• — Tu expresión me dice que no es tu estilo, ¿verdad? Vamos . . . prueba, haz el esfuerzo. Si no te gusta, conseguiré algo más propio de ti.
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  • POST MORTEM: Mentiras Piadosas.
    Fandom OC's
    Categoría Slice of Life
    : Nyssara Starfen
    : [En proceso de elección].


    El cielo de la mañana estaba limpio, de un azul frío que hacía contraste con el negro impecable del coche que avanzaba por la carretera. Ezra hojeaba, por última vez, las notas de su presentación. No las necesitaba realmente: su discurso estaba memorizado, pulido y revisado al milímetro. Pero el gesto transmitía control, disciplina… Y calma. Además, lo ayudaba para evitar la conversación superficial con Samantha.

    A su lado, la susodicha —una joven de cabello castaño recogido en un moño eficiente—, enviada por la universidad, revisaba el GPS.

    —Llegaremos diez minutos antes, señor Hamilton —informó con una cortesía exacta, modulada para no interrumpir su concentración.

    —Perfecto —respondió él, sin apartar la vista de las hojas—. Me gustaría hacer un breve recorrido por el auditorio antes de comenzar.

    El vehículo tomó la salida hacia el campus, un complejo elegante de edificios modernos rodeados por franjas de pinos. El logo de la Universidad de Oregón se veía en pancartas verdes y doradas que ondeaban en la brisa suave. Había estudiantes por todas partes, algunos cargando portátiles, otros corriendo en dirección contraria con café en mano, todos con el ritmo característico de un campus en plena actividad.

    El chófer aparcó en la zona reservada. En cuanto Ezra descendió, varios miembros del comité académico lo recibieron de inmediato.

    —Señor Hamilton, es un honor —saludó un profesor de criminología, estrechándole la mano con entusiasmo contenido—. Su charla ha generado mucha expectativa. No todos los días tenemos la oportunidad de escuchar cómo la tecnología está rediseñando nuestra disciplina.

    El empresario sonrió con esa mezcla justa de profesionalismo y cercanía.

    —El honor es mío. Las bases de la criminología siguen siendo humanas. La tecnología… Solo nos permite ver más claro lo que ya está ahí.

    Mientras caminaban hacia el edificio principal, los acompañantes comentaban detalles del evento. El castaño escuchaba atentamente, asentía, hacía pequeñas observaciones que denotaban que ya conocía de antemano la estructura del encuentro. Su presencia tenía ese efecto: imponía sin esfuerzo, no por rigidez, sino por la precisión de cada gesto.

    Cuando cruzaron las puertas de vidrio del auditorio, el murmullo del público empezó a filtrarse desde el interior. Luces, banners, pantallas listas para la presentación. Todo estaba preparado.

    Ezra respiró hondo.

    —Bien —dijo, acomodándose ligeramente el saco—. Hagamos que valga la pena.

    Y avanzó hacia el escenario con la seguridad de alguien acostumbrado a moverse en mundos donde cada detalle importa… Y donde él siempre se encarga de controlarlos.
    👤: [frost_black_deer_503] 💽: [En proceso de elección]. El cielo de la mañana estaba limpio, de un azul frío que hacía contraste con el negro impecable del coche que avanzaba por la carretera. Ezra hojeaba, por última vez, las notas de su presentación. No las necesitaba realmente: su discurso estaba memorizado, pulido y revisado al milímetro. Pero el gesto transmitía control, disciplina… Y calma. Además, lo ayudaba para evitar la conversación superficial con Samantha. A su lado, la susodicha —una joven de cabello castaño recogido en un moño eficiente—, enviada por la universidad, revisaba el GPS. —Llegaremos diez minutos antes, señor Hamilton —informó con una cortesía exacta, modulada para no interrumpir su concentración. —Perfecto —respondió él, sin apartar la vista de las hojas—. Me gustaría hacer un breve recorrido por el auditorio antes de comenzar. El vehículo tomó la salida hacia el campus, un complejo elegante de edificios modernos rodeados por franjas de pinos. El logo de la Universidad de Oregón se veía en pancartas verdes y doradas que ondeaban en la brisa suave. Había estudiantes por todas partes, algunos cargando portátiles, otros corriendo en dirección contraria con café en mano, todos con el ritmo característico de un campus en plena actividad. El chófer aparcó en la zona reservada. En cuanto Ezra descendió, varios miembros del comité académico lo recibieron de inmediato. —Señor Hamilton, es un honor —saludó un profesor de criminología, estrechándole la mano con entusiasmo contenido—. Su charla ha generado mucha expectativa. No todos los días tenemos la oportunidad de escuchar cómo la tecnología está rediseñando nuestra disciplina. El empresario sonrió con esa mezcla justa de profesionalismo y cercanía. —El honor es mío. Las bases de la criminología siguen siendo humanas. La tecnología… Solo nos permite ver más claro lo que ya está ahí. Mientras caminaban hacia el edificio principal, los acompañantes comentaban detalles del evento. El castaño escuchaba atentamente, asentía, hacía pequeñas observaciones que denotaban que ya conocía de antemano la estructura del encuentro. Su presencia tenía ese efecto: imponía sin esfuerzo, no por rigidez, sino por la precisión de cada gesto. Cuando cruzaron las puertas de vidrio del auditorio, el murmullo del público empezó a filtrarse desde el interior. Luces, banners, pantallas listas para la presentación. Todo estaba preparado. Ezra respiró hondo. —Bien —dijo, acomodándose ligeramente el saco—. Hagamos que valga la pena. Y avanzó hacia el escenario con la seguridad de alguien acostumbrado a moverse en mundos donde cada detalle importa… Y donde él siempre se encarga de controlarlos.
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  • La luz entra en la habitación de Ophelia como un susurro que ella nunca podrá devolver.
    El amanecer pinta las piedras frías con un dorado pálido, y la princesa abre los ojos en silencio, tal como ha hecho cada día desde la maldición. No hay saludos matutinos, ni canciones de aves que le respondan: solo el eco leve de su respiración y el crujido distante de la fortaleza antigua.

    Se sienta en la cama con movimientos suaves, casi ceremoniales. Sus manos, delicadas y pálidas, rozan las cortinas pesadas que guardan aún un rastro de polvo y de tiempo detenido. A veces le gusta imaginar que las telas murmuran por ella, que dicen lo que su garganta ya no puede.

    Camina por los pasillos largos del castillo, esos que antes estaban llenos de risas de sirvientes, pasos presurosos, música… Ahora son corredores huecos donde el aire parece escucharla a ella, la única habitante que no puede hablar. El sonido de sus pasos, descalzos sobre el mármol, es lo más cercano a una palabra que puede pronunciar.

    En el jardín interior —el único espacio donde el mundo exterior se atreve a tocarla— Ophelia se arrodilla frente a las flores marchitas. Las cuida con devoción silenciosa. A veces, cuando el viento roza su cabello, ella inclina la cabeza como si escuchara una respuesta, como si la naturaleza todavía pudiera adivinar lo que quiere decir. Pero ni el viento sabe cómo descifrar una voz que ya no existe.

    Al mediodía, recorre la torre más alta. Desde el ventanal observa el reino que alguna vez gobernaría. La gente lejos, diminuta, sigue su vida sin saber que la princesa los mira desde un encierro sin barrotes. Ella levanta la mano, como si fuera a saludar… pero la deja caer antes del gesto completo. ¿Para qué? Nadie puede verla, y aunque la vieran, no podrían oírla.

    Cuando cae la tarde, Ophelia se sienta frente al espejo. El reflejo es la única compañía constante que tiene. Se observa los labios, los mueve, intenta pronunciar palabras que ya olvidaron su propio sonido. A veces imagina que la maldición la convirtió en un susurro vivo: alguien que existe, pero que nunca puede ser escuchada.

    La noche llega y con ella, la quietud más profunda del castillo.
    Ophelia vuelve a su cama. Antes de cerrar los ojos, apoya una mano sobre su garganta, como cada noche, como si aún esperara sentir una vibración, un rastro de vida ahí donde la magia dejó un vacío. Pero no hay nada.

    Su último pensamiento del día no es un deseo ni una oración: es un silencio espeso que pesa tanto como la maldición misma.
    La luz entra en la habitación de Ophelia como un susurro que ella nunca podrá devolver. El amanecer pinta las piedras frías con un dorado pálido, y la princesa abre los ojos en silencio, tal como ha hecho cada día desde la maldición. No hay saludos matutinos, ni canciones de aves que le respondan: solo el eco leve de su respiración y el crujido distante de la fortaleza antigua. Se sienta en la cama con movimientos suaves, casi ceremoniales. Sus manos, delicadas y pálidas, rozan las cortinas pesadas que guardan aún un rastro de polvo y de tiempo detenido. A veces le gusta imaginar que las telas murmuran por ella, que dicen lo que su garganta ya no puede. Camina por los pasillos largos del castillo, esos que antes estaban llenos de risas de sirvientes, pasos presurosos, música… Ahora son corredores huecos donde el aire parece escucharla a ella, la única habitante que no puede hablar. El sonido de sus pasos, descalzos sobre el mármol, es lo más cercano a una palabra que puede pronunciar. En el jardín interior —el único espacio donde el mundo exterior se atreve a tocarla— Ophelia se arrodilla frente a las flores marchitas. Las cuida con devoción silenciosa. A veces, cuando el viento roza su cabello, ella inclina la cabeza como si escuchara una respuesta, como si la naturaleza todavía pudiera adivinar lo que quiere decir. Pero ni el viento sabe cómo descifrar una voz que ya no existe. Al mediodía, recorre la torre más alta. Desde el ventanal observa el reino que alguna vez gobernaría. La gente lejos, diminuta, sigue su vida sin saber que la princesa los mira desde un encierro sin barrotes. Ella levanta la mano, como si fuera a saludar… pero la deja caer antes del gesto completo. ¿Para qué? Nadie puede verla, y aunque la vieran, no podrían oírla. Cuando cae la tarde, Ophelia se sienta frente al espejo. El reflejo es la única compañía constante que tiene. Se observa los labios, los mueve, intenta pronunciar palabras que ya olvidaron su propio sonido. A veces imagina que la maldición la convirtió en un susurro vivo: alguien que existe, pero que nunca puede ser escuchada. La noche llega y con ella, la quietud más profunda del castillo. Ophelia vuelve a su cama. Antes de cerrar los ojos, apoya una mano sobre su garganta, como cada noche, como si aún esperara sentir una vibración, un rastro de vida ahí donde la magia dejó un vacío. Pero no hay nada. Su último pensamiento del día no es un deseo ni una oración: es un silencio espeso que pesa tanto como la maldición misma.
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  • El serafín se despertó. Los rayos del sol se filtraban a través de la ventana, proyectando la sombra de unas plantas.

    Parpadeó varias veces, enfocando su vista. La cabeza le daba vueltas, incluso tenía ganas de vomitar. Se incorporó despacio, rascándose la cabeza, sus cabellos rubios desordenados, algo impropio de él.

    Este entró en pánico al mirar de un lado a otro. No reconocía el lugar. Todo estaba limpio, ordenado al milímetro. De pronto se fijó en la mesilla de noche. Ahí había un vaso de agua, con algo dulce y una naranja. Al lado, una nota.

    Este tomó el papel y en ese momento se dio cuenta de que no llevaba puestos sus guantes. En ese momento comenzó a tener pequeños flashbacks sobre la noche anterior. Apenas imágenes sueltas. Se palpó el cuello, notando quemazón allí donde su cuerpo había sido profanado. Le dio asco, tanto que no pudo evitar que sus ojos se vieran inundados en lágrimas.

    En tonces lo recordó...~ Eunwoo Kim ....~.

    Se dispuso a leer la carta con una velocidad con la que desconocía que podía hacerlo. Dejó la carta a un lado y, aún con el cuerpo entumecido, salió de la cama. No conocía la casa, pero tenía que dar con él, saber que estaba bien, que no le hubiese robado ni un solo segundo de vida.

    Elorien se sujetaba a cada marco de puerta, a cada pared a su alcance, para no caer al suelo. Se encontraba tan débil que sus piernas eran incapaces de sostener su peso al completo. Hasta que, al fin, localizó al joven Eunwoo.

    Dormía en el sofá, con una serenidad imperturbable. Elorien se acercó, sin hacer ruido. Se sentó en el suelo junto al mueble donde el coreano dormía. Era tan hermoso... El ángel apoyó su cabeza sobre el sofá, quedando su rostro justo en frente del de Eunwoo. Se quedó ahí, mirándolo en silencio durante unos largos segundos, admirando una belleza que era casi irreal. Le gustaba su lunar, lo hacía aún más único, y ese pensamiento le hizo dibujar una tonta sonrisa.

    Elorien elevó su mano, y con sumo cuidado, sin tocar lo más mínimo su piel, apartó algunos de sus cabellos de la frente del pelinegro. Eran suaves y olían igual de bien que el resto de él. Quizás verlo así, mientras dormía, tan vulnerable, parecía un acto que solo un acosador o psicópata haría. Pero le daba igual, quería que el tiempo se congelara en aquel instante, hacer lo efímero eterno.

    Eunwoo lo había ido a buscar. A pesar de no conocerlo apenas, arriesgó su vida para rescatarlo. Tenía miedo de que despertara, de que le preguntara por qué aquel desgraciado había muerto de forma tan fulminante, y que al saber la verdad ya no quisiera que volviesen a verse nunca más.
    El serafín se despertó. Los rayos del sol se filtraban a través de la ventana, proyectando la sombra de unas plantas. Parpadeó varias veces, enfocando su vista. La cabeza le daba vueltas, incluso tenía ganas de vomitar. Se incorporó despacio, rascándose la cabeza, sus cabellos rubios desordenados, algo impropio de él. Este entró en pánico al mirar de un lado a otro. No reconocía el lugar. Todo estaba limpio, ordenado al milímetro. De pronto se fijó en la mesilla de noche. Ahí había un vaso de agua, con algo dulce y una naranja. Al lado, una nota. Este tomó el papel y en ese momento se dio cuenta de que no llevaba puestos sus guantes. En ese momento comenzó a tener pequeños flashbacks sobre la noche anterior. Apenas imágenes sueltas. Se palpó el cuello, notando quemazón allí donde su cuerpo había sido profanado. Le dio asco, tanto que no pudo evitar que sus ojos se vieran inundados en lágrimas. En tonces lo recordó...~ [whisper_scarlet_hawk_977] ....~. Se dispuso a leer la carta con una velocidad con la que desconocía que podía hacerlo. Dejó la carta a un lado y, aún con el cuerpo entumecido, salió de la cama. No conocía la casa, pero tenía que dar con él, saber que estaba bien, que no le hubiese robado ni un solo segundo de vida. Elorien se sujetaba a cada marco de puerta, a cada pared a su alcance, para no caer al suelo. Se encontraba tan débil que sus piernas eran incapaces de sostener su peso al completo. Hasta que, al fin, localizó al joven Eunwoo. Dormía en el sofá, con una serenidad imperturbable. Elorien se acercó, sin hacer ruido. Se sentó en el suelo junto al mueble donde el coreano dormía. Era tan hermoso... El ángel apoyó su cabeza sobre el sofá, quedando su rostro justo en frente del de Eunwoo. Se quedó ahí, mirándolo en silencio durante unos largos segundos, admirando una belleza que era casi irreal. Le gustaba su lunar, lo hacía aún más único, y ese pensamiento le hizo dibujar una tonta sonrisa. Elorien elevó su mano, y con sumo cuidado, sin tocar lo más mínimo su piel, apartó algunos de sus cabellos de la frente del pelinegro. Eran suaves y olían igual de bien que el resto de él. Quizás verlo así, mientras dormía, tan vulnerable, parecía un acto que solo un acosador o psicópata haría. Pero le daba igual, quería que el tiempo se congelara en aquel instante, hacer lo efímero eterno. Eunwoo lo había ido a buscar. A pesar de no conocerlo apenas, arriesgó su vida para rescatarlo. Tenía miedo de que despertara, de que le preguntara por qué aquel desgraciado había muerto de forma tan fulminante, y que al saber la verdad ya no quisiera que volviesen a verse nunca más.
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  • -Es suave. Me gustan las cosas suaves. No duele. No duele al morder, no es difícil morder.
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    -Si yo quisiera... aprender. Cocinar. ¿Puedo? No sé. No sé. ¿Quiero? Sí quiero. ¿O no quiero? ...Sí. Aprender. Hacer... cosas buenas. Cosas buenas para otros.
    -Es suave. Me gustan las cosas suaves. No duele. No duele al morder, no es difícil morder. • • • -Si yo quisiera... aprender. Cocinar. ¿Puedo? No sé. No sé. ¿Quiero? Sí quiero. ¿O no quiero? ...Sí. Aprender. Hacer... cosas buenas. Cosas buenas para otros.
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  • — Qué manera de robar el escenario, incluso en el final.

    No se siente real. Si esto es un sueño, ¿cuándo me toca despertar?

    ...Ah. Un último daikiri de moras. Ese te gustaba, ¿no?
    — Qué manera de robar el escenario, incluso en el final. No se siente real. Si esto es un sueño, ¿cuándo me toca despertar? ...Ah. Un último daikiri de moras. Ese te gustaba, ¿no?
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    El que me gusta/// Yo merengues

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    ||Acabo de caer en cuenta que mi Lucifer tiene mucho de Apolo como Dios de la mitología griega...

    ¿Lo chistoso? Que siempre hago las cosas re natural como me gusta y termina saliendo algo que ya tiene bases v:
    Tiempo atrás me pasó con un dragón que terminó siendo igualito a MDZS sin siquiera conocer aún la novela xD
    Soy una cosita bárbara(?
    ||Acabo de caer en cuenta que mi Lucifer tiene mucho de Apolo como Dios de la mitología griega... ¿Lo chistoso? Que siempre hago las cosas re natural como me gusta y termina saliendo algo que ya tiene bases v: Tiempo atrás me pasó con un dragón que terminó siendo igualito a MDZS sin siquiera conocer aún la novela xD Soy una cosita bárbara(?
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    What?! aun asi hay gente que se ofende por que hacen el mismo personaje que tu? en que año estamos los 2000´s ,no manchen gente maduren! nadie es dueño de nada,todo el mundo es libre de hacer lo que quiera ,y si no les gusta mejor dejen el rol :B //
    What?! aun asi hay gente que se ofende por que hacen el mismo personaje que tu? en que año estamos los 2000´s ,no manchen gente maduren! nadie es dueño de nada,todo el mundo es libre de hacer lo que quiera ,y si no les gusta mejor dejen el rol :B //
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    ㅤㅤ𓂃☆•.°〃 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 𝐂𝐀𝐋𝐋
    ㅤㅤㅤㅤᴘᴏʀ ꜰᴀ, ʟᴇᴇ ᴍɪꜱ ɴᴏʀᴍᴀꜱ ᴘʀɪᴍᴇʀᴏ。

    Maúllame este post y te abro un starter con Lauma.
    Regálame un "Me gusta" en esta publicación si quieres que me pase por tus MDs para planear una trama.
    ㅤㅤ𓂃☆•.°〃 𝐒𝐓𝐀𝐑𝐓𝐄𝐑 𝐂𝐀𝐋𝐋 ㅤㅤㅤㅤᴘᴏʀ ꜰᴀ, ʟᴇᴇ ᴍɪꜱ ɴᴏʀᴍᴀꜱ ᴘʀɪᴍᴇʀᴏ。 Maúllame este post y te abro un starter con Lauma. Regálame un "Me gusta" en esta publicación si quieres que me pase por tus MDs para planear una trama.
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