Decisiones:
<< Se econtraba sentado en la silla detrás del escritorio en su oficina, aún se encontraba en Cagliari resolviendo algunos asuntos en la tierra de su familia, si es que así se le podría llamar. Aunque no tenía queja alguna de su hermana Elisabetta, realmente había sido bastante cálida con él en todo este tiempo que se mantenía acoplandose al ritmo de la familia, lo cual era algo sutil aunque enérgico, totalmente diferente de lo distante y frívolo que podía ser en el territorio ruso. Ya habían tenido algunos asuntos que atender juntos, aunque no del todo directo ante la alianza que terminó recientemente. Una alianza que, superficialmente le era indiferente y , al igual que ellos, inútil pues no había mucho beneficio de ello para ambas familias.
Pensaba las cosas mientras se mecía en aquella silla giratoria, de arriba a bajo en las posibilidades que resultarían de que su esposa tuviese aquella reliquia entre sus manos ¿Realmente sería de ayuda para ella? ¿Su memoria regresaría? ¿Cambiarían las cosas entre ellos?
Por otra parte, estaban los asuntos internos, en los que tenía que continuar manejando el pequeño proyecto de expansión que estaba orquestando en las sombras. Los disturbios en Rusia por el control de territorio comenzaba a intensificarse desde que un sujeto llamado Kiev comenzó a manifestarse en La Mafia Roja, haciendose llamar heredero legítimo de todo lo que se había estipulado en la hermandad. Mientras que Giovanni había comenzado desde abajo, subiendo lentamente y cobrando algunos favores que todavía le debían a su abuelo, aún cuando fueran veteranos de guerra y retirados de la KGB.
Tenía que regresar a Rusia antes de que su ausencia se notara y comenzaran las invasiones. Además parecía que aquel mencionado sujeto, estaba totalemente interesado en el territorio que el hijo de Niccólo había conseguido en tierras rusas. Seguramente una disputa entre padres que ahora los hijos heredarían. Eso le causaba cierta molestia, y paranoia al creer que en cualquier momento su territorio, todo el trabajo que había hecho hasta ahora le fuese arrebatado. Realmente no le importaba el legado de su padre, pero si el trabajo que había realizado.
Su mente estaba hecha un caos, pero por fuera, mostraba una serenidad inquebrantable, una resiliencia que incluso se compararía con los mismo glaciares de Siberia y que esta misma se mostraba en el claro de su mirada, mirada que se mantenía fija y decidida.
Buscaba la mejor manera de proceder hasta que, repentinamente, el timbre del teléfono fijo comenzó a sonar ¿Quién podría ser? Seguro alguno de sus hombres, pues sólo ellos tenían el número directo de aquella oficina. Hasta ahora recordaba que había mandado a Dimitri junto a Sergei de regreso a Rusia para encargarse de las operaciones allá. Si, seguro era alguno de ellos. Tomó el teléfono con pocos deseos para así contestar dicha llamada.
— Привет... —
Dijo secamente. Del otro lado era Dimitri, quien tras un par de días encargandose de todo en San Petersburgo comenzó a informar la situación. Todo se encontraba en orden. Sin embargo, la situación cambió cuando escuchó mencionar la confirmación de que Kiev estaba ascendiendo lentamente e invalidando a cada miembro de la "Hermandad", algo que sin duda se expresó en el rostro del hijo de Di Vincenzo, su entrecejo estaba ligeramente fruncido y con ello algo de ira comenzó a surgir desde la boca del estómago.
La conversación continuó, o mejor dicho, el reporte, ya que Giovanni tan solo se limitaba a escuchar y asentir tenuemente.
— Han surgido inconvenientes manteniendo el territorio, hemos encontrado algunos infiltrados de ciertos grupos... — informó Dimitri estando él en alguno de los almacenes de la propiedad del italoruso.
— ¿Y qué estas esperando? Ya sabes qué hacer... — replicó Giovanni con indiferencia.
— ¿Qué hacemos con los voluntarios que quieren unirse? — cuestionó su mano derecha.
— No habrá ingresos hasta nuevo aviso. — dijo Giovanni determinante. — Somete a los nuevos reclutas a interrogatorio. Ya sabes lo demás. —
— Llegó un pedido nuevo. — agregó Dimitri hacia su jefe.
— выплюнь это... — comentó.
— Solicitan la búsqueda de un desertor: Máxim Kusminov... abandonó su puesto como piloto llevando recursos a tropas Ucranianas... — informó el pedido.
— Encuéntralo y mátalo. — Ordenó Gio mientras miraba por la ventana en dirección al acantilado donde había paseado alguna vez con su esposa. Tras ello la llamada terminó y éste continuó con su momento de reflexión.
— Ya comenzó... — >>
Decisiones:
<< Se econtraba sentado en la silla detrás del escritorio en su oficina, aún se encontraba en Cagliari resolviendo algunos asuntos en la tierra de su familia, si es que así se le podría llamar. Aunque no tenía queja alguna de su hermana Elisabetta, realmente había sido bastante cálida con él en todo este tiempo que se mantenía acoplandose al ritmo de la familia, lo cual era algo sutil aunque enérgico, totalmente diferente de lo distante y frívolo que podía ser en el territorio ruso. Ya habían tenido algunos asuntos que atender juntos, aunque no del todo directo ante la alianza que terminó recientemente. Una alianza que, superficialmente le era indiferente y , al igual que ellos, inútil pues no había mucho beneficio de ello para ambas familias.
Pensaba las cosas mientras se mecía en aquella silla giratoria, de arriba a bajo en las posibilidades que resultarían de que su esposa tuviese aquella reliquia entre sus manos ¿Realmente sería de ayuda para ella? ¿Su memoria regresaría? ¿Cambiarían las cosas entre ellos?
Por otra parte, estaban los asuntos internos, en los que tenía que continuar manejando el pequeño proyecto de expansión que estaba orquestando en las sombras. Los disturbios en Rusia por el control de territorio comenzaba a intensificarse desde que un sujeto llamado Kiev comenzó a manifestarse en La Mafia Roja, haciendose llamar heredero legítimo de todo lo que se había estipulado en la hermandad. Mientras que Giovanni había comenzado desde abajo, subiendo lentamente y cobrando algunos favores que todavía le debían a su abuelo, aún cuando fueran veteranos de guerra y retirados de la KGB.
Tenía que regresar a Rusia antes de que su ausencia se notara y comenzaran las invasiones. Además parecía que aquel mencionado sujeto, estaba totalemente interesado en el territorio que el hijo de Niccólo había conseguido en tierras rusas. Seguramente una disputa entre padres que ahora los hijos heredarían. Eso le causaba cierta molestia, y paranoia al creer que en cualquier momento su territorio, todo el trabajo que había hecho hasta ahora le fuese arrebatado. Realmente no le importaba el legado de su padre, pero si el trabajo que había realizado.
Su mente estaba hecha un caos, pero por fuera, mostraba una serenidad inquebrantable, una resiliencia que incluso se compararía con los mismo glaciares de Siberia y que esta misma se mostraba en el claro de su mirada, mirada que se mantenía fija y decidida.
Buscaba la mejor manera de proceder hasta que, repentinamente, el timbre del teléfono fijo comenzó a sonar ¿Quién podría ser? Seguro alguno de sus hombres, pues sólo ellos tenían el número directo de aquella oficina. Hasta ahora recordaba que había mandado a Dimitri junto a Sergei de regreso a Rusia para encargarse de las operaciones allá. Si, seguro era alguno de ellos. Tomó el teléfono con pocos deseos para así contestar dicha llamada.
— Привет... —
Dijo secamente. Del otro lado era Dimitri, quien tras un par de días encargandose de todo en San Petersburgo comenzó a informar la situación. Todo se encontraba en orden. Sin embargo, la situación cambió cuando escuchó mencionar la confirmación de que Kiev estaba ascendiendo lentamente e invalidando a cada miembro de la "Hermandad", algo que sin duda se expresó en el rostro del hijo de Di Vincenzo, su entrecejo estaba ligeramente fruncido y con ello algo de ira comenzó a surgir desde la boca del estómago.
La conversación continuó, o mejor dicho, el reporte, ya que Giovanni tan solo se limitaba a escuchar y asentir tenuemente.
— Han surgido inconvenientes manteniendo el territorio, hemos encontrado algunos infiltrados de ciertos grupos... — informó Dimitri estando él en alguno de los almacenes de la propiedad del italoruso.
— ¿Y qué estas esperando? Ya sabes qué hacer... — replicó Giovanni con indiferencia.
— ¿Qué hacemos con los voluntarios que quieren unirse? — cuestionó su mano derecha.
— No habrá ingresos hasta nuevo aviso. — dijo Giovanni determinante. — Somete a los nuevos reclutas a interrogatorio. Ya sabes lo demás. —
— Llegó un pedido nuevo. — agregó Dimitri hacia su jefe.
— выплюнь это... — comentó.
— Solicitan la búsqueda de un desertor: Máxim Kusminov... abandonó su puesto como piloto llevando recursos a tropas Ucranianas... — informó el pedido.
— Encuéntralo y mátalo. — Ordenó Gio mientras miraba por la ventana en dirección al acantilado donde había paseado alguna vez con su esposa. Tras ello la llamada terminó y éste continuó con su momento de reflexión.
— Ya comenzó... — >>