• El bosque respiraba a su alrededor. No con la alegría de siempre, no con ese susurro juguetón que solía acariciar su cabello como un niño que pedía atención. Fauna caminaba descalza sobre la tierra húmeda, sintiendo cada grieta, cada herida abierta en el suelo. Era como si el mundo llorara a través de aquel bosque. Sus dedos se cerraron alrededor de su manzana dorada, pero hoy no brillaba. Hoy pesaba como un pecado.

    "¿Cuántas veces hemos muerto ya?"

    La pregunta flotó en su mente, como respuesta a las visiones que Aika le había mostrado hace unos días. Líneas de tiempo como cicatrices.

    Un estremecimiento recorrió su espalda. Las flores a sus pies se cerraron al contacto con sus lágrimas. Veneno. Ella, que solo sabía sanar, ahora goteaba amargura.

    — ¡No debería doler tanto! —golpeó el tronco de un roble, y al instante, la corteza se agrietó bajo sus nudillos.

    Retrocedió al instante, horrorizada. Ese no era su poder. El roble murió en segundos, sus hojas volviéndose polvo entre sus dedos.

    Algo crecía dentro de ella.

    No era solo la furia de la naturaleza, no era el vendaval que solía invocar cuando defendia a los suyos. Era algo más profundo, más oscuro. Como esos sucesos que Aika le mostró en un futuro dónde todo se perdía: raíces negras, retorciéndose en su pecho, ahogando su luz.

    — ¿Que debo hacer? ¿Matar? ¿Convertirme en tormenta hasta que nadie se atreva a alzar la voz? —se hundió de rodillas, y la tierra gritó a su alrededor. Los pájaros callaron. Las lágrimas no paraban de salir.

    Entonces lo vio: Un brote verde, frágil, abriéndose paso entre la tierra agrietada. Vida. Aún aquí. Aún a pesar de todo. Contuvo el aliento, y algo se quebró dentro de su pecho.

    Volvió a alzar la manzana dorado, y por primera vez tras varios días, un destello bailó en la superficie. No era la paz ingenua de antes. No era la furia ciega de la naturaleza herida. Era elección.

    — Si debo ser un huracán... al menos debería ser uno que siembre semillas en la destrucción...

    Cuando se levantó, el bosque retumbó con ella. Cerró los ojos, dejando que la brisa jugará con su cabello una vez más, como si las memorias de los caídos pudieran trenzarse entre sus hebras verdes y azules.

    — ¿De que servirán las líneas del tiempo si todas se tiñen igual?

    No importaba quien alzaba la espada primero, ni quien gritaba más fuerte. Al final, en todas las líneas de tiempo, el suelo siempre quedaba salpicado de lo mismo: Lágrimas. Dolor. Pérdida. Arrepentímiento.

    — Tal vez... el error está en creer que alguien tiene que ganar...
    El bosque respiraba a su alrededor. No con la alegría de siempre, no con ese susurro juguetón que solía acariciar su cabello como un niño que pedía atención. Fauna caminaba descalza sobre la tierra húmeda, sintiendo cada grieta, cada herida abierta en el suelo. Era como si el mundo llorara a través de aquel bosque. Sus dedos se cerraron alrededor de su manzana dorada, pero hoy no brillaba. Hoy pesaba como un pecado. "¿Cuántas veces hemos muerto ya?" La pregunta flotó en su mente, como respuesta a las visiones que Aika le había mostrado hace unos días. Líneas de tiempo como cicatrices. Un estremecimiento recorrió su espalda. Las flores a sus pies se cerraron al contacto con sus lágrimas. Veneno. Ella, que solo sabía sanar, ahora goteaba amargura. — ¡No debería doler tanto! —golpeó el tronco de un roble, y al instante, la corteza se agrietó bajo sus nudillos. Retrocedió al instante, horrorizada. Ese no era su poder. El roble murió en segundos, sus hojas volviéndose polvo entre sus dedos. Algo crecía dentro de ella. No era solo la furia de la naturaleza, no era el vendaval que solía invocar cuando defendia a los suyos. Era algo más profundo, más oscuro. Como esos sucesos que Aika le mostró en un futuro dónde todo se perdía: raíces negras, retorciéndose en su pecho, ahogando su luz. — ¿Que debo hacer? ¿Matar? ¿Convertirme en tormenta hasta que nadie se atreva a alzar la voz? —se hundió de rodillas, y la tierra gritó a su alrededor. Los pájaros callaron. Las lágrimas no paraban de salir. Entonces lo vio: Un brote verde, frágil, abriéndose paso entre la tierra agrietada. Vida. Aún aquí. Aún a pesar de todo. Contuvo el aliento, y algo se quebró dentro de su pecho. Volvió a alzar la manzana dorado, y por primera vez tras varios días, un destello bailó en la superficie. No era la paz ingenua de antes. No era la furia ciega de la naturaleza herida. Era elección. — Si debo ser un huracán... al menos debería ser uno que siembre semillas en la destrucción... Cuando se levantó, el bosque retumbó con ella. Cerró los ojos, dejando que la brisa jugará con su cabello una vez más, como si las memorias de los caídos pudieran trenzarse entre sus hebras verdes y azules. — ¿De que servirán las líneas del tiempo si todas se tiñen igual? No importaba quien alzaba la espada primero, ni quien gritaba más fuerte. Al final, en todas las líneas de tiempo, el suelo siempre quedaba salpicado de lo mismo: Lágrimas. Dolor. Pérdida. Arrepentímiento. — Tal vez... el error está en creer que alguien tiene que ganar...
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  • — Mumei acababa de convocar a Fauna al bosque, ya que suponía que quizá en aquél lugar, su mayor podría sentirse más cómoda.
    Mientras la esperaba, decidió subirse a la rama de un árbol y empezar a hablar con su pequeño amigo de papel. ¿Que si estaba nerviosa? Pues ¡Claro que lo estaba! Era prácticamente la segunda vez que podría hablar con aquella guardiana después de muchísimo tiempo.

    Amiguito, ¿crees que le llegue a caer bien después de todo? No lo sé, tengo nervios y cierto miedo.

    — Claramente, su creación no hablaba, simplemente estaba ahí para acompañarla, y eso le bastaba. Mumei era una chica muy sensible, y disfrutaba la compañía, aunque sea solo sentarse en silencio, y su amiguito era su mayor compañía. El estuvo en el peor momento de Mumei, donde ella llegaba a cuestionarse su propia existencia. Y en su mejor momento, donde había hablado con sus amigas por primera vez.

    Ceres Fauna
    — Mumei acababa de convocar a Fauna al bosque, ya que suponía que quizá en aquél lugar, su mayor podría sentirse más cómoda. Mientras la esperaba, decidió subirse a la rama de un árbol y empezar a hablar con su pequeño amigo de papel. ¿Que si estaba nerviosa? Pues ¡Claro que lo estaba! Era prácticamente la segunda vez que podría hablar con aquella guardiana después de muchísimo tiempo. Amiguito, ¿crees que le llegue a caer bien después de todo? No lo sé, tengo nervios y cierto miedo. — Claramente, su creación no hablaba, simplemente estaba ahí para acompañarla, y eso le bastaba. Mumei era una chica muy sensible, y disfrutaba la compañía, aunque sea solo sentarse en silencio, y su amiguito era su mayor compañía. El estuvo en el peor momento de Mumei, donde ella llegaba a cuestionarse su propia existencia. Y en su mejor momento, donde había hablado con sus amigas por primera vez. [Ceresfaun4]
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  • ✴ ──────

    Desde siempre Liz poseía una gran fascinación por la naturaleza.

    En sus tiempos de peregrinaje las pausas para admirar el paisaje eran obligatorias mientras inspiraba el aire fresco que traía los aromas de la tierra y sus frutos silvestres.

    La bitácora de viaje que llevaba consigo la ocupaba para anotar información importante, datos relevantes y por su puesto, para bocetear cualquier cosa que captara su atención desde vegetación, insectos,animales e incluso hasta personas

    Tantos años pernoctando en medio de los bosques la había vuelto experta en reconocer la variada flora y fauna de cada zona.
    El canto de los pájaros según su especie, la variedad de hongos comestibles y venenosos, (información que mas de una vez sirvió para llevar algo de comida a su estómago) la forma de las nubes y cuales avisaban mal clima, incluso, podía reconocer por el tipo de plantas y sus características hacia donde tenía que caminar para hayar una fuente de agua dulce.

    Cada vez que encontraba una pluma entre la hierba o adherida a alguna rama de un árbol, la pelirroja la guardaba como un regalo preciado. Para ella, encontrarse una, era símbolo de buen augurio.

    Con el paso de los años llegó a tener una gran colección de todo tipo, color y tamaño. Algunas las adaptaba para poder dibujar y escribir con ellas, otras las pintaba haciendo pequeños diseños en los extremos y unas cuantas quedaban intactas tal y como las había recogido.

    Elizabeth en su habitación resguardándose de la tormenta que asolaba afuera ordenaba su colección con sumo cuidado analizando cada una y recordando el lugar de donde la había sacado. Una a una dejaba las plumas entre las hojas de su bitácora, hasta que se topó con la que había rescatado del estornino; Esa mágica tarde en la pradera cuando pudo ver de cerca a su pájaro favorito por primera vez.

    Suspiró sonriente, esta la dejó aparte, haría algo especial con ella.
    ✴ ────── Desde siempre Liz poseía una gran fascinación por la naturaleza. En sus tiempos de peregrinaje las pausas para admirar el paisaje eran obligatorias mientras inspiraba el aire fresco que traía los aromas de la tierra y sus frutos silvestres. La bitácora de viaje que llevaba consigo la ocupaba para anotar información importante, datos relevantes y por su puesto, para bocetear cualquier cosa que captara su atención desde vegetación, insectos,animales e incluso hasta personas Tantos años pernoctando en medio de los bosques la había vuelto experta en reconocer la variada flora y fauna de cada zona. El canto de los pájaros según su especie, la variedad de hongos comestibles y venenosos, (información que mas de una vez sirvió para llevar algo de comida a su estómago) la forma de las nubes y cuales avisaban mal clima, incluso, podía reconocer por el tipo de plantas y sus características hacia donde tenía que caminar para hayar una fuente de agua dulce. Cada vez que encontraba una pluma entre la hierba o adherida a alguna rama de un árbol, la pelirroja la guardaba como un regalo preciado. Para ella, encontrarse una, era símbolo de buen augurio. Con el paso de los años llegó a tener una gran colección de todo tipo, color y tamaño. Algunas las adaptaba para poder dibujar y escribir con ellas, otras las pintaba haciendo pequeños diseños en los extremos y unas cuantas quedaban intactas tal y como las había recogido. Elizabeth en su habitación resguardándose de la tormenta que asolaba afuera ordenaba su colección con sumo cuidado analizando cada una y recordando el lugar de donde la había sacado. Una a una dejaba las plumas entre las hojas de su bitácora, hasta que se topó con la que había rescatado del estornino; Esa mágica tarde en la pradera cuando pudo ver de cerca a su pájaro favorito por primera vez. Suspiró sonriente, esta la dejó aparte, haría algo especial con ella.
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  • — Uuuuu, ¿Cómo es que las personas se pierden la sensación tan maravillosa de estar descalzos? —murmuró Fauna, hablando consigo misma, mientras balancea sus pies descalzos en el aire— Te conecta con la tierra...te hace sentir vivo...y, uuu... ayuda a relajarse.

    Fauna movía sus piernas, sintiendo la brisa rozando la piel de sus pies, mientras continuaba hablando sola, con un tono dulce y soñador.

    — Parece que...la gente ha olvidado lo que significa estar en contacto con la naturaleza...
    — Uuuuu, ¿Cómo es que las personas se pierden la sensación tan maravillosa de estar descalzos? —murmuró Fauna, hablando consigo misma, mientras balancea sus pies descalzos en el aire— Te conecta con la tierra...te hace sentir vivo...y, uuu... ayuda a relajarse. Fauna movía sus piernas, sintiendo la brisa rozando la piel de sus pies, mientras continuaba hablando sola, con un tono dulce y soñador. — Parece que...la gente ha olvidado lo que significa estar en contacto con la naturaleza...
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  • Fauna suspiró, sus ojos dorados mostrando una profunda tristeza mientras observaba a sus pequeños retoños crecer con vitalidad. Se sentía abrumada por los recientes acontecimientos, la imagen de la lucha entre Aika y Baelz, la canción caótica de la robot D.I.V.A...

    — Uuuuu, ¿por qué no podemos vivir en paz? —murmuró Fauna, su voz suave cargada de frustración— la naturaleza es tan hermosa, tan armoniosa... ¿por qué nosotros no podemos serlo?

    Se acercó a uno de los retoños, acariciando suavemente sus hojas.

    — Quizás... quizás si les mostramos la belleza de la naturaleza —pensó en voz alta— si les enseñamos a amar y respetar el mundo que nos rodea... quizás entonces entenderán que la violencia no es la respuesta...

    Con un gesto suave de sus manos, Fauna hizo brotar flores de colores brillantes alrededor de los retoños, creando un pequeño jardín de paz.

    — Debemos encontrar una manera... —dijo con determinación, sus ojos brillando con esperanza— Siempre hay una manera de evitar la violencia. Debemos encontrarla...
    Fauna suspiró, sus ojos dorados mostrando una profunda tristeza mientras observaba a sus pequeños retoños crecer con vitalidad. Se sentía abrumada por los recientes acontecimientos, la imagen de la lucha entre Aika y Baelz, la canción caótica de la robot D.I.V.A... — Uuuuu, ¿por qué no podemos vivir en paz? —murmuró Fauna, su voz suave cargada de frustración— la naturaleza es tan hermosa, tan armoniosa... ¿por qué nosotros no podemos serlo? Se acercó a uno de los retoños, acariciando suavemente sus hojas. — Quizás... quizás si les mostramos la belleza de la naturaleza —pensó en voz alta— si les enseñamos a amar y respetar el mundo que nos rodea... quizás entonces entenderán que la violencia no es la respuesta... Con un gesto suave de sus manos, Fauna hizo brotar flores de colores brillantes alrededor de los retoños, creando un pequeño jardín de paz. — Debemos encontrar una manera... —dijo con determinación, sus ojos brillando con esperanza— Siempre hay una manera de evitar la violencia. Debemos encontrarla...
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  • Fauna se encontraba en su lugar favorito del bosque, un claro bañado por la luz del sol donde las flores silvestres crecían en abundancia. Estaba sentada junto a un arroyo cristalino, observando a un grupo de mariposas danzar en el aire, cuando sintió una presencia acercándose. Volteó la mirada y sus ojos dorados se abrieron de par en par al ver a Aikaterine Ouro su compañera del Consejo, acercándose con dificultad, heridar.

    — ¡A-aika! —exclamó Fauna, poniéndose de pie de un salto— ¡¿Qué te ha pasado?!
    Fauna se encontraba en su lugar favorito del bosque, un claro bañado por la luz del sol donde las flores silvestres crecían en abundancia. Estaba sentada junto a un arroyo cristalino, observando a un grupo de mariposas danzar en el aire, cuando sintió una presencia acercándose. Volteó la mirada y sus ojos dorados se abrieron de par en par al ver a [Mercenary1x] su compañera del Consejo, acercándose con dificultad, heridar. — ¡A-aika! —exclamó Fauna, poniéndose de pie de un salto— ¡¿Qué te ha pasado?!
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  • Fauna, caminando curiosa por el mundo de los humanos, se detuvo frente a una máquina expendedora, sus ojos dorados brillando con intriga.

    — ¡Uuuu! ¡Tantas bebidas diferentes! —

    exclamó, señalando una lata de refresco verde.

    — Me pregunto a qué sabrá esto... —

    Insertó unas monedas en la máquina y sacó la lata, abriéndola con un suave "psss". Llevó la lata a sus labios, tomando un pequeño sorbo.

    —¿Uuuu? —murmuró, sus ojos abriéndose de par en par— ¡Esto es... burbujeante! ¡Y sabe a... limón! ¡Me gusta!
    Fauna, caminando curiosa por el mundo de los humanos, se detuvo frente a una máquina expendedora, sus ojos dorados brillando con intriga. — ¡Uuuu! ¡Tantas bebidas diferentes! — exclamó, señalando una lata de refresco verde. — Me pregunto a qué sabrá esto... — Insertó unas monedas en la máquina y sacó la lata, abriéndola con un suave "psss". Llevó la lata a sus labios, tomando un pequeño sorbo. —¿Uuuu? —murmuró, sus ojos abriéndose de par en par— ¡Esto es... burbujeante! ¡Y sabe a... limón! ¡Me gusta!
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  • Fauna caminaba a través de un denso bosque, sus pies descalzos apenas tocando el suelo cubierto de musgo. Las hojas crujían suavemente bajo su paso, y el aire estaba impregnado del aroma de la tierra húmeda y las flores silvestres. Se detuvo junto a un arroyo cristalino, mientras reflexionaba sobre los recientes acontecimientos, observando su reflejo en el agua.

    —Guiar a un demonio... —murmuró para sí misma, su voz suave apenas audible— Pensé que sería más fácil... uuuu... pero es tan... complicado. Uuuu, ¿quizás estoy siendo demasiado ingenua? Pero... no puedo rendirme. Tengo que encontrar una manera de ayudarlo...
    Fauna caminaba a través de un denso bosque, sus pies descalzos apenas tocando el suelo cubierto de musgo. Las hojas crujían suavemente bajo su paso, y el aire estaba impregnado del aroma de la tierra húmeda y las flores silvestres. Se detuvo junto a un arroyo cristalino, mientras reflexionaba sobre los recientes acontecimientos, observando su reflejo en el agua. —Guiar a un demonio... —murmuró para sí misma, su voz suave apenas audible— Pensé que sería más fácil... uuuu... pero es tan... complicado. Uuuu, ¿quizás estoy siendo demasiado ingenua? Pero... no puedo rendirme. Tengo que encontrar una manera de ayudarlo...
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Fauna y Yaken, casi literalmente (?)
    Fauna y Yaken, casi literalmente (?)
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  • — "No me importa lo que esa nadie diga. Tu, Fauna, estas ahora ligada conmigo. Te necesito a mi lado, eres mi conciencia y necesito que sigas pensando con esa inocencia que tienes. Te quiero a mi lado... aunque me regañes"
    — "No me importa lo que esa nadie diga. Tu, Fauna, estas ahora ligada conmigo. Te necesito a mi lado, eres mi conciencia y necesito que sigas pensando con esa inocencia que tienes. Te quiero a mi lado... aunque me regañes"
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