El día de Nyssara había estado hecho una porquería, a plena tarde saliendo de la universidad le había agarrado una llovizna fuerte. A primera instancia pensó que no haría efecto en ella, después de todo solo era lluvia, pero que equivocada estaba, había sido presa de su propia jugada tentando a la vida. Pero no le quedaba de otra que aceptar su destino moribundo, a paso lento se dejó caer de nuevo sobre la almohada, con la frente caliente y los ojos entrecerrados. La habitación estaba en penumbra, con la luz del día apenas filtrándose por la cortina mal cerrada. Sobre la mesita, una taza con té de jengibre que aún estaba tibio.
Las mantas estaban hechas un lío alrededor de sus piernas. El aire olía a ungüento de eucalipto y menta. Un par de pañuelos usados yacían sobre el pequeño tacho de color amarillo patito tan brillante como un día feliz. ¿Acaso era una mal chiste?.
Se escuchaba un ligero murmullo desde la calle gente hablando, una bicicleta pasando, una radio a lo lejos. Todo seguía igual allá afuera, mientras ella permanecía atrapada en su pequeño mundo febril.
Con esfuerzo, Nyssara se sentó, envolviéndose mejor con la manta. Alcanzó el celular y lo miró sin desbloquearlo. Lo dejó a un lado.
Volvió a recostarse despacio, con un suspiro breve, y cerró los ojos. No esperaba gran cosa del día… aunque no le molestaría que alguien llamara a la puerta. O que simplemente entrara, con una excusa cualquiera. Solo para sentarse cerca.
Sin palabras. Sin drama. Solo compañía.
A ese momento solo era una soldada caída.
El día de Nyssara había estado hecho una porquería, a plena tarde saliendo de la universidad le había agarrado una llovizna fuerte. A primera instancia pensó que no haría efecto en ella, después de todo solo era lluvia, pero que equivocada estaba, había sido presa de su propia jugada tentando a la vida. Pero no le quedaba de otra que aceptar su destino moribundo, a paso lento se dejó caer de nuevo sobre la almohada, con la frente caliente y los ojos entrecerrados. La habitación estaba en penumbra, con la luz del día apenas filtrándose por la cortina mal cerrada. Sobre la mesita, una taza con té de jengibre que aún estaba tibio.
Las mantas estaban hechas un lío alrededor de sus piernas. El aire olía a ungüento de eucalipto y menta. Un par de pañuelos usados yacían sobre el pequeño tacho de color amarillo patito tan brillante como un día feliz. ¿Acaso era una mal chiste?.
Se escuchaba un ligero murmullo desde la calle gente hablando, una bicicleta pasando, una radio a lo lejos. Todo seguía igual allá afuera, mientras ella permanecía atrapada en su pequeño mundo febril.
Con esfuerzo, Nyssara se sentó, envolviéndose mejor con la manta. Alcanzó el celular y lo miró sin desbloquearlo. Lo dejó a un lado.
Volvió a recostarse despacio, con un suspiro breve, y cerró los ojos. No esperaba gran cosa del día… aunque no le molestaría que alguien llamara a la puerta. O que simplemente entrara, con una excusa cualquiera. Solo para sentarse cerca.
Sin palabras. Sin drama. Solo compañía.
A ese momento solo era una soldada caída.