• Si alguien pregunta no estoy comprometido con 3 idiotas que me hacen sentir más solo a cuando estaba con mi hermano como única compañía.... Ni los gatos abandonan tanto a sus parejas ¿No es así Beauty?

    -la soledad ya lo tiene loco hablándole a una simple mariposa en busca de no sentirse tan solitario. Ser el único de su especie cuando es una especie tan sociable no le hace nada bien -
    Si alguien pregunta no estoy comprometido con 3 idiotas que me hacen sentir más solo a cuando estaba con mi hermano como única compañía.... Ni los gatos abandonan tanto a sus parejas ¿No es así Beauty? -la soledad ya lo tiene loco hablándole a una simple mariposa en busca de no sentirse tan solitario. Ser el único de su especie cuando es una especie tan sociable no le hace nada bien -
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  • Nunca nunca elegiré entre gatos o perros pudiendo querer a gatos y a perros.
    Nunca nunca elegiré entre gatos o perros pudiendo querer a gatos y a perros.
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  • 𝑷𝒆𝒓𝒅𝒊𝒅𝒐 𝒚 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒅𝒐
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    ° Mika Misono

    El sol ya estaba salido. Un orbe brillante de ranúnculos amarillos fundidos. El aire es cálido, pero no demasiado caliente. Solo lo suficientemente frío como para desear que el lujoso calor helado dure el resto del día. Por las calles caminaba König, pendiente a su entorno e intentando llevar una relajada mañana a pesar de los inconvenientes. Únicamente escuchaba el sonido casi inaudible del roce de la tela usada por él, su uniforme de soldado con su tan característica máscara improvisada que cubría su rostro y nerviosismo oculto bajo su temperamento distante y reservado.

    Sus ojos agua clara miraban algo inquietos a la cercanía sin saber exactamente dónde posar su mirada. Al mirar vagamente al frente encuentra algo que deslumbra su cuidado e interés, un pequeño felino de pelaje blanco, tan cuidado que parecía nieve ante los ojos del coronel. El pequeño animalito se acercó despreocupado y con su clara inocencia al ajeno, obligándolo a detener su paso. Admirando como el gato se frotaba y ronroneaba contra sus borcegos. Relajado, König se puso a la altura de la que pareciera ser una hembra y le acaricio, poco a poco dejando ver una sonrisa bajo la tela de su máscara. Cargó cuidadosamente en manos a la gatita y verificó que no tuviera alguna herida, al ver que no, König la atrajó suavemente en sus brazos. Y empezó el camino hasta un refugió de gatos muy cercano para ver si quizá la gatita corría la suerte de tener dueño conciente y que este pensará en ir a preguntar por aquel lugar, y si no... Que encontrase alguien.
    ° [Mika_misono] El sol ya estaba salido. Un orbe brillante de ranúnculos amarillos fundidos. El aire es cálido, pero no demasiado caliente. Solo lo suficientemente frío como para desear que el lujoso calor helado dure el resto del día. Por las calles caminaba König, pendiente a su entorno e intentando llevar una relajada mañana a pesar de los inconvenientes. Únicamente escuchaba el sonido casi inaudible del roce de la tela usada por él, su uniforme de soldado con su tan característica máscara improvisada que cubría su rostro y nerviosismo oculto bajo su temperamento distante y reservado. Sus ojos agua clara miraban algo inquietos a la cercanía sin saber exactamente dónde posar su mirada. Al mirar vagamente al frente encuentra algo que deslumbra su cuidado e interés, un pequeño felino de pelaje blanco, tan cuidado que parecía nieve ante los ojos del coronel. El pequeño animalito se acercó despreocupado y con su clara inocencia al ajeno, obligándolo a detener su paso. Admirando como el gato se frotaba y ronroneaba contra sus borcegos. Relajado, König se puso a la altura de la que pareciera ser una hembra y le acaricio, poco a poco dejando ver una sonrisa bajo la tela de su máscara. Cargó cuidadosamente en manos a la gatita y verificó que no tuviera alguna herida, al ver que no, König la atrajó suavemente en sus brazos. Y empezó el camino hasta un refugió de gatos muy cercano para ver si quizá la gatita corría la suerte de tener dueño conciente y que este pensará en ir a preguntar por aquel lugar, y si no... Que encontrase alguien.
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  • Su señoría...
    No vengo a llenar de azúcar mis palabras.
    Sí, yo maté a esos tipos.
    Sí, con lujo de violencia.

    Pero verá usted.
    Me importan mas las vidas de los gatos y lo perros de la calle, que de unos delincuentes jugando a ser mafiosos.

    Con gusto acepto el castigo.
    Esperando que mis actos llenen de valor a otros defensores de animales.
    Y que llene de miedo a aquellos que los maltratan.

    *** Ultima declaración de Markus Lindberg, antes de ser puesto en prisión, este año salió libre gracias a su excelente comportamiento, asi como el apoyo en la campaña de tener reos con gatos a su cargo.
    Ahora no quiere nada mas que volver a ayudar a aquellos que no tienen voz.
    Y no le importará volver a ensuciarse las manos. ***
    Su señoría... No vengo a llenar de azúcar mis palabras. Sí, yo maté a esos tipos. Sí, con lujo de violencia. Pero verá usted. Me importan mas las vidas de los gatos y lo perros de la calle, que de unos delincuentes jugando a ser mafiosos. Con gusto acepto el castigo. Esperando que mis actos llenen de valor a otros defensores de animales. Y que llene de miedo a aquellos que los maltratan. *** Ultima declaración de Markus Lindberg, antes de ser puesto en prisión, este año salió libre gracias a su excelente comportamiento, asi como el apoyo en la campaña de tener reos con gatos a su cargo. Ahora no quiere nada mas que volver a ayudar a aquellos que no tienen voz. Y no le importará volver a ensuciarse las manos. ***
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  • 𝕭>Ah, la Navidad… ese momento en que los mortales se congregan como estrellas en un firmamento. No importa si ríen, lloran o discuten; lo que importa es la energía que generan. ¡Cómo fluye, cómo danza! Una mezcla de amor, nostalgia, euforia y caos.

    𝕭>No me interesa si es paz o discordia, no es mi papel juzgar. Solo observo, siento… recojo las notas que emanan de esos cúmulos de vida. Es en la reunión donde todo brilla, donde el aire vibra con algo más allá de lo visible. Me gusta la Navidad porque ahí, en el bullicio, en el calor de los encuentros, la energía del mundo canta su canción más fuerte.

    𝕭>Ahora estoy junto a una fogata. Un grupo de gatos baila alrededor del fuego, celebrando a su manera. No sé por qué lo hacen, pero me gusta estar aquí, en su presencia. Es suficiente.

    ||Feliz navidad para todos y todas.||
    𝕭>Ah, la Navidad… ese momento en que los mortales se congregan como estrellas en un firmamento. No importa si ríen, lloran o discuten; lo que importa es la energía que generan. ¡Cómo fluye, cómo danza! Una mezcla de amor, nostalgia, euforia y caos. 𝕭>No me interesa si es paz o discordia, no es mi papel juzgar. Solo observo, siento… recojo las notas que emanan de esos cúmulos de vida. Es en la reunión donde todo brilla, donde el aire vibra con algo más allá de lo visible. Me gusta la Navidad porque ahí, en el bullicio, en el calor de los encuentros, la energía del mundo canta su canción más fuerte. 𝕭>Ahora estoy junto a una fogata. Un grupo de gatos baila alrededor del fuego, celebrando a su manera. No sé por qué lo hacen, pero me gusta estar aquí, en su presencia. Es suficiente. ||Feliz navidad para todos y todas.||
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    ¿Que tienen en común Cedric y los gatos negros?
    Ambos son gruñones, ambos son los más rechazados, pero si les dan la oportunidad, serán leales, cariñosos (a su manera) y compañeros de por vida.

    // Gracias por la foto Hiroko ♦
    ¿Que tienen en común Cedric y los gatos negros? Ambos son gruñones, ambos son los más rechazados, pero si les dan la oportunidad, serán leales, cariñosos (a su manera) y compañeros de por vida. // Gracias por la foto Hiroko ♦
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  • Me llevo bien con los gatos, adivinen por que.♡
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  • — Los gatos son una buena compañía, creo que seré el señor de los gatos.—
    — Los gatos son una buena compañía, creo que seré el señor de los gatos.—
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  • — Lev. —La voz de Irisha, firme como siempre, captó su atención al punto en que se vio obligado a bajar la revista que leía para mirarla. La gemela le sonrió, cómplice, mientras que se arrodillaba frente al sofá y se apoyaba contra el descansa brazos. Por otro lado, Irina se quedó de pie, detrás del sofá, y terminó inclinando el cuerpo hacia el frente para mirar por sobre el hombro de su hermano a su gemela. Casi parecía que, por primera vez, ninguna entendía lo que pasaba por la cabeza de la otra.—¿Recuerdas la última vez que fuiste feliz?

    Ese era un buen anzuelo. Irina solía ser así cuando tenía curiosidad o cuando algo la abrumaba; siempre hacía preguntas de manera sutil, aunque las sacara de la nada, pero siempre le seguía una explicación bien justificada de sus abruptas preguntas. Sólo que en esta ocasión no hubo ningún intento de justificación y, al mirar en sus ojos, pudo notar que su pregunta era seria. No era algo que se podía tomar a la ligera, tampoco algo que ignorar tan fácilmente o para lo que tuviese el corazón de cortar de tajo sus dudas.

    Nikolay se llevó la mano a la boca, pensativo, y detrás de aquel gesto maldijo en silencio cuando frunció los labios. Odiaba tocar el tema de la felicidad que no sentía y, también, odiaba que se hiciera presente el pasado. Cerró los ojos, y en sus adentros se repitió que ellas no eran culpables, que no lo hacían con malas intenciones y tampoco era un intento de sus otros familiares para sacarle algo de información. Luego de pensárselo, como por dos minutos, negó con lentitud. Incluso su mano izquierda se movió para decir que no con señas. Irina pareció molesta, se le notaba en la cara con ese ceño fruncido y esos ojos furiosos que no iba a aceptar esa respuesta.

    — ¿Cómo que no? Debe existir algo. La última vez que sentía felicidad fue durante nuestras vacaciones en Seúl. La cantidad de skin care y maquillaje que compré con el dinero de papá me hizo feliz. Ya sabes que él nunca quiere gastar dinero en esas cosas porque es una pérdida de tiempo y estoy muy joven. Pero fue un buen momento. ¿Cuál fue el tuyo, Irisha?

    Tanto Lev como Irina miraron a la menor de las gemelas. La rubia no pudo hacer nada más que sobresaltarse, detestaba cada vez que su hermana la arrastraba en sus planes sin decírselo, pero, en el fondo, también quería saber más sobre su hermano. Las manos de la chiquilla se aferraron al cuero del sofá mientras que pensaba. Cada instante las miradas de sus hermanos eran más y más insistentes, haciendo que con ello sus mejillas se pusieran más y más rojas por la vergüenza de ser el centro de atención. No había duda que esas dos, aunque parecían idénticas, se trataba de polos opuestos.

    — Fue... Fue durante el concierto sinfónico de hace unos meses. ¿Recuerdan?

    Aunque el rostro de Irisha demostraba que no. Lev hizo un puño su mano y movió de arriba bajo para decir que sí. Lo recordaba bien, su hermana participaba en el violín, justo en la orilla de la segunda fila, había elegido un vestido negro con mangas largas y una falda amplia, llevaba botas negras que habían hecho rabiar a su madre durante todo el trayecto porque "no era adecuado vestir algo así" en un día tan importante. Entonces se sonrió, conteniéndose una risa pequeña y la incitó a que continuara hablando con un pequeño movimiento de su mano donde la invitó a sentarse en el asiento vacío a su lado. Su hermana asintió, y se apresuró a sentarse antes de volver a hablar con calma.

    — Ese día, desde el escenario, parecían una familia feliz. Podía ver cómo mamá tomaba la mano de papá y se le notaba el amor a ambos. Aleksandr no se veía tan molesto y parecía no importarle estar sentado junto a Niko y... Tú también te veías muy feliz. —Habló, una sonrisa tímida y divertida se asomó en sus labios cuando observó a su hermano. Sus miradas se cruzaron: Una estaba llena de alegría y la otra de confusión.— Aunque fue solo un poco, me dio mucha alegría verlos a todos juntos. Me sentí muy feliz... Y guardo ese recuerdo con mucho amor. —Con ambas manos en el pecho, Irina suspiró antes de tomar valor. Relamió sus labios, nerviosa, y dirigió la mirada a su hermano.— ¿Y tú? Como dijo Irisha. Debes tener alguno. Y nuestro nacimiento no cuenta, Lev, tampoco las tonterías que hacíamos de niñas. Debes tener algo. Lo que sea, no puedes estar triste todo el tiempo... En algún momento debes sentir algo más.

    « Dolor. » Lev no habló, pero sí lo pensó y se le notó en el rostro que no estaba dispuesto en hablar. Siempre había sentido dolor desde que Sasha muriera, desde que lo señalaran como el único culpable y... Desde que se había sentido abandonado por las únicas personas que debían procurarlo. No era su culpa, estaba seguro de que él no había tenido nada que ver con el accidente y que las cosas, desafortunadamente, solo habían sucedido. Sasha había dejado de respirar y... Ya, eso era todo lo que sucediera. Luego todo era borroso y difuso para él. Sin embargo, dentro de esa nube gris de pensamientos, se asomó un momento que brilló con fuerza sobre los demás. Era trivial, algo tonto para muchos, pero de gran valor para él. « Perro. » Movió sus manos con cuidado, poco después buscó su teléfono celular, el cual sacó del bolsillo, y comenzó a escribir un montón de cosas. Probablemente le tomó algunos minutos, pero cuando finalmente acabó, presionó el botón para reproducir el audio con esa voz robotizada del traductor.

    "Fue cuando llegó Boris. Nuestro perro. Fue hace dos años. Aún no puedo creer que Aleksandr aceptara que se quedara, especialmente por ser un perro tan peludo cuando odia que suelten pelo. Cuando Boris llegó a casa, me sentí muy feliz. Siempre había querido tener un perro, pero Aleksandr no quería y Sasha era alérgico."

    Ah, Boris, el adorable golden retriever de la familia. La única razón por la que valía la pena levantarse cada mañana con la intención de acicalarlo y verle traer las pelotas de tenis en el hocico, todo el día, de un lado a otro de la casa. Lev se rió solo de recordarlo, fue una risa extraña, porque movía los labios y los sonidos que emitía eran raros. No parecían risas, pues solo era su nariz resoplando una y otra vez al intentar contenerse mientras que escribía de nuevo.

    " Recuerdo que ese día le destrozó la billetera a Aleksandr. Se puso furioso, amenazó con echar al perro, lo maldijo hasta el cansancio, y al final mamá dijo que iba a quedarse porque yo lo necesitaba".

    Porque lo necesitaba. Aquellas palabras se repitieron una y otra vez en su cabeza, ¿realmente necesitaba del perro? Sí, pero no tanto como de sus padres. Suspiró, luego levantó los hombros para restarle interés al asunto y en su lugar encendió el televisor.

    — Oye, no es justo, yo quería continuar mi serie de ayer. Ese k-drama se quedó buenísimo, ¿por qué tenemos que ver otra vez Los Aristogatos? —Replicó Irisha mientras que se sentaba entre sus hermanos, obligándoles a hacerle espacio.— Es la tercera vez esta semana, ya estoy harta.

    « Porque soy el mayor, y porque yo pago. Ya elegirás cuando seas grande. Además, a nosotros dos no nos gusta Love Alarm. Es aburrida. »
    — Lev. —La voz de Irisha, firme como siempre, captó su atención al punto en que se vio obligado a bajar la revista que leía para mirarla. La gemela le sonrió, cómplice, mientras que se arrodillaba frente al sofá y se apoyaba contra el descansa brazos. Por otro lado, Irina se quedó de pie, detrás del sofá, y terminó inclinando el cuerpo hacia el frente para mirar por sobre el hombro de su hermano a su gemela. Casi parecía que, por primera vez, ninguna entendía lo que pasaba por la cabeza de la otra.—¿Recuerdas la última vez que fuiste feliz? Ese era un buen anzuelo. Irina solía ser así cuando tenía curiosidad o cuando algo la abrumaba; siempre hacía preguntas de manera sutil, aunque las sacara de la nada, pero siempre le seguía una explicación bien justificada de sus abruptas preguntas. Sólo que en esta ocasión no hubo ningún intento de justificación y, al mirar en sus ojos, pudo notar que su pregunta era seria. No era algo que se podía tomar a la ligera, tampoco algo que ignorar tan fácilmente o para lo que tuviese el corazón de cortar de tajo sus dudas. Nikolay se llevó la mano a la boca, pensativo, y detrás de aquel gesto maldijo en silencio cuando frunció los labios. Odiaba tocar el tema de la felicidad que no sentía y, también, odiaba que se hiciera presente el pasado. Cerró los ojos, y en sus adentros se repitió que ellas no eran culpables, que no lo hacían con malas intenciones y tampoco era un intento de sus otros familiares para sacarle algo de información. Luego de pensárselo, como por dos minutos, negó con lentitud. Incluso su mano izquierda se movió para decir que no con señas. Irina pareció molesta, se le notaba en la cara con ese ceño fruncido y esos ojos furiosos que no iba a aceptar esa respuesta. — ¿Cómo que no? Debe existir algo. La última vez que sentía felicidad fue durante nuestras vacaciones en Seúl. La cantidad de skin care y maquillaje que compré con el dinero de papá me hizo feliz. Ya sabes que él nunca quiere gastar dinero en esas cosas porque es una pérdida de tiempo y estoy muy joven. Pero fue un buen momento. ¿Cuál fue el tuyo, Irisha? Tanto Lev como Irina miraron a la menor de las gemelas. La rubia no pudo hacer nada más que sobresaltarse, detestaba cada vez que su hermana la arrastraba en sus planes sin decírselo, pero, en el fondo, también quería saber más sobre su hermano. Las manos de la chiquilla se aferraron al cuero del sofá mientras que pensaba. Cada instante las miradas de sus hermanos eran más y más insistentes, haciendo que con ello sus mejillas se pusieran más y más rojas por la vergüenza de ser el centro de atención. No había duda que esas dos, aunque parecían idénticas, se trataba de polos opuestos. — Fue... Fue durante el concierto sinfónico de hace unos meses. ¿Recuerdan? Aunque el rostro de Irisha demostraba que no. Lev hizo un puño su mano y movió de arriba bajo para decir que sí. Lo recordaba bien, su hermana participaba en el violín, justo en la orilla de la segunda fila, había elegido un vestido negro con mangas largas y una falda amplia, llevaba botas negras que habían hecho rabiar a su madre durante todo el trayecto porque "no era adecuado vestir algo así" en un día tan importante. Entonces se sonrió, conteniéndose una risa pequeña y la incitó a que continuara hablando con un pequeño movimiento de su mano donde la invitó a sentarse en el asiento vacío a su lado. Su hermana asintió, y se apresuró a sentarse antes de volver a hablar con calma. — Ese día, desde el escenario, parecían una familia feliz. Podía ver cómo mamá tomaba la mano de papá y se le notaba el amor a ambos. Aleksandr no se veía tan molesto y parecía no importarle estar sentado junto a Niko y... Tú también te veías muy feliz. —Habló, una sonrisa tímida y divertida se asomó en sus labios cuando observó a su hermano. Sus miradas se cruzaron: Una estaba llena de alegría y la otra de confusión.— Aunque fue solo un poco, me dio mucha alegría verlos a todos juntos. Me sentí muy feliz... Y guardo ese recuerdo con mucho amor. —Con ambas manos en el pecho, Irina suspiró antes de tomar valor. Relamió sus labios, nerviosa, y dirigió la mirada a su hermano.— ¿Y tú? Como dijo Irisha. Debes tener alguno. Y nuestro nacimiento no cuenta, Lev, tampoco las tonterías que hacíamos de niñas. Debes tener algo. Lo que sea, no puedes estar triste todo el tiempo... En algún momento debes sentir algo más. « Dolor. » Lev no habló, pero sí lo pensó y se le notó en el rostro que no estaba dispuesto en hablar. Siempre había sentido dolor desde que Sasha muriera, desde que lo señalaran como el único culpable y... Desde que se había sentido abandonado por las únicas personas que debían procurarlo. No era su culpa, estaba seguro de que él no había tenido nada que ver con el accidente y que las cosas, desafortunadamente, solo habían sucedido. Sasha había dejado de respirar y... Ya, eso era todo lo que sucediera. Luego todo era borroso y difuso para él. Sin embargo, dentro de esa nube gris de pensamientos, se asomó un momento que brilló con fuerza sobre los demás. Era trivial, algo tonto para muchos, pero de gran valor para él. « Perro. » Movió sus manos con cuidado, poco después buscó su teléfono celular, el cual sacó del bolsillo, y comenzó a escribir un montón de cosas. Probablemente le tomó algunos minutos, pero cuando finalmente acabó, presionó el botón para reproducir el audio con esa voz robotizada del traductor. "Fue cuando llegó Boris. Nuestro perro. Fue hace dos años. Aún no puedo creer que Aleksandr aceptara que se quedara, especialmente por ser un perro tan peludo cuando odia que suelten pelo. Cuando Boris llegó a casa, me sentí muy feliz. Siempre había querido tener un perro, pero Aleksandr no quería y Sasha era alérgico." Ah, Boris, el adorable golden retriever de la familia. La única razón por la que valía la pena levantarse cada mañana con la intención de acicalarlo y verle traer las pelotas de tenis en el hocico, todo el día, de un lado a otro de la casa. Lev se rió solo de recordarlo, fue una risa extraña, porque movía los labios y los sonidos que emitía eran raros. No parecían risas, pues solo era su nariz resoplando una y otra vez al intentar contenerse mientras que escribía de nuevo. " Recuerdo que ese día le destrozó la billetera a Aleksandr. Se puso furioso, amenazó con echar al perro, lo maldijo hasta el cansancio, y al final mamá dijo que iba a quedarse porque yo lo necesitaba". Porque lo necesitaba. Aquellas palabras se repitieron una y otra vez en su cabeza, ¿realmente necesitaba del perro? Sí, pero no tanto como de sus padres. Suspiró, luego levantó los hombros para restarle interés al asunto y en su lugar encendió el televisor. — Oye, no es justo, yo quería continuar mi serie de ayer. Ese k-drama se quedó buenísimo, ¿por qué tenemos que ver otra vez Los Aristogatos? —Replicó Irisha mientras que se sentaba entre sus hermanos, obligándoles a hacerle espacio.— Es la tercera vez esta semana, ya estoy harta. « Porque soy el mayor, y porque yo pago. Ya elegirás cuando seas grande. Además, a nosotros dos no nos gusta Love Alarm. Es aburrida. »
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  • —Puede que no se lleve mucho con los demás pero si puede decir que los gatos son la mejor compañía para una persona solitaria como ella.—
    —Puede que no se lleve mucho con los demás pero si puede decir que los gatos son la mejor compañía para una persona solitaria como ella.—
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