❝ ¡Reúnanse todos! La reunión ha comenzado. ❞ La voz retumbó como una campana, infantil y cantarina, una voz que no debería tener cabida en un lugar tan importante como en el que se encontraban.
❝ Cierren sus puertas, ustedes. . . Dejen de escribir en sus diarios. Ella ha hablado otra vez. ❞
Uno a uno, como sombras, los eruditos del Coro emergieron de los corredores enmohecidos. Se deslizaban entre las columnas del claustro interior con la serenidad incorpórea de un mal presagio. Vestían el blanco puro de la devoción, inmaculados, nadie preguntó quién los había convocado.
Todos sabían que era Ephraim.
El salón común, usualmente reservado a los que deliraban tras las transfusiones o lloraban bajo el peso de la revelación, había sido despejado a toda prisa. Los frascos con restos de investigación, los atlas anatómicos cubiertos de sangre, los mapas hurtados al Observatorio... todo fue apartado para dar lugar a quienes realmente comprendían lo que era tener hambre de conocimiento.
Y allí estaba él. Ephraim.
Sentado con sus iguales, aunque no había entre ellos ninguno que pudiera considerarse su par. Su porte era el de un noble de Yharnam: recto, elegante, casi hermoso bajo la penumbra. Pero su voz, oh... su voz era la de un niño somnoliento, leve y distante.
❝ Escuchen. . . ❞ susurró con una sonrisa torcida, imperfecta, como si la piel no supiera ya imitar la alegría humana. ❝ Ebrietas me ha hablado esta noche. Un cántico sin fin, un murmullo sobre el lugar donde se arrastra la simiente estelar. Debemos sembrarla. Debemos verla florecer. ❞
Ninguno osó reír. Nadie parpadeó. A su alrededor, cuatro figuras permanecían atentas, prisioneras de su deber. Uno escribía con furia ciega, los dedos crispados, la pluma arañando el pergamino como si temiera olvidar incluso una sílaba. Los otros observaban en un silencio reverencial, ojos abiertos, como si intentaran tragar el conocimiento que le estaban ofreciendo.
En el centro de la mesa, descansaba un frasco de vidrio reforzado. Y en su interior, latía algo.
Una criatura.
Palpitante, húmeda, apenas nacida. Sus múltiples ojos algunos abiertos, otros aún cerrados, se movían con lentitud. Los tentáculos blandos, suaves como carne en sueños, se contraían y estiraban en un ritmo ajeno al tiempo. Ephraim la contemplaba con devoción, como un escultor a su obra maestra aún inacabada. La alzó con ambas manos, y la criatura brilló levemente bajo la tenue luz del candil.
❝ Miren que bella es mi hija ❞ dijo, con una voz tan suave que dolía. ❝ Los susurros me guiaron... la hallé entre la sangre tibia de un niño muerto, y el sueño olvidado de una bestia hambrienta. La luz interior aún trabaja en ella. Aún no es perfecta. Pero pronto... muy pronto, hablará. ❞
Los tentáculos se agitaron con delicadeza, casi en respuesta. Uno de los ojos se abrió con una lentitud ceremoniosa, y por un instante terrible, pareció que entendía. Ephraim ladeó la cabeza, como si escuchara una vocecita secreta que el resto apenas podía intuir.
❝ ¿También la oyes, pequeña? Sí. . . las estrellas están tan cerca. . . tan cerca. ❞
❝ ¡Reúnanse todos! La reunión ha comenzado. ❞ La voz retumbó como una campana, infantil y cantarina, una voz que no debería tener cabida en un lugar tan importante como en el que se encontraban.
❝ Cierren sus puertas, ustedes. . . Dejen de escribir en sus diarios. Ella ha hablado otra vez. ❞
Uno a uno, como sombras, los eruditos del Coro emergieron de los corredores enmohecidos. Se deslizaban entre las columnas del claustro interior con la serenidad incorpórea de un mal presagio. Vestían el blanco puro de la devoción, inmaculados, nadie preguntó quién los había convocado.
Todos sabían que era Ephraim.
El salón común, usualmente reservado a los que deliraban tras las transfusiones o lloraban bajo el peso de la revelación, había sido despejado a toda prisa. Los frascos con restos de investigación, los atlas anatómicos cubiertos de sangre, los mapas hurtados al Observatorio... todo fue apartado para dar lugar a quienes realmente comprendían lo que era tener hambre de conocimiento.
Y allí estaba él. Ephraim.
Sentado con sus iguales, aunque no había entre ellos ninguno que pudiera considerarse su par. Su porte era el de un noble de Yharnam: recto, elegante, casi hermoso bajo la penumbra. Pero su voz, oh... su voz era la de un niño somnoliento, leve y distante.
❝ Escuchen. . . ❞ susurró con una sonrisa torcida, imperfecta, como si la piel no supiera ya imitar la alegría humana. ❝ Ebrietas me ha hablado esta noche. Un cántico sin fin, un murmullo sobre el lugar donde se arrastra la simiente estelar. Debemos sembrarla. Debemos verla florecer. ❞
Ninguno osó reír. Nadie parpadeó. A su alrededor, cuatro figuras permanecían atentas, prisioneras de su deber. Uno escribía con furia ciega, los dedos crispados, la pluma arañando el pergamino como si temiera olvidar incluso una sílaba. Los otros observaban en un silencio reverencial, ojos abiertos, como si intentaran tragar el conocimiento que le estaban ofreciendo.
En el centro de la mesa, descansaba un frasco de vidrio reforzado. Y en su interior, latía algo.
Una criatura.
Palpitante, húmeda, apenas nacida. Sus múltiples ojos algunos abiertos, otros aún cerrados, se movían con lentitud. Los tentáculos blandos, suaves como carne en sueños, se contraían y estiraban en un ritmo ajeno al tiempo. Ephraim la contemplaba con devoción, como un escultor a su obra maestra aún inacabada. La alzó con ambas manos, y la criatura brilló levemente bajo la tenue luz del candil.
❝ Miren que bella es mi hija ❞ dijo, con una voz tan suave que dolía. ❝ Los susurros me guiaron... la hallé entre la sangre tibia de un niño muerto, y el sueño olvidado de una bestia hambrienta. La luz interior aún trabaja en ella. Aún no es perfecta. Pero pronto... muy pronto, hablará. ❞
Los tentáculos se agitaron con delicadeza, casi en respuesta. Uno de los ojos se abrió con una lentitud ceremoniosa, y por un instante terrible, pareció que entendía. Ephraim ladeó la cabeza, como si escuchara una vocecita secreta que el resto apenas podía intuir.
❝ ¿También la oyes, pequeña? Sí. . . las estrellas están tan cerca. . . tan cerca. ❞