• ¡CUMPLEAÑOS FELIZ, CUMPLEAÑOS FELIZ!

    ¡FICROLERS!
    ¡Hoy estamos de fiesta!

    Es un día muy especial porque celebramos el cumpleaños de alguien increíble (¡o de varios!).
    Que no falten las sonrisas, las sorpresas y los buenos momentos para hacer de este día algo inolvidable.

    ¡Noa Miller Futana!

    "Que este nuevo año esté lleno de alegrías, éxitos y mucha magia. ¡Gracias por ser parte de esta comunidad tan especial y por todo lo que aportan! Hoy es su día, ¡disfrútenlo al máximo!"

    ¡A llenar este espacio de buenos deseos y mensajes festivos!


    #Personajes3D #3D #Comunidad3D
    🎵 ¡CUMPLEAÑOS FELIZ, CUMPLEAÑOS FELIZ! 🎶 ¡FICROLERS! 🎉 ¡Hoy estamos de fiesta! 🎂✨ Es un día muy especial porque celebramos el cumpleaños de alguien increíble (¡o de varios!). 🥳🎁 Que no falten las sonrisas, las sorpresas y los buenos momentos para hacer de este día algo inolvidable. ¡[8Wolfking_8]! 🌟 "Que este nuevo año esté lleno de alegrías, éxitos y mucha magia. ¡Gracias por ser parte de esta comunidad tan especial y por todo lo que aportan! Hoy es su día, ¡disfrútenlo al máximo!" 🎈 ¡A llenar este espacio de buenos deseos y mensajes festivos! 🎊 #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • ¿Dos?, ¿tres?... No estaba seguro de los días que había pasado en el lecho. Todo era confuso; no era consciente, en ese momento, de lo que acontecía a su alrededor. Tan solo tenía recuerdos vagos de la voz de 𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆 , escuchándose lejana, pero presente. También recordaba el tacto de sus manos, cuidándolo y atendiéndolo en todo momento.

    Tras la lucha de ambos junto a Móiril, la joven de cabellos cenicientos había quedado malherida. Kazuo, con su habitual altruismo, la sanó lo suficiente para evitar que muriese en la frialdad de la nieve yacente sobre el suelo, a costa de su propia energía.

    Había llevado su poder de sanación al extremo, de manera que la herida provocada por uno de aquellos entes oscuros en su pierna había extendido su miasma al resto de su cuerpo. No le habían quedado fuerzas para sí mismo, lo que casi lo había llevado a la muerte.

    Su error había traído grandes consecuencias. Había salvado a Móiril, pero al mismo tiempo le había dejado caer sobre sus hombros su propia condena. La joven, contra la voluntad del zorro, había absorbido su miasma para evitar que el demonio muriera en las manos de su amada.

    Comenzó a abrir los ojos; sus párpados se sentían más pesados de lo normal. Poco a poco, el brillo de sus ojos lapislázuli se filtró entre sus blancas pestañas. Se sentía febril, signo de que su cuerpo finalmente combatía los restos residuales del miasma que aún recorría su cuerpo. Exhaló un pesado suspiro, en una mezcla contradictoria entre el alivio y la culpa.

    Sus ojos no tardaron en captar la atención de un objeto que reposaba sobre su almohada. Era una especie de amuleto, y de inmediato supo de quién era. Las plumas de estornino, el ave favorita de Elizabeth, eran prueba suficiente para saber que era un regalo suyo. Pero... ¿por qué? Más bien él tenía que hacerle un presente por haber estado cuidándolo todo este tiempo.

    Entonces lo recordó. Su cumpleaños... Estaba cerca, ¿o ya había pasado? No estaba seguro; los días se habían desdibujado en su mente. Y ahora que lo pensaba, el de Liz estaba especialmente cerca del suyo. ¿Se lo habría perdido? La cabeza le daba vueltas; sentía una punzada en la sien.

    Tomó el hermoso regalo y, sin poder evitarlo, una lágrima se deslizó por su mejilla. Había puesto en peligro a lo único que le importaba y, además, había estado dispuesto a romper el lazo que los unía como uno solo.

    //Feliz cumpleaños Bombón 🩷
    ¿Dos?, ¿tres?... No estaba seguro de los días que había pasado en el lecho. Todo era confuso; no era consciente, en ese momento, de lo que acontecía a su alrededor. Tan solo tenía recuerdos vagos de la voz de [Liz_bloodFlame], escuchándose lejana, pero presente. También recordaba el tacto de sus manos, cuidándolo y atendiéndolo en todo momento. Tras la lucha de ambos junto a Móiril, la joven de cabellos cenicientos había quedado malherida. Kazuo, con su habitual altruismo, la sanó lo suficiente para evitar que muriese en la frialdad de la nieve yacente sobre el suelo, a costa de su propia energía. Había llevado su poder de sanación al extremo, de manera que la herida provocada por uno de aquellos entes oscuros en su pierna había extendido su miasma al resto de su cuerpo. No le habían quedado fuerzas para sí mismo, lo que casi lo había llevado a la muerte. Su error había traído grandes consecuencias. Había salvado a Móiril, pero al mismo tiempo le había dejado caer sobre sus hombros su propia condena. La joven, contra la voluntad del zorro, había absorbido su miasma para evitar que el demonio muriera en las manos de su amada. Comenzó a abrir los ojos; sus párpados se sentían más pesados de lo normal. Poco a poco, el brillo de sus ojos lapislázuli se filtró entre sus blancas pestañas. Se sentía febril, signo de que su cuerpo finalmente combatía los restos residuales del miasma que aún recorría su cuerpo. Exhaló un pesado suspiro, en una mezcla contradictoria entre el alivio y la culpa. Sus ojos no tardaron en captar la atención de un objeto que reposaba sobre su almohada. Era una especie de amuleto, y de inmediato supo de quién era. Las plumas de estornino, el ave favorita de Elizabeth, eran prueba suficiente para saber que era un regalo suyo. Pero... ¿por qué? Más bien él tenía que hacerle un presente por haber estado cuidándolo todo este tiempo. Entonces lo recordó. Su cumpleaños... Estaba cerca, ¿o ya había pasado? No estaba seguro; los días se habían desdibujado en su mente. Y ahora que lo pensaba, el de Liz estaba especialmente cerca del suyo. ¿Se lo habría perdido? La cabeza le daba vueltas; sentía una punzada en la sien. Tomó el hermoso regalo y, sin poder evitarlo, una lágrima se deslizó por su mejilla. Había puesto en peligro a lo único que le importaba y, además, había estado dispuesto a romper el lazo que los unía como uno solo. //Feliz cumpleaños Bombón 🩷
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  • *te salio el chibi bailarin en tu inicio asi que si no bailas con el el mini mini tendras 100 años de mala suerte * o0o * movia las pompis mientras baila https://www.youtube.com/watch?v=GYOZzuhCu5g
    *te salio el chibi bailarin en tu inicio asi que si no bailas con el el mini mini tendras 100 años de mala suerte * o0o * movia las pompis mientras baila https://www.youtube.com/watch?v=GYOZzuhCu5g
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  • Las calles estaban envueltas en bruma. El aire era espeso, como si la ciudad contuviera el aliento. Nadie salía después del anochecer, no desde que los vampiros habían reclamado los callejones.

    Y entonces, un grito.

    Agudo. Pequeño. Humano.

    Una niña de no más de ocho años corría entre las sombras, sus pasos resonaban desesperados. Cuatro figuras la perseguían, ojos rojos brillando, lenguas relamiendo colmillos.

    —Vamos, pequeña —susurró uno con voz rasposa—. No dolerá mucho… al principio.

    Ella tropezó. Cayó de rodillas. Ellos rieron.

    Pero el sonido que vino después no fue risa. Fue un **latido metálico**, profundo como un tambor de guerra, y el eco de un **acero desenvainado sin que nadie lo tocara**.

    Una figura apareció entre la niebla.

    **Pelo largo, medio rojizo, ojos verdes con pupilas felinas**. Gabardina blanca ondeando al viento, capa negra como la muerte. Su espada flotaba en el aire, temblando de furia contenida.

    —Ya basta —dijo. Su voz era baja, pero detenía el tiempo.

    Uno de los vampiros se lanzó. La espada voló en espiral y lo atravesó en el pecho. El cuerpo estalló en cenizas con un destello de luz negra. Los otros tres retrocedieron, gruñendo.

    Caelard avanzó. Cada paso suyo resonaba como una promesa.

    —¿Tú también eres uno de nosotros? —le escupió otro vampiro.

    Caelard no respondió. Solo desenrolló su látigo, **cargado de energía radiante**, y lo hizo chasquear. La luz bañó las paredes como si el sol hubiera despertado un instante.

    —Soy lo que no deberían haber dejado vivir —susurró, y se lanzó como una sombra viva.

    Lo siguiente fue un torbellino de acero encantado y gritos silenciados por la purificación. Cuando el último vampiro cayó, la niebla comenzó a disiparse.

    La niña temblaba. Caelard se arrodilló frente a ella, envainando su espada por el aire. No dijo una palabra. Solo le tendió la mano.

    —¿Estás… bien? —preguntó la niña, sin saber si temerle o abrazarlo.

    Caelard asintió con una leve sonrisa.

    —La noche no es de ellos, pequeña… no mientras yo camine en ella.
    Las calles estaban envueltas en bruma. El aire era espeso, como si la ciudad contuviera el aliento. Nadie salía después del anochecer, no desde que los vampiros habían reclamado los callejones. Y entonces, un grito. Agudo. Pequeño. Humano. Una niña de no más de ocho años corría entre las sombras, sus pasos resonaban desesperados. Cuatro figuras la perseguían, ojos rojos brillando, lenguas relamiendo colmillos. —Vamos, pequeña —susurró uno con voz rasposa—. No dolerá mucho… al principio. Ella tropezó. Cayó de rodillas. Ellos rieron. Pero el sonido que vino después no fue risa. Fue un **latido metálico**, profundo como un tambor de guerra, y el eco de un **acero desenvainado sin que nadie lo tocara**. Una figura apareció entre la niebla. **Pelo largo, medio rojizo, ojos verdes con pupilas felinas**. Gabardina blanca ondeando al viento, capa negra como la muerte. Su espada flotaba en el aire, temblando de furia contenida. —Ya basta —dijo. Su voz era baja, pero detenía el tiempo. Uno de los vampiros se lanzó. La espada voló en espiral y lo atravesó en el pecho. El cuerpo estalló en cenizas con un destello de luz negra. Los otros tres retrocedieron, gruñendo. Caelard avanzó. Cada paso suyo resonaba como una promesa. —¿Tú también eres uno de nosotros? —le escupió otro vampiro. Caelard no respondió. Solo desenrolló su látigo, **cargado de energía radiante**, y lo hizo chasquear. La luz bañó las paredes como si el sol hubiera despertado un instante. —Soy lo que no deberían haber dejado vivir —susurró, y se lanzó como una sombra viva. Lo siguiente fue un torbellino de acero encantado y gritos silenciados por la purificación. Cuando el último vampiro cayó, la niebla comenzó a disiparse. La niña temblaba. Caelard se arrodilló frente a ella, envainando su espada por el aire. No dijo una palabra. Solo le tendió la mano. —¿Estás… bien? —preguntó la niña, sin saber si temerle o abrazarlo. Caelard asintió con una leve sonrisa. —La noche no es de ellos, pequeña… no mientras yo camine en ella.
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  • «No puedo dormir...»
    Lo intentó, lo intentó y lo intentó.
    Pero nada.
    Su tigrecito, su amado no estaba.
    La casa estaba muy rara, la cama lo sentía incómoda.
    Su corazón estaba muy incómodo, dolía, ardía y tenía una molestia que no entendía el porque lo tenía.
    Miró el techo, lo miro y espero que el sueño llegara, pero no podía.
    Algo faltaba...
    Algo no estaba bien.
    Incomoda e inquieta, fue junto a Hipnos para entender su propia molestia, extraño fue encontrar a este llorando y pensando muy fuerte.
    Sin embargo, eso solo aumentó su incomodidad, su malestar.
    «No puedo dormir...» Lo intentó, lo intentó y lo intentó. Pero nada. Su tigrecito, su amado no estaba. La casa estaba muy rara, la cama lo sentía incómoda. Su corazón estaba muy incómodo, dolía, ardía y tenía una molestia que no entendía el porque lo tenía. Miró el techo, lo miro y espero que el sueño llegara, pero no podía. Algo faltaba... Algo no estaba bien. Incomoda e inquieta, fue junto a Hipnos para entender su propia molestia, extraño fue encontrar a este llorando y pensando muy fuerte. Sin embargo, eso solo aumentó su incomodidad, su malestar.
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  • Feliz cumpleaños, amor mío.
    Que sigas cumpliendo mucho más, mi amado lobito.
    Eres el amor de mi vida, gracias a ti mi vida es sumamente feliz.
    Te amo.
    Noa Miller Futana
    Feliz cumpleaños, amor mío. Que sigas cumpliendo mucho más, mi amado lobito. Eres el amor de mi vida, gracias a ti mi vida es sumamente feliz. Te amo. [8Wolfking_8]
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  • Mi cara de incomodidad con este traje ¿Cómo a los seres humanos se les ocurre usar esto? Acaso les es muy cómodo? Por cierto otra cosaaaa, muy importante, mi inteligencia máxima me ayudó a mis estudios para hablar con fluidez en español. La razón de que uso este traje es porque tuve mi primer evento humano ya que una señora en la calle me vio y me dijo que me iría bien modelando asi queee como quiero aprender cosas humanas asisto a estos super eventos aunque es muy molesto este traje TT
    Mi cara de incomodidad con este traje ¿Cómo a los seres humanos se les ocurre usar esto? Acaso les es muy cómodo? Por cierto otra cosaaaa, muy importante, mi inteligencia máxima me ayudó a mis estudios para hablar con fluidez en español. La razón de que uso este traje es porque tuve mi primer evento humano ya que una señora en la calle me vio y me dijo que me iría bien modelando asi queee como quiero aprender cosas humanas asisto a estos super eventos aunque es muy molesto este traje TT
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  • El día transcurría lento en la tienda de conveniencia. Carmina pasaba los productos por el escáner con una rutina tan precisa que apenas pensaba en lo que hacía. Afuera, la lluvia golpeaba con suavidad los cristales empañados. Dentro, el olor a instantáneo y la tenue música instrumental envolvían el espacio en una calma falsa.

    Había dormido mal. O tal vez demasiado bien. El sueño aún le pesaba en los párpados: Nicolás la abrazaba. Con esa sonrisa suya de siempre, medio tímida, medio luminosa. Su piel tostada olía a pan dulce y sol. No dijo nada, solo la miró con esos ojos que nunca aprendieron a esconder lo que sentía.

    Carmina parpadeó, volviendo al presente. Colocó una bolsa de galletas en el mostrador y le devolvió el cambio a una señora sin siquiera mirarla. Luego se quedó sola, rodeada del zumbido de las heladeras y su propio silencio.

    Nicolás. El hijo de los panaderos del vecindario. Su mejor amigo durante años, aunque fueran de mundos distintos: ella, en el colegio privado de monjas; él, en la escuela pública del barrio, siempre con las rodillas raspadas y los dedos llenos de harina. Compartían tardes en la azotea, libros prestados, y un lenguaje hecho de miradas cómplices.

    La última vez que lo vio fue justo antes de la cita que nunca ocurrió. Él la invitó a tomar café. Tenía las manos nerviosas y los ojos brillantes. Todo en él gritaba que estaba a punto de decirle algo importante.

    Pero esa noche salió con sus amigos. Y nunca volvió.

    —¿Lo soñé porque lo extraño o porque él me extraña también? —murmuró para sí, mientras reorganizaba los encendedores cerca de la caja. Aún guardando la esperanza de que este en algún lugar, con vida.

    Nadie volvió a mencionarlo. La gente olvidó rápido, como se olvida una canción vieja. Pero Carmina no. Ella lo esperaba en sueños, donde el tiempo todavía le debía un abrazo.
    El día transcurría lento en la tienda de conveniencia. Carmina pasaba los productos por el escáner con una rutina tan precisa que apenas pensaba en lo que hacía. Afuera, la lluvia golpeaba con suavidad los cristales empañados. Dentro, el olor a instantáneo y la tenue música instrumental envolvían el espacio en una calma falsa. Había dormido mal. O tal vez demasiado bien. El sueño aún le pesaba en los párpados: Nicolás la abrazaba. Con esa sonrisa suya de siempre, medio tímida, medio luminosa. Su piel tostada olía a pan dulce y sol. No dijo nada, solo la miró con esos ojos que nunca aprendieron a esconder lo que sentía. Carmina parpadeó, volviendo al presente. Colocó una bolsa de galletas en el mostrador y le devolvió el cambio a una señora sin siquiera mirarla. Luego se quedó sola, rodeada del zumbido de las heladeras y su propio silencio. Nicolás. El hijo de los panaderos del vecindario. Su mejor amigo durante años, aunque fueran de mundos distintos: ella, en el colegio privado de monjas; él, en la escuela pública del barrio, siempre con las rodillas raspadas y los dedos llenos de harina. Compartían tardes en la azotea, libros prestados, y un lenguaje hecho de miradas cómplices. La última vez que lo vio fue justo antes de la cita que nunca ocurrió. Él la invitó a tomar café. Tenía las manos nerviosas y los ojos brillantes. Todo en él gritaba que estaba a punto de decirle algo importante. Pero esa noche salió con sus amigos. Y nunca volvió. —¿Lo soñé porque lo extraño o porque él me extraña también? —murmuró para sí, mientras reorganizaba los encendedores cerca de la caja. Aún guardando la esperanza de que este en algún lugar, con vida. Nadie volvió a mencionarlo. La gente olvidó rápido, como se olvida una canción vieja. Pero Carmina no. Ella lo esperaba en sueños, donde el tiempo todavía le debía un abrazo.
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  • Un cuaderno... una tarta... -enumera observando los dos regalos de cumpleaños que Maya Lockwood le ha hecho- Voy a empezar a pensar que te gusto, lobita... -bromea, pero no demasiado, porque "ojalá"- Te estoy tomando el pelo...- la tranquiliza antes de rodear sus hombros con un brazo- Es genial. Es como... estar en casa. Muchas gracias, Maya


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    Un cuaderno... una tarta... -enumera observando los dos regalos de cumpleaños que [thxlastL0ckwood] le ha hecho- Voy a empezar a pensar que te gusto, lobita... -bromea, pero no demasiado, porque "ojalá"- Te estoy tomando el pelo...- la tranquiliza antes de rodear sus hombros con un brazo- Es genial. Es como... estar en casa. Muchas gracias, Maya #Personajes3D #3D #Comunidad3D
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  • ¿Como fue que te has encogió hasta ese tamaño?
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