• -Mientras fumaba note una sensación de nostalgia al ver el árbol de cerezo y como sus flores caían
    acercándome al cerezo toque su frondosa corteza como si entendiera su sentir levantando la mirada con melancolía reflejada en mis ojos palmeo el tronco con gentileza agachandome para tomar una rama seca haciéndolo florecer y poco a poco enpese a alzar mi voz como si arrullara a un niño tratando de animar al cerezo dando sutiles pasos de baile alrededor del majestuoso cerezo -





    https://youtu.be/WMFZeGRypZM?si=mzfJUfVKl3gk2dpP
    -Mientras fumaba note una sensación de nostalgia al ver el árbol de cerezo y como sus flores caían acercándome al cerezo toque su frondosa corteza como si entendiera su sentir levantando la mirada con melancolía reflejada en mis ojos palmeo el tronco con gentileza agachandome para tomar una rama seca haciéndolo florecer y poco a poco enpese a alzar mi voz como si arrullara a un niño tratando de animar al cerezo dando sutiles pasos de baile alrededor del majestuoso cerezo - https://youtu.be/WMFZeGRypZM?si=mzfJUfVKl3gk2dpP
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  • ~LA FIESTA~
    Fandom Multifandom
    Categoría Romance
    —Los novios pasaron al salón principal y tomaron asiento junto a su familia y amigos—

    —Por favor todos tomen asiento,enseguida se servirá la comida,esperamos que todos la pasen bien,hay una pista de Baile y mucho alcohol,pero por favor moderense,no queremos peleas o un escándalo por unos borrachos


    //Stolas Goetia repostea,que vengan todos :D
    —Los novios pasaron al salón principal y tomaron asiento junto a su familia y amigos— —Por favor todos tomen asiento,enseguida se servirá la comida,esperamos que todos la pasen bien,hay una pista de Baile y mucho alcohol,pero por favor moderense,no queremos peleas o un escándalo por unos borrachos //[Ember_white_bull_477] repostea,que vengan todos :D
    Tipo
    Grupal
    Líneas
    Cualquier línea
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    La vida es una fiesta que un día termina
    Y fuiste tu mi baile inolvidable...



    https://music.youtube.com/watch?v=JseJETvMtHY&si=H3gTZuOdYp_riUAy
    La vida es una fiesta que un día termina Y fuiste tu mi baile inolvidable... https://music.youtube.com/watch?v=JseJETvMtHY&si=H3gTZuOdYp_riUAy
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  • Quiero que bailes conmigo un ratito más ~ Conviértete en arte a mi lado.
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  • Hoy desperté con ganas de preparar algo especial para la mañana. Mientras el sol apenas asomaba en el horizonte, decidí hacer unas mini tartas de queso y chocolate con un toque de Baileys. Algo dulce y elegante para empezar el día con estilo.

    La cocina se llenó rápidamente con el aroma del cacao mezclado con la suavidad de la crema de queso. Preparé una base crujiente de galletas trituradas con mantequilla, la cual presioné cuidadosamente en moldes individuales. Luego, mezclé el relleno: queso crema, azúcar, Baileys, y una generosa cantidad de chocolate derretido.

    El resultado fue simplemente delicioso.
    ¡Feliz mañana a todos!
    Hoy desperté con ganas de preparar algo especial para la mañana. Mientras el sol apenas asomaba en el horizonte, decidí hacer unas mini tartas de queso y chocolate con un toque de Baileys. Algo dulce y elegante para empezar el día con estilo. La cocina se llenó rápidamente con el aroma del cacao mezclado con la suavidad de la crema de queso. Preparé una base crujiente de galletas trituradas con mantequilla, la cual presioné cuidadosamente en moldes individuales. Luego, mezclé el relleno: queso crema, azúcar, Baileys, y una generosa cantidad de chocolate derretido. El resultado fue simplemente delicioso. 🍫✨ ¡Feliz mañana a todos! ✨🍫
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  • La lámpara del tocador proyectaba una cálida luz amarilla sobre el cuarto de Carmina. Sentada frente al espejo, su cabello rizado caía en cascadas rebeldes, aún húmedo por el rocío del atomizador. Dividió los mechones con cuidado, dejando que el peine de dientes anchos resbalara entre ellos mientras aplicaba la crema para definir rizos. Aquel ritual nocturno, que siempre la tranquilizaba, esta vez no lograba acallar los pensamientos que bullían en su mente.

    El amor.

    Carmina suspiró, sus ojos perdiéndose en su reflejo. En su pecho se revolvía una mezcla de anhelo y duda, una tensión que la hacía preguntarse si algún día alguien podría estar a la altura de lo que ella imaginaba. "¿Y si pido demasiado? ¿Y si mis ideas son solo cuentos que me vendí a mí misma?"

    Sus dedos se detuvieron por un momento, recordando las palabras de su abuela Lucia. La imagen de la anciana se formó con claridad en su mente: el cabello canoso recogido con elegancia, el rostro lleno de arrugas que parecían trazos de una historia bien vivida, y la voz firme que siempre llevaba un tinte de dulzura.

    —Carmina, il cuore non si accontenta di favole, ma di realtà, —le había dicho una vez Lucia, mientras tejía con paciencia en el jardín.

    De niña, esas palabras habían parecido contradictorias. ¿Qué significaba amar en "realidad"? Para Carmina, el amor siempre había sido algo grande, mágico, como los romances de los libros que leía hasta la madrugada. Pero para Lucia, el amor era... diferente.

    "El amor no siempre llega con flores y promesas perfectas," continuó la voz de su abuela en su memoria. "Llega con paciencia. Con días buenos y otros no tanto. Pero cuando es real, aprendes a verlo en los pequeños gestos, no en las grandes palabras."

    Carmina sonrió apenas, masajeando las raíces de su cabello con un poco de aceite. ¿Y si ese era el problema? ¿Y si esperaba que el amor fuera siempre perfecto, como en las novelas? Pensaba en Lucia y Pietro, su abuelo, y en las historias que su abuela le contaba: cómo se conocieron cuando él se atrevió a robarle un baile, cómo discutían por cosas tan mundanas como la forma de colgar la ropa, y cómo, incluso en los días difíciles, encontraban maneras de reír juntos.

    "No era un amor de cuento de hadas," recordó que Lucia le había dicho una vez. "Era un amor real. Un amor que eliges cada día, incluso cuando es más difícil que fácil."

    Carmina suspiró, peinando un último mechón con cuidado. Sus expectativas tal vez no eran irreales, pero quizás necesitaban espacio para lo impredecible, lo imperfecto. Porque tal vez, pensó mientras miraba su reflejo, amar no era solo encontrar a alguien que cumpliera todas tus fantasías, sino aprender a construir algo único con otra persona.

    Apagó la lámpara del tocador, dejando que el cuarto se llenara de sombras. Mientras se acomodaba en la cama, cerró los ojos con una ligera sonrisa. —Tal vez no estoy buscando algo imposible... Tal vez solo necesito aprender a ver el amor cuando toque a mi puerta, aunque no traiga flores.—

    Se giró entre las sábanas, dejando que el sueño comenzara a envolverla, pero antes de cerrar los ojos del todo, murmuró: —Aunque, bueno… sería lindo recibir un ramo de flores solo porque sí.—
    La lámpara del tocador proyectaba una cálida luz amarilla sobre el cuarto de Carmina. Sentada frente al espejo, su cabello rizado caía en cascadas rebeldes, aún húmedo por el rocío del atomizador. Dividió los mechones con cuidado, dejando que el peine de dientes anchos resbalara entre ellos mientras aplicaba la crema para definir rizos. Aquel ritual nocturno, que siempre la tranquilizaba, esta vez no lograba acallar los pensamientos que bullían en su mente. El amor. Carmina suspiró, sus ojos perdiéndose en su reflejo. En su pecho se revolvía una mezcla de anhelo y duda, una tensión que la hacía preguntarse si algún día alguien podría estar a la altura de lo que ella imaginaba. "¿Y si pido demasiado? ¿Y si mis ideas son solo cuentos que me vendí a mí misma?" Sus dedos se detuvieron por un momento, recordando las palabras de su abuela Lucia. La imagen de la anciana se formó con claridad en su mente: el cabello canoso recogido con elegancia, el rostro lleno de arrugas que parecían trazos de una historia bien vivida, y la voz firme que siempre llevaba un tinte de dulzura. —Carmina, il cuore non si accontenta di favole, ma di realtà, —le había dicho una vez Lucia, mientras tejía con paciencia en el jardín. De niña, esas palabras habían parecido contradictorias. ¿Qué significaba amar en "realidad"? Para Carmina, el amor siempre había sido algo grande, mágico, como los romances de los libros que leía hasta la madrugada. Pero para Lucia, el amor era... diferente. "El amor no siempre llega con flores y promesas perfectas," continuó la voz de su abuela en su memoria. "Llega con paciencia. Con días buenos y otros no tanto. Pero cuando es real, aprendes a verlo en los pequeños gestos, no en las grandes palabras." Carmina sonrió apenas, masajeando las raíces de su cabello con un poco de aceite. ¿Y si ese era el problema? ¿Y si esperaba que el amor fuera siempre perfecto, como en las novelas? Pensaba en Lucia y Pietro, su abuelo, y en las historias que su abuela le contaba: cómo se conocieron cuando él se atrevió a robarle un baile, cómo discutían por cosas tan mundanas como la forma de colgar la ropa, y cómo, incluso en los días difíciles, encontraban maneras de reír juntos. "No era un amor de cuento de hadas," recordó que Lucia le había dicho una vez. "Era un amor real. Un amor que eliges cada día, incluso cuando es más difícil que fácil." Carmina suspiró, peinando un último mechón con cuidado. Sus expectativas tal vez no eran irreales, pero quizás necesitaban espacio para lo impredecible, lo imperfecto. Porque tal vez, pensó mientras miraba su reflejo, amar no era solo encontrar a alguien que cumpliera todas tus fantasías, sino aprender a construir algo único con otra persona. Apagó la lámpara del tocador, dejando que el cuarto se llenara de sombras. Mientras se acomodaba en la cama, cerró los ojos con una ligera sonrisa. —Tal vez no estoy buscando algo imposible... Tal vez solo necesito aprender a ver el amor cuando toque a mi puerta, aunque no traiga flores.— Se giró entre las sábanas, dejando que el sueño comenzara a envolverla, pero antes de cerrar los ojos del todo, murmuró: —Aunque, bueno… sería lindo recibir un ramo de flores solo porque sí.—
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  • -Bailemos en tres tiempos. el tuyo, el mío y el nuestro.
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  • El salón estaba iluminado con una calidez dorada que hacía brillar los candelabros como estrellas en un cielo artificial. La música flotaba en el aire, acompañada por las risas y el suave tintineo de copas de champán. Iera avanzó con gracia entre los invitados, cada paso cuidadosamente calculado. Su vestido plateado, bordado con pequeños cristales que reflejaban la luz, era perfecto para mezclarse entre la alta sociedad que llenaba el lugar. Nadie sospecharía que, bajo esa apariencia impecable, se ocultaba una hada, una criatura de otro mundo, con una misión que no podía fallar.

    Llevaba consigo el peso de la obligación. No estaba allí para disfrutar de la fiesta ni para mezclarse con los humanos. Había algo oculto en ese lugar, algo que debía recuperar antes de la medianoche. Su mundo dependía de ello.

    Con una copa de champán en la mano, que apenas tocó, observó a los invitados con una mirada calculadora. Había estudiado a cada uno de ellos antes de llegar: políticos, empresarios, figuras públicas. Pero no estaba buscando a una persona; estaba buscando un objeto. Una reliquia escondida que emitía un tenue brillo mágico que sólo ella podía percibir. Sabía que estaba cerca, pero no podía ser demasiado obvia. El riesgo era demasiado alto.

    Mientras caminaba hacia una esquina menos concurrida del salón, sintió una presencia. Alguien la estaba observando. Fingió no darse cuenta, inclinando ligeramente la cabeza y dejando que un mechón de cabello cayera sobre su rostro. Los humanos eran fáciles de engañar, pero este observador no era humano. Podía sentirlo en la forma en que su mirada parecía atravesar su disfraz. Era uno de ellos. Uno de los guardianes enviados para proteger lo que ella necesitaba robar.

    Iera giró lentamente, fingiendo buscar algo en la mesa a su lado, y aprovechó para escanear la habitación con disimulo. Allí estaba él, un hombre alto con un traje impecable, sosteniendo una copa pero sin beber de ella. Su postura relajada no coincidía con la intensidad de su mirada. Sabía quién era ella.

    —Esto se complica… —susurró para sí misma, llevando la copa a sus labios sin beber.

    No había tiempo para dudas. La reliquia estaba en una sala más allá de las puertas dobles al final del salón. La llave estaba en posesión del anfitrión, un hombre cuya sonrisa afable ocultaba secretos oscuros. Iera sabía que tendría que improvisar. Pero primero, debía deshacerse del guardián que seguía sus movimientos.

    Se movió con fluidez hacia la pista de baile, dejando que la multitud la envolviera. Su plan era claro: distraer, confundir, avanzar. Justo cuando creyó haber perdido al hombre, sintió un susurro junto a su oído.

    —No creas que podrás escapar tan fácilmente, pequeña hada.

    El escalofrío recorrió su espalda, pero no permitió que su rostro mostrara sorpresa. En cambio, giró con una sonrisa encantadora, enfrentándose a él.

    —Creo que me está confundiendo, caballero. —Su voz era suave, casi musical, un rastro de su verdadera naturaleza.

    Él sonrió, pero sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa.

    —Sabes bien a lo que me refiero. Pero no te preocupes, me aseguraré de que no llegues a esa puerta.

    Sin responder, Iera dejó caer la copa al suelo, el sonido del cristal rompiéndose atrayendo la atención de los demás. Aprovechó la confusión para deslizarse entre los invitados, su corazón latiendo con fuerza. No podía fallar. No esta vez. La medianoche estaba cerca, y si no lograba recuperar la reliquia a tiempo, el equilibrio entre su mundo y el de los humanos se rompería para siempre.
    El salón estaba iluminado con una calidez dorada que hacía brillar los candelabros como estrellas en un cielo artificial. La música flotaba en el aire, acompañada por las risas y el suave tintineo de copas de champán. Iera avanzó con gracia entre los invitados, cada paso cuidadosamente calculado. Su vestido plateado, bordado con pequeños cristales que reflejaban la luz, era perfecto para mezclarse entre la alta sociedad que llenaba el lugar. Nadie sospecharía que, bajo esa apariencia impecable, se ocultaba una hada, una criatura de otro mundo, con una misión que no podía fallar. Llevaba consigo el peso de la obligación. No estaba allí para disfrutar de la fiesta ni para mezclarse con los humanos. Había algo oculto en ese lugar, algo que debía recuperar antes de la medianoche. Su mundo dependía de ello. Con una copa de champán en la mano, que apenas tocó, observó a los invitados con una mirada calculadora. Había estudiado a cada uno de ellos antes de llegar: políticos, empresarios, figuras públicas. Pero no estaba buscando a una persona; estaba buscando un objeto. Una reliquia escondida que emitía un tenue brillo mágico que sólo ella podía percibir. Sabía que estaba cerca, pero no podía ser demasiado obvia. El riesgo era demasiado alto. Mientras caminaba hacia una esquina menos concurrida del salón, sintió una presencia. Alguien la estaba observando. Fingió no darse cuenta, inclinando ligeramente la cabeza y dejando que un mechón de cabello cayera sobre su rostro. Los humanos eran fáciles de engañar, pero este observador no era humano. Podía sentirlo en la forma en que su mirada parecía atravesar su disfraz. Era uno de ellos. Uno de los guardianes enviados para proteger lo que ella necesitaba robar. Iera giró lentamente, fingiendo buscar algo en la mesa a su lado, y aprovechó para escanear la habitación con disimulo. Allí estaba él, un hombre alto con un traje impecable, sosteniendo una copa pero sin beber de ella. Su postura relajada no coincidía con la intensidad de su mirada. Sabía quién era ella. —Esto se complica… —susurró para sí misma, llevando la copa a sus labios sin beber. No había tiempo para dudas. La reliquia estaba en una sala más allá de las puertas dobles al final del salón. La llave estaba en posesión del anfitrión, un hombre cuya sonrisa afable ocultaba secretos oscuros. Iera sabía que tendría que improvisar. Pero primero, debía deshacerse del guardián que seguía sus movimientos. Se movió con fluidez hacia la pista de baile, dejando que la multitud la envolviera. Su plan era claro: distraer, confundir, avanzar. Justo cuando creyó haber perdido al hombre, sintió un susurro junto a su oído. —No creas que podrás escapar tan fácilmente, pequeña hada. El escalofrío recorrió su espalda, pero no permitió que su rostro mostrara sorpresa. En cambio, giró con una sonrisa encantadora, enfrentándose a él. —Creo que me está confundiendo, caballero. —Su voz era suave, casi musical, un rastro de su verdadera naturaleza. Él sonrió, pero sus ojos brillaban con una intensidad peligrosa. —Sabes bien a lo que me refiero. Pero no te preocupes, me aseguraré de que no llegues a esa puerta. Sin responder, Iera dejó caer la copa al suelo, el sonido del cristal rompiéndose atrayendo la atención de los demás. Aprovechó la confusión para deslizarse entre los invitados, su corazón latiendo con fuerza. No podía fallar. No esta vez. La medianoche estaba cerca, y si no lograba recuperar la reliquia a tiempo, el equilibrio entre su mundo y el de los humanos se rompería para siempre.
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    Me dijeron que no podía y me valió V.
    Jugue voleibol en tacones y al mismo tiempo baile cumbias 🏻, les pegue una arrastrada!!
    ¡¿Quien chin... Dijo que no podía?!

    Y aún así con copitas de más.
    Me dijeron que no podía y me valió V. Jugue voleibol 🏐 en tacones 👠 y al mismo tiempo baile cumbias 💃🏻, les pegue una arrastrada!! ¡¿Quien chin... Dijo que no podía?! Y aún así con copitas de más.
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  • 【 𝐁𝐮𝐞𝐧𝐨, 𝐲𝐚 𝐞𝐬 𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐬𝐚𝐥𝐢𝐫 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐦𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐨 𝐥𝐮𝐠𝐚𝐫. 】




    La habitación estaba impregnada de un hedor insoportable. Ryan permanecía inmóvil por un instante, su respiración agitada y sus ojos dorados recorriendo con desinterés los cuerpos inertes de sus sirvientes. Limpió la sangre de su rostro con la manga de su ropa, manchándola aún más, mientras su expresión permanecía imperturbable. Se inclinó ligeramente, trazando una cruz en el aire con su mano antes de inhalar profundamente. El aire se volvió denso, casi sofocante, pero aquello solo lo hizo sonreír. Las almas ya eran suyas.

    Con movimientos mecánicos, tomó a una mujer por el cabello, levantando primero su rostro y luego todo su cuerpo. Entrecerró los ojos, evaluando el tamaño y la complexión. Sí, eran similares a los de Vanya. Miró su muñeca: 8:37 pm. Aún tenía tiempo.

    Sin dudarlo, envolvió la herida con un trozo de tela, asegurándose de que no dejara rastros de sangre, y cargó el cuerpo sobre su hombro. Salió de la habitación sin prisa, avanzando por los pasillos oscuros, iluminados apenas por la luz de la luna que se colaba por los ventanales. Los largos corredores estaban silenciosos; la mayoría del personal estaba ocupado en los preparativos de la fiesta, dejando el resto de la propiedad en una calma inquietante.

    Cuando llegó a un ventanal, lo abrió con cuidado y salió al borde. Aferrándose al muro, caminó con precisión a pesar del peso que cargaba. Alcanzó otra ventana, la abrió y, con un movimiento rápido, lanzó el cuerpo al interior antes de entrar él mismo con agilidad.

    Dentro, una gran cama dominaba la habitación. Ryan miró hacia ella, sus ojos posándose en una figura envuelta en frazadas.

    —¿Sigues dormida? —preguntó mientras volvía a cargar el cuerpo sobre su hombro. La figura se movió lentamente, revelando a una mujer de cabello negro que parecía ida, aún atrapada en el torbellino de su mente. No era el cadáver lo que la perturbaba, sino lo que había experimentado ella misma. Ryan lo entendía bien; morir y revivir no era algo que cualquiera pudiera procesar fácilmente, mucho menos el dolor indescriptible de sentir cómo los huesos se rompían y perforaban los órganos.

    —Es hora de irnos —dijo con calma mientras se acercaba, extendiendo una mano enguantada hacia ella—. Sé que estás confundida, pero debemos movernos cuanto antes.

    Ella tomó su mano, y él la ayudó a ponerse de pie. Con cuidado, dejó el cuerpo sobre la cama, lo cubrió con las frazadas, asegurándose de que solo el cabello largo y oscuro quedara a la vista, como si aquel cuerpo sin vida pudiera pasar desapercibido. Buscó entre los cajones una chaqueta negra y se la entregó.

    —Póntela —indicó, su voz firme pero tranquila. Luego continuó—: Hay un auto negro esperándote. Los hombres de Kiev están ahí. No dejes que nadie te toque. Actúa normal y no hables de lo que sucedió con nadie. Primero, necesito hablar con Rubí. Correrás por los jardines, los guardias están concentrados en el área central. Yo me quedaré para hacer tiempo y vigilar que hallas salido sana y salva. Tengo que presentarme o comenzarán a buscarme. Cuídate mucho.

    . . .

    La fiesta era un espectáculo típico de la alta sociedad, elegante, pero vacío en esencia. Desde el balcón, Ryan observaba el gran salón con una copa de champagne en la mano, su postura firme y con una sonrisa cuidadosamente calculada. Sentía las miradas clavadas en él, como si fuera un cordero listo para el sacrificio. Lo que nadie entendía era que, en realidad, él era el cazador, no la presa.

    Un sirviente se acercó con paso firme, interrumpiendo sus pensamientos. Ryan giró con cierta lentitud para escucharlo. La noticia que traía era lo que había estado esperando: la carta ya había llegado al domicilio de una rusa que había conocido recientemente. El mensaje era simple, directo: que no asistiera a la fiesta, que él mismo iría a visitarla. No deseaba que ella estuviera cerca del infierno que estaba por desatarse. Aunque su encuentro había sido breve, había logrado ganarse su estima, algo que pocas personas conseguían.

    — Bene. Puoi ritirarti. — Respondió con tranquilidad.

    Cuando el sirviente se marchó, Ryan volvió a su posición inicial, relajando ligeramente los hombros. Aunque su expresión permanecía serena, la tensión seguía rondando su mente. Esperaba que el mensaje que le había dado Heinrich a Rubí, hubiera sido leída bien. Y que todo esto saliera de forma correcta o todos estaban condenados.

    Desde su lugar elevado, dejó que sus ojos recorrieran la multitud que disfrutaba de la música y las conversaciones superficiales. Hubo algo llamó su atención. Una mujer. Su cabello rojo destacaba sobre todas las personas. Su vestido blanco le daba un aire celestial, y el maquillaje delicado resaltaba la suavidad de sus rasgos.

    Un ángel que venía a salvarlo, o un demonio que estaba por desatar un infierno. De cualquier manera, lo hizo sonreír verdaderamente. Esto iba a ser divertido.

    La orquesta empezó a tocar una melodía suave, con el primer compás, el baile dió inicio , y con ello, el plan de su pronta liberación de aquel lugar.

    << Es algo curioso... ¿No fue en una fiesta donde te conocí hace ya varios años, mi querida amiga? >>
    【 𝐁𝐮𝐞𝐧𝐨, 𝐲𝐚 𝐞𝐬 𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐬𝐚𝐥𝐢𝐫 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐞 𝐦𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐨 𝐥𝐮𝐠𝐚𝐫. 】 La habitación estaba impregnada de un hedor insoportable. Ryan permanecía inmóvil por un instante, su respiración agitada y sus ojos dorados recorriendo con desinterés los cuerpos inertes de sus sirvientes. Limpió la sangre de su rostro con la manga de su ropa, manchándola aún más, mientras su expresión permanecía imperturbable. Se inclinó ligeramente, trazando una cruz en el aire con su mano antes de inhalar profundamente. El aire se volvió denso, casi sofocante, pero aquello solo lo hizo sonreír. Las almas ya eran suyas. Con movimientos mecánicos, tomó a una mujer por el cabello, levantando primero su rostro y luego todo su cuerpo. Entrecerró los ojos, evaluando el tamaño y la complexión. Sí, eran similares a los de Vanya. Miró su muñeca: 8:37 pm. Aún tenía tiempo. Sin dudarlo, envolvió la herida con un trozo de tela, asegurándose de que no dejara rastros de sangre, y cargó el cuerpo sobre su hombro. Salió de la habitación sin prisa, avanzando por los pasillos oscuros, iluminados apenas por la luz de la luna que se colaba por los ventanales. Los largos corredores estaban silenciosos; la mayoría del personal estaba ocupado en los preparativos de la fiesta, dejando el resto de la propiedad en una calma inquietante. Cuando llegó a un ventanal, lo abrió con cuidado y salió al borde. Aferrándose al muro, caminó con precisión a pesar del peso que cargaba. Alcanzó otra ventana, la abrió y, con un movimiento rápido, lanzó el cuerpo al interior antes de entrar él mismo con agilidad. Dentro, una gran cama dominaba la habitación. Ryan miró hacia ella, sus ojos posándose en una figura envuelta en frazadas. —¿Sigues dormida? —preguntó mientras volvía a cargar el cuerpo sobre su hombro. La figura se movió lentamente, revelando a una mujer de cabello negro que parecía ida, aún atrapada en el torbellino de su mente. No era el cadáver lo que la perturbaba, sino lo que había experimentado ella misma. Ryan lo entendía bien; morir y revivir no era algo que cualquiera pudiera procesar fácilmente, mucho menos el dolor indescriptible de sentir cómo los huesos se rompían y perforaban los órganos. —Es hora de irnos —dijo con calma mientras se acercaba, extendiendo una mano enguantada hacia ella—. Sé que estás confundida, pero debemos movernos cuanto antes. Ella tomó su mano, y él la ayudó a ponerse de pie. Con cuidado, dejó el cuerpo sobre la cama, lo cubrió con las frazadas, asegurándose de que solo el cabello largo y oscuro quedara a la vista, como si aquel cuerpo sin vida pudiera pasar desapercibido. Buscó entre los cajones una chaqueta negra y se la entregó. —Póntela —indicó, su voz firme pero tranquila. Luego continuó—: Hay un auto negro esperándote. Los hombres de Kiev están ahí. No dejes que nadie te toque. Actúa normal y no hables de lo que sucedió con nadie. Primero, necesito hablar con Rubí. Correrás por los jardines, los guardias están concentrados en el área central. Yo me quedaré para hacer tiempo y vigilar que hallas salido sana y salva. Tengo que presentarme o comenzarán a buscarme. Cuídate mucho. . . . La fiesta era un espectáculo típico de la alta sociedad, elegante, pero vacío en esencia. Desde el balcón, Ryan observaba el gran salón con una copa de champagne en la mano, su postura firme y con una sonrisa cuidadosamente calculada. Sentía las miradas clavadas en él, como si fuera un cordero listo para el sacrificio. Lo que nadie entendía era que, en realidad, él era el cazador, no la presa. Un sirviente se acercó con paso firme, interrumpiendo sus pensamientos. Ryan giró con cierta lentitud para escucharlo. La noticia que traía era lo que había estado esperando: la carta ya había llegado al domicilio de una rusa que había conocido recientemente. El mensaje era simple, directo: que no asistiera a la fiesta, que él mismo iría a visitarla. No deseaba que ella estuviera cerca del infierno que estaba por desatarse. Aunque su encuentro había sido breve, había logrado ganarse su estima, algo que pocas personas conseguían. — Bene. Puoi ritirarti. — Respondió con tranquilidad. Cuando el sirviente se marchó, Ryan volvió a su posición inicial, relajando ligeramente los hombros. Aunque su expresión permanecía serena, la tensión seguía rondando su mente. Esperaba que el mensaje que le había dado Heinrich a Rubí, hubiera sido leída bien. Y que todo esto saliera de forma correcta o todos estaban condenados. Desde su lugar elevado, dejó que sus ojos recorrieran la multitud que disfrutaba de la música y las conversaciones superficiales. Hubo algo llamó su atención. Una mujer. Su cabello rojo destacaba sobre todas las personas. Su vestido blanco le daba un aire celestial, y el maquillaje delicado resaltaba la suavidad de sus rasgos. Un ángel que venía a salvarlo, o un demonio que estaba por desatar un infierno. De cualquier manera, lo hizo sonreír verdaderamente. Esto iba a ser divertido. La orquesta empezó a tocar una melodía suave, con el primer compás, el baile dió inicio , y con ello, el plan de su pronta liberación de aquel lugar. << Es algo curioso... ¿No fue en una fiesta donde te conocí hace ya varios años, mi querida amiga? >>
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