• Nuestra Boda 💒
    Fandom El que sea
    Categoría Romance
    En el cálido atardecer bañado por una suave brisa, el jardín estaba impecablemente decorado, cada detalle reflejaba el amor y la ilusión de Ángela y Alessia.

    Las flores aromáticas parecían susurrar promesas y los rayos dorados del sol acariciaban los rostros de los invitados, y las madrinas Thalya, Olivia y la hermana de Constantin y el ya mencionado padrino, quienes con sonrisas y emocionados abrazos estaban llegando, llenando el espacio de esa energía especial que solo un momento tan esperado puede generar.
    Coquetos arreglos de luces colgaban entre las ramas de los árboles, creando un ambiente íntimo y mágico. La música suave acompañaba el murmullo alegre de conversaciones y risas contenidas, mientras las últimas copas de vino se alzaban en brindis anticipados.

    Sin embargo, entre todos los rostros radiantes y vestidos de gala, había una ausencia que marcaba el ritmo de los latidos: la esperada Alessia aún no hacía su entrada, y el silencio cargado de esperanza se mezclaba con la dulce ansiedad en el corazón de Ángela, quien esperaba con la mirada llena de amor que su novia cruzara finalmente el umbral para comenzar juntos ese nuevo capítulo de sus vidas.
    En el cálido atardecer bañado por una suave brisa, el jardín estaba impecablemente decorado, cada detalle reflejaba el amor y la ilusión de Ángela y Alessia. Las flores aromáticas parecían susurrar promesas y los rayos dorados del sol acariciaban los rostros de los invitados, y las madrinas Thalya, Olivia y la hermana de Constantin y el ya mencionado padrino, quienes con sonrisas y emocionados abrazos estaban llegando, llenando el espacio de esa energía especial que solo un momento tan esperado puede generar. Coquetos arreglos de luces colgaban entre las ramas de los árboles, creando un ambiente íntimo y mágico. La música suave acompañaba el murmullo alegre de conversaciones y risas contenidas, mientras las últimas copas de vino se alzaban en brindis anticipados. Sin embargo, entre todos los rostros radiantes y vestidos de gala, había una ausencia que marcaba el ritmo de los latidos: la esperada Alessia aún no hacía su entrada, y el silencio cargado de esperanza se mezclaba con la dulce ansiedad en el corazón de Ángela, quien esperaba con la mirada llena de amor que su novia cruzara finalmente el umbral para comenzar juntos ese nuevo capítulo de sus vidas.
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    Grupal
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  • El serafín se despertó. Los rayos del sol se filtraban a través de la ventana, proyectando la sombra de unas plantas.

    Parpadeó varias veces, enfocando su vista. La cabeza le daba vueltas, incluso tenía ganas de vomitar. Se incorporó despacio, rascándose la cabeza, sus cabellos rubios desordenados, algo impropio de él.

    Este entró en pánico al mirar de un lado a otro. No reconocía el lugar. Todo estaba limpio, ordenado al milímetro. De pronto se fijó en la mesilla de noche. Ahí había un vaso de agua, con algo dulce y una naranja. Al lado, una nota.

    Este tomó el papel y en ese momento se dio cuenta de que no llevaba puestos sus guantes. En ese momento comenzó a tener pequeños flashbacks sobre la noche anterior. Apenas imágenes sueltas. Se palpó el cuello, notando quemazón allí donde su cuerpo había sido profanado. Le dio asco, tanto que no pudo evitar que sus ojos se vieran inundados en lágrimas.

    En tonces lo recordó...~ Eunwoo Kim ....~.

    Se dispuso a leer la carta con una velocidad con la que desconocía que podía hacerlo. Dejó la carta a un lado y, aún con el cuerpo entumecido, salió de la cama. No conocía la casa, pero tenía que dar con él, saber que estaba bien, que no le hubiese robado ni un solo segundo de vida.

    Elorien se sujetaba a cada marco de puerta, a cada pared a su alcance, para no caer al suelo. Se encontraba tan débil que sus piernas eran incapaces de sostener su peso al completo. Hasta que, al fin, localizó al joven Eunwoo.

    Dormía en el sofá, con una serenidad imperturbable. Elorien se acercó, sin hacer ruido. Se sentó en el suelo junto al mueble donde el coreano dormía. Era tan hermoso... El ángel apoyó su cabeza sobre el sofá, quedando su rostro justo en frente del de Eunwoo. Se quedó ahí, mirándolo en silencio durante unos largos segundos, admirando una belleza que era casi irreal. Le gustaba su lunar, lo hacía aún más único, y ese pensamiento le hizo dibujar una tonta sonrisa.

    Elorien elevó su mano, y con sumo cuidado, sin tocar lo más mínimo su piel, apartó algunos de sus cabellos de la frente del pelinegro. Eran suaves y olían igual de bien que el resto de él. Quizás verlo así, mientras dormía, tan vulnerable, parecía un acto que solo un acosador o psicópata haría. Pero le daba igual, quería que el tiempo se congelara en aquel instante, hacer lo efímero eterno.

    Eunwoo lo había ido a buscar. A pesar de no conocerlo apenas, arriesgó su vida para rescatarlo. Tenía miedo de que despertara, de que le preguntara por qué aquel desgraciado había muerto de forma tan fulminante, y que al saber la verdad ya no quisiera que volviesen a verse nunca más.
    El serafín se despertó. Los rayos del sol se filtraban a través de la ventana, proyectando la sombra de unas plantas. Parpadeó varias veces, enfocando su vista. La cabeza le daba vueltas, incluso tenía ganas de vomitar. Se incorporó despacio, rascándose la cabeza, sus cabellos rubios desordenados, algo impropio de él. Este entró en pánico al mirar de un lado a otro. No reconocía el lugar. Todo estaba limpio, ordenado al milímetro. De pronto se fijó en la mesilla de noche. Ahí había un vaso de agua, con algo dulce y una naranja. Al lado, una nota. Este tomó el papel y en ese momento se dio cuenta de que no llevaba puestos sus guantes. En ese momento comenzó a tener pequeños flashbacks sobre la noche anterior. Apenas imágenes sueltas. Se palpó el cuello, notando quemazón allí donde su cuerpo había sido profanado. Le dio asco, tanto que no pudo evitar que sus ojos se vieran inundados en lágrimas. En tonces lo recordó...~ [whisper_scarlet_hawk_977] ....~. Se dispuso a leer la carta con una velocidad con la que desconocía que podía hacerlo. Dejó la carta a un lado y, aún con el cuerpo entumecido, salió de la cama. No conocía la casa, pero tenía que dar con él, saber que estaba bien, que no le hubiese robado ni un solo segundo de vida. Elorien se sujetaba a cada marco de puerta, a cada pared a su alcance, para no caer al suelo. Se encontraba tan débil que sus piernas eran incapaces de sostener su peso al completo. Hasta que, al fin, localizó al joven Eunwoo. Dormía en el sofá, con una serenidad imperturbable. Elorien se acercó, sin hacer ruido. Se sentó en el suelo junto al mueble donde el coreano dormía. Era tan hermoso... El ángel apoyó su cabeza sobre el sofá, quedando su rostro justo en frente del de Eunwoo. Se quedó ahí, mirándolo en silencio durante unos largos segundos, admirando una belleza que era casi irreal. Le gustaba su lunar, lo hacía aún más único, y ese pensamiento le hizo dibujar una tonta sonrisa. Elorien elevó su mano, y con sumo cuidado, sin tocar lo más mínimo su piel, apartó algunos de sus cabellos de la frente del pelinegro. Eran suaves y olían igual de bien que el resto de él. Quizás verlo así, mientras dormía, tan vulnerable, parecía un acto que solo un acosador o psicópata haría. Pero le daba igual, quería que el tiempo se congelara en aquel instante, hacer lo efímero eterno. Eunwoo lo había ido a buscar. A pesar de no conocerlo apenas, arriesgó su vida para rescatarlo. Tenía miedo de que despertara, de que le preguntara por qué aquel desgraciado había muerto de forma tan fulminante, y que al saber la verdad ya no quisiera que volviesen a verse nunca más.
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  • La nieve cae lenta, el espacio contiene el aliento, no hay viento ni brisa en este amanecer.

    Entre las lápidas cubiertas de escarcha, avanza en silencio, envuelto en un abrigo remendado que apenas contiene el frío. Más grande que muchos hombres, más pesado y fuerte que cualquiera de ellos. Sus huellas son profundas, disparejas, pesadas y lentas.

    𝘌𝘭 𝘣𝘰𝘴𝘲𝘶𝘦 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦.

    Allí donde antes anidaban aves y corrían arroyos, ahora se alzan columnas de humo y ladrillo. Las bestias han huido; los hombres, en cambio, se multiplican como gusanos enfermos que devoran todo lo bello de esta tierra.

    Y el Monstruo, si es que merece este nombre más que los otros, encontró refugio entre los muertos.

    Los muertos, al menos, no gritan.
    No insultan.
    No disparan.
    No lastiman.

    Al llegar al centro de la parcela, se encuentra con ella tal y como en cada amanecer desde que llegó al cementerio; un ángel de mármol, alas extendidas, mirada perdida, cubierto por una fina capa de escarcha blanca, mil diamantes que no hacen justicia a la belleza de la talla.

    El rostro es sereno, con los labios entreabiertos como si aún susurrara una plegaria, como si la piedra orara con amor.
    Él se queda mirándola hasta que la neblina del alba empieza a teñirse de rosa.

    ▬▬▬ 𝙴𝚛𝚎𝚜 𝚑𝚎𝚛𝚖𝚘𝚜𝚊… ▬▬▬murmura, la voz ronca suena temerosa de romper el silencio▬▬▬ 𝚃𝚊𝚗 𝚋𝚎𝚕𝚕𝚊… 𝚚𝚞𝚎 𝚍𝚞𝚎𝚕𝚎... 𝚖𝚒𝚛𝚊𝚛𝚝𝚎...

    Tiende una mano, sus largos dedos tiemblan y las yemas rozan el mármol helado como mil noches anhelo tocar la tibia piel de una mujer.
    Por un instante, el frío le parece calor.
    Por un instante, cree que aquel ángel lo ve.

    ▬▬▬ 𝚂𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎𝚜 𝚝𝚒𝚎𝚗𝚎𝚗 𝚊𝚕𝚖𝚊𝚜… ▬▬▬susurra▬▬▬, 𝚚𝚞𝚒𝚣á𝚜 𝚝ú 𝚐𝚞𝚊𝚛𝚍𝚎𝚜 𝚕𝚊 𝚖í𝚊... 𝙻𝚊 𝚚𝚞𝚎 𝚖𝚒 𝚌𝚛𝚎𝚊𝚍𝚘𝚛 𝚘𝚕𝚟𝚒𝚍ó 𝚍𝚊𝚛𝚖𝚎.

    Un repentino soplo de viento le arrebata la capucha y la nieve arde sobre su piel.
    Entre los cristales de hielo, un hilo de luz acaricia la estatua.
    El ángel sigue orando.

    Él sonríe, apenas, con una ternura imposible en un rostro tan remendado.

    ▬▬▬ 𝚂𝚒 𝚙𝚞𝚍𝚒𝚎𝚛𝚊 𝚜𝚘ñ𝚊𝚛… 𝚜𝚘ñ𝚊𝚛í𝚊 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚒𝚐𝚘... ¿𝙲𝚘𝚗 𝚚𝚞é 𝚜𝚞𝚎ñ𝚊𝚗 𝚕𝚘𝚜 á𝚗𝚐𝚎𝚕𝚎𝚜... 𝚎𝚗 𝚎𝚕 𝚌𝚒𝚎𝚕𝚘?
    La nieve cae lenta, el espacio contiene el aliento, no hay viento ni brisa en este amanecer. Entre las lápidas cubiertas de escarcha, avanza en silencio, envuelto en un abrigo remendado que apenas contiene el frío. Más grande que muchos hombres, más pesado y fuerte que cualquiera de ellos. Sus huellas son profundas, disparejas, pesadas y lentas. 𝘌𝘭 𝘣𝘰𝘴𝘲𝘶𝘦 𝘺𝘢 𝘯𝘰 𝘦𝘹𝘪𝘴𝘵𝘦. Allí donde antes anidaban aves y corrían arroyos, ahora se alzan columnas de humo y ladrillo. Las bestias han huido; los hombres, en cambio, se multiplican como gusanos enfermos que devoran todo lo bello de esta tierra. Y el Monstruo, si es que merece este nombre más que los otros, encontró refugio entre los muertos. Los muertos, al menos, no gritan. No insultan. No disparan. No lastiman. Al llegar al centro de la parcela, se encuentra con ella tal y como en cada amanecer desde que llegó al cementerio; un ángel de mármol, alas extendidas, mirada perdida, cubierto por una fina capa de escarcha blanca, mil diamantes que no hacen justicia a la belleza de la talla. El rostro es sereno, con los labios entreabiertos como si aún susurrara una plegaria, como si la piedra orara con amor. Él se queda mirándola hasta que la neblina del alba empieza a teñirse de rosa. ▬▬▬ 𝙴𝚛𝚎𝚜 𝚑𝚎𝚛𝚖𝚘𝚜𝚊… ▬▬▬murmura, la voz ronca suena temerosa de romper el silencio▬▬▬ 𝚃𝚊𝚗 𝚋𝚎𝚕𝚕𝚊… 𝚚𝚞𝚎 𝚍𝚞𝚎𝚕𝚎... 𝚖𝚒𝚛𝚊𝚛𝚝𝚎... Tiende una mano, sus largos dedos tiemblan y las yemas rozan el mármol helado como mil noches anhelo tocar la tibia piel de una mujer. Por un instante, el frío le parece calor. Por un instante, cree que aquel ángel lo ve. ▬▬▬ 𝚂𝚒 𝚕𝚘𝚜 𝚑𝚘𝚖𝚋𝚛𝚎𝚜 𝚝𝚒𝚎𝚗𝚎𝚗 𝚊𝚕𝚖𝚊𝚜… ▬▬▬susurra▬▬▬, 𝚚𝚞𝚒𝚣á𝚜 𝚝ú 𝚐𝚞𝚊𝚛𝚍𝚎𝚜 𝚕𝚊 𝚖í𝚊... 𝙻𝚊 𝚚𝚞𝚎 𝚖𝚒 𝚌𝚛𝚎𝚊𝚍𝚘𝚛 𝚘𝚕𝚟𝚒𝚍ó 𝚍𝚊𝚛𝚖𝚎. Un repentino soplo de viento le arrebata la capucha y la nieve arde sobre su piel. Entre los cristales de hielo, un hilo de luz acaricia la estatua. El ángel sigue orando. Él sonríe, apenas, con una ternura imposible en un rostro tan remendado. ▬▬▬ 𝚂𝚒 𝚙𝚞𝚍𝚒𝚎𝚛𝚊 𝚜𝚘ñ𝚊𝚛… 𝚜𝚘ñ𝚊𝚛í𝚊 𝚌𝚘𝚗𝚝𝚒𝚐𝚘... ¿𝙲𝚘𝚗 𝚚𝚞é 𝚜𝚞𝚎ñ𝚊𝚗 𝚕𝚘𝚜 á𝚗𝚐𝚎𝚕𝚎𝚜... 𝚎𝚗 𝚎𝚕 𝚌𝚒𝚎𝚕𝚘?
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  • *Abriendo mi armario para buscar ropa elegante lo cual solo había ropa casual ya que no era muy de ir de gala, cruzándome de brazos cerrando los ojos y pensativo en cual podría ser la ropa ideal para situaciones como esta, al ponerme frente al espejo de cuerpo entero mi ropa comenzó a cambiar mostrando diferentes estilos, pero ninguno me convencía demasiado hasta que encontré el adecuado, dando una vuelta sobre mí mismo mirándome y me puse bien el cuello de la camisa esbozando una leve sonrisa.

    Tras aquello salí de casa acercándome a la limusina blanca con rebordes dorados que me esperaba frente a la puerta de casa, un ángel con traje de mayordomo me abrió la puerta de pasajero para entrar dentro de la limusina y luego este mismo ángel cerrar la puerta para desaparecer y aparecer en el asiento del conductor, una vez arrancamos un portal se abrió frente a la limusina metros más adelante para atravesarlo y para quedar más espectacular al vehículo le salieron alas angelicales volando hasta la torre de los V’s haciendo que todos los pecadores/demonios del infierno pudieran ver aquella majestuosa limusina.

    Aterrizando frente a las puertas de la torre de los V’s una vez se abrió la puerta de pasajeros una alfombra roja se extendió por el suelo hasta llegar a la puerta, saliendo del vehículo camine tranquilamente hasta las puertas y toque en el timbre mirando de reojo una de las cámaras de seguridad saludando con la mano cordialmente, esperando que Valentino saliera mientras me ponía bien las muñequeras del traje*
    *Abriendo mi armario para buscar ropa elegante lo cual solo había ropa casual ya que no era muy de ir de gala, cruzándome de brazos cerrando los ojos y pensativo en cual podría ser la ropa ideal para situaciones como esta, al ponerme frente al espejo de cuerpo entero mi ropa comenzó a cambiar mostrando diferentes estilos, pero ninguno me convencía demasiado hasta que encontré el adecuado, dando una vuelta sobre mí mismo mirándome y me puse bien el cuello de la camisa esbozando una leve sonrisa. Tras aquello salí de casa acercándome a la limusina blanca con rebordes dorados que me esperaba frente a la puerta de casa, un ángel con traje de mayordomo me abrió la puerta de pasajero para entrar dentro de la limusina y luego este mismo ángel cerrar la puerta para desaparecer y aparecer en el asiento del conductor, una vez arrancamos un portal se abrió frente a la limusina metros más adelante para atravesarlo y para quedar más espectacular al vehículo le salieron alas angelicales volando hasta la torre de los V’s haciendo que todos los pecadores/demonios del infierno pudieran ver aquella majestuosa limusina. Aterrizando frente a las puertas de la torre de los V’s una vez se abrió la puerta de pasajeros una alfombra roja se extendió por el suelo hasta llegar a la puerta, saliendo del vehículo camine tranquilamente hasta las puertas y toque en el timbre mirando de reojo una de las cámaras de seguridad saludando con la mano cordialmente, esperando que [Mothp1mp] saliera mientras me ponía bien las muñequeras del traje*
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  • *Era una noche de Halloween muy tenebrosa y fría, La doncella Céleste se aproximaba a pasos apresurados a finalizar los últimos detalles de su disfraz, que era hecho a mano, pero también había utilizado su magia para hacerlo ver un poco más realista y único, mientras se miraba en el espejo con una sonrisa*.

    —¿Será que me veo bien e impactaré a todos (as) en la fiesta de Disfraces que preparó mi amiga Miya Katsuragi?.

    *El reloj de la Sala principal de la Mansión Kurorosse Ángeles, comenzaba a sonar dando la hora de las 12:00 pm*

    —¡Cielos, ya se está haciendo tarde para ir a la fiesta de mi mejor amiga Miya!.

    *Se dirigió rápidamente saliendo de su habitación, bajando la escalinata que conducía hacia las afueras de su hogar, saliendo de ahí, le dice al mayordomo de la familia de confianza, llamado Richard que la escolte hacia la limusina familiar, que la llevará hacia el sitio de la fiesta*.

    Cuando llegó, le dijo a Richard:
    —¡Muchas gracias!. Es aquí.

    Mayordomo Richard: —¡Señorita!, aquí estaremos, hasta cuando la reunión o festejo termine. ¡Cuidaos mucho por favor!.

    —¡Eréis muy amable, Richard!.


    *Al llegar, notó que la fiesta ya había empezado y que muchos de sus familiares, amistades y hermandades la esperaban*.





    *Era una noche de Halloween muy tenebrosa y fría, La doncella Céleste se aproximaba a pasos apresurados a finalizar los últimos detalles de su disfraz, que era hecho a mano, pero también había utilizado su magia para hacerlo ver un poco más realista y único, mientras se miraba en el espejo con una sonrisa*. —¿Será que me veo bien e impactaré a todos (as) en la fiesta de Disfraces que preparó mi amiga Miya Katsuragi?. *El reloj de la Sala principal de la Mansión Kurorosse Ángeles, comenzaba a sonar dando la hora de las 12:00 pm* —¡Cielos, ya se está haciendo tarde para ir a la fiesta de mi mejor amiga Miya!. *Se dirigió rápidamente saliendo de su habitación, bajando la escalinata que conducía hacia las afueras de su hogar, saliendo de ahí, le dice al mayordomo de la familia de confianza, llamado Richard que la escolte hacia la limusina familiar, que la llevará hacia el sitio de la fiesta*. Cuando llegó, le dijo a Richard: —¡Muchas gracias!. Es aquí. Mayordomo Richard: —¡Señorita!, aquí estaremos, hasta cuando la reunión o festejo termine. ¡Cuidaos mucho por favor!. —¡Eréis muy amable, Richard!. *Al llegar, notó que la fiesta ya había empezado y que muchos de sus familiares, amistades y hermandades la esperaban*.
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  • -Un lugar hermoso y especial un santuario solo creado para que el joven ángel pudiera descansar cómodamente y sentirse tranquilo le gustaba porque estaba en ese lugar con Seren la persona que amaba-
    -Un lugar hermoso y especial un santuario solo creado para que el joven ángel pudiera descansar cómodamente y sentirse tranquilo le gustaba porque estaba en ese lugar con Seren la persona que amaba-
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  • Confesión.

    Imagina descubrir el castigo del cielo justo en el momento en que sientes cómo el ser al que amas deja escapar su último aliento contra tus labios.
    Así lo supe yo. Así comprendí la magnitud de mi pecado.

    Fui creado con tanto amor que no supe contenerlo. Mientras mis hermanos elevaban himnos al Creador, yo miré más allá, hacia la tierra. Allí encontré algo que en el cielo jamás vi: la pasión con la que los humanos viven y aman, la entrega ciega con que se funden unos en otros, aun sabiendo que el tiempo les roba todo.

    Y entonces lo vi a él...
    Una sola mirada bastó para que mi existencia se incendiara. En aquel instante, el fuego del amor —ese que debía ser puro y divino— ardió con deseo humano. Y ya no hubo marcha atrás.

    Qué crueldad, ¿no? Haber sido creado para amar, pero tener prohibido hacerlo fuera del Reino de los Cielos. Prohibido amar a otro ser que no fuera mi creador.
    El amor que me dio vida fue el mismo que selló mi condena.

    Me arrancaron cuatro de mis seis alas para impedirme regresar a mi hogar.
    El dolor fue insoportable... no solo el físico, sino el del alma desgarrada al comprender que jamás volvería a sentir el toque de su piel.
    El cielo me maldijo con la eternidad y me despojó de todo, excepto de la memoria de su rostro.

    Y ahora vivo condenado: si alguna vez vuelvo a amar, si mi piel toca la de otro ser, le arrebataré un año de vida por cada minuto de contacto.
    Un castigo cruel… desproporcionado al crimen cometido.

    A veces pienso que el cielo no soportó ver lo que creó: un ángel capaz de amar más allá de sus límites.
    Y aunque la eternidad me pese, confieso que no me arrepiento.
    Porque aunque el amor me costó el cielo, su último aliento... aún arde en mis labios.
    Confesión. Imagina descubrir el castigo del cielo justo en el momento en que sientes cómo el ser al que amas deja escapar su último aliento contra tus labios. Así lo supe yo. Así comprendí la magnitud de mi pecado. Fui creado con tanto amor que no supe contenerlo. Mientras mis hermanos elevaban himnos al Creador, yo miré más allá, hacia la tierra. Allí encontré algo que en el cielo jamás vi: la pasión con la que los humanos viven y aman, la entrega ciega con que se funden unos en otros, aun sabiendo que el tiempo les roba todo. Y entonces lo vi a él... Una sola mirada bastó para que mi existencia se incendiara. En aquel instante, el fuego del amor —ese que debía ser puro y divino— ardió con deseo humano. Y ya no hubo marcha atrás. Qué crueldad, ¿no? Haber sido creado para amar, pero tener prohibido hacerlo fuera del Reino de los Cielos. Prohibido amar a otro ser que no fuera mi creador. El amor que me dio vida fue el mismo que selló mi condena. Me arrancaron cuatro de mis seis alas para impedirme regresar a mi hogar. El dolor fue insoportable... no solo el físico, sino el del alma desgarrada al comprender que jamás volvería a sentir el toque de su piel. El cielo me maldijo con la eternidad y me despojó de todo, excepto de la memoria de su rostro. Y ahora vivo condenado: si alguna vez vuelvo a amar, si mi piel toca la de otro ser, le arrebataré un año de vida por cada minuto de contacto. Un castigo cruel… desproporcionado al crimen cometido. A veces pienso que el cielo no soportó ver lo que creó: un ángel capaz de amar más allá de sus límites. Y aunque la eternidad me pese, confieso que no me arrepiento. Porque aunque el amor me costó el cielo, su último aliento... aún arde en mis labios.
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  • En la compañía de teatro me invitaron a una fiesta, teníamos que ir como personajes que nos gustaran y termine disfrazándome del demonio Ángel de Chainsaw Man.

    Usar la chaqueta y las alas es demasiado engorroso, así que me quite la chaqueta, y bueno, me falto el cabello para parecerme más.
    En la compañía de teatro me invitaron a una fiesta, teníamos que ir como personajes que nos gustaran y termine disfrazándome del demonio Ángel de Chainsaw Man. Usar la chaqueta y las alas es demasiado engorroso, así que me quite la chaqueta, y bueno, me falto el cabello para parecerme más.
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  • Ya casi es Halloween, así que les muestro mi disfraz de este año como ángel.
    (Aunque soy lo más alejado a un ángel precisamente) ¿De que os drisfrazareis vosotros?
    𝑭𝒆𝒍𝒊𝒛 𝑯𝒂𝒍𝒍𝒐𝒘𝒆𝒆𝒏.ᐟ
    Ya casi es Halloween, así que les muestro mi disfraz de este año como ángel. (Aunque soy lo más alejado a un ángel precisamente) ¿De que os drisfrazareis vosotros? 𝑭𝒆𝒍𝒊𝒛 𝑯𝒂𝒍𝒍𝒐𝒘𝒆𝒆𝒏.ᐟ 🎃
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  • El bar no era particularmente grande, pero tenía ese encanto que solo los lugares con historia conservan. Las paredes estaban cubiertas de retratos antiguos y botellas de vino con etiquetas descoloridas por el tiempo. Desde las ventanas amplias, la luz del mediodía caía en haces dorados que cruzaban el aire, iluminando el polvo suspendido como si fueran fragmentos de un pequeño universo detenido. –Zareth estaba sentado en uno de los taburetes del extremo, con la postura relajada y el vaso de licor entre las manos–. Su mirada dorada se perdía entre los reflejos del cristal, ensimismado en pensamientos que apenas él entendía.

    –Hacía días que no se permitía una pausa–. Entre turnos de noche, vasos por limpiar y conversaciones a medio terminar, apenas recordaba cómo se sentía simplemente ser un cliente. Por eso estaba allí, lejos de su bar, buscando un poco de anonimato y silencio. La música que sonaba de fondo era suave, un jazz antiguo que se mezclaba con el murmullo de un par de conversaciones dispersas. Todo parecía fluir con calma, como si el tiempo hubiera decidido tomarse un respiro también.

    El bartender, un hombre de unos cuarenta años con una sonrisa cansada, se acercó a él con cierta complicidad.
    ¿Lo mismo de siempre, Zareth?
    –Él alzó la vista y esbozó una sonrisa leve–.
    Sí, pero esta vez con menos hielo. No quiero que se diluya tan rápido.

    El otro rió por lo bajo antes de apartarse, y Zareth volvió a observar la barra, deslizando un dedo por la superficie brillante. –Llevaba la camisa arremangada, el cuello ligeramente desabrochado y el cabello castaño cayendo sobre la frente en un descuido que parecía intencional–. A pesar de su serenidad, había algo en su presencia que desentonaba con el resto: un magnetismo silencioso, algo en la forma en que su aura se mezclaba con el ambiente sin realmente pertenecerle.

    –Dejó el vaso a un lado y se inclinó hacia adelante, observando cómo un rayo de luz atravesaba el líquido ambarino y lo convertía en fuego líquido–. No podía evitar pensar en lo irónico que resultaba: un ángel mitad íncubo buscando calma en un lugar lleno de tentaciones humanas. Era como un lobo en un rebaño, pero demasiado cansado para morder.

    Su atención se desvió cuando la campanilla sobre la puerta sonó. –Giró apenas el rostro, observando cómo la claridad del exterior se filtraba brevemente en el bar junto con una figura nueva–. Tal vez un cliente más, tal vez alguien perdido. Pero había algo en esa entrada que le resultó... diferente.

    –Sus ojos dorados se detuvieron un instante más de lo necesario, curiosos, expectantes–.
    Quizá esta vez, pensó, la tarde no terminaría en silencio.
    El bar no era particularmente grande, pero tenía ese encanto que solo los lugares con historia conservan. Las paredes estaban cubiertas de retratos antiguos y botellas de vino con etiquetas descoloridas por el tiempo. Desde las ventanas amplias, la luz del mediodía caía en haces dorados que cruzaban el aire, iluminando el polvo suspendido como si fueran fragmentos de un pequeño universo detenido. –Zareth estaba sentado en uno de los taburetes del extremo, con la postura relajada y el vaso de licor entre las manos–. Su mirada dorada se perdía entre los reflejos del cristal, ensimismado en pensamientos que apenas él entendía. –Hacía días que no se permitía una pausa–. Entre turnos de noche, vasos por limpiar y conversaciones a medio terminar, apenas recordaba cómo se sentía simplemente ser un cliente. Por eso estaba allí, lejos de su bar, buscando un poco de anonimato y silencio. La música que sonaba de fondo era suave, un jazz antiguo que se mezclaba con el murmullo de un par de conversaciones dispersas. Todo parecía fluir con calma, como si el tiempo hubiera decidido tomarse un respiro también. El bartender, un hombre de unos cuarenta años con una sonrisa cansada, se acercó a él con cierta complicidad. ¿Lo mismo de siempre, Zareth? –Él alzó la vista y esbozó una sonrisa leve–. Sí, pero esta vez con menos hielo. No quiero que se diluya tan rápido. El otro rió por lo bajo antes de apartarse, y Zareth volvió a observar la barra, deslizando un dedo por la superficie brillante. –Llevaba la camisa arremangada, el cuello ligeramente desabrochado y el cabello castaño cayendo sobre la frente en un descuido que parecía intencional–. A pesar de su serenidad, había algo en su presencia que desentonaba con el resto: un magnetismo silencioso, algo en la forma en que su aura se mezclaba con el ambiente sin realmente pertenecerle. –Dejó el vaso a un lado y se inclinó hacia adelante, observando cómo un rayo de luz atravesaba el líquido ambarino y lo convertía en fuego líquido–. No podía evitar pensar en lo irónico que resultaba: un ángel mitad íncubo buscando calma en un lugar lleno de tentaciones humanas. Era como un lobo en un rebaño, pero demasiado cansado para morder. Su atención se desvió cuando la campanilla sobre la puerta sonó. –Giró apenas el rostro, observando cómo la claridad del exterior se filtraba brevemente en el bar junto con una figura nueva–. Tal vez un cliente más, tal vez alguien perdido. Pero había algo en esa entrada que le resultó... diferente. –Sus ojos dorados se detuvieron un instante más de lo necesario, curiosos, expectantes–. Quizá esta vez, pensó, la tarde no terminaría en silencio.
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