• 《Sus errores se pagarán con sangre. Cada lágrima con un golpe y la mínima duda merecerá el quiebre de su espíritu. Quien está destinado a proteger, salvar y amar no tiene derecho ser menos que infalible》
    《Sus errores se pagarán con sangre. Cada lágrima con un golpe y la mínima duda merecerá el quiebre de su espíritu. Quien está destinado a proteger, salvar y amar no tiene derecho ser menos que infalible》
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  • Si , nos ubiese cosido aquel dia .... Hilde nada de esto estaria, pasado ~ pero eso no puedo negar que una.mala jugada ese dia ~ mis errores de presente igual .
    Si , nos ubiese cosido aquel dia .... Hilde nada de esto estaria, pasado ~ pero eso no puedo negar que una.mala jugada ese dia ~ mis errores de presente igual .
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  • ‎"Las cosas no siempre salen como uno quiere..."



    ‎ ( Ese es un hecho crudo que todos terminamos aceptando en algún punto, y yo no soy la maldita excepción aquí. ¿Pero sabes qué? Que yo acepte eso no significa que esté de acuerdo. Y sí, sé que el término "aceptar" se puede usar de forma similar para indicar que no hay problema alguno, pero no; yo puedo aceptar que un día lluvioso me termine dejando empapado o que el tren se vaya de la estación cuando yo apenas llegaba, pero nunca dejaré que esos inconvenientes jodan mi plan. No voy a decir una estupidez como que "si no ocurre, es porque no lo has querido lo suficiente" y blah, blah, blah... No. Para mí, si las cosas no resultan como se esperan, es porque no lo he planeado lo suficiente, porque no he previsto todas las posibilidades. Y eso no está mal; equivocarse y cometer errores es válido en mi marco de acción, lo que jamás voy a permitir es que eso se convierta en fracaso. Eso sí que es impensable y esa es exactamente la razón por la que no estoy de acuerdo con ese hecho. Jajaja... Vaya, vaya... Supongo que estoy un poco más tenso de lo normal, o de lo contrario no tendría sentido que tenga que hacer este monólogo en mi mente para limpiar el ruido mental. JAJAJAJA... )



    ‎ * Marcus se detenía en su andar con una sonrisa apenas perceptible. Había llegado hasta un lugar solitario, desprovisto de cualquier persona que pudiera interrumpir su pensamiento o su "descanso". Con una habilidad casi milimétrica, sacaba la caja de cigarrillos de uno de sus bolsillos; le daba unos leves golpes a la parte superior antes de destaparla. Como era habitual, el joven universitario estaba a punto de fumar, no solo para relajarse; lo cierto era que Marcus suele pensar mejor cuando el humo y la nicotina corren por su sistema, y lo necesita ahora más que nunca, pues lo que tiene que formular es un Plan B... *
    ‎"Las cosas no siempre salen como uno quiere..." ‎ ‎ ‎ ‎ ( Ese es un hecho crudo que todos terminamos aceptando en algún punto, y yo no soy la maldita excepción aquí. ¿Pero sabes qué? Que yo acepte eso no significa que esté de acuerdo. Y sí, sé que el término "aceptar" se puede usar de forma similar para indicar que no hay problema alguno, pero no; yo puedo aceptar que un día lluvioso me termine dejando empapado o que el tren se vaya de la estación cuando yo apenas llegaba, pero nunca dejaré que esos inconvenientes jodan mi plan. No voy a decir una estupidez como que "si no ocurre, es porque no lo has querido lo suficiente" y blah, blah, blah... No. Para mí, si las cosas no resultan como se esperan, es porque no lo he planeado lo suficiente, porque no he previsto todas las posibilidades. Y eso no está mal; equivocarse y cometer errores es válido en mi marco de acción, lo que jamás voy a permitir es que eso se convierta en fracaso. Eso sí que es impensable y esa es exactamente la razón por la que no estoy de acuerdo con ese hecho. Jajaja... Vaya, vaya... Supongo que estoy un poco más tenso de lo normal, o de lo contrario no tendría sentido que tenga que hacer este monólogo en mi mente para limpiar el ruido mental. JAJAJAJA... ) ‎ ‎ ‎ ‎ * Marcus se detenía en su andar con una sonrisa apenas perceptible. Había llegado hasta un lugar solitario, desprovisto de cualquier persona que pudiera interrumpir su pensamiento o su "descanso". Con una habilidad casi milimétrica, sacaba la caja de cigarrillos de uno de sus bolsillos; le daba unos leves golpes a la parte superior antes de destaparla. Como era habitual, el joven universitario estaba a punto de fumar, no solo para relajarse; lo cierto era que Marcus suele pensar mejor cuando el humo y la nicotina corren por su sistema, y lo necesita ahora más que nunca, pues lo que tiene que formular es un Plan B... *
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷

    Inclino apenas la mano… y la magia responde antes que el pensamiento.

    Mi aura se expande como una grieta invisible y, de pronto, la espía es revelada.

    Una elfa. Alta, delgada, con rasgos que no encajan del todo en este tiempo. Su piel parece haber sido tocada por algo que no debería haberla rozado nunca.
    El general palidece.

    —¡Una espía de Jennifer! —grita, con un miedo demasiado inmediato para ser fingido.

    Golpea un mecanismo oculto en la pared. La piedra se abre con un gemido antiguo y, sin mirar atrás, huye por el pasadizo secreto mientras ruge la orden:
    —¡Matad a las intrusas!

    Ladeo la cabeza, genuinamente confundida.
    No llego a moverme.

    Las sombras de los soldados se alargan, se despegan de sus pies como animales obedientes y, en un único gesto mío, se levantan y los atraviesan. No hay gritos largos. No hay lucha. Solo cuerpos cayendo, ensartados por su propia oscuridad.
    Silencio.

    Miro a la elfa.
    Hay algo en ella que no encaja. Algo que tira de mí como una astilla en la mente. Le hago un gesto mínimo con la cabeza y avanzo hacia la sala interior. Ella me sigue.

    Cuando entramos, la atmósfera cambia.
    Allí nos espera un clon de Jennifer.
    No perfecto. No completo. Una existencia forzada, sostenida por hechicería torpe y miedo. Al verla, algo en mi pecho se tensa. En ese reflejo deformado veo… mi propio cuerpo. Mi propia lucha. Dos errores del tiempo intentando no desaparecer.

    La elfa se gira hacia mí.

    —Puedes matarla —dice, con una calma que no le pertenece—. Te doy permiso.

    La miro.

    —No sigo órdenes —respondo—.
    Y no mato aquello cuya existencia nunca debió suceder.

    El clon me observa. No con odio. Con hambre de realidad.
    La elfa no duda más.
    Cruza la distancia y le degüella la garganta con un movimiento limpio. El cuerpo cae, deshaciéndose como una marioneta sin hilos… y entonces algo sale de ella.

    Una presencia.
    No tiene forma definida, pero habla.
    —Te devuelvo tu tiempo —susurra hacia la elfa—. Lo justo para vengarte.

    La elfa se endereza.
    Y por primera vez… es ella. No la máscara. No la espía.

    Me mira mientras camina hacia el general, que ha regresado demasiado tarde, creyéndose a salvo.

    —Pedí ayuda —dice—. Para vengar mi muerte… y la de mi grupo.
    Este ente aceptó.
    Pero no por mí.

    Clava su mirada en la mía.

    —Lo hizo para estar cerca de ti.
    Y de Jennifer.

    El general apenas tiene tiempo de suplicar. La elfa lo mata sin ceremonia. Sin gloria. Sin alivio.
    Cuando el cuerpo cae, el tiempo prestado se agota.
    La elfa verdadera se desploma también. Sin vida. Sin historia que continúe.

    El ente ya no está.
    Me quedo sola en la sala, rodeada de cadáveres, ecos rotos y decisiones inútiles.
    Exhalo despacio.

    —Al final… —murmuro— todo esto ha sido una pérdida de tiempo.
    Miro mis manos. Siento el cuerpo vibrar, inestable, reclamando atención.

    Mi tiempo.
    Tan preciado.
    Tan escaso.
    Relato en Post y comentario de la imagen 🩷 Inclino apenas la mano… y la magia responde antes que el pensamiento. Mi aura se expande como una grieta invisible y, de pronto, la espía es revelada. Una elfa. Alta, delgada, con rasgos que no encajan del todo en este tiempo. Su piel parece haber sido tocada por algo que no debería haberla rozado nunca. El general palidece. —¡Una espía de Jennifer! —grita, con un miedo demasiado inmediato para ser fingido. Golpea un mecanismo oculto en la pared. La piedra se abre con un gemido antiguo y, sin mirar atrás, huye por el pasadizo secreto mientras ruge la orden: —¡Matad a las intrusas! Ladeo la cabeza, genuinamente confundida. No llego a moverme. Las sombras de los soldados se alargan, se despegan de sus pies como animales obedientes y, en un único gesto mío, se levantan y los atraviesan. No hay gritos largos. No hay lucha. Solo cuerpos cayendo, ensartados por su propia oscuridad. Silencio. Miro a la elfa. Hay algo en ella que no encaja. Algo que tira de mí como una astilla en la mente. Le hago un gesto mínimo con la cabeza y avanzo hacia la sala interior. Ella me sigue. Cuando entramos, la atmósfera cambia. Allí nos espera un clon de Jennifer. No perfecto. No completo. Una existencia forzada, sostenida por hechicería torpe y miedo. Al verla, algo en mi pecho se tensa. En ese reflejo deformado veo… mi propio cuerpo. Mi propia lucha. Dos errores del tiempo intentando no desaparecer. La elfa se gira hacia mí. —Puedes matarla —dice, con una calma que no le pertenece—. Te doy permiso. La miro. —No sigo órdenes —respondo—. Y no mato aquello cuya existencia nunca debió suceder. El clon me observa. No con odio. Con hambre de realidad. La elfa no duda más. Cruza la distancia y le degüella la garganta con un movimiento limpio. El cuerpo cae, deshaciéndose como una marioneta sin hilos… y entonces algo sale de ella. Una presencia. No tiene forma definida, pero habla. —Te devuelvo tu tiempo —susurra hacia la elfa—. Lo justo para vengarte. La elfa se endereza. Y por primera vez… es ella. No la máscara. No la espía. Me mira mientras camina hacia el general, que ha regresado demasiado tarde, creyéndose a salvo. —Pedí ayuda —dice—. Para vengar mi muerte… y la de mi grupo. Este ente aceptó. Pero no por mí. Clava su mirada en la mía. —Lo hizo para estar cerca de ti. Y de Jennifer. El general apenas tiene tiempo de suplicar. La elfa lo mata sin ceremonia. Sin gloria. Sin alivio. Cuando el cuerpo cae, el tiempo prestado se agota. La elfa verdadera se desploma también. Sin vida. Sin historia que continúe. El ente ya no está. Me quedo sola en la sala, rodeada de cadáveres, ecos rotos y decisiones inútiles. Exhalo despacio. —Al final… —murmuro— todo esto ha sido una pérdida de tiempo. Miro mis manos. Siento el cuerpo vibrar, inestable, reclamando atención. Mi tiempo. Tan preciado. Tan escaso.
    Inclino apenas la mano… y la magia responde antes que el pensamiento.

    Mi aura se expande como una grieta invisible y, de pronto, la espía es revelada.

    Una elfa. Alta, delgada, con rasgos que no encajan del todo en este tiempo. Su piel parece haber sido tocada por algo que no debería haberla rozado nunca.
    El general palidece.

    —¡Una espía de Jennifer! —grita, con un miedo demasiado inmediato para ser fingido.

    Golpea un mecanismo oculto en la pared. La piedra se abre con un gemido antiguo y, sin mirar atrás, huye por el pasadizo secreto mientras ruge la orden:
    —¡Matad a las intrusas!

    Ladeo la cabeza, genuinamente confundida.
    No llego a moverme.

    Las sombras de los soldados se alargan, se despegan de sus pies como animales obedientes y, en un único gesto mío, se levantan y los atraviesan. No hay gritos largos. No hay lucha. Solo cuerpos cayendo, ensartados por su propia oscuridad.
    Silencio.

    Miro a la elfa.
    Hay algo en ella que no encaja. Algo que tira de mí como una astilla en la mente. Le hago un gesto mínimo con la cabeza y avanzo hacia la sala interior. Ella me sigue.

    Cuando entramos, la atmósfera cambia.
    Allí nos espera un clon de Jennifer.
    No perfecto. No completo. Una existencia forzada, sostenida por hechicería torpe y miedo. Al verla, algo en mi pecho se tensa. En ese reflejo deformado veo… mi propio cuerpo. Mi propia lucha. Dos errores del tiempo intentando no desaparecer.

    La elfa se gira hacia mí.

    —Puedes matarla —dice, con una calma que no le pertenece—. Te doy permiso.

    La miro.

    —No sigo órdenes —respondo—.
    Y no mato aquello cuya existencia nunca debió suceder.

    El clon me observa. No con odio. Con hambre de realidad.
    La elfa no duda más.
    Cruza la distancia y le degüella la garganta con un movimiento limpio. El cuerpo cae, deshaciéndose como una marioneta sin hilos… y entonces algo sale de ella.

    Una presencia.
    No tiene forma definida, pero habla.
    —Te devuelvo tu tiempo —susurra hacia la elfa—. Lo justo para vengarte.

    La elfa se endereza.
    Y por primera vez… es ella. No la máscara. No la espía.

    Me mira mientras camina hacia el general, que ha regresado demasiado tarde, creyéndose a salvo.

    —Pedí ayuda —dice—. Para vengar mi muerte… y la de mi grupo.
    Este ente aceptó.
    Pero no por mí.

    Clava su mirada en la mía.

    —Lo hizo para estar cerca de ti.
    Y de Jennifer.

    El general apenas tiene tiempo de suplicar. La elfa lo mata sin ceremonia. Sin gloria. Sin alivio.
    Cuando el cuerpo cae, el tiempo prestado se agota.
    La elfa verdadera se desploma también. Sin vida. Sin historia que continúe.

    El ente ya no está.
    Me quedo sola en la sala, rodeada de cadáveres, ecos rotos y decisiones inútiles.
    Exhalo despacio.

    —Al final… —murmuro— todo esto ha sido una pérdida de tiempo.
    Miro mis manos. Siento el cuerpo vibrar, inestable, reclamando atención.

    Mi tiempo.
    Tan preciado.
    Tan escaso.
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    Mi aura se expande como una grieta invisible y, de pronto, la espía es revelada.

    Una elfa. Alta, delgada, con rasgos que no encajan del todo en este tiempo. Su piel parece haber sido tocada por algo que no debería haberla rozado nunca.
    El general palidece.

    —¡Una espía de Jennifer! —grita, con un miedo demasiado inmediato para ser fingido.

    Golpea un mecanismo oculto en la pared. La piedra se abre con un gemido antiguo y, sin mirar atrás, huye por el pasadizo secreto mientras ruge la orden:
    —¡Matad a las intrusas!

    Ladeo la cabeza, genuinamente confundida.
    No llego a moverme.

    Las sombras de los soldados se alargan, se despegan de sus pies como animales obedientes y, en un único gesto mío, se levantan y los atraviesan. No hay gritos largos. No hay lucha. Solo cuerpos cayendo, ensartados por su propia oscuridad.
    Silencio.

    Miro a la elfa.
    Hay algo en ella que no encaja. Algo que tira de mí como una astilla en la mente. Le hago un gesto mínimo con la cabeza y avanzo hacia la sala interior. Ella me sigue.

    Cuando entramos, la atmósfera cambia.
    Allí nos espera un clon de Jennifer.
    No perfecto. No completo. Una existencia forzada, sostenida por hechicería torpe y miedo. Al verla, algo en mi pecho se tensa. En ese reflejo deformado veo… mi propio cuerpo. Mi propia lucha. Dos errores del tiempo intentando no desaparecer.

    La elfa se gira hacia mí.

    —Puedes matarla —dice, con una calma que no le pertenece—. Te doy permiso.

    La miro.

    —No sigo órdenes —respondo—.
    Y no mato aquello cuya existencia nunca debió suceder.

    El clon me observa. No con odio. Con hambre de realidad.
    La elfa no duda más.
    Cruza la distancia y le degüella la garganta con un movimiento limpio. El cuerpo cae, deshaciéndose como una marioneta sin hilos… y entonces algo sale de ella.

    Una presencia.
    No tiene forma definida, pero habla.
    —Te devuelvo tu tiempo —susurra hacia la elfa—. Lo justo para vengarte.

    La elfa se endereza.
    Y por primera vez… es ella. No la máscara. No la espía.

    Me mira mientras camina hacia el general, que ha regresado demasiado tarde, creyéndose a salvo.

    —Pedí ayuda —dice—. Para vengar mi muerte… y la de mi grupo.
    Este ente aceptó.
    Pero no por mí.

    Clava su mirada en la mía.

    —Lo hizo para estar cerca de ti.
    Y de Jennifer.

    El general apenas tiene tiempo de suplicar. La elfa lo mata sin ceremonia. Sin gloria. Sin alivio.
    Cuando el cuerpo cae, el tiempo prestado se agota.
    La elfa verdadera se desploma también. Sin vida. Sin historia que continúe.

    El ente ya no está.
    Me quedo sola en la sala, rodeada de cadáveres, ecos rotos y decisiones inútiles.
    Exhalo despacio.

    —Al final… —murmuro— todo esto ha sido una pérdida de tiempo.
    Miro mis manos. Siento el cuerpo vibrar, inestable, reclamando atención.

    Mi tiempo.
    Tan preciado.
    Tan escaso.
    Inclino apenas la mano… y la magia responde antes que el pensamiento. Mi aura se expande como una grieta invisible y, de pronto, la espía es revelada. Una elfa. Alta, delgada, con rasgos que no encajan del todo en este tiempo. Su piel parece haber sido tocada por algo que no debería haberla rozado nunca. El general palidece. —¡Una espía de Jennifer! —grita, con un miedo demasiado inmediato para ser fingido. Golpea un mecanismo oculto en la pared. La piedra se abre con un gemido antiguo y, sin mirar atrás, huye por el pasadizo secreto mientras ruge la orden: —¡Matad a las intrusas! Ladeo la cabeza, genuinamente confundida. No llego a moverme. Las sombras de los soldados se alargan, se despegan de sus pies como animales obedientes y, en un único gesto mío, se levantan y los atraviesan. No hay gritos largos. No hay lucha. Solo cuerpos cayendo, ensartados por su propia oscuridad. Silencio. Miro a la elfa. Hay algo en ella que no encaja. Algo que tira de mí como una astilla en la mente. Le hago un gesto mínimo con la cabeza y avanzo hacia la sala interior. Ella me sigue. Cuando entramos, la atmósfera cambia. Allí nos espera un clon de Jennifer. No perfecto. No completo. Una existencia forzada, sostenida por hechicería torpe y miedo. Al verla, algo en mi pecho se tensa. En ese reflejo deformado veo… mi propio cuerpo. Mi propia lucha. Dos errores del tiempo intentando no desaparecer. La elfa se gira hacia mí. —Puedes matarla —dice, con una calma que no le pertenece—. Te doy permiso. La miro. —No sigo órdenes —respondo—. Y no mato aquello cuya existencia nunca debió suceder. El clon me observa. No con odio. Con hambre de realidad. La elfa no duda más. Cruza la distancia y le degüella la garganta con un movimiento limpio. El cuerpo cae, deshaciéndose como una marioneta sin hilos… y entonces algo sale de ella. Una presencia. No tiene forma definida, pero habla. —Te devuelvo tu tiempo —susurra hacia la elfa—. Lo justo para vengarte. La elfa se endereza. Y por primera vez… es ella. No la máscara. No la espía. Me mira mientras camina hacia el general, que ha regresado demasiado tarde, creyéndose a salvo. —Pedí ayuda —dice—. Para vengar mi muerte… y la de mi grupo. Este ente aceptó. Pero no por mí. Clava su mirada en la mía. —Lo hizo para estar cerca de ti. Y de Jennifer. El general apenas tiene tiempo de suplicar. La elfa lo mata sin ceremonia. Sin gloria. Sin alivio. Cuando el cuerpo cae, el tiempo prestado se agota. La elfa verdadera se desploma también. Sin vida. Sin historia que continúe. El ente ya no está. Me quedo sola en la sala, rodeada de cadáveres, ecos rotos y decisiones inútiles. Exhalo despacio. —Al final… —murmuro— todo esto ha sido una pérdida de tiempo. Miro mis manos. Siento el cuerpo vibrar, inestable, reclamando atención. Mi tiempo. Tan preciado. Tan escaso.
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  • 𝐍𝐎𝐓 𝐀 𝐆𝐎𝐎𝐃 𝐌𝐀𝐍, 𝐁𝐔𝐓 𝐀 𝐏𝐄𝐑𝐅𝐄𝐂𝐓 𝐒𝐎𝐋𝐃𝐈𝐄𝐑.
    Fandom The Boys
    Categoría Acción
    Había pasado un mes desde que vought consiguio interceptar a Soldier boy en New York. El gobierno ruso los había alerta do sobre la fuga del super justo a tiempo y antes de que Butcher junto a su grupo llegaran a él, la empresa lo convencio de volver a trabajar con ellos.

    No fue una tarea sencilla. El primer héroe guardaba demasiado rencor contra vought y también hacia los miembros de Payback, su antiguo equipo. Stan Edgar fue quien consiguió hacerle cambiar de parecer, alegando de que todo lo sucedido no era más que un enorme mal entendido y que se encargaría personalmente de enmendar esos errores.

    Mientras se ocupaban de eso, lo reincorporaron en la base de datos y les dieron la orden a las grandes mentes del marketing en la empresa para que preparan alguna historia que pudiera justificar su regreso y que su vez, sonara creíble.

    Luego enviaron a Homelander a participar en nombre de vought en una campaña de concientización por los derechos humanos en África, prometiendole que sería algo temporal y teniendo la certeza de que no iba a negarse cuando los ojos del mundo esperaban ver a su héroe estrechandoles la mano a cada miembro de la ONU.

    No eran más que excusas, un pretexto para darle a soldier boy el puesto de líder en esa nueva camada de héroes llamada "Los Siete". Así resolvieron el primer problema, el segundo apareció cuando el super reconocio a un miembro de su antiguo equipo sentado en la mesa, como si no le debiera nada a nadie. Pero la situación no escalo a mayores, estaba conforme con la compensación que le estaban dando y
    optó por dejar el pasado en el pasado, a condición de convivir lo estrictamente necesario.

    Tras la muerte de Madelyn Stillwell , Ashley asumió el cargo de vicepresidenta sénior de Hero Management y aunque no tenía autoridad sobre Los Siete, como si lo tenía predecesora. Se encargo de cubrir las necesidades del super recién llegado, incluyendo el cumplir sus caprichos y ya había demostrado ser alguien sumamente demandante y ella no podía encargarse de él y del resto de los supers a la vez.

    Se encamino al primer piso de la torre, lugar destinado al personal administrativo y se dirigío a la primera empleada que encontro en su camino, tomándose la molestia de leer el nombre en su gafete antes de hablarle.

    ──Anne Baxter, necesito que me acompañes un momento. No te preocupes por mover tus cosas, alguien lo hará por ti ── Entrelazo su brazo al de ella y la arrastro hacia al ascensor más cercano. Una vez dentro presiono el número del último del piso de la torre.

    Mientras subían, Ashley la puso al tanto de la situación aunque tampoco era un secreto para el resto de los empleados. En las últimas semanas solo se había hablado de eso, del super que el mundo creía muerto y especulaban sobre cuando anunciarian su regreso.

    ──Lo que necesitamos es que se adapte a los nuevos tiempos, al siglo XXI. Que deje de ver la tecnológia como algo negativo y que eventualmente pueda hacer uso de una computadora o de un teléfono celular... ── Los números en la pantalla sobre las puertas del ascensor pasaban lento, apenas iban por el piso 10 y el penthouse de los supers quedaba en el piso 99. ──No voy a mentirte, su vanidad no conoce límites y ahora que esta de regreso, con un nuevo equipo, con Homelander lejos; lo cual nos alegra mucho a todos... Bueno, digamos que su ego esta por las nubes.

    𝐀𝐧𝐧𝐞 𝐁𝐚𝐱𝐭𝐞𝐫
    Había pasado un mes desde que vought consiguio interceptar a Soldier boy en New York. El gobierno ruso los había alerta do sobre la fuga del super justo a tiempo y antes de que Butcher junto a su grupo llegaran a él, la empresa lo convencio de volver a trabajar con ellos. No fue una tarea sencilla. El primer héroe guardaba demasiado rencor contra vought y también hacia los miembros de Payback, su antiguo equipo. Stan Edgar fue quien consiguió hacerle cambiar de parecer, alegando de que todo lo sucedido no era más que un enorme mal entendido y que se encargaría personalmente de enmendar esos errores. Mientras se ocupaban de eso, lo reincorporaron en la base de datos y les dieron la orden a las grandes mentes del marketing en la empresa para que preparan alguna historia que pudiera justificar su regreso y que su vez, sonara creíble. Luego enviaron a Homelander a participar en nombre de vought en una campaña de concientización por los derechos humanos en África, prometiendole que sería algo temporal y teniendo la certeza de que no iba a negarse cuando los ojos del mundo esperaban ver a su héroe estrechandoles la mano a cada miembro de la ONU. No eran más que excusas, un pretexto para darle a soldier boy el puesto de líder en esa nueva camada de héroes llamada "Los Siete". Así resolvieron el primer problema, el segundo apareció cuando el super reconocio a un miembro de su antiguo equipo sentado en la mesa, como si no le debiera nada a nadie. Pero la situación no escalo a mayores, estaba conforme con la compensación que le estaban dando y optó por dejar el pasado en el pasado, a condición de convivir lo estrictamente necesario. Tras la muerte de Madelyn Stillwell , Ashley asumió el cargo de vicepresidenta sénior de Hero Management y aunque no tenía autoridad sobre Los Siete, como si lo tenía predecesora. Se encargo de cubrir las necesidades del super recién llegado, incluyendo el cumplir sus caprichos y ya había demostrado ser alguien sumamente demandante y ella no podía encargarse de él y del resto de los supers a la vez. Se encamino al primer piso de la torre, lugar destinado al personal administrativo y se dirigío a la primera empleada que encontro en su camino, tomándose la molestia de leer el nombre en su gafete antes de hablarle. ──Anne Baxter, necesito que me acompañes un momento. No te preocupes por mover tus cosas, alguien lo hará por ti ── Entrelazo su brazo al de ella y la arrastro hacia al ascensor más cercano. Una vez dentro presiono el número del último del piso de la torre. Mientras subían, Ashley la puso al tanto de la situación aunque tampoco era un secreto para el resto de los empleados. En las últimas semanas solo se había hablado de eso, del super que el mundo creía muerto y especulaban sobre cuando anunciarian su regreso. ──Lo que necesitamos es que se adapte a los nuevos tiempos, al siglo XXI. Que deje de ver la tecnológia como algo negativo y que eventualmente pueda hacer uso de una computadora o de un teléfono celular... ── Los números en la pantalla sobre las puertas del ascensor pasaban lento, apenas iban por el piso 10 y el penthouse de los supers quedaba en el piso 99. ──No voy a mentirte, su vanidad no conoce límites y ahora que esta de regreso, con un nuevo equipo, con Homelander lejos; lo cual nos alegra mucho a todos... Bueno, digamos que su ego esta por las nubes. [ASISTENTEDECONF1ANZA]
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
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  • Unidad 44 intenta otro enfoque asumiendo que su modo bestia como está en su manual de instrucciones personal, se entera que su cuerpo es adaptable, no solo en la resistencia, sino en la forma, por lo que nuevamente se acerca a otros cazadores, caminando con su nueva forma, bipedo como ellos, sin embargo, alguien tan alto como los pinos tuvo el mismo resultado.

    Incluso recibió el primer disparo sobre su pecho, sin embargo, el material de los perdigones no tiene suficiente fuerza y en su lugar, rebotan de vuelta hacia el piso con los fragmentos aplanados por su endurecida coraza.

    - Unidad 44 reporta nuevamente errores para entablar comunicación con la especie inteligente del lugar.
    Unidad 44 intenta otro enfoque asumiendo que su modo bestia como está en su manual de instrucciones personal, se entera que su cuerpo es adaptable, no solo en la resistencia, sino en la forma, por lo que nuevamente se acerca a otros cazadores, caminando con su nueva forma, bipedo como ellos, sin embargo, alguien tan alto como los pinos tuvo el mismo resultado. Incluso recibió el primer disparo sobre su pecho, sin embargo, el material de los perdigones no tiene suficiente fuerza y en su lugar, rebotan de vuelta hacia el piso con los fragmentos aplanados por su endurecida coraza. - Unidad 44 reporta nuevamente errores para entablar comunicación con la especie inteligente del lugar.
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  • — No volveré a cometer los errores del pasado, pero he de dejar en claro un detalle: mi esposa, mi hijo, toca un solo cabello de ellos y tu próxima visión de tornará carmesí que no sabrás si estas alucinando o pudriéndote en mis manos.—
    — No volveré a cometer los errores del pasado, pero he de dejar en claro un detalle: mi esposa, mi hijo, toca un solo cabello de ellos y tu próxima visión de tornará carmesí que no sabrás si estas alucinando o pudriéndote en mis manos.—
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  • No pasó una buena noche. En los años que pasó en el infierno posterior a su muerte (e incluso en vida los últimos años de vida gracias al alcohol), había logrado olvidar por completo los terrores que debió vivir en la segunda guerra mundial.
    Sin embargo, con la llegada de Alessio y la discusión con Angel, los recuerdos volvieron a su mente atormentandolo incluso dormido.

    Incluso esa mañana antes de despertar, aún consumido en las pesadillas, su cuerpo tembló y se contrajo.
    Su mente reproduciendole los recuerdos en los campos de concentración. Los maltratos, la extorsión, las torturas, el hambre, el sueño... El dolor.
    Su mente le producía con perfecta claridad y sumo de detalles todo lo que había tenido que sufrir aquellos años encerrado y aislado en aquel lugar. Cuántas veces consideró el suicidio como método de escape pero resignandose a soportar solo por la única persona que amaba.
    Aún siendo temprano en la mañana, cuando en sus recuerdos recordó demasiadas manos sobre él, se levantó de un sobresalto.

    Sentado en la cama, se encontró con el pelaje húmedo por la transpiración y las lágrimas que, sin percatarse, se habían escapado de sus ojos.
    Miró una de sus manos, manos demoníacas recordándole que estaba en el infierno, que temblaba de forma casi descontrolada como todo su cuerpo. Jadeaba, sintiendo la falta de aire en sus pulmones en lo que parecía un ataque de pánico.
    En un intento por calmarse, con sus orejas abajo, abrazó sus propias piernas cubriéndose con sus alas también. Incluso su propia cola se enrolló en sus pies
    No pasó una buena noche. En los años que pasó en el infierno posterior a su muerte (e incluso en vida los últimos años de vida gracias al alcohol), había logrado olvidar por completo los terrores que debió vivir en la segunda guerra mundial. Sin embargo, con la llegada de Alessio y la discusión con Angel, los recuerdos volvieron a su mente atormentandolo incluso dormido. Incluso esa mañana antes de despertar, aún consumido en las pesadillas, su cuerpo tembló y se contrajo. Su mente reproduciendole los recuerdos en los campos de concentración. Los maltratos, la extorsión, las torturas, el hambre, el sueño... El dolor. Su mente le producía con perfecta claridad y sumo de detalles todo lo que había tenido que sufrir aquellos años encerrado y aislado en aquel lugar. Cuántas veces consideró el suicidio como método de escape pero resignandose a soportar solo por la única persona que amaba. Aún siendo temprano en la mañana, cuando en sus recuerdos recordó demasiadas manos sobre él, se levantó de un sobresalto. Sentado en la cama, se encontró con el pelaje húmedo por la transpiración y las lágrimas que, sin percatarse, se habían escapado de sus ojos. Miró una de sus manos, manos demoníacas recordándole que estaba en el infierno, que temblaba de forma casi descontrolada como todo su cuerpo. Jadeaba, sintiendo la falta de aire en sus pulmones en lo que parecía un ataque de pánico. En un intento por calmarse, con sus orejas abajo, abrazó sus propias piernas cubriéndose con sus alas también. Incluso su propia cola se enrolló en sus pies
    Me entristece
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  • Pudo aprovechar un descuido de Valentino para escribirle a Husk un mensaje. Lo hizo rapido, por lo que seguramente estaba lleno de errores, pero estaba nervioso, dolido y tambien herido y quebrado físicamente. Aún así, tenía que avisarle, que no pensase que lo habia abandonado a él y a los niños.

    Husk, no puedo xplikar pro Val no me deja volver cuida d los niños.

    A las prisas lo envió y ocultó el teléfono eñ el momento Justo, para que Valentino regresase y no le descubriese. Y aunque aterrado, le dedicó su mejor sonrisa. Deseando poder hablar pronto con Husk aberruntando lo mucho que se iba a preocupar.
    Pudo aprovechar un descuido de Valentino para escribirle a [barcat75] un mensaje. Lo hizo rapido, por lo que seguramente estaba lleno de errores, pero estaba nervioso, dolido y tambien herido y quebrado físicamente. Aún así, tenía que avisarle, que no pensase que lo habia abandonado a él y a los niños. 📲Husk, no puedo xplikar pro Val no me deja volver cuida d los niños. A las prisas lo envió y ocultó el teléfono eñ el momento Justo, para que Valentino regresase y no le descubriese. Y aunque aterrado, le dedicó su mejor sonrisa. Deseando poder hablar pronto con Husk aberruntando lo mucho que se iba a preocupar.
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