Tenlo en cuenta al responder.
El duelo del linaje
Akane había escuchado los rumores. Jenifer Queen, su abuela, estaba probando el poder de sus hijas. Primero lo intentó con Yuna, la madre de Akane. Pero Yuna no aceptó el reto. No por miedo, sino porque Yuna no era de las que les gustaban los combates. Usó su afecto como escudo, tocó el lado vulnerable de Jenifer, y la orca, por más dura que fuera no pudo resistirse. El combate nunca ocurrió.
Akane rio por la astucia de su madre, quien podia ganar un combate con solo usar su ternura. Porque por más que Jenifer se mostrara implacable, en el fondo era demasiado consentidora con su descendencia.
Pero Albedo, la hermana menor de Yuna y tía de Akane, sí aceptó el desafío. Albedo era como Jenifer: competitiva, orgullosa, feroz. Akane no sabe cómo terminó ese combate, pero escucho que en los ojos de abuela había satisfacción.
Y entonces lo entendió. Si Jenifer había probado a sus hijas, ahora vendría por su nieta. Akane no huiría. No se escondería detrás de títulos ni afectos. La esperaría.
Así lo hizo. En su forma humana, con la katana en mano, el cuerpo firme y el espíritu claro. No como discípula. No como heredera. Sino como guerrera.
Jenifer llegó sin aviso. Pero Akane ya la estaba esperando. Su mirada era seria. No venía a enseñar, venía a probar.
Akane sostuvo la mirada, "Si este duelo es el camino, que eliges para mi, estoy lista."
El primer golpe lo lanzó Akane, como ofrenda. Jenifer lo detuvo con la mano desnuda, dejando que la sangre escurriera por la hoja. Luego, con una patada certera, lanzó a Akane lejos.
La sangre que brotó de su palma no se desperdició. Jenifer la endureció, la moldeó, la transformó en una espada de hierro de sangre.
Con esa arma en mano, dio un paso al frente. "Vamos a bailar, querida."
Y así comenzó el duelo. No entre abuela y nieta. Sino entre dos fuerzas que se niegan a ser definidas por el pasado.
Akane había escuchado los rumores. Jenifer Queen, su abuela, estaba probando el poder de sus hijas. Primero lo intentó con Yuna, la madre de Akane. Pero Yuna no aceptó el reto. No por miedo, sino porque Yuna no era de las que les gustaban los combates. Usó su afecto como escudo, tocó el lado vulnerable de Jenifer, y la orca, por más dura que fuera no pudo resistirse. El combate nunca ocurrió.
Akane rio por la astucia de su madre, quien podia ganar un combate con solo usar su ternura. Porque por más que Jenifer se mostrara implacable, en el fondo era demasiado consentidora con su descendencia.
Pero Albedo, la hermana menor de Yuna y tía de Akane, sí aceptó el desafío. Albedo era como Jenifer: competitiva, orgullosa, feroz. Akane no sabe cómo terminó ese combate, pero escucho que en los ojos de abuela había satisfacción.
Y entonces lo entendió. Si Jenifer había probado a sus hijas, ahora vendría por su nieta. Akane no huiría. No se escondería detrás de títulos ni afectos. La esperaría.
Así lo hizo. En su forma humana, con la katana en mano, el cuerpo firme y el espíritu claro. No como discípula. No como heredera. Sino como guerrera.
Jenifer llegó sin aviso. Pero Akane ya la estaba esperando. Su mirada era seria. No venía a enseñar, venía a probar.
Akane sostuvo la mirada, "Si este duelo es el camino, que eliges para mi, estoy lista."
El primer golpe lo lanzó Akane, como ofrenda. Jenifer lo detuvo con la mano desnuda, dejando que la sangre escurriera por la hoja. Luego, con una patada certera, lanzó a Akane lejos.
La sangre que brotó de su palma no se desperdició. Jenifer la endureció, la moldeó, la transformó en una espada de hierro de sangre.
Con esa arma en mano, dio un paso al frente. "Vamos a bailar, querida."
Y así comenzó el duelo. No entre abuela y nieta. Sino entre dos fuerzas que se niegan a ser definidas por el pasado.
El duelo del linaje
Akane había escuchado los rumores. Jenifer Queen, su abuela, estaba probando el poder de sus hijas. Primero lo intentó con Yuna, la madre de Akane. Pero Yuna no aceptó el reto. No por miedo, sino porque Yuna no era de las que les gustaban los combates. Usó su afecto como escudo, tocó el lado vulnerable de Jenifer, y la orca, por más dura que fuera no pudo resistirse. El combate nunca ocurrió.
Akane rio por la astucia de su madre, quien podia ganar un combate con solo usar su ternura. Porque por más que Jenifer se mostrara implacable, en el fondo era demasiado consentidora con su descendencia.
Pero Albedo, la hermana menor de Yuna y tía de Akane, sí aceptó el desafío. Albedo era como Jenifer: competitiva, orgullosa, feroz. Akane no sabe cómo terminó ese combate, pero escucho que en los ojos de abuela había satisfacción.
Y entonces lo entendió. Si Jenifer había probado a sus hijas, ahora vendría por su nieta. Akane no huiría. No se escondería detrás de títulos ni afectos. La esperaría.
Así lo hizo. En su forma humana, con la katana en mano, el cuerpo firme y el espíritu claro. No como discípula. No como heredera. Sino como guerrera.
Jenifer llegó sin aviso. Pero Akane ya la estaba esperando. Su mirada era seria. No venía a enseñar, venía a probar.
Akane sostuvo la mirada, "Si este duelo es el camino, que eliges para mi, estoy lista."
El primer golpe lo lanzó Akane, como ofrenda. Jenifer lo detuvo con la mano desnuda, dejando que la sangre escurriera por la hoja. Luego, con una patada certera, lanzó a Akane lejos.
La sangre que brotó de su palma no se desperdició. Jenifer la endureció, la moldeó, la transformó en una espada de hierro de sangre.
Con esa arma en mano, dio un paso al frente. "Vamos a bailar, querida."
Y así comenzó el duelo. No entre abuela y nieta. Sino entre dos fuerzas que se niegan a ser definidas por el pasado.
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