• Un dia... todo esto sera un recuerdo.
    Pero no uno genial.
    Uno donde solo recuerde a algunos de ustedes, donde probablemente como yo, algunos de ustedes no lleguen lejos.
    Pero por ahora, buscaré identificar todo para que se taladre en mi subconsciente.
    El aroma, el clima, las risas, el sabor de la comida... Todo lo que pueda para mantenerlos conmigo.
    Un dia... todo esto sera un recuerdo. Pero no uno genial. Uno donde solo recuerde a algunos de ustedes, donde probablemente como yo, algunos de ustedes no lleguen lejos. Pero por ahora, buscaré identificar todo para que se taladre en mi subconsciente. El aroma, el clima, las risas, el sabor de la comida... Todo lo que pueda para mantenerlos conmigo.
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  • Por fin puedo decir que estoy con la chica que amo que tiene toda mi admiración a la única que cocina de la cual me enamore el primer día cuando comimos juntos y lo confirmé el día que me dijo que tenía un lugar en donde dormir por fin hoy puedo anunciar que no estoy con aurora estoy con Sloane Sparks
    Por fin puedo decir que estoy con la chica que amo que tiene toda mi admiración a la única que cocina de la cual me enamore el primer día cuando comimos juntos y lo confirmé el día que me dijo que tenía un lugar en donde dormir por fin hoy puedo anunciar que no estoy con aurora estoy con [glow_black_bull_699]
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  • El lado B de la canción
    Categoría Slice of Life
    Afuera llovía y cuando Aquamarine entró a la tienda el olor a incienso, vinilos viejos y a "guardado", como lo describía ella la recibió apenas cruzó la entrada. La rubia se quitó los lentes de sol y los dejó colgando en el cuello de su camisa mientras recorría los estantes.

    Sus dedos hojeaban las portadas de los tantos singles y álbumes apilados uno contra el otro. Sabía lo que buscaba, clásicos de cualquier género, había aprendido a usar un tocadiscos y estaba fascinada con el aparato.

    Ella no fallaba en su tarea. Llevaba bajo el brazo un disco de The Doors e incluso había encontrado uno de los primeros álbumes de Shakira, Donde Están Los Ladrones, ambos para su colección personal. Vio una portada que se le hizo familiar y no pudo evitar sonreír pícaramente al creer que tendría su tarea completa.

    —Uh, Michael Jackson...

    Justo cuando alcanzó el disco, una mano ajena lo hizo a la par de ella y lo único que la chica pudo hacer fue recorrer con la vista el camino de subida hasta el rostro que sostenía el disco que ella tanto quería.

    —¿Me lo vas a quitar porque realmente te gusta o porque quieres presumir de tu buen gusto?

    Cuestionó sin soltarlo. No sonaba agresiva pero la pregunta tenía una intención oculta y dependiendo de la respuesta la rubia decidiría si lo dejaba ir (con mucho dolor) o si lucharía por un disco que quién sabe si le sería difícil de conseguir después.
    Afuera llovía y cuando Aquamarine entró a la tienda el olor a incienso, vinilos viejos y a "guardado", como lo describía ella la recibió apenas cruzó la entrada. La rubia se quitó los lentes de sol y los dejó colgando en el cuello de su camisa mientras recorría los estantes. Sus dedos hojeaban las portadas de los tantos singles y álbumes apilados uno contra el otro. Sabía lo que buscaba, clásicos de cualquier género, había aprendido a usar un tocadiscos y estaba fascinada con el aparato. Ella no fallaba en su tarea. Llevaba bajo el brazo un disco de The Doors e incluso había encontrado uno de los primeros álbumes de Shakira, Donde Están Los Ladrones, ambos para su colección personal. Vio una portada que se le hizo familiar y no pudo evitar sonreír pícaramente al creer que tendría su tarea completa. —Uh, Michael Jackson... Justo cuando alcanzó el disco, una mano ajena lo hizo a la par de ella y lo único que la chica pudo hacer fue recorrer con la vista el camino de subida hasta el rostro que sostenía el disco que ella tanto quería. —¿Me lo vas a quitar porque realmente te gusta o porque quieres presumir de tu buen gusto? Cuestionó sin soltarlo. No sonaba agresiva pero la pregunta tenía una intención oculta y dependiendo de la respuesta la rubia decidiría si lo dejaba ir (con mucho dolor) o si lucharía por un disco que quién sabe si le sería difícil de conseguir después.
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
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  • Volvió a su azotea en silencio.
    Allí donde el viento no canta,
    donde los hilos cuelgan como constelaciones rotas, donde solo ella escucha el murmullo del destino.
    Atropos, vieja como el primer suspiro del tiempo,se sentó entre sombras, cansada de cortar.

    Esa noche no buscaba un hilo que tensar.
    Solo miraba.

    Y entonces la vio.

    Una muchacha, de pie en una esquina del mundo, con los ojos encendidos por una esperanza que no la incluía.
    Esperaba un mensaje que no llegaba, una voz que no la elegía, unos brazos que solo la buscaban cuando ya no quedaba nadie más.

    Atropos entendió.

    Ella no era la primera opción.
    Ni para él, ni para nadie.
    Era el salvavidas en medio del naufragio, la llamada de último recurso, el refugio cuando todo lo demás había fallado.

    No la amaban por quién era,
    sino por lo que calmaba.
    No la elegían por deseo, sino por necesidad.
    Y cuando pasaba la tormenta,
    la dejaban atrás, con la dignidad rota y la sonrisa obligada.

    La diosa de los finales supo, por primera vez, qué se siente ser lo secundario.
    Ser la elección de emergencia.
    El consuelo, no el fuego.

    Y aunque sus manos estaban hechas para cortar, esa noche no pudo tocar las tijeras.
    Porque vio en esa chica algo que ni los siglos habían enseñado:
    el dolor de saberse útil, pero no amado.

    Así se quedó Atropos, en su torre sin consuelo, mirando un hilo que no merecía ser cortado todavía, pero tampoco celebrado.
    Y por primera vez en mucho tiempo,
    sintió que el olvido es más cruel que la muerte.
    Volvió a su azotea en silencio. Allí donde el viento no canta, donde los hilos cuelgan como constelaciones rotas, donde solo ella escucha el murmullo del destino. Atropos, vieja como el primer suspiro del tiempo,se sentó entre sombras, cansada de cortar. Esa noche no buscaba un hilo que tensar. Solo miraba. Y entonces la vio. Una muchacha, de pie en una esquina del mundo, con los ojos encendidos por una esperanza que no la incluía. Esperaba un mensaje que no llegaba, una voz que no la elegía, unos brazos que solo la buscaban cuando ya no quedaba nadie más. Atropos entendió. Ella no era la primera opción. Ni para él, ni para nadie. Era el salvavidas en medio del naufragio, la llamada de último recurso, el refugio cuando todo lo demás había fallado. No la amaban por quién era, sino por lo que calmaba. No la elegían por deseo, sino por necesidad. Y cuando pasaba la tormenta, la dejaban atrás, con la dignidad rota y la sonrisa obligada. La diosa de los finales supo, por primera vez, qué se siente ser lo secundario. Ser la elección de emergencia. El consuelo, no el fuego. Y aunque sus manos estaban hechas para cortar, esa noche no pudo tocar las tijeras. Porque vio en esa chica algo que ni los siglos habían enseñado: el dolor de saberse útil, pero no amado. Así se quedó Atropos, en su torre sin consuelo, mirando un hilo que no merecía ser cortado todavía, pero tampoco celebrado. Y por primera vez en mucho tiempo, sintió que el olvido es más cruel que la muerte.
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  • Aquél día estaba resultando ser muy agradable. Habían descubierto que los cerezos florecían, y se habían apartado un poco del burgo de la ciudad donde vivían para ir a visitarlos. Gabriel se giró hacia Charlotte Moonblade y elevó una ceja. Se notaba que quería hablar de algo y no sabía como. Seguramente su amiga supiera que había algo en su cabeza.
    Aquél día estaba resultando ser muy agradable. Habían descubierto que los cerezos florecían, y se habían apartado un poco del burgo de la ciudad donde vivían para ir a visitarlos. Gabriel se giró hacia [shadow_gray_hippo_224] y elevó una ceja. Se notaba que quería hablar de algo y no sabía como. Seguramente su amiga supiera que había algo en su cabeza.
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  • ROL ABIERTO-

    -Antigua China,- En la hermosa y reciente entrada de la primavera, cada atardecer era un mágico espectacuo entre aquellas lejanas montañas donde la pequeña Secta Jixuan se comenzaba a alzar desde sus tiernos inicios, de pocos discipulos pero muy diligentes, asi como personas de servicio que eran un poco mayores o ancianos que solian brindar sabiduría a ls jovenes.
    Un hermoso espacio rodeado de montañas que servían de murallas y fieles centinelas; desde su despertar con los primeros rayos de sol, hasta la apacible noche con ese resplandor lunar que bañaba cada rincón de aquel pacifico sitio y sus moradores.

    Siendo cuidado por sus dos maestros principales, Xiao Xingchen conocido tambien como suave brisa y brillante Luna, y Xue Yang Chengmei, un antiguo cultivador de practicas de energía resentida, aunque ahora gracias a su encuentro con ese joven monje sus dias de travesuras habian sido remplazadas por alegrias y juegos.

    Al culminar sus actividades por la tarde, despues de enseñar a los jovenes estudiantes y practicar un poco de metitación se tomó un momento para poder darse una ducha en el manantial, dejando sus interiores puestos sobre sus hombros y asi relajar sus musculos del ejercicio diario, no solo de practico de esgrima sino tambien cuidar el huerto y los alrededores requerian su atencion-
    ROL ABIERTO- -Antigua China,- En la hermosa y reciente entrada de la primavera, cada atardecer era un mágico espectacuo entre aquellas lejanas montañas donde la pequeña Secta Jixuan se comenzaba a alzar desde sus tiernos inicios, de pocos discipulos pero muy diligentes, asi como personas de servicio que eran un poco mayores o ancianos que solian brindar sabiduría a ls jovenes. Un hermoso espacio rodeado de montañas que servían de murallas y fieles centinelas; desde su despertar con los primeros rayos de sol, hasta la apacible noche con ese resplandor lunar que bañaba cada rincón de aquel pacifico sitio y sus moradores. Siendo cuidado por sus dos maestros principales, Xiao Xingchen conocido tambien como suave brisa y brillante Luna, y Xue Yang Chengmei, un antiguo cultivador de practicas de energía resentida, aunque ahora gracias a su encuentro con ese joven monje sus dias de travesuras habian sido remplazadas por alegrias y juegos. Al culminar sus actividades por la tarde, despues de enseñar a los jovenes estudiantes y practicar un poco de metitación se tomó un momento para poder darse una ducha en el manantial, dejando sus interiores puestos sobre sus hombros y asi relajar sus musculos del ejercicio diario, no solo de practico de esgrima sino tambien cuidar el huerto y los alrededores requerian su atencion-
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  • La oscuridad fue mi refugio.
    Mi santuario.
    Cómoda, húmeda.
    Pero insuficiente.

    Una semana pasó desde aquel bonito vals con el padrecito fluorescente, con su sal, su cruz, su luz, y ese aroma a redención rancia que me dejó en la piel. Una semana tragando la mierda de la ciudad subterránea, entre tuberías oxidadas y secretos de alcantarilla. Hasta que decidí moverme.

    No tan cerca, no tan lejos. Lo justo. Una pizca de sensatez, no más, mezclada con kilos de hambre.

    Porque necesitaba alimento. No migajas, no un par de almas rotas goteando desesperación como grifos viejos. Necesitaba una fuente. Un río. Una tormenta emocional que me llenara hasta el último rincón.

    Y no tenía un plan. ¿Para qué? Las mentes preparadas saben improvisar.

    Allí fui.
    St. Dymphna Behavioral Health Center.
    A las afueras de Missoula, Montana.
    Pequeño. Discreto. Olvidado. Perfecto.

    Los primeros en notarme fueron, naturalmente, los que ya estaban rotos. Los locos. Los que oyen voces, ven formas y lamen paredes. Les hablé. Les susurré. Les hice reír. Les hice gritar. Uno intentó dibujarme con su mierda. Lindo detalle.

    El personal lo anotó como un “aumento moderado en los episodios alucinatorios grupales”.

    Delicioso.

    Tres días después, una enfermera “muy profesional” reportó haber visto una sombra extraña en un pasillo.

    Pobrecita.

    No supo que yo también la vi a ella. Y a lo que lloraba cuando pensaba que nadie miraba. Me la bebí despacio.

    Y ella contagió a sus compañeras. El terror empezó a fluir. Como intravenosa directa al alma.

    Silencioso, lento, espeso.

    Tres días más y yo era el secreto peor guardado del hospital. Mi nombre no se decía, pero mi silueta se garabateaba en las paredes con lápices mordidos y uñas ensangrentadas.

    Y yo, radiante. Vital. Glorioso.

    Podía haberme ido en ese mismo momento, habría sido lo usual, no necesito reflectores ni los aplausos del publico. Podía dejar que lo archivaran como un brote de histeria colectiva.

    Pero no.

    ¿Sabes por qué vine en realidad? Por él.

    Por ese santo de mirada indolente que aún paseaba por mis pensamientos. Por su fe. Por su puñetera luz.

    Me entretuvo. Me divirtió. Y eso, padrecito, tuve que honrarlo.

    Así que hice mi obra.

    Una función especial, solo por una noche.

    Maté a todos.
    A todos y cada uno.
    76 pacientes.
    28 empleados.
    No quedó uno solo con vida.
    Ni un cuerpo sin desmembrar, ni un grito sin atender, ni un ojo sin vaciar. Me tomé mi tiempo. Jugué con ellos. Adiviné sus miedos. Se los di. Y los devoré.

    Y al final…

    Al final, al fondo del pasillo de las habitaciones, donde las luces titilaban y los rezos se evaporaban, dejé mi firma, un retrato hecho con sangre, uñas, carne seca. El rostro del hombre que me hizo sonreír aquella noche, dos semanas atrás.

    ¿Ves lo que me haces hacer, padrecito?
    ¿No es hermoso?
    La oscuridad fue mi refugio. Mi santuario. Cómoda, húmeda. Pero insuficiente. Una semana pasó desde aquel bonito vals con el padrecito fluorescente, con su sal, su cruz, su luz, y ese aroma a redención rancia que me dejó en la piel. Una semana tragando la mierda de la ciudad subterránea, entre tuberías oxidadas y secretos de alcantarilla. Hasta que decidí moverme. No tan cerca, no tan lejos. Lo justo. Una pizca de sensatez, no más, mezclada con kilos de hambre. Porque necesitaba alimento. No migajas, no un par de almas rotas goteando desesperación como grifos viejos. Necesitaba una fuente. Un río. Una tormenta emocional que me llenara hasta el último rincón. Y no tenía un plan. ¿Para qué? Las mentes preparadas saben improvisar. Allí fui. St. Dymphna Behavioral Health Center. A las afueras de Missoula, Montana. Pequeño. Discreto. Olvidado. Perfecto. Los primeros en notarme fueron, naturalmente, los que ya estaban rotos. Los locos. Los que oyen voces, ven formas y lamen paredes. Les hablé. Les susurré. Les hice reír. Les hice gritar. Uno intentó dibujarme con su mierda. Lindo detalle. El personal lo anotó como un “aumento moderado en los episodios alucinatorios grupales”. Delicioso. Tres días después, una enfermera “muy profesional” reportó haber visto una sombra extraña en un pasillo. Pobrecita. No supo que yo también la vi a ella. Y a lo que lloraba cuando pensaba que nadie miraba. Me la bebí despacio. Y ella contagió a sus compañeras. El terror empezó a fluir. Como intravenosa directa al alma. Silencioso, lento, espeso. Tres días más y yo era el secreto peor guardado del hospital. Mi nombre no se decía, pero mi silueta se garabateaba en las paredes con lápices mordidos y uñas ensangrentadas. Y yo, radiante. Vital. Glorioso. Podía haberme ido en ese mismo momento, habría sido lo usual, no necesito reflectores ni los aplausos del publico. Podía dejar que lo archivaran como un brote de histeria colectiva. Pero no. ¿Sabes por qué vine en realidad? Por él. Por ese santo de mirada indolente que aún paseaba por mis pensamientos. Por su fe. Por su puñetera luz. Me entretuvo. Me divirtió. Y eso, padrecito, tuve que honrarlo. Así que hice mi obra. Una función especial, solo por una noche. Maté a todos. A todos y cada uno. 76 pacientes. 28 empleados. No quedó uno solo con vida. Ni un cuerpo sin desmembrar, ni un grito sin atender, ni un ojo sin vaciar. Me tomé mi tiempo. Jugué con ellos. Adiviné sus miedos. Se los di. Y los devoré. Y al final… Al final, al fondo del pasillo de las habitaciones, donde las luces titilaban y los rezos se evaporaban, dejé mi firma, un retrato hecho con sangre, uñas, carne seca. El rostro del hombre que me hizo sonreír aquella noche, dos semanas atrás. ¿Ves lo que me haces hacer, padrecito? ¿No es hermoso?
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  • Yashiro en una nueva aventura, trabaja en una cafetería donde el propietario es un espiritu, que decidió contratarla por un tiempo corto.
    Ella es la cajera, la encargada de administrar el dinero y cobrar a los clientes sus pedidos, al principio la joven pasaba vergüenza cuando no laburaba de manera eficiente y rápida pero con el pasar del día se acostumbró y disfruta ganar un dinerito extra.
    Yashiro en una nueva aventura, trabaja en una cafetería donde el propietario es un espiritu, que decidió contratarla por un tiempo corto. Ella es la cajera, la encargada de administrar el dinero y cobrar a los clientes sus pedidos, al principio la joven pasaba vergüenza cuando no laburaba de manera eficiente y rápida pero con el pasar del día se acostumbró y disfruta ganar un dinerito extra.
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  • ——— 𝙻𝚊 𝙷𝚊𝚋𝚒𝚝𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝙽𝚎𝚐𝚛𝚊

    Un nivel por debajo del club, oculto incluso para los ojos más curiosos, se encuentra La Habitación Negra.
    No hay acceso libre, no hay llaves visibles. Solo unos pocos conocen su existencia. Este santuario subterráneo no está destinado al placer, sino al poder.

    La Habitación Negra es el arsenal personal, meticulosamente mantenido, del ex-líder de The Animals. Un recuerdo de su reinado. Un lugar donde la violencia descansa como una bestia enjaulada, esperando ser despertada.

    Entre sus paredes reforzadas se encuentra lo último en ingeniería armamentística, tanto clásica como experimental. Cada pieza ha sido seleccionada especialmente por su letalidad contra objetivos de cualquier naturaleza.

    Entre su contenido se encuentran:

    ——— Armas de fuego modificadas (pistolas silenciadas, subfusiles compactos, rifles de precisión).
    ——— Munición de todo tipo.
    ——— Cuchillas ceremoniales y navajas de diseño personalizado.
    ——— Explosivos inteligentes y cargas controladas.
    ——— Dispositivos de rastreo y vigilancia de última generación.
    ——— Chalecos tácticos, trajes de camuflaje urbano y equipo para infiltración.
    ——— Drogas de combate, estimulantes y antídotos en cápsulas selladas.
    ——— Documentación falsificada, chips de identidad, teléfonos sin rastro.
    ——— Un espacio reservado para artefactos antiguos, algunos imposibles de catalogar.

    Kalhi NigDurgae Wolf ᴬᵁ
    ——— 𝙻𝚊 𝙷𝚊𝚋𝚒𝚝𝚊𝚌𝚒ó𝚗 𝙽𝚎𝚐𝚛𝚊 Un nivel por debajo del club, oculto incluso para los ojos más curiosos, se encuentra La Habitación Negra. No hay acceso libre, no hay llaves visibles. Solo unos pocos conocen su existencia. Este santuario subterráneo no está destinado al placer, sino al poder. La Habitación Negra es el arsenal personal, meticulosamente mantenido, del ex-líder de The Animals. Un recuerdo de su reinado. Un lugar donde la violencia descansa como una bestia enjaulada, esperando ser despertada. Entre sus paredes reforzadas se encuentra lo último en ingeniería armamentística, tanto clásica como experimental. Cada pieza ha sido seleccionada especialmente por su letalidad contra objetivos de cualquier naturaleza. Entre su contenido se encuentran: ——— Armas de fuego modificadas (pistolas silenciadas, subfusiles compactos, rifles de precisión). ——— Munición de todo tipo. ——— Cuchillas ceremoniales y navajas de diseño personalizado. ——— Explosivos inteligentes y cargas controladas. ——— Dispositivos de rastreo y vigilancia de última generación. ——— Chalecos tácticos, trajes de camuflaje urbano y equipo para infiltración. ——— Drogas de combate, estimulantes y antídotos en cápsulas selladas. ——— Documentación falsificada, chips de identidad, teléfonos sin rastro. ——— Un espacio reservado para artefactos antiguos, algunos imposibles de catalogar. [kalh1] [Wolfy]
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  • -Mira... Es aquí donde pensaba hacer en almacén de las nuevas semillas, tengo planeado mejorar los medios de cultivo...

    Le dijo a su amado novio de quien había pedido consejo para organizar aquello.

    Daniel Selene
    -Mira... Es aquí donde pensaba hacer en almacén de las nuevas semillas, tengo planeado mejorar los medios de cultivo... Le dijo a su amado novio de quien había pedido consejo para organizar aquello. [hijo_de_la_luna]
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