¿Acuerdo?
El día ni siquiera había terminado y Junior había pasado por una serie de emociones desagradables.
Estas le estaban impidiendo pensar con claridad, ofuscando su mente de una manera que hace años no le sucedía. Y no era para menos, la vida del joven Phantomhive radicaba en estar confinado en una mansión solo todo el día. Estaba acostumbrado a ver los mismos rostros de siempre, con sus respectivas personalidades que aceptaba, y que, con el paso del tiempo, había llegado a respetar y querer. A comparación, esta persona-máquina que su padre le había enviado era… algo que no podía ni siquiera tolerar.
Junior jamás había imaginado que un individuo pudiera hacerle experimentar tantas emociones en un corto período de tiempo, fue tan admirable como irritante en partes iguales, y a pesar de lo que había dicho en los breves encuentros con aquel adolescente daban cuenta de que no quería verle ni en pintura, el joven Phantomhive se había tomado como reto unas cuántas cosas; en primer lugar, “adiestrar” a su gusto a este supuesto protector que su padre le había impuesto.
Junior no soportaba, entre tantas cosas, que contradijera sus órdenes. Y no era su pretensión que se comportara como un perro faldero, pero sí que tuviera la mínima inteligencia para comprender cuando no lo quería cerca, o cuando “NO” significaba, como la palabra lo decía, una negativa a realizar equis cosa sobre su persona. En cuanto a sus maneras, era evidente que el adolescente no conocía los buenos modales, por lo que, mantenerlo callado era la mejor opción para que Junior no enloqueciera al escucharlo. Afortunadamente no tendría que estar mucho tiempo conviviendo con él, había formulados varias ideas que tenían como objetivo echarlo lo más lejos posible.
Junior no necesitaba ningún protector, ni niñero, ni compañero, esa necesidad se había extinguido desde hace un buen rato, si su padre lo hubiera hecho antes, cuando era más pequeño y quería un amigo con quien pasar el tiempo, entonces Junior probablemente lo hubiera recibido de mejor forma. Ahora, la presencia de este “androide” solo significó una amenaza a su tranquilidad.
En segundo lugar, estaba la cuestión de lo que era.
A pesar de que sonaba a algo sacado de un libro de ciencia ficción, Junior lo aceptó rápidamente, las pruebas estaban ahí, no necesitaba darle más vueltas al asunto. De hecho, estaba interesado en descubrir más de su existencia: ¿Cómo estaba construido? ¿Cuál era su diseño? ¿Cuáles eran sus aptitudes, sus límites? ¿Por qué tenía una personalidad tan molesta? Si podía cambiar esto último, como Hiro había dicho que no podía, Junior podría aceptar su presencia. Sin embargo, tenía una duda que estaba interfiriendo en sus planes y que había querido solventar antes, pero, no había podido por dejarse llevar por sus emociones; estaba justificado, Hiro lo hacía irritar demasiado rápido.
Chistosamente, Junior había tomado la sugerencia el androide y había salido al jardín para disfrutar del buen clima. Los sirvientes habían dispuesto una mesa redonda con un mantel blanco, y habían llevado té y el desayuno que se había saltado por recibir al adolescente.
Como sabía que lo había seguido, y que se mantenía cerca suyo en todo momento, Junior lo llamó:
—Señor Hiro, ¿podría acercarse? Quiero hacerle una pregunta.
Estas le estaban impidiendo pensar con claridad, ofuscando su mente de una manera que hace años no le sucedía. Y no era para menos, la vida del joven Phantomhive radicaba en estar confinado en una mansión solo todo el día. Estaba acostumbrado a ver los mismos rostros de siempre, con sus respectivas personalidades que aceptaba, y que, con el paso del tiempo, había llegado a respetar y querer. A comparación, esta persona-máquina que su padre le había enviado era… algo que no podía ni siquiera tolerar.
Junior jamás había imaginado que un individuo pudiera hacerle experimentar tantas emociones en un corto período de tiempo, fue tan admirable como irritante en partes iguales, y a pesar de lo que había dicho en los breves encuentros con aquel adolescente daban cuenta de que no quería verle ni en pintura, el joven Phantomhive se había tomado como reto unas cuántas cosas; en primer lugar, “adiestrar” a su gusto a este supuesto protector que su padre le había impuesto.
Junior no soportaba, entre tantas cosas, que contradijera sus órdenes. Y no era su pretensión que se comportara como un perro faldero, pero sí que tuviera la mínima inteligencia para comprender cuando no lo quería cerca, o cuando “NO” significaba, como la palabra lo decía, una negativa a realizar equis cosa sobre su persona. En cuanto a sus maneras, era evidente que el adolescente no conocía los buenos modales, por lo que, mantenerlo callado era la mejor opción para que Junior no enloqueciera al escucharlo. Afortunadamente no tendría que estar mucho tiempo conviviendo con él, había formulados varias ideas que tenían como objetivo echarlo lo más lejos posible.
Junior no necesitaba ningún protector, ni niñero, ni compañero, esa necesidad se había extinguido desde hace un buen rato, si su padre lo hubiera hecho antes, cuando era más pequeño y quería un amigo con quien pasar el tiempo, entonces Junior probablemente lo hubiera recibido de mejor forma. Ahora, la presencia de este “androide” solo significó una amenaza a su tranquilidad.
En segundo lugar, estaba la cuestión de lo que era.
A pesar de que sonaba a algo sacado de un libro de ciencia ficción, Junior lo aceptó rápidamente, las pruebas estaban ahí, no necesitaba darle más vueltas al asunto. De hecho, estaba interesado en descubrir más de su existencia: ¿Cómo estaba construido? ¿Cuál era su diseño? ¿Cuáles eran sus aptitudes, sus límites? ¿Por qué tenía una personalidad tan molesta? Si podía cambiar esto último, como Hiro había dicho que no podía, Junior podría aceptar su presencia. Sin embargo, tenía una duda que estaba interfiriendo en sus planes y que había querido solventar antes, pero, no había podido por dejarse llevar por sus emociones; estaba justificado, Hiro lo hacía irritar demasiado rápido.
Chistosamente, Junior había tomado la sugerencia el androide y había salido al jardín para disfrutar del buen clima. Los sirvientes habían dispuesto una mesa redonda con un mantel blanco, y habían llevado té y el desayuno que se había saltado por recibir al adolescente.
Como sabía que lo había seguido, y que se mantenía cerca suyo en todo momento, Junior lo llamó:
—Señor Hiro, ¿podría acercarse? Quiero hacerle una pregunta.
El día ni siquiera había terminado y Junior había pasado por una serie de emociones desagradables.
Estas le estaban impidiendo pensar con claridad, ofuscando su mente de una manera que hace años no le sucedía. Y no era para menos, la vida del joven Phantomhive radicaba en estar confinado en una mansión solo todo el día. Estaba acostumbrado a ver los mismos rostros de siempre, con sus respectivas personalidades que aceptaba, y que, con el paso del tiempo, había llegado a respetar y querer. A comparación, esta persona-máquina que su padre le había enviado era… algo que no podía ni siquiera tolerar.
Junior jamás había imaginado que un individuo pudiera hacerle experimentar tantas emociones en un corto período de tiempo, fue tan admirable como irritante en partes iguales, y a pesar de lo que había dicho en los breves encuentros con aquel adolescente daban cuenta de que no quería verle ni en pintura, el joven Phantomhive se había tomado como reto unas cuántas cosas; en primer lugar, “adiestrar” a su gusto a este supuesto protector que su padre le había impuesto.
Junior no soportaba, entre tantas cosas, que contradijera sus órdenes. Y no era su pretensión que se comportara como un perro faldero, pero sí que tuviera la mínima inteligencia para comprender cuando no lo quería cerca, o cuando “NO” significaba, como la palabra lo decía, una negativa a realizar equis cosa sobre su persona. En cuanto a sus maneras, era evidente que el adolescente no conocía los buenos modales, por lo que, mantenerlo callado era la mejor opción para que Junior no enloqueciera al escucharlo. Afortunadamente no tendría que estar mucho tiempo conviviendo con él, había formulados varias ideas que tenían como objetivo echarlo lo más lejos posible.
Junior no necesitaba ningún protector, ni niñero, ni compañero, esa necesidad se había extinguido desde hace un buen rato, si su padre lo hubiera hecho antes, cuando era más pequeño y quería un amigo con quien pasar el tiempo, entonces Junior probablemente lo hubiera recibido de mejor forma. Ahora, la presencia de este “androide” solo significó una amenaza a su tranquilidad.
En segundo lugar, estaba la cuestión de lo que era.
A pesar de que sonaba a algo sacado de un libro de ciencia ficción, Junior lo aceptó rápidamente, las pruebas estaban ahí, no necesitaba darle más vueltas al asunto. De hecho, estaba interesado en descubrir más de su existencia: ¿Cómo estaba construido? ¿Cuál era su diseño? ¿Cuáles eran sus aptitudes, sus límites? ¿Por qué tenía una personalidad tan molesta? Si podía cambiar esto último, como Hiro había dicho que no podía, Junior podría aceptar su presencia. Sin embargo, tenía una duda que estaba interfiriendo en sus planes y que había querido solventar antes, pero, no había podido por dejarse llevar por sus emociones; estaba justificado, Hiro lo hacía irritar demasiado rápido.
Chistosamente, Junior había tomado la sugerencia el androide y había salido al jardín para disfrutar del buen clima. Los sirvientes habían dispuesto una mesa redonda con un mantel blanco, y habían llevado té y el desayuno que se había saltado por recibir al adolescente.
Como sabía que lo había seguido, y que se mantenía cerca suyo en todo momento, Junior lo llamó:
—Señor Hiro, ¿podría acercarse? Quiero hacerle una pregunta.
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Terminado