• — Samael, quiero a esa bruja, a mis pies al anochecer —

    Porque nadie puede presentarse en su territorio como si fuera nada, tiene que ir a avisar sus acciones, incluso, pagar un tributo a quien controla desde la sombras.
    — Samael, quiero a esa bruja, a mis pies al anochecer — Porque nadie puede presentarse en su territorio como si fuera nada, tiene que ir a avisar sus acciones, incluso, pagar un tributo a quien controla desde la sombras.
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  • — Ugh ¿Qué son esos mitos sobre brujas? —

    Tendrá que encargarse de ir personalmente a investigar, aquellos rumores poco a poco han resonado mucho en la comunidad y debe de encargarse de hacer algo antes de que se haga un problema.
    — Ugh ¿Qué son esos mitos sobre brujas? — Tendrá que encargarse de ir personalmente a investigar, aquellos rumores poco a poco han resonado mucho en la comunidad y debe de encargarse de hacer algo antes de que se haga un problema.
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  • Ha soñado con la bruja y sabe de antemano que se tratan de malas noticias.

    Debe apretar el paso, encontrar el Aparatus Imperata lo más pronto posible, antes que aquella mujer de la que se habla en profecías arruine todos sus planes.
    Ha soñado con la bruja y sabe de antemano que se tratan de malas noticias. Debe apretar el paso, encontrar el Aparatus Imperata lo más pronto posible, antes que aquella mujer de la que se habla en profecías arruine todos sus planes.
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  • ¡Que nervios! Hay luz en la casa de la bruja ¡Tengo que avisarle a la señorita Arian!
    ¡Que nervios! Hay luz en la casa de la bruja ¡Tengo que avisarle a la señorita Arian!
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  • El Señor Tenebroso no descansa
    Fandom Harry Potter
    Categoría Acción
    En la penumbra de una mansión abandonada, donde el polvo y las telarañas se arremolinaban en los rincones, Tom Riddle, conocido ahora por todos como Lord Voldemort, se encontraba en su estudio. Sus cuarenta años no habían marcado su rostro de la manera que lo hace el tiempo con los mortales comunes; más bien, su apariencia se mantenía intemporal, una máscara de palidez y poder.

    Sus ojos observaban la noche a través de una ventana rota, como si pudiera ver más allá del mundo físico, en busca de su siguiente víctima o de un nuevo secreto oscuro para desentrañar. Su varita, siempre a su lado, parecía vibrar con un deseo de caos y destrucción, un reflejo de su propio corazón.

    El silencio del lugar era roto únicamente por el sonido de su respiración, profunda y controlada, mientras su mente daba vueltas a planes de conquista y control del Mundo Mágico.

    Un susurro, apenas audible, escapaba de sus labios, una promesa de dominio sobre todos los magos y brujas, sobre el mundo mágico y, quizás, más allá.

    Con una sonrisa que no tocaba sus ojos, Lord Voldemort se levantó. Había mucho por hacer; el poder no se conquista con la paciencia, sino con la acción. Y él, a sus cuarenta años, estaba más dispuesto que nunca a reclamar lo que consideraba suyo por derecho.
    En la penumbra de una mansión abandonada, donde el polvo y las telarañas se arremolinaban en los rincones, Tom Riddle, conocido ahora por todos como Lord Voldemort, se encontraba en su estudio. Sus cuarenta años no habían marcado su rostro de la manera que lo hace el tiempo con los mortales comunes; más bien, su apariencia se mantenía intemporal, una máscara de palidez y poder. Sus ojos observaban la noche a través de una ventana rota, como si pudiera ver más allá del mundo físico, en busca de su siguiente víctima o de un nuevo secreto oscuro para desentrañar. Su varita, siempre a su lado, parecía vibrar con un deseo de caos y destrucción, un reflejo de su propio corazón. El silencio del lugar era roto únicamente por el sonido de su respiración, profunda y controlada, mientras su mente daba vueltas a planes de conquista y control del Mundo Mágico. Un susurro, apenas audible, escapaba de sus labios, una promesa de dominio sobre todos los magos y brujas, sobre el mundo mágico y, quizás, más allá. Con una sonrisa que no tocaba sus ojos, Lord Voldemort se levantó. Había mucho por hacer; el poder no se conquista con la paciencia, sino con la acción. Y él, a sus cuarenta años, estaba más dispuesto que nunca a reclamar lo que consideraba suyo por derecho.
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    https://youtube.com/shorts/Nblkv8wt5Uw?si=XuvubTNsSpwP34Ob

    Piano embrujado Muajajaja.
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  • Bajo la sombra del Árbol Sagra
    #monorol

    Lisa se encontraba sentada bajo la sombra de un frondoso árbol en los jardines de la Academia de Sumeru, rodeada de libros y pergaminos. El aroma a papel viejo y tinta se mezclaba con la brisa cargada del perfume de flores exóticas. La joven erudita pasaba sus días absorta en el estudio de la magia y la teoría arcana, con una facilidad casi insultante para quienes la rodeaban.

    * —Lisa, ¿otra vez aquí? —preguntó una compañera con una sonrisa cansada. *

    La bruja alzó la vista con la expresión indolente que la caracterizaba y, con un gesto perezoso, cerró el libro que tenía entre las manos.

    —Oh, ya sabes… estudiar es un placer cuando comprendes todo a la primera.

    Su tono era juguetón, pero en sus ojos verdes brillaba una chispa de reflexión. A pesar de su facilidad para el aprendizaje, Lisa comenzaba a notar algo inquietante: entre las innumerables teorías y tratados sobre la naturaleza de la magia, había contradicciones sutiles, conocimientos que parecían deliberadamente fragmentados o prohibidos.

    Apoyó la cabeza en la palma de su mano y suspiró con una media sonrisa.

    —A veces me pregunto… si de verdad sabemos todo lo que creemos saber.

    Su compañera rió, sin darle demasiada importancia a sus palabras, pero Lisa, con su aguda intuición, sabía que en Sumeru no todo el conocimiento estaba al alcance de cualquiera. Y quizás, cuanto más aprendiera, más peligroso sería seguir buscando respuestas.
    Bajo la sombra del Árbol Sagra #monorol Lisa se encontraba sentada bajo la sombra de un frondoso árbol en los jardines de la Academia de Sumeru, rodeada de libros y pergaminos. El aroma a papel viejo y tinta se mezclaba con la brisa cargada del perfume de flores exóticas. La joven erudita pasaba sus días absorta en el estudio de la magia y la teoría arcana, con una facilidad casi insultante para quienes la rodeaban. * —Lisa, ¿otra vez aquí? —preguntó una compañera con una sonrisa cansada. * La bruja alzó la vista con la expresión indolente que la caracterizaba y, con un gesto perezoso, cerró el libro que tenía entre las manos. —Oh, ya sabes… estudiar es un placer cuando comprendes todo a la primera. Su tono era juguetón, pero en sus ojos verdes brillaba una chispa de reflexión. A pesar de su facilidad para el aprendizaje, Lisa comenzaba a notar algo inquietante: entre las innumerables teorías y tratados sobre la naturaleza de la magia, había contradicciones sutiles, conocimientos que parecían deliberadamente fragmentados o prohibidos. Apoyó la cabeza en la palma de su mano y suspiró con una media sonrisa. —A veces me pregunto… si de verdad sabemos todo lo que creemos saber. Su compañera rió, sin darle demasiada importancia a sus palabras, pero Lisa, con su aguda intuición, sabía que en Sumeru no todo el conocimiento estaba al alcance de cualquiera. Y quizás, cuanto más aprendiera, más peligroso sería seguir buscando respuestas.
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  • Kymsu dejó la carta de renuncia en la pastelería. Pidió disculpas a sus compañeras de piso y empacó sus cosas en preparación a lo que iba a hacer.

    Habían pasado meses desde que cambió a su cuerpo actual, pero, ¿había valido la pena? Por años pensaba que las catames que cambiaban por la aceptación social eran débiles, estúpidas, traicioneras... sin embargo, ella cayó, y mucho peor que caer, se dejó convencer por una bruja que le prometió maravillas, ¡una vida mejor! Pero esa vida fue al costo de lo que profundamente hacía a Kymsu ser ella misma.

    Su arrepentimiento comenzó tras encontrar unas fotografías y los diarios que había escrito mientras trabajaba en el bar de Koray, el bar "Chichonas" donde escribía sobre la libertad de su gente y cómo nunca iba a rendirse.

    — ¡Quiero revertirlo! —Su puño golpeaba la puerta de aquella casa remota, rodeada de un bosque que parecía abrazarla, esconderla de los demás. Ella estaba buscando a la hechicera que la transformó.

    —¿¿Hola??— Su rostro apegado al vidrio de la puerta buscaba a la anciana, pero nadie parecía estar en casa. ¿Estaba ignorándola? Kymsu continuó golpeando la puerta, desesperándose al imaginarse que no había manera de volver a como era antes. —¡¡Por favor!! ¡Necesito su ayuda! —

    Un par de horas habían pasado, el cielo se empezaba a oscurecer y su voz estaba ronca de tanto gritar y sus ojos enrojecidos por tanto llorar. Estaba a punto de rendirse cuando escuchó movimiento aproximarse desde el camino entre los árboles: era ella. Una anciana de menos de metro y medio, cabello rizado blanco que caía como cascada alrededor de su rostro. Parecía contenta y sorprendida de ver a Kymsu.

    — Oh my, la-niña, ¿qué haces aquí? — la señora se movía con tranquilidad, arrastrando un pequeño cesto con ruedas que estaba lleno de frutas, verduras y hojas verdes de todo tamaño. Se detuvo en la entrada, ofreciéndole una mano a la muchacha. Kymsu se puso de pie rápidamente y se limpió el rostro húmedo en lágrimas.

    —... P-pensé que me estaba ignorando. —
    —¡Jajaja! —su carcajada acompañó el campaneo de sus llaves tras adelantarse para abrir la puerta. Su voz era como un cálido abrazo.— Calma esos nervios. Adelante, adelante. Ya que estás aquí, qué tal si me ayudas a guardar las verduras y me cuentas qué buscabas, ¿hm? —

    Kymsu asintió.

    Pasó la tarde con la anciana, haciendo lo que le pedía. De cierta manera había entrado a modo "trabajo" y solamente actuaba por costumbre: barría, limpiaba, recogía, apartaba las sobras que pudieran entorpecer a la hechicera mientras parecía trabajar una poción de color cambiante. Kymsu quería esperar a que terminara de trabajar para pedirle ayuda, pero cayó exhausta en el sofá.

    Y en el estado hipnagogico escuchó a la anciana aproximarse a paso lento. Sostenía una taza con la pócima que había estado preparando.

    — La-niña, toma. Te hará bien—dijo—, te buscaré una cobijita.

    Kymsu no recordó haberse dormido; tras haberse tomado el té de hierbas, su cabeza se sintió pesada y experimentó sueños vívidos bastante extraños. No sabía por cuántas horas había dormido, pero despertó bañada en sudor.

    —¿Qué hora es...? —y al intentar buscar su teléfono, sintió que su mano estaba atascada en el sofá. Intentó halar, pero no podía soltarse. Se asustó aún más al notar que escuchaba todo mucho más alto que antes, los colores se veían distintos, y algo le estorbaba en la espalda ¿tenía su cola nuevamente? Se incorporó lo más rápido que pudo, sus garras se habían atascado al mueble. Se sentía torpe en su cuerpo nuevamente, se tropezó en su propia cola al caminar y el sonido de la madera crujiendo mientras caminaba resultaba escandaloso a sus oídos, pero cuando alcanzó a encontrar un espejo, sus ojos se humedecieron, emocionada.

    ¡Volvió a ser una catame!

    Escuchó a la anciana hablar desde la otra habitación.

    —¿Ya te despertaste, la-niña? —
    Kymsu corrió hacia ella y la abrazó con fuerza.

    — ¡G-gracias! —sollozaba de felicidad. La anciana sólo le palmeó la espalda, y agregó, soltándose de su abrazo con delicadeza.

    —Ya... ya, pero váyase pronto, que los gatos me dan alergias. —se rió y tras besar la frente de Kymsu, le dejó ir.
    Kymsu dejó la carta de renuncia en la pastelería. Pidió disculpas a sus compañeras de piso y empacó sus cosas en preparación a lo que iba a hacer. Habían pasado meses desde que cambió a su cuerpo actual, pero, ¿había valido la pena? Por años pensaba que las catames que cambiaban por la aceptación social eran débiles, estúpidas, traicioneras... sin embargo, ella cayó, y mucho peor que caer, se dejó convencer por una bruja que le prometió maravillas, ¡una vida mejor! Pero esa vida fue al costo de lo que profundamente hacía a Kymsu ser ella misma. Su arrepentimiento comenzó tras encontrar unas fotografías y los diarios que había escrito mientras trabajaba en el bar de Koray, el bar "Chichonas" donde escribía sobre la libertad de su gente y cómo nunca iba a rendirse. — ¡Quiero revertirlo! —Su puño golpeaba la puerta de aquella casa remota, rodeada de un bosque que parecía abrazarla, esconderla de los demás. Ella estaba buscando a la hechicera que la transformó. —¿¿Hola??— Su rostro apegado al vidrio de la puerta buscaba a la anciana, pero nadie parecía estar en casa. ¿Estaba ignorándola? Kymsu continuó golpeando la puerta, desesperándose al imaginarse que no había manera de volver a como era antes. —¡¡Por favor!! ¡Necesito su ayuda! — Un par de horas habían pasado, el cielo se empezaba a oscurecer y su voz estaba ronca de tanto gritar y sus ojos enrojecidos por tanto llorar. Estaba a punto de rendirse cuando escuchó movimiento aproximarse desde el camino entre los árboles: era ella. Una anciana de menos de metro y medio, cabello rizado blanco que caía como cascada alrededor de su rostro. Parecía contenta y sorprendida de ver a Kymsu. — Oh my, la-niña, ¿qué haces aquí? — la señora se movía con tranquilidad, arrastrando un pequeño cesto con ruedas que estaba lleno de frutas, verduras y hojas verdes de todo tamaño. Se detuvo en la entrada, ofreciéndole una mano a la muchacha. Kymsu se puso de pie rápidamente y se limpió el rostro húmedo en lágrimas. —... P-pensé que me estaba ignorando. — —¡Jajaja! —su carcajada acompañó el campaneo de sus llaves tras adelantarse para abrir la puerta. Su voz era como un cálido abrazo.— Calma esos nervios. Adelante, adelante. Ya que estás aquí, qué tal si me ayudas a guardar las verduras y me cuentas qué buscabas, ¿hm? — Kymsu asintió. Pasó la tarde con la anciana, haciendo lo que le pedía. De cierta manera había entrado a modo "trabajo" y solamente actuaba por costumbre: barría, limpiaba, recogía, apartaba las sobras que pudieran entorpecer a la hechicera mientras parecía trabajar una poción de color cambiante. Kymsu quería esperar a que terminara de trabajar para pedirle ayuda, pero cayó exhausta en el sofá. Y en el estado hipnagogico escuchó a la anciana aproximarse a paso lento. Sostenía una taza con la pócima que había estado preparando. — La-niña, toma. Te hará bien—dijo—, te buscaré una cobijita. Kymsu no recordó haberse dormido; tras haberse tomado el té de hierbas, su cabeza se sintió pesada y experimentó sueños vívidos bastante extraños. No sabía por cuántas horas había dormido, pero despertó bañada en sudor. —¿Qué hora es...? —y al intentar buscar su teléfono, sintió que su mano estaba atascada en el sofá. Intentó halar, pero no podía soltarse. Se asustó aún más al notar que escuchaba todo mucho más alto que antes, los colores se veían distintos, y algo le estorbaba en la espalda ¿tenía su cola nuevamente? Se incorporó lo más rápido que pudo, sus garras se habían atascado al mueble. Se sentía torpe en su cuerpo nuevamente, se tropezó en su propia cola al caminar y el sonido de la madera crujiendo mientras caminaba resultaba escandaloso a sus oídos, pero cuando alcanzó a encontrar un espejo, sus ojos se humedecieron, emocionada. ¡Volvió a ser una catame! Escuchó a la anciana hablar desde la otra habitación. —¿Ya te despertaste, la-niña? — Kymsu corrió hacia ella y la abrazó con fuerza. — ¡G-gracias! —sollozaba de felicidad. La anciana sólo le palmeó la espalda, y agregó, soltándose de su abrazo con delicadeza. —Ya... ya, pero váyase pronto, que los gatos me dan alergias. —se rió y tras besar la frente de Kymsu, le dejó ir.
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  • Wanda sostenía el primer paquete entre sus manos antes de extenderlo con una sonrisa que bordeaba la travesura. El papel de regalo crujió con suavidad cuando lo entregó. Dentro, un mazo de cartas del tarot cuidadosamente diseñado por la propia bruja, no todo era un festival de luces cuando de magia se trataba. Cada carta llevaba una imagen distinta del propio dios del Engaño.

    Sin dar espacio a preguntas, deslizó el siguiente regalo en la palma contraria. Un frasco pequeño, de cristal transparente, con una etiqueta sencilla que rezaba "Paciencia". Wanda inclinó apenas la cabeza, dejando que el destinatario dedujera la broma por sí mismo. El líquido de color verde no tenía olor ni sabor, ni ningún efecto real, pero era la sugerencia lo que verdaderamente importaba.

    Por último, invocó mediante su magia una pequeña caja de terciopelo. Esta vez, no hubo sonrisa. Con la misma delicadeza con la que había creado el objeto, lo colocó en la mano extendida. El relicario dorado descansaba tibio contra la piel. No explicó su contenido, pero la mirada de sus ojos claros se suavizó apenas cuando dejó escapar el aire en un leve suspiro.

    Cuando retiró las manos, su labor estaba hecha. Sin más palabras, esperó.

    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ 𝑳𝒐𝒌𝒊

    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    Wanda sostenía el primer paquete entre sus manos antes de extenderlo con una sonrisa que bordeaba la travesura. El papel de regalo crujió con suavidad cuando lo entregó. Dentro, un mazo de cartas del tarot cuidadosamente diseñado por la propia bruja, no todo era un festival de luces cuando de magia se trataba. Cada carta llevaba una imagen distinta del propio dios del Engaño. Sin dar espacio a preguntas, deslizó el siguiente regalo en la palma contraria. Un frasco pequeño, de cristal transparente, con una etiqueta sencilla que rezaba "Paciencia". Wanda inclinó apenas la cabeza, dejando que el destinatario dedujera la broma por sí mismo. El líquido de color verde no tenía olor ni sabor, ni ningún efecto real, pero era la sugerencia lo que verdaderamente importaba. Por último, invocó mediante su magia una pequeña caja de terciopelo. Esta vez, no hubo sonrisa. Con la misma delicadeza con la que había creado el objeto, lo colocó en la mano extendida. El relicario dorado descansaba tibio contra la piel. No explicó su contenido, pero la mirada de sus ojos claros se suavizó apenas cuando dejó escapar el aire en un leve suspiro. Cuando retiró las manos, su labor estaba hecha. Sin más palabras, esperó. ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ [G0dofMischief] #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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