-El portón del cuartel chirrió apenas cuando se abrió, dejando entrar un haz de luz anaranjada del atardecer. Entre esa claridad apareció la silueta de un hombre alto, envuelto en un haori oscuro y una bufanda carmesí que parecía absorber la última calidez del día.
Mumyou avanzó despacio, cada paso resonando con un eco seco en el pasillo. Sus ojos, parcialmente cubiertos por el cabello, no buscaban nada en particular; parecían más acostumbrados a la penumbra que a la compañía. Sus manos descansaban cerca de las vainas de sus katanas gemelas, no por desconfianza, sino por costumbre.
Al entrar en la sala donde podrían aguardarse los demás pilares, dejó escapar un suspiro áspero, casi un gruñido.-
Otra reunión, otro plan para una guerra que nunca cambia... -Murmuró, sin molestarse en suavizar el tono sarcástico. Sus labios se curvaron apenas en una media sonrisa seca.-
Creí que ya había dejado atrás estas paredes... y, sin embargo, aquí me tienen otra vez.
-Se acomodó la bufanda con un gesto distraído, como si tratara de ocultar algo más que su cuello. Su mirada recorrió a los presentes, uno a uno, sin hostilidad, pero con ese aire incómodo de quien carga demasiados recuerdos.-
No esperen discursos grandilocuentes de mi parte. Vine porque... alguien tiene que estar aquí cuando las luces se apaguen. Y si nadie más lo hace, será mi sombra la que cubra sus espaldas.
-Mumyou se dejó caer en un rincón, cruzando los brazos, observando con el mismo cansancio áspero que lo define. No parecía un héroe, ni quería serlo. Pero estaba allí.-
-El portón del cuartel chirrió apenas cuando se abrió, dejando entrar un haz de luz anaranjada del atardecer. Entre esa claridad apareció la silueta de un hombre alto, envuelto en un haori oscuro y una bufanda carmesí que parecía absorber la última calidez del día.
Mumyou avanzó despacio, cada paso resonando con un eco seco en el pasillo. Sus ojos, parcialmente cubiertos por el cabello, no buscaban nada en particular; parecían más acostumbrados a la penumbra que a la compañía. Sus manos descansaban cerca de las vainas de sus katanas gemelas, no por desconfianza, sino por costumbre.
Al entrar en la sala donde podrían aguardarse los demás pilares, dejó escapar un suspiro áspero, casi un gruñido.-
Otra reunión, otro plan para una guerra que nunca cambia... -Murmuró, sin molestarse en suavizar el tono sarcástico. Sus labios se curvaron apenas en una media sonrisa seca.-
Creí que ya había dejado atrás estas paredes... y, sin embargo, aquí me tienen otra vez.
-Se acomodó la bufanda con un gesto distraído, como si tratara de ocultar algo más que su cuello. Su mirada recorrió a los presentes, uno a uno, sin hostilidad, pero con ese aire incómodo de quien carga demasiados recuerdos.-
No esperen discursos grandilocuentes de mi parte. Vine porque... alguien tiene que estar aquí cuando las luces se apaguen. Y si nadie más lo hace, será mi sombra la que cubra sus espaldas.
-Mumyou se dejó caer en un rincón, cruzando los brazos, observando con el mismo cansancio áspero que lo define. No parecía un héroe, ni quería serlo. Pero estaba allí.-