Elijah procedió a contar nuevamente los acontecimientos de la misión, pero esta vez incluyendo a cierto individuo que, para su desconocimiento, tenía mucho más que ver con lo ocurrido de lo que dejaba pensar *
    ‎ — ¿Hmm? —El joven pelirrojo apenas abría los ojos por... ¿tercera vez en las doce horas transcurridas? No estaba seguro. ‎ ‎ ‎ ‎***Plic... Plic... Plic... Plic...*** ‎ ‎ ‎ ‎ * El tenue sonido del suero goteando era lo único que se escuchaba en aquella sala de piedra. Aquel ruido era como un metrónomo, uno que le recordaba a Elijah que ya no estaba en el caos del campo de batalla que hace unas cuantas horas le parecía su perdición. Vítkov se mantenía sentado con los ojos entreabiertos, mirando la lámpara que iluminaba fuertemente aquel lugar, pero principalmente el sitio donde él se encontraba. Sus manos se hallaban débilmente apoyadas en la mesa, boca arriba; sus nudillos, enrojecidos, estaban destrozados y aún quedaban restos de esa ceniza grisácea que no parecía humana en el pantalón de su uniforme. ‎Su mirada descendió hasta su brazo derecho, que tenía aquella intravenosa que lo conectaba al suero; luego pasó a la de la otra persona presente en el lugar. No era cualquiera... Era un inquisidor, cuya silueta apenas se recortaba contra la puerta. El hombre golpeó la mesa con una carpeta que llevaba el sello de cera roja del Vaticano * ‎ ‎ ‎ ‎ — Veo que volviste a abrir los ojos, Vítkov... Vamos a repetirlo una vez más. El activo del Gladius Dei, Caspian, fue reportado como desaparecido en combate. Tú eres el único que hasta ahora se mantiene consciente de los otros siete que regresaron conti... — Elijah veía al inquisidor con una seriedad absoluta. No le importaba si sus palabras intentaban sonar como un halago; él no estaba dispuesto a continuar con esto y se lo iba a dejar en claro interrumpiéndolo de forma respetuosa: ‎ ‎ ‎ ‎ — Sí, eso ya me lo dejó en claro, monseñor. Pero me temo que, sin importar cuántas veces venga a mí con las mismas preguntas, yo no puedo decirle lo que quiere; pues todo lo que he hablado y repetido hasta ahora es todo lo que sé, señor... ‎ ‎ ‎ ‎ * El inquisidor miraba con reproche al joven que le había interrumpido. Si las circunstancias fueran diferentes, seguro que le habría reprendido por su osadía, pero esta vez era distinto; tenía que ser cuidadoso con lo que hacía. Por eso, a pesar de lo que sabía, optó por mencionarle al joven eslovaco algo que podría refrescar su memoria: * ‎ ‎ ‎ ‎ — Está bien, joven Vítkov. Yo no te pido que te inventes una historia alterna de todos los acontecimientos que me contaste desde que tuvieron contacto con el objetivo hasta que llegaron a los sótanos de esta catedral. No; ahora te pido algo más simple que, de hecho, has omitido... Cuéntame sobre la mujer que encontraron. ‎ ‎ ‎ ‎ * La voz del inquisidor se tornaba más seria al hablar de "la mujer". Los ojos de Elijah se abrieron un poco ante la mención de esa cosa como si fuera humana siquiera. Una sonrisa cínica, pero adolorida se hizo presente en el rostro magullado del joven eslovaco mientras acercaba lentamente su torso vendado —que hasta ahora se había mantenido cuidadosamente recostado del espaldar de la silla— a la mesa para contestarle * ‎ ‎ ‎ ‎ — Oh... Discúlpeme, monseñor, pero no sé de qué "mujer" me habla. En aquel maldito lugar solo nos encontramos con monstruos, no hubo mujer alguna. Y si se refiere a esa cosa de aspecto femenino pues... sí, la he omitido pues no estaba seguro de qué decir al respecto. Esa cosa no estaba relacionada con la misión. ¿Y es por eso que está aquí, no? Quiere saber por qué se jodió toda la misión, ¿cierto ‎ ‎ ‎ ‎* Elijah miraba fijamente a los ojos del inquisidor. Su tono, aunque pudiera considerarse rebelde, en realidad no tenía intención de serlo; realmente hacía aquella pregunta con profundo interés y sin motivos ocultos. Si no fuera porque aquel inquisidor era consciente de su actitud, esto ya sería un problema aún más complicado; así que, por el momento, decidió seguirle la corriente para no levantar sospechas * ‎ ‎ ‎ ‎ — Exactamente, Elijah. La Santa Iglesia me envió aquí para descubrir qué ocurrió exactamente con la misión y nada más. Pero me llamó la atención que uno de tus compañeros, que se encuentra en estado de shock, no deja de mencionar a cierta "mujer". Ya si lo era o no, solo tú puedes decírmelo. Incluso si no tiene mucho que ver con la misión, lo cierto es que aquella presencia tuvo algo que ver con lo catastrófica que resultó la situación... ¿o me equivoco? ‎ ‎ ‎ ‎ * Elijah bajaba la mirada mientras apretaba los dientes al recordar cómo todo pasó de un reconocimiento a un desorden de sombra y sangre. De repente, sintió una punzada de dolor en su nuca, justo en el lugar donde recibió aquel golpe que lo dejó inconsciente. En su mente, todavía veía con recelo la misteriosa presencia y la mirada de Caspian que, por un segundo antes del desastre, no pareció de fe... sino de terror puro * ‎ ‎ ‎ ‎ — Ah... Está bien, voy a contarle. Pero le digo de una vez que todo eso me es confuso incluso a mí, pues para cuando nos encontramos con esa cosa, el caballero ya se encontraba en el lugar, por lo que la mayor interacción con esa cosa la tuvo el mismísimo Caspian... ‎ ‎ ‎ ‎ * Elijah procedió a contar nuevamente los acontecimientos de la misión, pero esta vez incluyendo a cierto individuo que, para su desconocimiento, tenía mucho más que ver con lo ocurrido de lo que dejaba pensar *
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  • Avivando las brasas.
    Fandom OC
    Categoría Aventura
    Sephtálon Feu

    Tras realizar un pacto con el dragón, Morana ahora se veía obligada a asistirlo en su objetivo...

    Hacía ya unos días que cierta persona había desaparecido sin dejar rastro, y, si bien Morana no había sido la perpetradora, si había vendido la información a los secuestradores en cuestión.

    Con un cliente ahora enfadado y ansiando venganza, ella y el dragón se habrían de dirigir hacia el casco histórico de la ciudad, directos hacia un edificio donde Morana pediría reunirse con ellos.

    Tenían dos objetivos, uno era asesinar a dichos secuestradores, y el otro era encontrar el cadáver de la chica, el cual se encontraba perdido en el bosque al norte de la ciudad...


    La noche era fría, la lluvia era molesta, y solo los pasos de Morana y Sephtálon resonaban contra la acera. El ruido del tráfico era distante, rara vez se veía a una persona pasar la acera contraria...

    La pobreza era visible en las calles, en una ciudad en constante desarrollo, parte del casco histórico se había abandonado para enfocarse en las industrias.

    Era un lugar donde era fácil esconderse, las luces de las calles eran tenues, todos los callejones eran angostos, oscuros...

    Aún quedaban unas calles para llegar al edificio designado.

    — ¿Vas a interrogarlos para saber donde está el cuerpo? — Morana alzó la voz para preguntar al contrario, tenía interés en saber si pretendía interrogarlos o solo quemarlos vivos.
    [storm_pink_crow_361] Tras realizar un pacto con el dragón, Morana ahora se veía obligada a asistirlo en su objetivo... Hacía ya unos días que cierta persona había desaparecido sin dejar rastro, y, si bien Morana no había sido la perpetradora, si había vendido la información a los secuestradores en cuestión. Con un cliente ahora enfadado y ansiando venganza, ella y el dragón se habrían de dirigir hacia el casco histórico de la ciudad, directos hacia un edificio donde Morana pediría reunirse con ellos. Tenían dos objetivos, uno era asesinar a dichos secuestradores, y el otro era encontrar el cadáver de la chica, el cual se encontraba perdido en el bosque al norte de la ciudad... La noche era fría, la lluvia era molesta, y solo los pasos de Morana y Sephtálon resonaban contra la acera. El ruido del tráfico era distante, rara vez se veía a una persona pasar la acera contraria... La pobreza era visible en las calles, en una ciudad en constante desarrollo, parte del casco histórico se había abandonado para enfocarse en las industrias. Era un lugar donde era fácil esconderse, las luces de las calles eran tenues, todos los callejones eran angostos, oscuros... Aún quedaban unas calles para llegar al edificio designado. — ¿Vas a interrogarlos para saber donde está el cuerpo? — Morana alzó la voz para preguntar al contrario, tenía interés en saber si pretendía interrogarlos o solo quemarlos vivos.
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  • Axel Koroved Ekaterina Smirnova Dr Sniffles Stuart ᴬⁿᵗᵉᵃᵗᵉʳ

    El puerto huele a sal vieja, gasóleo y metal caliente.

    De esos lugares donde los barcos no preguntan por qué, solo cuándo.
    He alquilado un navío militar retirado del servicio activo.

    Demasiado grande para una excursión. Demasiado armado para un viaje turístico. Lo he pagado con dinero que, técnicamente, no debería existir: regalos robados en Navidad junto a mi hija 001. El espíritu festivo tiene usos más prácticos de lo que la gente cree.

    El casco del barco lleva cicatrices reales. No decorativas.
    Eso me tranquiliza.

    Extiendo el mapa infantil sobre una caja de suministros, sujetándolo con una llave inglesa para que el viento no lo doble. Los colores siguen siendo absurdamente vivos bajo la luz gris del amanecer. Barcos sonrientes. Pulpos felices. Un camino de puntos rojos que parece burlarse de cualquiera con estudios.

    No me burlo.

    La profesora Faust lo cotejó durante semanas. Cartografía antigua, corrientes imposibles, rutas descartadas por “fenómenos no reproducibles”. Cuando terminó, solo dijo una cosa:

    —Si ese mapa pertenece al mundo real… el único lugar donde puede existir es el Triángulo de las Bermudas.

    No lo dijo con miedo.
    Lo dijo con respeto.

    Guardo el mapa con cuidado, como si pudiera escucharme. El barco responde con un crujido grave, casi impaciente. En el muelle, las gaviotas observan demasiado quietas. El mar está calmado, pero no es una calma honesta: es la de algo que espera.
    Reviso el cargamento.

    Combustible. Provisiones. Equipo de navegación. Armamento justo para no parecer una amenaza… y suficiente para no ser una víctima.
    Levanto la vista hacia el puerto y hablo, clara, sin elevar la voz:

    —No prometo tesoros.
    —No prometo seguridad.
    —Prometo una historia que nadie más se atrevería a comprobar.

    El barco está listo.
    El mapa también.
    Y el mar…
    el mar ya sabe que vamos hacia él.

    El Dr. Sniffles nos espera a bordo.
    [Akly_5] [soviet_experiment] [Sn1ffles] El puerto huele a sal vieja, gasóleo y metal caliente. De esos lugares donde los barcos no preguntan por qué, solo cuándo. He alquilado un navío militar retirado del servicio activo. Demasiado grande para una excursión. Demasiado armado para un viaje turístico. Lo he pagado con dinero que, técnicamente, no debería existir: regalos robados en Navidad junto a mi hija 001. El espíritu festivo tiene usos más prácticos de lo que la gente cree. El casco del barco lleva cicatrices reales. No decorativas. Eso me tranquiliza. Extiendo el mapa infantil sobre una caja de suministros, sujetándolo con una llave inglesa para que el viento no lo doble. Los colores siguen siendo absurdamente vivos bajo la luz gris del amanecer. Barcos sonrientes. Pulpos felices. Un camino de puntos rojos que parece burlarse de cualquiera con estudios. No me burlo. La profesora Faust lo cotejó durante semanas. Cartografía antigua, corrientes imposibles, rutas descartadas por “fenómenos no reproducibles”. Cuando terminó, solo dijo una cosa: —Si ese mapa pertenece al mundo real… el único lugar donde puede existir es el Triángulo de las Bermudas. No lo dijo con miedo. Lo dijo con respeto. Guardo el mapa con cuidado, como si pudiera escucharme. El barco responde con un crujido grave, casi impaciente. En el muelle, las gaviotas observan demasiado quietas. El mar está calmado, pero no es una calma honesta: es la de algo que espera. Reviso el cargamento. Combustible. Provisiones. Equipo de navegación. Armamento justo para no parecer una amenaza… y suficiente para no ser una víctima. Levanto la vista hacia el puerto y hablo, clara, sin elevar la voz: —No prometo tesoros. —No prometo seguridad. —Prometo una historia que nadie más se atrevería a comprobar. El barco está listo. El mapa también. Y el mar… el mar ya sabe que vamos hacia él. El Dr. Sniffles nos espera a bordo.
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  • "Este lugar no tiene importancia. Lo que importa es que, dondequiera que estemos, ¡allí está el trono!"
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  • 𝐋𝐚 𝐩𝐢𝐳𝐳𝐚 𝑺𝑰𝑵 𝑨𝑪𝑬𝑰𝑻𝑼𝑵𝑨𝑺 𝐩𝐨𝐫 𝐟𝐚𝐯𝐨𝐫.
    Fandom DMC
    Categoría Acción
    Dante estaba dormido en su asiento, frente al escritorio de su despacho, con los pies sobre el escritorio y una revista de modelos ligeras de ropa sobre la cara.

    Respiraba tan profundamente que casi parecía que estaba roncando ¡Pero no!

    Sobre el escritorio había papeleo, más concretamente facturas por pagar, en una de ellas había un aviso de embargo, pronto cortarían la luz, también había una foto de una mujer rubia vestida de rojo, y un teléfono. Aquel teléfono era la razón por la que Dante estaba atravesando algunos problemas financieros, ya no llamaban al cazador de Demonios, estaba teniendo una muy mala racha.

    ¡PLAF! La luz se apagó de repente y el suave zumbido de la electricidad que recorría el despacho había desaparecido, pero había algo... algo más...

    Casi como un resorte Dante se levantó de un salto y de una patada lanzó el escritorio por los aire chocando contra algo que pareció morir al instante, un ser grotesco y horrible, un demonio.

    — ¿Ni echarme la siesta? ¿Enserio?

    Se quejó Dante que desenfundaba sus dos pistolas para apuntar a un nuevo demonio que había aparecido en la sala, no dudó ni un solo segundo en soltar una ráfaga de disparos que dejó al demonio quieto en el aire, en un movimiento elegante y extremadamente "Dante", hizo que su gabardina ondease al viento mientras desenvainaba su espada, Rebelion.

    — ¡Bailemos!

    Dijo el hombre de níveos cabellos que se disponía a saltar contra el demonio y partirlo por la mitad, y de hecho así lo hizo. Aquella vez había sido fácil, acabar con dos demonios a cambio de un escritorio de roble macizo, iba a tener que buscar dinero de donde fuera, pero entonces la puerta de su despacho se abrió, alguien necesitaba a Dante y a sus habilidades de cazador de demonios.

    — ¡Aguarda! Sea lo que sea, me lo cuentas con una pizza sin aceitunas, por favor.

    Una sonrisa socarrona se dibujó en los labios de Dante para seguidamente guiñarle el ojo a su interlocutor.
    Dante estaba dormido en su asiento, frente al escritorio de su despacho, con los pies sobre el escritorio y una revista de modelos ligeras de ropa sobre la cara. Respiraba tan profundamente que casi parecía que estaba roncando ¡Pero no! Sobre el escritorio había papeleo, más concretamente facturas por pagar, en una de ellas había un aviso de embargo, pronto cortarían la luz, también había una foto de una mujer rubia vestida de rojo, y un teléfono. Aquel teléfono era la razón por la que Dante estaba atravesando algunos problemas financieros, ya no llamaban al cazador de Demonios, estaba teniendo una muy mala racha. ¡PLAF! La luz se apagó de repente y el suave zumbido de la electricidad que recorría el despacho había desaparecido, pero había algo... algo más... Casi como un resorte Dante se levantó de un salto y de una patada lanzó el escritorio por los aire chocando contra algo que pareció morir al instante, un ser grotesco y horrible, un demonio. — ¿Ni echarme la siesta? ¿Enserio? Se quejó Dante que desenfundaba sus dos pistolas para apuntar a un nuevo demonio que había aparecido en la sala, no dudó ni un solo segundo en soltar una ráfaga de disparos que dejó al demonio quieto en el aire, en un movimiento elegante y extremadamente "Dante", hizo que su gabardina ondease al viento mientras desenvainaba su espada, Rebelion. — ¡Bailemos! Dijo el hombre de níveos cabellos que se disponía a saltar contra el demonio y partirlo por la mitad, y de hecho así lo hizo. Aquella vez había sido fácil, acabar con dos demonios a cambio de un escritorio de roble macizo, iba a tener que buscar dinero de donde fuera, pero entonces la puerta de su despacho se abrió, alguien necesitaba a Dante y a sus habilidades de cazador de demonios. — ¡Aguarda! Sea lo que sea, me lo cuentas con una pizza sin aceitunas, por favor. Una sonrisa socarrona se dibujó en los labios de Dante para seguidamente guiñarle el ojo a su interlocutor.
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  • La vida tiene esa extraña manera de sorprenderte justo cuando creías que lo habías visto todo.
    A veces el hogar no es un lugar… es una persona.
    Un refugio que no se construye con paredes, sino con presencia, lealtad y destino.
    Un hilo rojo invisible que les une, sin importar la distancia ni las batallas que se atraviesen.

    Yo crecí preparada para la guerra: contra el mundo… y contra mí misma.
    Aprendí a endurecerme, a no esperar calma, a confiar solo en mi propia fuerza.
    Pero hoy puedo decir con absoluta certeza que ella es esa calma después de cada tormenta.
    El único lugar donde bajo la guardia… y me permito sentir paz.
    손민지 🇸​🇴​🇳​ 🇲​🇮​🇳​🇯​🇮​
    La vida tiene esa extraña manera de sorprenderte justo cuando creías que lo habías visto todo. A veces el hogar no es un lugar… es una persona. Un refugio que no se construye con paredes, sino con presencia, lealtad y destino. Un hilo rojo invisible que les une, sin importar la distancia ni las batallas que se atraviesen. Yo crecí preparada para la guerra: contra el mundo… y contra mí misma. Aprendí a endurecerme, a no esperar calma, a confiar solo en mi propia fuerza. Pero hoy puedo decir con absoluta certeza que ella es esa calma después de cada tormenta. El único lugar donde bajo la guardia… y me permito sentir paz. [sonminji24]
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