• La luna llena se alzaba imponente en el cielo despejado, su luz plateada bañando el bosque en una quietud aterradora. Bipper lo sentía en lo más profundo de su ser, una energía latente que se acumulaba lentamente desde el primer destello de la luna. Sabía lo que venía. Cada fibra de su cuerpo lo advertía, y aunque lo había vivido antes, el terror de perderse una vez más ante la bestia nunca desaparecía. Su respiración se volvía más pesada, su corazón martilleaba en sus oídos, y una sensación de urgencia lo envolvía mientras caminaba entre los árboles.

    El bosque parecía mantener el aliento, las hojas inmóviles bajo la brisa gélida de la noche. Bipper avanzaba, sus pasos tambaleantes, como si algo dentro de él comenzara a luchar por el control. Era cuestión de tiempo. Un dolor sordo se instaló en su pecho, extendiéndose hacia sus extremidades. El sudor cubría su frente, a pesar del aire frío que lo rodeaba. Con un jadeo, cayó de rodillas.

    El primer latigazo de dolor lo atravesó, arrancándole un grito ahogado. La transformación había comenzado. Sentía sus huesos retorciéndose, alargándose y rompiéndose bajo su piel. Sus músculos se hinchaban, las garras emergían lentamente de sus dedos, desgarrando la tierra bajo sus manos. Su piel se estremecía mientras las venas se marcaban como líneas oscuras. Los colmillos brotaban de su mandíbula, afilados y amenazantes. Los ojos, que alguna vez fueron de un azul profundo, comenzaron a cambiar. Un resplandor rojo, como brasas encendidas, reemplazó el azul mientras la conciencia de Bipper se desvanecía, ahogada por el rugido de la bestia.

    Las runas, siempre presentes bajo su piel, se encendieron con un fulgor carmesí, como si respondieran al llamado de la luna llena. Ya no era Bipper. La criatura que ahora se alzaba era mucho más antigua, más salvaje. El Gran Alfa había despertado. Su cuerpo enorme y monstruoso respiraba poder y furia desatada. Las garras se enterraron en la tierra mientras sus ojos rojos, brillantes como brasas, escaneaban el entorno.

    El bosque lo sentía. Los animales, conscientes de su presencia, huían en silencio. Los sonidos nocturnos, el viento susurrante, el crujir de las hojas, todo se volvía más agudo, más penetrante. Pero la bestia no prestaba atención. No esta vez. Había algo más, una urgencia distinta, un vacío en su pecho que lo empujaba a buscar. La necesidad de encontrar algo, alguien, lo impulsaba en cada luna llena. Y esta noche no sería diferente.

    El aroma de la noche lo inundaba, los olores del bosque se mezclaban con el viento. Pero había un olor distinto, algo que despertaba un instinto más profundo. Era una atracción ineludible, una llamada que no podía ignorar. El Gran Alfa tensó sus músculos, sus garras apretaron el suelo, y con un rugido ensordecedor, se lanzó en busca de esa fuente, de esa necesidad que lo consumía.

    Pero no sabía qué era. No sabía a quién buscaba.

    El impulso lo arrastraba, como siempre, hacia lo desconocido. La bestia, salvaje e indomable, se movía con precisión letal, pero el vacío seguía allí, profundo y constante, como una herida que no sanaba. Cada luna llena lo arrastraba más cerca de esa verdad que no lograba comprender, una verdad que se escapaba de sus garras cada vez.

    Y cuando finalmente el amanecer comenzó a iluminar el horizonte, el Gran Alfa se detuvo. Su cuerpo, que había sido tan inmenso y poderoso, comenzó a encogerse. Las garras desaparecieron, los colmillos se retrajeron, y los ojos rojos se apagaron lentamente, volviendo a ser el azul profundo de siempre. Las runas dejaron de brillar, desvaneciéndose bajo la piel ahora humana.

    Bipper cayó de rodillas nuevamente, cubierto de sudor y tierra. Su respiración era errática, su pecho subía y bajaba con dificultad mientras su mente se nublaba. No recordaba nada. Como siempre.

    La luna llena había pasado, pero el vacío en su pecho seguía presente, esperando la próxima noche en que la bestia volvería a reclamarlo.
    La luna llena se alzaba imponente en el cielo despejado, su luz plateada bañando el bosque en una quietud aterradora. Bipper lo sentía en lo más profundo de su ser, una energía latente que se acumulaba lentamente desde el primer destello de la luna. Sabía lo que venía. Cada fibra de su cuerpo lo advertía, y aunque lo había vivido antes, el terror de perderse una vez más ante la bestia nunca desaparecía. Su respiración se volvía más pesada, su corazón martilleaba en sus oídos, y una sensación de urgencia lo envolvía mientras caminaba entre los árboles. El bosque parecía mantener el aliento, las hojas inmóviles bajo la brisa gélida de la noche. Bipper avanzaba, sus pasos tambaleantes, como si algo dentro de él comenzara a luchar por el control. Era cuestión de tiempo. Un dolor sordo se instaló en su pecho, extendiéndose hacia sus extremidades. El sudor cubría su frente, a pesar del aire frío que lo rodeaba. Con un jadeo, cayó de rodillas. El primer latigazo de dolor lo atravesó, arrancándole un grito ahogado. La transformación había comenzado. Sentía sus huesos retorciéndose, alargándose y rompiéndose bajo su piel. Sus músculos se hinchaban, las garras emergían lentamente de sus dedos, desgarrando la tierra bajo sus manos. Su piel se estremecía mientras las venas se marcaban como líneas oscuras. Los colmillos brotaban de su mandíbula, afilados y amenazantes. Los ojos, que alguna vez fueron de un azul profundo, comenzaron a cambiar. Un resplandor rojo, como brasas encendidas, reemplazó el azul mientras la conciencia de Bipper se desvanecía, ahogada por el rugido de la bestia. Las runas, siempre presentes bajo su piel, se encendieron con un fulgor carmesí, como si respondieran al llamado de la luna llena. Ya no era Bipper. La criatura que ahora se alzaba era mucho más antigua, más salvaje. El Gran Alfa había despertado. Su cuerpo enorme y monstruoso respiraba poder y furia desatada. Las garras se enterraron en la tierra mientras sus ojos rojos, brillantes como brasas, escaneaban el entorno. El bosque lo sentía. Los animales, conscientes de su presencia, huían en silencio. Los sonidos nocturnos, el viento susurrante, el crujir de las hojas, todo se volvía más agudo, más penetrante. Pero la bestia no prestaba atención. No esta vez. Había algo más, una urgencia distinta, un vacío en su pecho que lo empujaba a buscar. La necesidad de encontrar algo, alguien, lo impulsaba en cada luna llena. Y esta noche no sería diferente. El aroma de la noche lo inundaba, los olores del bosque se mezclaban con el viento. Pero había un olor distinto, algo que despertaba un instinto más profundo. Era una atracción ineludible, una llamada que no podía ignorar. El Gran Alfa tensó sus músculos, sus garras apretaron el suelo, y con un rugido ensordecedor, se lanzó en busca de esa fuente, de esa necesidad que lo consumía. Pero no sabía qué era. No sabía a quién buscaba. El impulso lo arrastraba, como siempre, hacia lo desconocido. La bestia, salvaje e indomable, se movía con precisión letal, pero el vacío seguía allí, profundo y constante, como una herida que no sanaba. Cada luna llena lo arrastraba más cerca de esa verdad que no lograba comprender, una verdad que se escapaba de sus garras cada vez. Y cuando finalmente el amanecer comenzó a iluminar el horizonte, el Gran Alfa se detuvo. Su cuerpo, que había sido tan inmenso y poderoso, comenzó a encogerse. Las garras desaparecieron, los colmillos se retrajeron, y los ojos rojos se apagaron lentamente, volviendo a ser el azul profundo de siempre. Las runas dejaron de brillar, desvaneciéndose bajo la piel ahora humana. Bipper cayó de rodillas nuevamente, cubierto de sudor y tierra. Su respiración era errática, su pecho subía y bajaba con dificultad mientras su mente se nublaba. No recordaba nada. Como siempre. La luna llena había pasado, pero el vacío en su pecho seguía presente, esperando la próxima noche en que la bestia volvería a reclamarlo.
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  • Así que... Lucifer 𝕾𝖆𝖒𝖆𝖊𝖑 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗 quiere negociar conmigo... —una pequeña risa de satisfacción se escapó de sus labios, mientras sacudía la ceniza de su pitillo—.Bien. Esto va a ser divertido.
    Así que... [LuciHe11] quiere negociar conmigo... —una pequeña risa de satisfacción se escapó de sus labios, mientras sacudía la ceniza de su pitillo—.Bien. Esto va a ser divertido.
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  • Noche perpetua, un cielo negro que se pierde más allá de la vista.
    Un campo de rosas, pétalos carmesí, gotas escarlatas que se extienden hasta el oscuro horizonte.
    Allí yace Hansel Russo, de rodillas en medio de estatuas grotescamente troceadas y con sus restos esparcidos de un lado a otro.
    Otra vez estaba ahí, en ese mundo odioso y onírico. Pero ésta vez era diferente, pues en una de sus manos se encuentra enredado un peculiar hilo rojizo.

    —Mi pequeño y miserable Hansel, ¿Sabes qué es eso?—

    Russo alzó la mirada con el ceño fruncido, odiaba con su alma aquella voz burlona y arrogante.
    Al verlo notó que el hilo pasa por el lado de ese monstruo y se extiende hasta más allá de noche perpetua. No supo que responder, por lo que guardó silencio.

    —Es una distracción, Hansel, eso es. En algún futuro tratara de hacerte olvidar tu glorioso propósito.—

    —¿Cuál propósito, sufrir hasta los ochenta?—

    —¡Exacto!—

    Russo apretó los dientes, mientras cerraba sus manos en puños que tiemblan de rabia.

    —Pero no te preocupes, mi pequeño y miserable Hansel. Sé perfectamente cómo arreglarlo. —

    Hansel Russo presenció como ese monstruo tomó el hilo rojo desde dos alejados extremos con sus negras zarpas. Él tiró del hilo, lo tensó y lo estiró. Pero en su último intento lo cortó, tuvo que usar tanta fuerza que hizo temblar a Noche perpetua.

    Por un segundo, exactamente uno, Hansel Russo sintió frío, sintió como una aguda punzada atravesó su corazón y lo obligó a detenerse en ese corto momento. Por alguna razón se sentía vacío, como si le faltara algo, sentía un frío totalmente ajeno al que provocaba Noche perpetua.
    El hilo rojo se contrajo hasta perderse en el cielo negro, mientras que la parte de Russo quedó colgando en aquellas negras zarpas. Su brillo rojizo estaba muriendo, cada vez se tornaba más y más opaco.

    —¿Qué... Qué hiciste?—

    Tartamudeó el confundido Russo, quien miraba sin entender nada. Mientras que el monstruo, él sonreía, mostraba sus puntiagudos dientes en una sonrisa retorcida y demencial.

    —Tenía que ver con algo del destino, una cosa sin importancia; Algo con encontrarse con alguien especial. — Su respuesta iba cargada con aquella burla, con aquella arrogancia que le recordaba a Russo la enorme diferencia entre un humano y un ente de ese tipo.

    —Hansel Russo, aquel que marqué para ser mi punto de conexión con el mundo terrenal. Tu propósito es dar a conocer mi existencia, por cualquier medio que sea necesario. —

    El hombre de la marcas sintió como el aire era despojado de sus pulmones, de una forma tan agresiva que lo hizo caer de cara entre las rosas carmesí. No importa cuánto intentara, el aire simplemente no volvía y de a poco perdía la conciencia.

    —Así como te salvé de que cobraran tu alma en ese mugroso departamento, o como hiciste hace años en ese hospital psiquiátrico. Noche perpetua debe ser conocido, luego mi nombre será revelado. —

    Y eso fue lo último que escuchó Russo, luego de eso se hundió en un profundo silencio entre aquel mar de sangre y pétalos.

    .
    .
    .





    //Cualquiera diría que nomás ando torturando a Hansel a lo wey-
    PERO! Let me cook boy, todo va a tener su sentido- Si es que consigo dárselo

    Noche perpetua, un cielo negro que se pierde más allá de la vista. Un campo de rosas, pétalos carmesí, gotas escarlatas que se extienden hasta el oscuro horizonte. Allí yace Hansel Russo, de rodillas en medio de estatuas grotescamente troceadas y con sus restos esparcidos de un lado a otro. Otra vez estaba ahí, en ese mundo odioso y onírico. Pero ésta vez era diferente, pues en una de sus manos se encuentra enredado un peculiar hilo rojizo. —Mi pequeño y miserable Hansel, ¿Sabes qué es eso?— Russo alzó la mirada con el ceño fruncido, odiaba con su alma aquella voz burlona y arrogante. Al verlo notó que el hilo pasa por el lado de ese monstruo y se extiende hasta más allá de noche perpetua. No supo que responder, por lo que guardó silencio. —Es una distracción, Hansel, eso es. En algún futuro tratara de hacerte olvidar tu glorioso propósito.— —¿Cuál propósito, sufrir hasta los ochenta?— —¡Exacto!— Russo apretó los dientes, mientras cerraba sus manos en puños que tiemblan de rabia. —Pero no te preocupes, mi pequeño y miserable Hansel. Sé perfectamente cómo arreglarlo. — Hansel Russo presenció como ese monstruo tomó el hilo rojo desde dos alejados extremos con sus negras zarpas. Él tiró del hilo, lo tensó y lo estiró. Pero en su último intento lo cortó, tuvo que usar tanta fuerza que hizo temblar a Noche perpetua. Por un segundo, exactamente uno, Hansel Russo sintió frío, sintió como una aguda punzada atravesó su corazón y lo obligó a detenerse en ese corto momento. Por alguna razón se sentía vacío, como si le faltara algo, sentía un frío totalmente ajeno al que provocaba Noche perpetua. El hilo rojo se contrajo hasta perderse en el cielo negro, mientras que la parte de Russo quedó colgando en aquellas negras zarpas. Su brillo rojizo estaba muriendo, cada vez se tornaba más y más opaco. —¿Qué... Qué hiciste?— Tartamudeó el confundido Russo, quien miraba sin entender nada. Mientras que el monstruo, él sonreía, mostraba sus puntiagudos dientes en una sonrisa retorcida y demencial. —Tenía que ver con algo del destino, una cosa sin importancia; Algo con encontrarse con alguien especial. — Su respuesta iba cargada con aquella burla, con aquella arrogancia que le recordaba a Russo la enorme diferencia entre un humano y un ente de ese tipo. —Hansel Russo, aquel que marqué para ser mi punto de conexión con el mundo terrenal. Tu propósito es dar a conocer mi existencia, por cualquier medio que sea necesario. — El hombre de la marcas sintió como el aire era despojado de sus pulmones, de una forma tan agresiva que lo hizo caer de cara entre las rosas carmesí. No importa cuánto intentara, el aire simplemente no volvía y de a poco perdía la conciencia. —Así como te salvé de que cobraran tu alma en ese mugroso departamento, o como hiciste hace años en ese hospital psiquiátrico. Noche perpetua debe ser conocido, luego mi nombre será revelado. — Y eso fue lo último que escuchó Russo, luego de eso se hundió en un profundo silencio entre aquel mar de sangre y pétalos. . . . //Cualquiera diría que nomás ando torturando a Hansel a lo wey- PERO! Let me cook boy, todo va a tener su sentido- Si es que consigo dárselo :STK-21:
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  • A la primera reacción..
    Gao será un alfa... Y no el sumiso (?)
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  • Aquella joven se apoyó en el mostrador de la tienda de conveniencia, mirando distraídamente hacia la puerta principal. El día avanzaba lento, y la pequeña campana que colgaba del marco no había sonado en horas. El aburrimiento comenzaba a apoderarse de ella, algo poco común en una ciudad donde siempre había personas entrando y saliendo.

    Dio un largo suspiro, sintiendo el peso del silencio que solo se interrumpía por el zumbido del refrigerador y el suave murmullo del aire acondicionado. La tienda, normalmente bulliciosa y llena de movimiento, hoy parecía un desierto. Los estantes, repletos de artículos cotidianos como snacks, bebidas y revistas, le resultaban extrañamente monótonos. Incluso los productos que solían captar su atención, como las coloridas bolsas de dulces y las revistas con portadas llamativas, se veían hoy carentes de vida.

    —¿Dónde están todos cuando se necesita un poco de acción? —murmuró para sí misma, dejando caer la cabeza sobre sus brazos cruzados en el mostrador.

    Para no sucumbir por completo al aburrimiento, decidió dar una vuelta por los pasillos de la tienda. Repasó el inventario con la mirada: galletas, cereales, latas de sopa alineadas con precisión, y una fila de botellas de refresco perfectamente organizadas. Hizo un esfuerzo por encontrar algo que necesitara ser ordenado o limpiado, pero todo parecía estar en su lugar. Incluso los precios en las etiquetas estaban correctamente actualizados.

    Finalmente, se acercó a la caja registradora y sacó un cuaderno de bocetos que tenía guardado debajo del mostrador. Si el día iba a seguir tan aburrido, al menos podría entretenerse un poco dibujando. Abrió el cuaderno en una página en blanco y se quedó mirando el papel por un momento, esperando que la inspiración llegara. Al poco tiempo, su mano comenzó a moverse, trazando líneas y sombras al azar. Dibujaba sin un objetivo claro, permitiendo que sus pensamientos fluyeran con cada trazo.

    Mientras las líneas tomaban forma, su expresión se suavizó. Dibujar siempre había sido una forma de escapar, de evadir la rutina cuando todo a su alrededor parecía detenerse. Pronto, un paisaje urbano empezó a surgir en la página, con calles estrechas y edificios altos que parecían perderse en las nubes. Era un lugar imaginario, lleno de detalles y recovecos, un espacio donde podía perderse cuando la realidad se volvía demasiado predecible.

    Después de un rato, la campana de la puerta finalmente sonó, sacándola de su ensueño. Carmina levantó la vista, sorprendida por el sonido que había roto la calma que envolvía la tienda. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras cerraba el cuaderno de bocetos y lo dejaba a un lado.

    —¡Bienvenido! —dijo con una energía renovada, sintiendo cómo el lugar volvía a llenarse de vida con la llegada de un cliente. Quizá este día aburrido no sería tan aburrido después de todo.
    Aquella joven se apoyó en el mostrador de la tienda de conveniencia, mirando distraídamente hacia la puerta principal. El día avanzaba lento, y la pequeña campana que colgaba del marco no había sonado en horas. El aburrimiento comenzaba a apoderarse de ella, algo poco común en una ciudad donde siempre había personas entrando y saliendo. Dio un largo suspiro, sintiendo el peso del silencio que solo se interrumpía por el zumbido del refrigerador y el suave murmullo del aire acondicionado. La tienda, normalmente bulliciosa y llena de movimiento, hoy parecía un desierto. Los estantes, repletos de artículos cotidianos como snacks, bebidas y revistas, le resultaban extrañamente monótonos. Incluso los productos que solían captar su atención, como las coloridas bolsas de dulces y las revistas con portadas llamativas, se veían hoy carentes de vida. —¿Dónde están todos cuando se necesita un poco de acción? —murmuró para sí misma, dejando caer la cabeza sobre sus brazos cruzados en el mostrador. Para no sucumbir por completo al aburrimiento, decidió dar una vuelta por los pasillos de la tienda. Repasó el inventario con la mirada: galletas, cereales, latas de sopa alineadas con precisión, y una fila de botellas de refresco perfectamente organizadas. Hizo un esfuerzo por encontrar algo que necesitara ser ordenado o limpiado, pero todo parecía estar en su lugar. Incluso los precios en las etiquetas estaban correctamente actualizados. Finalmente, se acercó a la caja registradora y sacó un cuaderno de bocetos que tenía guardado debajo del mostrador. Si el día iba a seguir tan aburrido, al menos podría entretenerse un poco dibujando. Abrió el cuaderno en una página en blanco y se quedó mirando el papel por un momento, esperando que la inspiración llegara. Al poco tiempo, su mano comenzó a moverse, trazando líneas y sombras al azar. Dibujaba sin un objetivo claro, permitiendo que sus pensamientos fluyeran con cada trazo. Mientras las líneas tomaban forma, su expresión se suavizó. Dibujar siempre había sido una forma de escapar, de evadir la rutina cuando todo a su alrededor parecía detenerse. Pronto, un paisaje urbano empezó a surgir en la página, con calles estrechas y edificios altos que parecían perderse en las nubes. Era un lugar imaginario, lleno de detalles y recovecos, un espacio donde podía perderse cuando la realidad se volvía demasiado predecible. Después de un rato, la campana de la puerta finalmente sonó, sacándola de su ensueño. Carmina levantó la vista, sorprendida por el sonido que había roto la calma que envolvía la tienda. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras cerraba el cuaderno de bocetos y lo dejaba a un lado. —¡Bienvenido! —dijo con una energía renovada, sintiendo cómo el lugar volvía a llenarse de vida con la llegada de un cliente. Quizá este día aburrido no sería tan aburrido después de todo.
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    //Friendly reminder. Quién agrega primero amigos es quien busca interacción, así que ya sabéis por qué el día menos pensado me pongo a hacer limpieza y no os dejo a ni uno.
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  • 𝖀𝖓 𝖕𝖊𝖓𝖘𝖆𝖒𝖎𝖊𝖓𝖙𝖔

    "El amor de un mortal es sufrimiento para el inmortal que lo pierde en su final."

    Eso es lo que cualquiera le diría a un ser etéreo, como es mi caso. Pero yo no lo veo de esa forma. El inmortal vive con la certeza de la vida eterna, sabiendo que tiene el infinito por delante para sentir y experimentar cuanto desee, hasta saciar su hambre. ¿Y el mortal? Él se aferra a cada sentimiento, a cada experiencia con una pasión feroz, una pasión arrolladora que me hace sentir, nuevamente, que estoy vivo, que no soy un mero espectador en este vasto mundo y su transcurrir.

    Un mortal sabe que desde el instante en que nace, ya está muriendo, y lo demuestra viviendo con fuerza cada suspiro. Amo el amor de un mortal; amo la intensidad con la que arde en mi piel, amo con cada beso en mis labios, sintiéndose como el primero, amo cada efímero segundo que puedo compartir a su lado, impregnándome de esa ansia por la vida, por sentir, por querer. Amo la reacción en sus ojos al pronumciarle un "Te amo", como lo reciben haciéndote sentir un éxtasis genuino y sincero .

    La mortalidad es sufrimiento para quien ve partir a su ser amado, pero más me dolería no haber aprovechado cada bocanada de aire que la vida me concede para estar junto a él.
    𝖀𝖓 𝖕𝖊𝖓𝖘𝖆𝖒𝖎𝖊𝖓𝖙𝖔 "El amor de un mortal es sufrimiento para el inmortal que lo pierde en su final." Eso es lo que cualquiera le diría a un ser etéreo, como es mi caso. Pero yo no lo veo de esa forma. El inmortal vive con la certeza de la vida eterna, sabiendo que tiene el infinito por delante para sentir y experimentar cuanto desee, hasta saciar su hambre. ¿Y el mortal? Él se aferra a cada sentimiento, a cada experiencia con una pasión feroz, una pasión arrolladora que me hace sentir, nuevamente, que estoy vivo, que no soy un mero espectador en este vasto mundo y su transcurrir. Un mortal sabe que desde el instante en que nace, ya está muriendo, y lo demuestra viviendo con fuerza cada suspiro. Amo el amor de un mortal; amo la intensidad con la que arde en mi piel, amo con cada beso en mis labios, sintiéndose como el primero, amo cada efímero segundo que puedo compartir a su lado, impregnándome de esa ansia por la vida, por sentir, por querer. Amo la reacción en sus ojos al pronumciarle un "Te amo", como lo reciben haciéndote sentir un éxtasis genuino y sincero . La mortalidad es sufrimiento para quien ve partir a su ser amado, pero más me dolería no haber aprovechado cada bocanada de aire que la vida me concede para estar junto a él.
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  • Carmina estaba detrás del mostrador de su pequeña tienda de conveniencia, revisando las fechas de caducidad de los productos en los estantes. Era una mañana tranquila, y el suave zumbido de las luces fluorescentes llenaba el espacio con un ruido de fondo constante. La mayoría de los clientes aún no llegaban, lo que le daba tiempo para organizar y limpiar.

    Mientras acomodaba los frascos de café instantáneo, un recuerdo cálido se abrió paso en su mente. La cocina de su abuelo Pietro siempre olía a café recién molido. Incluso en esta época, cuando las máquinas de cápsulas y los baristas dominaban el panorama, él insistía en usar su viejo molinillo manual cada mañana. "El café sabe mejor cuando lo haces con tus propias manos," solía decirle, con una sonrisa llena de sabiduría. Carmina podía casi escuchar el sonido del molinillo y ver la expresión de concentración en su rostro mientras giraba la manivela con calma.

    Se dirigió al área de productos frescos, donde empezó a revisar la sección de frutas y verduras. Mientras elegía cuáles desechar, recordó cómo Pietro la llevaba al mercado los fines de semana. Siempre seleccionaba las hierbas y especias con cuidado, diciendo que cada ingrediente tenía una historia y un propósito. "Tienes que saber escuchar lo que la tierra te ofrece," le explicaba mientras le mostraba cómo diferenciar el romero fresco del que había perdido su fragancia. Aunque ahora Carmina no vendía hierbas en su tienda, esa lección se quedó con ella, enseñándole a valorar la calidad y la esencia de las cosas, incluso en un lugar tan moderno y ajetreado como su tienda.

    Pasó un paño por las superficies del mostrador, sus pensamientos aún sumidos en esos días. Aunque la tienda estaba lejos de la acogedora botica de su abuelo, donde las plantas secas colgaban del techo y el olor a hierbas impregnaba el aire, ella había intentado conservar algo de esa calidez. Pietro siempre decía que un negocio era más que una transacción; era un intercambio de energía y un lugar donde las personas se encontraban para conectar, aunque solo fuera por un breve momento.

    Carmina ajustó la pequeña planta de lavanda que tenía junto a la caja registradora, un guiño a los días pasados. Pietro solía tener plantas por toda la casa, cada una con un propósito. La lavanda, decía, era para la calma y el equilibrio. "Las personas están tan ocupadas hoy en día que a veces se olvidan de respirar," le había dicho una vez mientras arreglaba unas macetas en la ventana. "Pero un pequeño toque de naturaleza siempre puede ayudar."

    El sonido de la puerta automática interrumpió sus pensamientos cuando un cliente entró. Carmina saludó con una sonrisa y lo ayudó a encontrar lo que buscaba. Al finalizar la transacción, el cliente se marchó con un agradecimiento, y Carmina se quedó un momento mirando la puerta cerrarse. Quizás su tienda no tenía la magia antigua de la botica de Pietro, pero aún era un lugar donde podía poner en práctica lo que él le había enseñado: la importancia de los pequeños gestos y de hacer sentir a las personas bienvenidas.

    Terminó de acomodar la caja de barras energéticas en el estante y se permitió una pequeña sonrisa. Su abuelo le había dejado más que recuerdos; le había dejado un legado de conexión y cuidado, algo que intentaba honrar cada día, incluso en una simple tienda de conveniencia en plena ciudad.

    Carmina estaba detrás del mostrador de su pequeña tienda de conveniencia, revisando las fechas de caducidad de los productos en los estantes. Era una mañana tranquila, y el suave zumbido de las luces fluorescentes llenaba el espacio con un ruido de fondo constante. La mayoría de los clientes aún no llegaban, lo que le daba tiempo para organizar y limpiar. Mientras acomodaba los frascos de café instantáneo, un recuerdo cálido se abrió paso en su mente. La cocina de su abuelo Pietro siempre olía a café recién molido. Incluso en esta época, cuando las máquinas de cápsulas y los baristas dominaban el panorama, él insistía en usar su viejo molinillo manual cada mañana. "El café sabe mejor cuando lo haces con tus propias manos," solía decirle, con una sonrisa llena de sabiduría. Carmina podía casi escuchar el sonido del molinillo y ver la expresión de concentración en su rostro mientras giraba la manivela con calma. Se dirigió al área de productos frescos, donde empezó a revisar la sección de frutas y verduras. Mientras elegía cuáles desechar, recordó cómo Pietro la llevaba al mercado los fines de semana. Siempre seleccionaba las hierbas y especias con cuidado, diciendo que cada ingrediente tenía una historia y un propósito. "Tienes que saber escuchar lo que la tierra te ofrece," le explicaba mientras le mostraba cómo diferenciar el romero fresco del que había perdido su fragancia. Aunque ahora Carmina no vendía hierbas en su tienda, esa lección se quedó con ella, enseñándole a valorar la calidad y la esencia de las cosas, incluso en un lugar tan moderno y ajetreado como su tienda. Pasó un paño por las superficies del mostrador, sus pensamientos aún sumidos en esos días. Aunque la tienda estaba lejos de la acogedora botica de su abuelo, donde las plantas secas colgaban del techo y el olor a hierbas impregnaba el aire, ella había intentado conservar algo de esa calidez. Pietro siempre decía que un negocio era más que una transacción; era un intercambio de energía y un lugar donde las personas se encontraban para conectar, aunque solo fuera por un breve momento. Carmina ajustó la pequeña planta de lavanda que tenía junto a la caja registradora, un guiño a los días pasados. Pietro solía tener plantas por toda la casa, cada una con un propósito. La lavanda, decía, era para la calma y el equilibrio. "Las personas están tan ocupadas hoy en día que a veces se olvidan de respirar," le había dicho una vez mientras arreglaba unas macetas en la ventana. "Pero un pequeño toque de naturaleza siempre puede ayudar." El sonido de la puerta automática interrumpió sus pensamientos cuando un cliente entró. Carmina saludó con una sonrisa y lo ayudó a encontrar lo que buscaba. Al finalizar la transacción, el cliente se marchó con un agradecimiento, y Carmina se quedó un momento mirando la puerta cerrarse. Quizás su tienda no tenía la magia antigua de la botica de Pietro, pero aún era un lugar donde podía poner en práctica lo que él le había enseñado: la importancia de los pequeños gestos y de hacer sentir a las personas bienvenidas. Terminó de acomodar la caja de barras energéticas en el estante y se permitió una pequeña sonrisa. Su abuelo le había dejado más que recuerdos; le había dejado un legado de conexión y cuidado, algo que intentaba honrar cada día, incluso en una simple tienda de conveniencia en plena ciudad.
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  • 𓇬 𓂃 ⸰ 𓋼𓍊𓋼 ִֶָ 𓈒 Y-Yo... ¡Yo nunca vi esto! ¿por qué nadie me avisó? (? Voy a guardarlos para la noche, que es... cuando mi cerebro más piensa tonterías, así tapo lo amargo con algo dulce ¡Gracias 新井 直人 Naoto !

    ⸻⸻⸻
    ⋆˚࿔ #IC #Personajes3D #3D #PJ3D #Interacción 𝜗𝜚˚⋆
    𓇬 𓂃🪐 ⸰ 𓋼𓍊𓋼 ִֶָ 🧸 𓈒 Y-Yo... ¡Yo nunca vi esto!😣💗 ¿por qué nadie me avisó? (? Voy a guardarlos para la noche, que es... cuando mi cerebro más piensa tonterías, así tapo lo amargo con algo dulce 🥺¡Gracias [BlueM00n] ! ⸻⸻⸻ ⋆˚࿔ #IC #Personajes3D #3D #PJ3D #Interacción 𝜗𝜚˚⋆
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    || :: Sin falta, hoy estaré publicando la primer búsqueda/clasificado para Hoshiko. Necesito que mi hijita consiga algo de interacción FxF ♡( ◡‿◡ )
    ⸻⸻⸻
    ⋆˚࿔ #Comunidad3D #OOC #Personajes3D #búsqueda #lgbtq 𝜗𝜚˚⋆
    || 💫 :: Sin falta, hoy estaré publicando la primer búsqueda/clasificado para Hoshiko. Necesito que mi hijita consiga algo de interacción FxF ♡( ◡‿◡ ) ⸻⸻⸻ ⋆˚࿔ #Comunidad3D #OOC #Personajes3D #búsqueda #lgbtq 𝜗𝜚˚⋆
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