Había ocasiones, ya no tan seguidas, en las que despertaba abruptamente por la noche como en esa ocasión.
Dando una bocanada de aire abrió los ojos, con el corazón acelerado y respiración agitada....
Recordaba haber sufrido un ataque de pánico, solo una vez y en un sueño. Uno inducido por el uso de magia oscura por primera vez.
"Respira" le había dicho su madre entre pesadillas, su escencia siempre presente en su vida aunque ella ya había dejado ese mundo hacía mucho tiempo... "Solo tienes que respirar"
Y eso hacía ahora. Con una mano en el pecho cerró sus ojos e intentó trabquilizarse. Inhalando y exhalando. Aún a pesar de la dificultad siguió intentando hasta que finalmente su respiración se calmó aunque su corazón seguía golpeando fuertemente su pecho.
Aaravos había dejado un miedo punzante en su alma. Aún había veces que cerraba los ojos y podía sentir como si el mismo hipermago lo controlara jalando de cuerdas invisibles a la vista e irrompibles.
La sensación de oscuridad invadiendo su ser mientras batallaba con algo que no veía. Intentando recuperar el control que hacía mucho había perdido. La sensación de olvidar lo que había hecho, no consciente de sus actos cuando estaba bajo el control del elfo... Y aún así, nada le producía más terror que la idea de que podría herir o asesinar a quienes más amaba si Aaravos así lo deseaba.
Se llevó las manos a la cara. Las velas iluminando tenuemente la habitación le indicaba que aún era de noche. Otra vez se había dormido en el sofá de su despacho. Libros y pergaminos tirados por doquier, abiertos y cerrados.
Se levantó de la comodidad del sofá, que ya no le parecía tan cómodo, y al verse en un espejo cercano volvió a ver ese mechón blanco en su cabello.
La marca de la magia oscura, el vestigio que dejaba.
Rayla había dicho amarlo, cada parte de él. ¿Pero realmente podía amar algo que él odiaba? Y sin embargo, no tenía arrepentimientos de haber realizado aquellos hechizos, aunque sabía que estaban mal. Habían sido por buenas causas, una de las veces salvando la vida de su amada.
Y aunque juraba y aseguraba que jamás volvería a recurrir a esa retorcida magia, siempre encontraba volviendo a ella cuando alguien que amaba estaba en peligro.
Suspiró y se apartó de su reflejo en el espejo. Ocuparía su mente en otra cosa, tal vez en los libros, aunque la sensación de la mirada del elfo estelar en él lo perseguía desde cada rincón oscuro de la habitación.
Dando una bocanada de aire abrió los ojos, con el corazón acelerado y respiración agitada....
Recordaba haber sufrido un ataque de pánico, solo una vez y en un sueño. Uno inducido por el uso de magia oscura por primera vez.
"Respira" le había dicho su madre entre pesadillas, su escencia siempre presente en su vida aunque ella ya había dejado ese mundo hacía mucho tiempo... "Solo tienes que respirar"
Y eso hacía ahora. Con una mano en el pecho cerró sus ojos e intentó trabquilizarse. Inhalando y exhalando. Aún a pesar de la dificultad siguió intentando hasta que finalmente su respiración se calmó aunque su corazón seguía golpeando fuertemente su pecho.
Aaravos había dejado un miedo punzante en su alma. Aún había veces que cerraba los ojos y podía sentir como si el mismo hipermago lo controlara jalando de cuerdas invisibles a la vista e irrompibles.
La sensación de oscuridad invadiendo su ser mientras batallaba con algo que no veía. Intentando recuperar el control que hacía mucho había perdido. La sensación de olvidar lo que había hecho, no consciente de sus actos cuando estaba bajo el control del elfo... Y aún así, nada le producía más terror que la idea de que podría herir o asesinar a quienes más amaba si Aaravos así lo deseaba.
Se llevó las manos a la cara. Las velas iluminando tenuemente la habitación le indicaba que aún era de noche. Otra vez se había dormido en el sofá de su despacho. Libros y pergaminos tirados por doquier, abiertos y cerrados.
Se levantó de la comodidad del sofá, que ya no le parecía tan cómodo, y al verse en un espejo cercano volvió a ver ese mechón blanco en su cabello.
La marca de la magia oscura, el vestigio que dejaba.
Rayla había dicho amarlo, cada parte de él. ¿Pero realmente podía amar algo que él odiaba? Y sin embargo, no tenía arrepentimientos de haber realizado aquellos hechizos, aunque sabía que estaban mal. Habían sido por buenas causas, una de las veces salvando la vida de su amada.
Y aunque juraba y aseguraba que jamás volvería a recurrir a esa retorcida magia, siempre encontraba volviendo a ella cuando alguien que amaba estaba en peligro.
Suspiró y se apartó de su reflejo en el espejo. Ocuparía su mente en otra cosa, tal vez en los libros, aunque la sensación de la mirada del elfo estelar en él lo perseguía desde cada rincón oscuro de la habitación.
Había ocasiones, ya no tan seguidas, en las que despertaba abruptamente por la noche como en esa ocasión.
Dando una bocanada de aire abrió los ojos, con el corazón acelerado y respiración agitada....
Recordaba haber sufrido un ataque de pánico, solo una vez y en un sueño. Uno inducido por el uso de magia oscura por primera vez.
"Respira" le había dicho su madre entre pesadillas, su escencia siempre presente en su vida aunque ella ya había dejado ese mundo hacía mucho tiempo... "Solo tienes que respirar"
Y eso hacía ahora. Con una mano en el pecho cerró sus ojos e intentó trabquilizarse. Inhalando y exhalando. Aún a pesar de la dificultad siguió intentando hasta que finalmente su respiración se calmó aunque su corazón seguía golpeando fuertemente su pecho.
Aaravos había dejado un miedo punzante en su alma. Aún había veces que cerraba los ojos y podía sentir como si el mismo hipermago lo controlara jalando de cuerdas invisibles a la vista e irrompibles.
La sensación de oscuridad invadiendo su ser mientras batallaba con algo que no veía. Intentando recuperar el control que hacía mucho había perdido. La sensación de olvidar lo que había hecho, no consciente de sus actos cuando estaba bajo el control del elfo... Y aún así, nada le producía más terror que la idea de que podría herir o asesinar a quienes más amaba si Aaravos así lo deseaba.
Se llevó las manos a la cara. Las velas iluminando tenuemente la habitación le indicaba que aún era de noche. Otra vez se había dormido en el sofá de su despacho. Libros y pergaminos tirados por doquier, abiertos y cerrados.
Se levantó de la comodidad del sofá, que ya no le parecía tan cómodo, y al verse en un espejo cercano volvió a ver ese mechón blanco en su cabello.
La marca de la magia oscura, el vestigio que dejaba.
Rayla había dicho amarlo, cada parte de él. ¿Pero realmente podía amar algo que él odiaba? Y sin embargo, no tenía arrepentimientos de haber realizado aquellos hechizos, aunque sabía que estaban mal. Habían sido por buenas causas, una de las veces salvando la vida de su amada.
Y aunque juraba y aseguraba que jamás volvería a recurrir a esa retorcida magia, siempre encontraba volviendo a ella cuando alguien que amaba estaba en peligro.
Suspiró y se apartó de su reflejo en el espejo. Ocuparía su mente en otra cosa, tal vez en los libros, aunque la sensación de la mirada del elfo estelar en él lo perseguía desde cada rincón oscuro de la habitación.
