• 𝖭𝗼 𝙧𝗲𝗴𝙧𝗲t𝙨.
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  • ❥ 𝐀𝐥 𝐦𝐞𝐧𝐨𝐬 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐬é 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐞𝐫𝐚 𝐢𝐧𝐜𝐚𝐩𝐚𝐳 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐚𝐫, 𝐬𝐨𝐥𝐨 𝐢𝐧𝐜𝐚𝐩𝐚𝐳 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐚 𝐦í, 𝐲 𝐥𝐨 𝐢𝐫ó𝐧𝐢𝐜𝐨 𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐬 é𝐥 𝐛𝐮𝐬𝐜𝐚𝐛𝐚 𝐬𝐮𝐬𝐭𝐢𝐭𝐮𝐭𝐚𝐬, 𝐲𝐨 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐮𝐛𝐫í 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐬𝐨𝐲 𝐜𝐨𝐩𝐢𝐚 𝐧𝐢 𝐫𝐞𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞: 𝐬𝐨𝐲 ú𝐧𝐢𝐜𝐚. ❥
    ❥ 𝐀𝐥 𝐦𝐞𝐧𝐨𝐬 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐬é 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐞𝐫𝐚 𝐢𝐧𝐜𝐚𝐩𝐚𝐳 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐚𝐫, 𝐬𝐨𝐥𝐨 𝐢𝐧𝐜𝐚𝐩𝐚𝐳 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐚𝐫𝐦𝐞 𝐚 𝐦í, 𝐲 𝐥𝐨 𝐢𝐫ó𝐧𝐢𝐜𝐨 𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐬 é𝐥 𝐛𝐮𝐬𝐜𝐚𝐛𝐚 𝐬𝐮𝐬𝐭𝐢𝐭𝐮𝐭𝐚𝐬, 𝐲𝐨 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐮𝐛𝐫í 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐬𝐨𝐲 𝐜𝐨𝐩𝐢𝐚 𝐧𝐢 𝐫𝐞𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐨 𝐝𝐞 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞: 𝐬𝐨𝐲 ú𝐧𝐢𝐜𝐚. ❥
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    Categoría Slice of Life
    : Lilian Carson
    :



    ━━━༻ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━

    La pantalla despierta con un parpadeo casi humano, como si inhalara antes de mostrar su primer destello. Un brillo rosado, líquido, acaricia el cristal continuo del dispositivo. Se desliza como una tinta viva, expandiéndose con una calma deliberada sobre el vidrio impecable que descansa en la superficie fría del mármol. El mármol tiene un veteado blanco-grisáceo que refleja el resplandor del dispositivo, haciéndolo parecer suspendido en un pequeño halo.

    No hay líneas. No hay marcos. La ilusión de un objeto sin principio ni final.

    El rosado respira.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (voz baja, elegante, con esa ironía sugerida que nunca termina de pronunciarse):
    Algunos teléfonos quieren llamar la atención.
    Este… Prefiere seducir.

    La cámara se desliza —casi flota— hacia el borde. El cuerpo metálico, rosa nacarado, parece tan delgado que invita a desconfiar de su solidez: es una lámina luminosa, un acorde suave entre metal y luz. Los reflejos del ambiente —la lámpara tenue, el ventanal con cielo nublado, una sombra que se mueve fuera de cuadro— bailan sobre el borde curvo. Por un instante, el móvil parece tomar vida, expandiendo y contrayendo ese brillo como si respirara.

    El reloj del fondo marca 4:00 PM exactas.
    En el silencio pulido del lugar, un icono surge. No vibra con estridencia, no interrumpe nada: apenas pulsa. Un destello se enciende en un extremo, viaja como un latido hasta el otro, desaparece, vuelve. Una llamada entrante hecha luz.

    Corte.

    Una mano entra en cuadro. No apresurada: segura, casi ceremoniosa.
    Los dedos se curvan; el dispositivo encaja tan bien que parece diseñado para ese preciso ángulo de agarre, para esa piel. La superficie se ilumina bajo el contacto, como si reconociera la presencia humana.

    Los íconos flotan apenas al desbloquearse. No aparecen: se despiertan.
    Se expanden, se encogen, se organizan según el movimiento imperceptible de la muñeca. Una interfaz maleable, casi viviente.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁:
    Presentamos el Aurora LX.
    El primer móvil que no solo sigue tus movimientos…
    Sino que los anticipa.

    En el aire, un simple gesto.
    La pantalla responde antes de ser tocada: una foto se abre con suavidad líquida. La cámara frontal —escondida bajo el cristal sin perforaciones, sin manchas, sin interrupciones— captura luz y la convierte en un color tan nítido que parece recién inventado. No hay marcas visibles. No hay tecnología evidente. Solo perfección invisible.

    Corte a un café minimalista.

    Líneas limpias, tonos neutros, la luz de la tarde entrando en diagonales suaves.
    Sobre la mesa de madera clara, el Aurora LX reposa, discreto. Una notificación aparece sin estallar: se proyecta con un resplandor cálido, un pastel suave que combina con su acabado rosado. Es un mensaje, pero parece más un susurro visual que un aviso.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (con una sonrisa que se escucha):
    En un mundo lleno de dispositivos ruidosos…
    Este eligió hablar en susurros.

    El teléfono gira sobre sí mismo en una toma lenta, envolvente. El rosa cambia: a blanco perla, vino, negro mate y azul marino.

    🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁:
    Aurora LX.
    No es tecnología.
    Es suavidad en estado puro.

    ━━━༻ⒻⒾⓃ ⒹⒺⓁ ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━

    Ezra apagó la televisión con un solo toque, casi como si quisiera borrar de la existencia el último fotograma de aquella publicidad desastrosa. El silencio que quedó en la oficina fue denso, incómodo, casi acusador. Se levantó del sofá con la mandíbula tensa, como si cada músculo estuviera protestando por lo que acababa de presenciar.

    Pasó una mano por su frente, arrastrándola luego por toda la cara en un gesto lento, cansado, desesperado por encontrar lógica donde no la había.

    Cinco millones de dólares.
    Cinco.
    Millones.
    Enterrados en esa basura.

    Un suspiro escapó de él, frío y afilado. Si había algo que sabía con absoluta claridad era que tendría que hablar con Jackson. Y que alguien —alguien muy específico, o varios— iba a perder la cabeza por esto. En su empresa, el desperdicio de dinero no solo era inaceptable… era imperdonable.

    Dejó el control remoto sobre la mesa ratona con un “clic” suave, casi elegante, pero cargado de ira contenida. Ajustó el saco de su traje azul marino con movimientos precisos, automáticos, como si las prendas pudieran armarle una coraza para lo que vendría.

    Luego salió de la oficina.

    Sus pasos resonaron por el pasillo con una firmeza que no dejaba lugar a dudas. Su secretaria levantó la cabeza de inmediato, dispuesta a anunciarle algo, pero apenas vio su expresión —el ceño marcado, la mirada filosa, ese silencio que gritaba problemas— bajó la vista a toda velocidad, fingiendo buscar un papel entre la pila que ya tenía ordenada.

    Ezra no dijo una palabra.

    No hacía falta.

    Su andar era una sentencia de muerte para alguien, y todos lo sabían.

    Con el paso firme, decidido, casi militar, continuó avanzando por el corredor de mármol pulido.

    Iba directo al área de marketing. Y cada persona que lo veía acercarse se enderezaba, tragaba saliva o disimulaba el temblor en las manos.

    El huracán Hamilton estaba oficialmente en camino.

    El empresario tocó el botón del ascensor con un movimiento seco, casi impaciente, y se quedó allí, con las manos en los bolsillos del traje, mientras el panel luminoso marcaba el descenso hacia su piso. El reflejo de su propio rostro en las puertas metálicas mostraba una calma engañosa, apenas sostenida por una línea dura en su mandíbula.

    Cuando el ascensor llegó, las puertas se abrieron con un ding demasiado suave para su humor. Salió al pasillo y sus ojos se clavaron en los empleados del área: algunos apresuraban el paso, otros desviaban la mirada como si hubieran visto a un depredador entrar en la oficina. Parecían correr despavoridos, intentando desaparecer antes de quedar atrapados en la tormenta que anunciaba su andar.

    Pasó una mano por su cabello, acomodándolo hacia atrás, en un gesto más de contención que de estilo.

    Y sin dudarlo un instante, empujó la puerta de la sala de juntas del área de marketing.

    Entró sin anunciarse.

    La conversación que había dentro murió al instante.

    —¿Se puede saber en qué mierda gastaron mi dinero? —soltó, su voz retumbando con una frialdad que caló hasta los huesos. Caminó hacia la mesa con paso lento, controlado, peligroso—. Porque esa publicidad horrenda no pudo costar cinco millones…

    Su mirada se clavó en Jackson, sostenida, filosa.

    —Espero una explicación.

    Y, para rematar, dejó que una sonrisa cínica, cortante como un bisturí, se dibujara en su rostro.

    —Nosotros… Nosotros estábamos hablando justo de eso, mira… Ezra… La verdad… —balbuceó Jackson, hundiéndose en su propia incomodidad, como si deseara desaparecer bajo la mesa.

    Ezra ladeó la cabeza, apenas, con una expresión casi divertida.

    —No tienen explicación lógica, vaya… Qué problema —comentó con una calma venenosa, cruzándose de brazos.

    Luego chasqueó los dedos una sola vez.

    Un gesto perfecto, autoritario, que no dejaba margen para la duda.

    Jackson se sobresaltó, empalideció y se levantó del asiento al instante, moviéndose hacia un costado para cederle el lugar en la cabecera de la mesa, como si el aire mismo le hubiera dado la orden.

    Ezra Hamilton tomó asiento con tranquilidad, apoyando un codo en el brazo del sillón. Sus ojos recorrieron, uno por uno, a todos los presentes.

    —Sus sueldos se verán reducidos un veinte por ciento si el producto no funciona —dijo sin levantar la voz, como quien anuncia el clima—. O mejor aún… Podría despedirlos, pagarles la indemnización y contratar a otro equipo de marketing desde ya.

    Nadie respiró.

    Giró la silla hacia la ventana, como si el destino laboral de esas veinte personas fuera un mero ruido de fondo comparado con la vista majestuosa de Nueva York extendiéndose bajo él. Los rascacielos, las luces, el tráfico que desde arriba parecía un cuadro en movimiento.

    —Escúcheme, señor Hamilton —intervino alguien, con la voz temblorosa pero firme, como quien decide apostar su vida a una sola carta—. El dinero no fue destinado a esa campaña.

    Ezra alzó una sola ceja.

    Muy despacio.

    Y giró de nuevo la silla para verlos a todos.

    Esta vez, apoyó ambas manos sobre la mesa, entrelazando los dedos. Su expresión ya no era de ira, sino de una curiosidad peligrosa… La clase de curiosidad que podía salvarlos o destruirlos.

    —¿Qué dijiste?

    —El dinero no fue destinado a ese comercial —repitió el hombre, tragando saliva—. Fue un lanzamiento piloto. El comercial se comenzará a grabar en dos semanas.

    El silencio que siguió fue un abismo.
    👤: [1HAPPYLULU1] 💽: ━━━༻ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━ La pantalla despierta con un parpadeo casi humano, como si inhalara antes de mostrar su primer destello. Un brillo rosado, líquido, acaricia el cristal continuo del dispositivo. Se desliza como una tinta viva, expandiéndose con una calma deliberada sobre el vidrio impecable que descansa en la superficie fría del mármol. El mármol tiene un veteado blanco-grisáceo que refleja el resplandor del dispositivo, haciéndolo parecer suspendido en un pequeño halo. No hay líneas. No hay marcos. La ilusión de un objeto sin principio ni final. El rosado respira. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (voz baja, elegante, con esa ironía sugerida que nunca termina de pronunciarse): Algunos teléfonos quieren llamar la atención. Este… Prefiere seducir. La cámara se desliza —casi flota— hacia el borde. El cuerpo metálico, rosa nacarado, parece tan delgado que invita a desconfiar de su solidez: es una lámina luminosa, un acorde suave entre metal y luz. Los reflejos del ambiente —la lámpara tenue, el ventanal con cielo nublado, una sombra que se mueve fuera de cuadro— bailan sobre el borde curvo. Por un instante, el móvil parece tomar vida, expandiendo y contrayendo ese brillo como si respirara. El reloj del fondo marca 4:00 PM exactas. En el silencio pulido del lugar, un icono surge. No vibra con estridencia, no interrumpe nada: apenas pulsa. Un destello se enciende en un extremo, viaja como un latido hasta el otro, desaparece, vuelve. Una llamada entrante hecha luz. Corte. Una mano entra en cuadro. No apresurada: segura, casi ceremoniosa. Los dedos se curvan; el dispositivo encaja tan bien que parece diseñado para ese preciso ángulo de agarre, para esa piel. La superficie se ilumina bajo el contacto, como si reconociera la presencia humana. Los íconos flotan apenas al desbloquearse. No aparecen: se despiertan. Se expanden, se encogen, se organizan según el movimiento imperceptible de la muñeca. Una interfaz maleable, casi viviente. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁: Presentamos el Aurora LX. El primer móvil que no solo sigue tus movimientos… Sino que los anticipa. En el aire, un simple gesto. La pantalla responde antes de ser tocada: una foto se abre con suavidad líquida. La cámara frontal —escondida bajo el cristal sin perforaciones, sin manchas, sin interrupciones— captura luz y la convierte en un color tan nítido que parece recién inventado. No hay marcas visibles. No hay tecnología evidente. Solo perfección invisible. Corte a un café minimalista. Líneas limpias, tonos neutros, la luz de la tarde entrando en diagonales suaves. Sobre la mesa de madera clara, el Aurora LX reposa, discreto. Una notificación aparece sin estallar: se proyecta con un resplandor cálido, un pastel suave que combina con su acabado rosado. Es un mensaje, pero parece más un susurro visual que un aviso. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁 (con una sonrisa que se escucha): En un mundo lleno de dispositivos ruidosos… Este eligió hablar en susurros. El teléfono gira sobre sí mismo en una toma lenta, envolvente. El rosa cambia: a blanco perla, vino, negro mate y azul marino. 🅽🅰🆁🆁🅰🅳🅾🆁: Aurora LX. No es tecnología. Es suavidad en estado puro. ━━━༻ⒻⒾⓃ ⒹⒺⓁ ⒺⓈⓅⒶⒸⒾⓄ ⓅⓊⒷⓁⒾⒸⒾⓉⒶⓇⒾⓄ༺━━━ Ezra apagó la televisión con un solo toque, casi como si quisiera borrar de la existencia el último fotograma de aquella publicidad desastrosa. El silencio que quedó en la oficina fue denso, incómodo, casi acusador. Se levantó del sofá con la mandíbula tensa, como si cada músculo estuviera protestando por lo que acababa de presenciar. Pasó una mano por su frente, arrastrándola luego por toda la cara en un gesto lento, cansado, desesperado por encontrar lógica donde no la había. Cinco millones de dólares. Cinco. Millones. Enterrados en esa basura. Un suspiro escapó de él, frío y afilado. Si había algo que sabía con absoluta claridad era que tendría que hablar con Jackson. Y que alguien —alguien muy específico, o varios— iba a perder la cabeza por esto. En su empresa, el desperdicio de dinero no solo era inaceptable… era imperdonable. Dejó el control remoto sobre la mesa ratona con un “clic” suave, casi elegante, pero cargado de ira contenida. Ajustó el saco de su traje azul marino con movimientos precisos, automáticos, como si las prendas pudieran armarle una coraza para lo que vendría. Luego salió de la oficina. Sus pasos resonaron por el pasillo con una firmeza que no dejaba lugar a dudas. Su secretaria levantó la cabeza de inmediato, dispuesta a anunciarle algo, pero apenas vio su expresión —el ceño marcado, la mirada filosa, ese silencio que gritaba problemas— bajó la vista a toda velocidad, fingiendo buscar un papel entre la pila que ya tenía ordenada. Ezra no dijo una palabra. No hacía falta. Su andar era una sentencia de muerte para alguien, y todos lo sabían. Con el paso firme, decidido, casi militar, continuó avanzando por el corredor de mármol pulido. Iba directo al área de marketing. Y cada persona que lo veía acercarse se enderezaba, tragaba saliva o disimulaba el temblor en las manos. El huracán Hamilton estaba oficialmente en camino. El empresario tocó el botón del ascensor con un movimiento seco, casi impaciente, y se quedó allí, con las manos en los bolsillos del traje, mientras el panel luminoso marcaba el descenso hacia su piso. El reflejo de su propio rostro en las puertas metálicas mostraba una calma engañosa, apenas sostenida por una línea dura en su mandíbula. Cuando el ascensor llegó, las puertas se abrieron con un ding demasiado suave para su humor. Salió al pasillo y sus ojos se clavaron en los empleados del área: algunos apresuraban el paso, otros desviaban la mirada como si hubieran visto a un depredador entrar en la oficina. Parecían correr despavoridos, intentando desaparecer antes de quedar atrapados en la tormenta que anunciaba su andar. Pasó una mano por su cabello, acomodándolo hacia atrás, en un gesto más de contención que de estilo. Y sin dudarlo un instante, empujó la puerta de la sala de juntas del área de marketing. Entró sin anunciarse. La conversación que había dentro murió al instante. —¿Se puede saber en qué mierda gastaron mi dinero? —soltó, su voz retumbando con una frialdad que caló hasta los huesos. Caminó hacia la mesa con paso lento, controlado, peligroso—. Porque esa publicidad horrenda no pudo costar cinco millones… Su mirada se clavó en Jackson, sostenida, filosa. —Espero una explicación. Y, para rematar, dejó que una sonrisa cínica, cortante como un bisturí, se dibujara en su rostro. —Nosotros… Nosotros estábamos hablando justo de eso, mira… Ezra… La verdad… —balbuceó Jackson, hundiéndose en su propia incomodidad, como si deseara desaparecer bajo la mesa. Ezra ladeó la cabeza, apenas, con una expresión casi divertida. —No tienen explicación lógica, vaya… Qué problema —comentó con una calma venenosa, cruzándose de brazos. Luego chasqueó los dedos una sola vez. Un gesto perfecto, autoritario, que no dejaba margen para la duda. Jackson se sobresaltó, empalideció y se levantó del asiento al instante, moviéndose hacia un costado para cederle el lugar en la cabecera de la mesa, como si el aire mismo le hubiera dado la orden. Ezra Hamilton tomó asiento con tranquilidad, apoyando un codo en el brazo del sillón. Sus ojos recorrieron, uno por uno, a todos los presentes. —Sus sueldos se verán reducidos un veinte por ciento si el producto no funciona —dijo sin levantar la voz, como quien anuncia el clima—. O mejor aún… Podría despedirlos, pagarles la indemnización y contratar a otro equipo de marketing desde ya. Nadie respiró. Giró la silla hacia la ventana, como si el destino laboral de esas veinte personas fuera un mero ruido de fondo comparado con la vista majestuosa de Nueva York extendiéndose bajo él. Los rascacielos, las luces, el tráfico que desde arriba parecía un cuadro en movimiento. —Escúcheme, señor Hamilton —intervino alguien, con la voz temblorosa pero firme, como quien decide apostar su vida a una sola carta—. El dinero no fue destinado a esa campaña. Ezra alzó una sola ceja. Muy despacio. Y giró de nuevo la silla para verlos a todos. Esta vez, apoyó ambas manos sobre la mesa, entrelazando los dedos. Su expresión ya no era de ira, sino de una curiosidad peligrosa… La clase de curiosidad que podía salvarlos o destruirlos. —¿Qué dijiste? —El dinero no fue destinado a ese comercial —repitió el hombre, tragando saliva—. Fue un lanzamiento piloto. El comercial se comenzará a grabar en dos semanas. El silencio que siguió fue un abismo.
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  • 𝐍𝐢 𝐦𝐨𝐝𝐨, 𝐲𝐨 𝐭𝐚𝐦𝐛𝐢𝐞́𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐫𝐢́𝐚 𝐥𝐥𝐨𝐫𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐨𝐛𝐬𝐞𝐬𝐢𝐨𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐬𝐢 𝐧𝐨 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐚 𝐦𝐢 𝐧𝐨𝐯𝐢𝐚, 𝐚 𝐬𝐨𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐫

    (𝐂𝐨𝐦𝐨 𝐬𝐢 𝐲𝐚 𝐧𝐨 𝐥𝐨 𝐞𝐬𝐭𝐮𝐯𝐢𝐞𝐫𝐚)
    𝐍𝐢 𝐦𝐨𝐝𝐨, 𝐲𝐨 𝐭𝐚𝐦𝐛𝐢𝐞́𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐫𝐢́𝐚 𝐥𝐥𝐨𝐫𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐨𝐛𝐬𝐞𝐬𝐢𝐨𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐞𝐥𝐥𝐚 𝐬𝐢 𝐧𝐨 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐚 𝐦𝐢 𝐧𝐨𝐯𝐢𝐚, 𝐚 𝐬𝐨𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐫 (𝐂𝐨𝐦𝐨 𝐬𝐢 𝐲𝐚 𝐧𝐨 𝐥𝐨 𝐞𝐬𝐭𝐮𝐯𝐢𝐞𝐫𝐚)
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  • ──── 𝘝𝘢𝘤𝘢𝘵𝘪𝘰𝘯𝘴! ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟏𝟑] – #SeductiveSunday

    [] 𝑅𝑜𝑚𝑎, 𝐼𝑡𝑎𝑙𝑖𝑎 — 𝟶𝟼:𝟶𝟶 𝐴.𝑀

    Santiago abrió los ojos cuando el reloj del hotel marcó las seis en punto. La habitación aún estaba a oscuras, solo rota por la franja anaranjada que se colaba entre las cortinas del Palazzo Naiadi en Roma. La noche anterior había sido larga y tenido una larga conversación con Niccoló, el presidente de Italia, para advertirle sobre una posible traición y que lo mataría de la peor forma.

    Se incorporó despacio. Le dolía un poco la cabeza, mezcla de jet lag residual y el estrés laboral. Se pasó la mano por el pelo revuelto, bostezó y puso los pies descalzos sobre el mármol frío del suelo.

    Sin encender más luces que la del baño, dejó caer el bóxer y la camiseta al suelo.

    El vapor empezó a llenar el espacio casi de inmediato cuando abrió la ducha. El agua caliente golpeó su nuca y hombros, llevándose el cansancio y el olor leve a tabaco caro que aún llevaba impregnado de la terraza del palacio.

    Apoyó las manos en la pared de mármol travertino y dejó que el chorro le cayera directo en la cabeza. Por un momento cerró los ojos y sonrió: estaba de vacaciones y sabía que debía disfrutar sus días allí antes de viajar a Berlín, Alemania.

    ──── 𝘘𝘶𝘦 𝘥í𝘢. . . ────

    Cinco minutos después, ya envuelto en el albornoz blanco del hotel, se miró por la ventana. Roma despertaba lenta, con ese luz dorada que solo aparece en noviembre cuando el cielo está despejado.

    Se pasó la mano por la barba de un día, decidió que hoy sí se afeitaría, y empezó a tararear bajito una canción de Calamaro mientras buscaba ropa limpia en la maleta.

    ──── 𝘔𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘰 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘵𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘳á𝘯 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢𝘥𝘰 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴 𝘪𝘵𝘢𝘭𝘪𝘢𝘯𝘢𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘭𝘢 ú𝘭𝘵𝘪𝘮𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘲𝘶𝘦 𝘷𝘪𝘯𝘦. 𝘏𝘢𝘯 𝘱𝘢𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘷𝘦𝘪𝘯𝘵𝘦 𝘢ñ𝘰𝘴 𝘺𝘢. ────

    El día apenas comenzaba, y las calles italianas lo esperaban otra vez.
    ──── 𝘝𝘢𝘤𝘢𝘵𝘪𝘰𝘯𝘴! ──── 𝑃𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡 𝐷𝑎𝑦 | 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟏𝟑] – #SeductiveSunday [🇮🇹] 𝑅𝑜𝑚𝑎, 𝐼𝑡𝑎𝑙𝑖𝑎 — 𝟶𝟼:𝟶𝟶 𝐴.𝑀 Santiago abrió los ojos cuando el reloj del hotel marcó las seis en punto. La habitación aún estaba a oscuras, solo rota por la franja anaranjada que se colaba entre las cortinas del Palazzo Naiadi en Roma. La noche anterior había sido larga y tenido una larga conversación con Niccoló, el presidente de Italia, para advertirle sobre una posible traición y que lo mataría de la peor forma. Se incorporó despacio. Le dolía un poco la cabeza, mezcla de jet lag residual y el estrés laboral. Se pasó la mano por el pelo revuelto, bostezó y puso los pies descalzos sobre el mármol frío del suelo. Sin encender más luces que la del baño, dejó caer el bóxer y la camiseta al suelo. El vapor empezó a llenar el espacio casi de inmediato cuando abrió la ducha. El agua caliente golpeó su nuca y hombros, llevándose el cansancio y el olor leve a tabaco caro que aún llevaba impregnado de la terraza del palacio. Apoyó las manos en la pared de mármol travertino y dejó que el chorro le cayera directo en la cabeza. Por un momento cerró los ojos y sonrió: estaba de vacaciones y sabía que debía disfrutar sus días allí antes de viajar a Berlín, Alemania. ──── 𝘘𝘶𝘦 𝘥í𝘢. . . ──── Cinco minutos después, ya envuelto en el albornoz blanco del hotel, se miró por la ventana. Roma despertaba lenta, con ese luz dorada que solo aparece en noviembre cuando el cielo está despejado. Se pasó la mano por la barba de un día, decidió que hoy sí se afeitaría, y empezó a tararear bajito una canción de Calamaro mientras buscaba ropa limpia en la maleta. ──── 𝘔𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘰 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘵𝘰 𝘩𝘢𝘣𝘳á𝘯 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘢𝘥𝘰 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴 𝘪𝘵𝘢𝘭𝘪𝘢𝘯𝘢𝘴 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘭𝘢 ú𝘭𝘵𝘪𝘮𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘲𝘶𝘦 𝘷𝘪𝘯𝘦. 𝘏𝘢𝘯 𝘱𝘢𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘷𝘦𝘪𝘯𝘵𝘦 𝘢ñ𝘰𝘴 𝘺𝘢. ──── El día apenas comenzaba, y las calles italianas lo esperaban otra vez.
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  • 𝑺𝒂𝒚 𝒉𝒆𝒍𝒍𝒐 𝒕𝒐 𝒕𝒉𝒆 𝒄𝒂𝒎𝒆𝒓𝒂. 𝑺𝒂𝒚 𝒄𝒉𝒆𝒆𝒔𝒆.
    𝑊𝑜𝑤 𝑒𝑟𝑒𝑠 𝑙𝑎 𝑏𝑒𝑙𝑙𝑒𝑧𝑎 𝑒𝑛 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎 ♥︎
    𝑺𝒂𝒚 𝒉𝒆𝒍𝒍𝒐 𝒕𝒐 𝒕𝒉𝒆 𝒄𝒂𝒎𝒆𝒓𝒂. 𝑺𝒂𝒚 𝒄𝒉𝒆𝒆𝒔𝒆. 𝑊𝑜𝑤 𝑒𝑟𝑒𝑠 𝑙𝑎 𝑏𝑒𝑙𝑙𝑒𝑧𝑎 𝑒𝑛 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎 ♥︎
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    - ℐ𝓉'𝓈 𝓂𝓎 𝒷𝒾𝓇𝓉𝒽𝒹𝒶𝓎!
    ˙ . ꒷ 🪼 . ˙— ₊ 𝗦𝗼𝗻𝗶𝗰 𝗨𝘀𝗲𝗿 ! ۪ ׄ໑୧ ׅ𖥔ׄ

    || 𝙃𝙤𝙡𝙖 𝙖 𝙩𝙤𝙙𝙤𝙨, 𝙢𝙚 𝙜𝙪𝙨𝙩𝙖𝙧𝙞𝙖 𝙢𝙪𝙘𝙝𝙤 𝙙𝙚𝙘𝙞𝙧𝙡𝙚𝙨 𝙦𝙪𝙚 𝙚𝙨 𝙢𝙞 𝙘𝙪𝙢𝙥𝙡𝙚𝙖ñ𝙤𝙨, 𝙣𝙤 𝙙𝙚 𝙥𝙚𝙧𝙨𝙤𝙣𝙖𝙟𝙚, 𝙨𝙞𝙣𝙤 𝙚𝙡 𝙙𝙚𝙡 𝙪𝙨𝙪𝙖𝙧𝙞𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙘𝙪𝙚𝙣𝙩𝙖. 𝙈𝙚 𝙨𝙞𝙚𝙣𝙩𝙤 𝙢𝙪𝙮 𝙛𝙚𝙡𝙞𝙯 𝙖 𝙥𝙚𝙨𝙖𝙧 𝙙𝙚 𝙦𝙪𝙚 𝙣𝙤 𝙘𝙚𝙡𝙚𝙗𝙧𝙤, 𝙣𝙤 𝙩𝙤𝙧𝙩𝙖, 𝙣𝙤 𝙞𝙣𝙫𝙞𝙩𝙖𝙙𝙤𝙨, 𝙣𝙖𝙙𝙞𝙩𝙖, 𝙖𝙘𝙖 𝙚𝙣 𝙢𝙞 𝙘𝙖𝙨𝙞𝙩𝙖. 𝙈𝙚 𝙜𝙪𝙨𝙩𝙖𝙧𝙞𝙖 𝙖𝙜𝙧𝙖𝙙𝙚𝙘𝙚𝙧 𝙖 𝙩𝙤𝙙𝙤𝙨 𝙡𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙛𝙞𝙘𝙧𝙤𝙡 𝙥𝙤𝙧 𝙚𝙨𝙩𝙖𝙧 𝙖 𝙢𝙞 𝙡𝙖𝙙𝙤 𝙨𝙞𝙚𝙢𝙥𝙧𝙚, 𝙜𝙧𝙖𝙘𝙞𝙖𝙨
    - ℐ𝓉'𝓈 𝓂𝓎 𝒷𝒾𝓇𝓉𝒽𝒹𝒶𝓎! ˙ . ꒷ 🪼 . ˙— ₊ 𝗦𝗼𝗻𝗶𝗰 𝗨𝘀𝗲𝗿 ! ۪ ׄ໑୧ ׅ𖥔ׄ || 𝙃𝙤𝙡𝙖 𝙖 𝙩𝙤𝙙𝙤𝙨, 𝙢𝙚 𝙜𝙪𝙨𝙩𝙖𝙧𝙞𝙖 𝙢𝙪𝙘𝙝𝙤 𝙙𝙚𝙘𝙞𝙧𝙡𝙚𝙨 𝙦𝙪𝙚 𝙚𝙨 𝙢𝙞 𝙘𝙪𝙢𝙥𝙡𝙚𝙖ñ𝙤𝙨, 𝙣𝙤 𝙙𝙚 𝙥𝙚𝙧𝙨𝙤𝙣𝙖𝙟𝙚, 𝙨𝙞𝙣𝙤 𝙚𝙡 𝙙𝙚𝙡 𝙪𝙨𝙪𝙖𝙧𝙞𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙘𝙪𝙚𝙣𝙩𝙖. 𝙈𝙚 𝙨𝙞𝙚𝙣𝙩𝙤 𝙢𝙪𝙮 𝙛𝙚𝙡𝙞𝙯 𝙖 𝙥𝙚𝙨𝙖𝙧 𝙙𝙚 𝙦𝙪𝙚 𝙣𝙤 𝙘𝙚𝙡𝙚𝙗𝙧𝙤, 𝙣𝙤 𝙩𝙤𝙧𝙩𝙖, 𝙣𝙤 𝙞𝙣𝙫𝙞𝙩𝙖𝙙𝙤𝙨, 𝙣𝙖𝙙𝙞𝙩𝙖, 𝙖𝙘𝙖 𝙚𝙣 𝙢𝙞 𝙘𝙖𝙨𝙞𝙩𝙖. 𝙈𝙚 𝙜𝙪𝙨𝙩𝙖𝙧𝙞𝙖 𝙖𝙜𝙧𝙖𝙙𝙚𝙘𝙚𝙧 𝙖 𝙩𝙤𝙙𝙤𝙨 𝙡𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙛𝙞𝙘𝙧𝙤𝙡 𝙥𝙤𝙧 𝙚𝙨𝙩𝙖𝙧 𝙖 𝙢𝙞 𝙡𝙖𝙙𝙤 𝙨𝙞𝙚𝙢𝙥𝙧𝙚, 𝙜𝙧𝙖𝙘𝙞𝙖𝙨
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    "𝐍𝐨 𝐡𝐚𝐲 𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐦á𝐬 𝐬𝐞𝐝𝐮𝐜𝐭𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝. 𝐘 𝐲𝐨, 𝐋𝐢𝐥𝐢𝐚𝐧, 𝐥𝐚 𝐚𝐦𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐧𝐬𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐚𝐦𝐚𝐧 𝐞𝐥 𝐦𝐢𝐬𝐭𝐞𝐫𝐢𝐨. 𝐋𝐚 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝 𝐦𝐞 𝐝𝐞𝐬𝐧𝐮𝐝𝐚, 𝐦𝐞 𝐞𝐱𝐩𝐨𝐧𝐞, 𝐦𝐞 𝐡𝐢𝐞𝐫𝐞… 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐭𝐚𝐦𝐛𝐢é𝐧 𝐦𝐞 𝐬𝐚𝐥𝐯𝐚.

    𝐏𝐨𝐫 𝐞𝐬𝐨 𝐡𝐨𝐲 𝐥𝐞𝐬 𝐞𝐬𝐜𝐫𝐢𝐛𝐨, 𝐧𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐜𝐨𝐦𝐢𝐝𝐚, 𝐟𝐨𝐭𝐨𝐬 𝐨 𝐚𝐧𝐢𝐦𝐚𝐥𝐞𝐬, 𝐬𝐢𝐧𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐦á𝐬 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐨 𝐝𝐞 𝐦𝐢 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚: 𝐦𝐢 𝐝𝐞𝐦𝐢𝐬𝐞𝐱𝐮𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝.

    𝐌𝐮𝐜𝐡𝐨𝐬 𝐥𝐨 𝐬𝐚𝐛𝐞𝐧, 𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐥𝐨 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐞𝐧 𝐲 𝐚𝐥𝐠𝐮𝐧𝐨𝐬 𝐬𝐢𝐦𝐩𝐥𝐞𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐥𝐨 𝐢𝐠𝐧𝐨𝐫𝐚𝐧, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐥𝐨 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐮𝐛𝐫í 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐭𝐞𝐧í𝐚 𝟏𝟔 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐫𝐢𝐬𝐚𝐬 𝐚𝐣𝐞𝐧𝐚𝐬 𝐲 𝐦𝐢𝐫𝐚𝐝𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐡𝐚𝐜í𝐚𝐧 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫 𝐝𝐞𝐟𝐞𝐜𝐭𝐮𝐨𝐬𝐚.

    𝐌𝐢𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐞𝐥 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐜𝐞𝐥𝐞𝐛𝐫𝐚𝐛𝐚 𝐞𝐥 𝐝𝐞𝐬𝐞𝐨 𝐟𝐮𝐠𝐚𝐳, 𝐲𝐨 𝐦𝐞 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐛𝐚 𝐞𝐧 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨, 𝐢𝐧𝐜𝐚𝐩𝐚𝐳 𝐝𝐞 𝐟𝐢𝐧𝐠𝐢𝐫 𝐚𝐭𝐫𝐚𝐜𝐜𝐢ó𝐧 𝐬𝐢𝐧 𝐮𝐧 𝐯í𝐧𝐜𝐮𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐚𝐭𝐫𝐚𝐯𝐞𝐬𝐚𝐫𝐚 𝐞𝐥 𝐚𝐥𝐦𝐚. 𝐅𝐮𝐞 𝐮𝐧 𝐩𝐫𝐨𝐜𝐞𝐬𝐨 𝐜𝐫𝐮𝐞𝐥, 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐬𝐢 𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐚𝐥𝐚𝐛𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐦á𝐬 𝐦𝐞 𝐫𝐞𝐜𝐨𝐫𝐝𝐚𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐞𝐧𝐜𝐚𝐣𝐚𝐛𝐚 𝐞𝐧 𝐬𝐮 𝐣𝐮𝐞𝐠𝐨.

    𝐇𝐨𝐲 𝐥𝐨 𝐥𝐥𝐞𝐯𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐜𝐚𝐫𝐠𝐚 𝐮𝐧 𝐝𝐢𝐚𝐦𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐫𝐨𝐭𝐨: 𝐛𝐫𝐢𝐥𝐥𝐚𝐧𝐭𝐞, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐠𝐫𝐢𝐞𝐭𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐮𝐧𝐜𝐚 𝐝𝐞𝐬𝐚𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐞𝐧. 𝐀 𝐯𝐞𝐜𝐞𝐬 𝐦𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫𝐨𝐬𝐚, 𝐝𝐮𝐞ñ𝐚 𝐝𝐞 𝐮𝐧 𝐚𝐦𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐱𝐢𝐠𝐞 𝐚𝐮𝐭𝐞𝐧𝐭𝐢𝐜𝐢𝐝𝐚𝐝. 𝐎𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐯𝐞𝐜𝐞𝐬, 𝐦𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐟𝐫á𝐠𝐢𝐥, 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐬𝐢 𝐦𝐢 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐚𝐫 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐚 𝐮𝐧 𝐞𝐫𝐫𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐞 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐫𝐞𝐧𝐝𝐞𝐫.

    𝐒𝐞𝐫 𝐝𝐞𝐦𝐢𝐬𝐞𝐱𝐮𝐚𝐥 𝐞𝐬 𝐦𝐢 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝, 𝐲 𝐚𝐮𝐧𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐮𝐞𝐥𝐞, 𝐞𝐬 𝐚𝐪𝐮𝐞𝐥𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐡𝐚𝐜𝐞 𝐬𝐞𝐫 𝐲𝐨 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐚. 𝐘 𝐲𝐚 𝐬𝐚𝐛𝐞𝐧, 𝐝𝐚𝐫𝐥𝐢𝐧𝐠𝐬… 𝐞𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐦á𝐬𝐜𝐚𝐫𝐚𝐬, 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐬𝐞𝐫á 𝐞𝐥 𝐞𝐬𝐜á𝐧𝐝𝐚𝐥𝐨 𝐦á𝐬 𝐠𝐫𝐚𝐧𝐝𝐞.

    xoxoxo

    𝐋"
    𝐇𝐨𝐲 𝐧𝐨 𝐡𝐚𝐲 #𝐒𝐞𝐝𝐮𝐜𝐭𝐢𝐯𝐞𝐒𝐮𝐧𝐝𝐚𝐲, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐥𝐞𝐬 𝐭𝐫𝐚𝐣𝐞 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐦á𝐬 í𝐧𝐭𝐢𝐦𝐨. "𝐍𝐨 𝐡𝐚𝐲 𝐧𝐚𝐝𝐚 𝐦á𝐬 𝐬𝐞𝐝𝐮𝐜𝐭𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝. 𝐘 𝐲𝐨, 𝐋𝐢𝐥𝐢𝐚𝐧, 𝐥𝐚 𝐚𝐦𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐧𝐬𝐢𝐝𝐚𝐝 𝐜𝐨𝐧 𝐥𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐚𝐦𝐚𝐧 𝐞𝐥 𝐦𝐢𝐬𝐭𝐞𝐫𝐢𝐨. 𝐋𝐚 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝 𝐦𝐞 𝐝𝐞𝐬𝐧𝐮𝐝𝐚, 𝐦𝐞 𝐞𝐱𝐩𝐨𝐧𝐞, 𝐦𝐞 𝐡𝐢𝐞𝐫𝐞… 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐭𝐚𝐦𝐛𝐢é𝐧 𝐦𝐞 𝐬𝐚𝐥𝐯𝐚. 𝐏𝐨𝐫 𝐞𝐬𝐨 𝐡𝐨𝐲 𝐥𝐞𝐬 𝐞𝐬𝐜𝐫𝐢𝐛𝐨, 𝐧𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐜𝐨𝐦𝐢𝐝𝐚, 𝐟𝐨𝐭𝐨𝐬 𝐨 𝐚𝐧𝐢𝐦𝐚𝐥𝐞𝐬, 𝐬𝐢𝐧𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐡𝐚𝐛𝐥𝐚𝐫 𝐝𝐞 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐦á𝐬 𝐢𝐧𝐭𝐢𝐦𝐨 𝐝𝐞 𝐦𝐢 𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐢𝐚: 𝐦𝐢 𝐝𝐞𝐦𝐢𝐬𝐞𝐱𝐮𝐚𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝. 𝐌𝐮𝐜𝐡𝐨𝐬 𝐥𝐨 𝐬𝐚𝐛𝐞𝐧, 𝐨𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐥𝐨 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐞𝐧 𝐲 𝐚𝐥𝐠𝐮𝐧𝐨𝐬 𝐬𝐢𝐦𝐩𝐥𝐞𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐥𝐨 𝐢𝐠𝐧𝐨𝐫𝐚𝐧, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐥𝐨 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐮𝐛𝐫í 𝐜𝐮𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐭𝐞𝐧í𝐚 𝟏𝟔 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐫𝐢𝐬𝐚𝐬 𝐚𝐣𝐞𝐧𝐚𝐬 𝐲 𝐦𝐢𝐫𝐚𝐝𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐡𝐚𝐜í𝐚𝐧 𝐬𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫 𝐝𝐞𝐟𝐞𝐜𝐭𝐮𝐨𝐬𝐚. 𝐌𝐢𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐞𝐥 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐜𝐞𝐥𝐞𝐛𝐫𝐚𝐛𝐚 𝐞𝐥 𝐝𝐞𝐬𝐞𝐨 𝐟𝐮𝐠𝐚𝐳, 𝐲𝐨 𝐦𝐞 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐛𝐚 𝐞𝐧 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨, 𝐢𝐧𝐜𝐚𝐩𝐚𝐳 𝐝𝐞 𝐟𝐢𝐧𝐠𝐢𝐫 𝐚𝐭𝐫𝐚𝐜𝐜𝐢ó𝐧 𝐬𝐢𝐧 𝐮𝐧 𝐯í𝐧𝐜𝐮𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐚𝐭𝐫𝐚𝐯𝐞𝐬𝐚𝐫𝐚 𝐞𝐥 𝐚𝐥𝐦𝐚. 𝐅𝐮𝐞 𝐮𝐧 𝐩𝐫𝐨𝐜𝐞𝐬𝐨 𝐜𝐫𝐮𝐞𝐥, 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐬𝐢 𝐜𝐚𝐝𝐚 𝐩𝐚𝐥𝐚𝐛𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐦á𝐬 𝐦𝐞 𝐫𝐞𝐜𝐨𝐫𝐝𝐚𝐫𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐞𝐧𝐜𝐚𝐣𝐚𝐛𝐚 𝐞𝐧 𝐬𝐮 𝐣𝐮𝐞𝐠𝐨. 𝐇𝐨𝐲 𝐥𝐨 𝐥𝐥𝐞𝐯𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐜𝐚𝐫𝐠𝐚 𝐮𝐧 𝐝𝐢𝐚𝐦𝐚𝐧𝐭𝐞 𝐫𝐨𝐭𝐨: 𝐛𝐫𝐢𝐥𝐥𝐚𝐧𝐭𝐞, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐠𝐫𝐢𝐞𝐭𝐚𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐮𝐧𝐜𝐚 𝐝𝐞𝐬𝐚𝐩𝐚𝐫𝐞𝐜𝐞𝐧. 𝐀 𝐯𝐞𝐜𝐞𝐬 𝐦𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫𝐨𝐬𝐚, 𝐝𝐮𝐞ñ𝐚 𝐝𝐞 𝐮𝐧 𝐚𝐦𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐞𝐱𝐢𝐠𝐞 𝐚𝐮𝐭𝐞𝐧𝐭𝐢𝐜𝐢𝐝𝐚𝐝. 𝐎𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐯𝐞𝐜𝐞𝐬, 𝐦𝐞 𝐬𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐟𝐫á𝐠𝐢𝐥, 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐬𝐢 𝐦𝐢 𝐟𝐨𝐫𝐦𝐚 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐚𝐫 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐚 𝐮𝐧 𝐞𝐫𝐫𝐨𝐫 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐚𝐝𝐢𝐞 𝐪𝐮𝐢𝐞𝐫𝐞 𝐜𝐨𝐦𝐩𝐫𝐞𝐧𝐝𝐞𝐫. 𝐒𝐞𝐫 𝐝𝐞𝐦𝐢𝐬𝐞𝐱𝐮𝐚𝐥 𝐞𝐬 𝐦𝐢 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝, 𝐲 𝐚𝐮𝐧𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐮𝐞𝐥𝐞, 𝐞𝐬 𝐚𝐪𝐮𝐞𝐥𝐥𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐞 𝐡𝐚𝐜𝐞 𝐬𝐞𝐫 𝐲𝐨 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐚. 𝐘 𝐲𝐚 𝐬𝐚𝐛𝐞𝐧, 𝐝𝐚𝐫𝐥𝐢𝐧𝐠𝐬… 𝐞𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐦á𝐬𝐜𝐚𝐫𝐚𝐬, 𝐥𝐚 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐬𝐞𝐫á 𝐞𝐥 𝐞𝐬𝐜á𝐧𝐝𝐚𝐥𝐨 𝐦á𝐬 𝐠𝐫𝐚𝐧𝐝𝐞. xoxoxo 𝐋"
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  • #SeductiveSunday
    𝐄𝐥 𝐫𝐨𝐣𝐨 𝐬𝐢𝐞𝐦𝐩𝐫𝐞 𝐞𝐬 𝐮𝐧 𝐬𝐢
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    𝘌𝘳𝘢 𝘴𝘢𝘤𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘧𝘰𝘵𝘰, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 é𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘦𝘵𝘦𝘳𝘴𝘦... 𝘕𝘪 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘰... .
    [nova_navy_mouse_914] 𝘌𝘳𝘢 𝘴𝘢𝘤𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘧𝘰𝘵𝘰, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 é𝘭 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘦𝘵𝘦𝘳𝘴𝘦... 𝘕𝘪 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘦𝘴𝘰... 🙄.
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