• « Si te ofendió la mirada que te di, no me imagino lo que sentirías de saber todo lo que pensé de ti. »

    Nikolay podía ser alguien poco expresivo con las palabras, todo a causa de su condición, pero ello no quitaba que su rostro fuese lo bastante honesto para demostrar lo que sentía. A veces no era consciente de que las personas podían leer su rostro o de que sus verdaderas emociones terminaban saliendo sin vacilación; siempre había sido malo para guardarse las cosas para él y quedarse todos los sentimientos en el fondo de un armario. Tarde o temprano, todo terminaba saliendo a la luz cuando la paciencia se le acababa con los estúpidos: Sus compañeros de clase, colegas del trabajo, personal de la agencia o del set, y ni hablar de ciertos miembros de su familia.

    A veces era la definición perfecta de "si las miradas mataran", y a veces era simplemente una tristeza mirarlo. Pero, a decir verdad, ¿quién no estaría fastidiado de las mismas bromas absurdas de siempre sobre su mudez? Especialmente si esas venían de la persona que se decía su mejor amigo. Era su culpa, sin duda, era su culpa por haber elegido a un imbecil como mejor amigo solo por considerar que podían confiar plenamente uno en el otro. Hasta que se reía a sus espaldas diciendo que estaba harto de que nunca hablara, que lo detestaba por no decir una sola palabra y únicamente soltar algunos quejidos al intentar comunicarse. Sin duda, lo único que consideraba bueno de ser su amigo, era tener una excusa creíble para salir.

    — ¿De verdad vas a molestarte por eso? Es una mierda, ya superala Niko. Ni que fuera la gran cosa, además, te apuesto que de todo, eso es lo más leve que puedes escuchar nunca. —Claude intentó excusarse de la manera más vaga, como si quisiera librarse de toda culpa y buscara convertirse en el mártir mientras la víctima se volvía victimario. Así siempre había funcionado, así siempre había sido. Y por eso es que Nikolay terminaba odiandolo.— Si quieres enojarte hazlo, pero no vengas llorando cuando necesites un amigo sincero.

    Lev sintió que el estómago se le revolvió. No por dolor o lástima, si no por el coraje y la impotencia que sintió de que se pensara el último hombre de la tierra. El chico se mordió la lengua con fuerza mientras que se saboreaba las palabras que obligaba a callarse. Quería mandarlo a la mierda, decirle todas sus verdades y hacerle ver lo imbecil que había sido pero... No valía la pena. No era la persona indicada para revelar su secreto y hundirse, mucho menos para exponer su mentira de años sin llegar a sentirse chantajeado por él. Así que solo hizo lo que mejor sabía hacer y le enseñó el dedo medio para mandarlo al demonio.

    « Pudrete, pedazo de basura. »
    « Si te ofendió la mirada que te di, no me imagino lo que sentirías de saber todo lo que pensé de ti. » Nikolay podía ser alguien poco expresivo con las palabras, todo a causa de su condición, pero ello no quitaba que su rostro fuese lo bastante honesto para demostrar lo que sentía. A veces no era consciente de que las personas podían leer su rostro o de que sus verdaderas emociones terminaban saliendo sin vacilación; siempre había sido malo para guardarse las cosas para él y quedarse todos los sentimientos en el fondo de un armario. Tarde o temprano, todo terminaba saliendo a la luz cuando la paciencia se le acababa con los estúpidos: Sus compañeros de clase, colegas del trabajo, personal de la agencia o del set, y ni hablar de ciertos miembros de su familia. A veces era la definición perfecta de "si las miradas mataran", y a veces era simplemente una tristeza mirarlo. Pero, a decir verdad, ¿quién no estaría fastidiado de las mismas bromas absurdas de siempre sobre su mudez? Especialmente si esas venían de la persona que se decía su mejor amigo. Era su culpa, sin duda, era su culpa por haber elegido a un imbecil como mejor amigo solo por considerar que podían confiar plenamente uno en el otro. Hasta que se reía a sus espaldas diciendo que estaba harto de que nunca hablara, que lo detestaba por no decir una sola palabra y únicamente soltar algunos quejidos al intentar comunicarse. Sin duda, lo único que consideraba bueno de ser su amigo, era tener una excusa creíble para salir. — ¿De verdad vas a molestarte por eso? Es una mierda, ya superala Niko. Ni que fuera la gran cosa, además, te apuesto que de todo, eso es lo más leve que puedes escuchar nunca. —Claude intentó excusarse de la manera más vaga, como si quisiera librarse de toda culpa y buscara convertirse en el mártir mientras la víctima se volvía victimario. Así siempre había funcionado, así siempre había sido. Y por eso es que Nikolay terminaba odiandolo.— Si quieres enojarte hazlo, pero no vengas llorando cuando necesites un amigo sincero. Lev sintió que el estómago se le revolvió. No por dolor o lástima, si no por el coraje y la impotencia que sintió de que se pensara el último hombre de la tierra. El chico se mordió la lengua con fuerza mientras que se saboreaba las palabras que obligaba a callarse. Quería mandarlo a la mierda, decirle todas sus verdades y hacerle ver lo imbecil que había sido pero... No valía la pena. No era la persona indicada para revelar su secreto y hundirse, mucho menos para exponer su mentira de años sin llegar a sentirse chantajeado por él. Así que solo hizo lo que mejor sabía hacer y le enseñó el dedo medio para mandarlo al demonio. « Pudrete, pedazo de basura. »
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  • Aquel era un día aburrido. No tenía deberes de la universidad y tampoco tenía trabajos recientes por los cuales debiera preocuparse; tampoco había hecho planes para salir, y sus hermanas habían aprovechado el día para ir a visitar a los abuelos. ¿En qué momento había pensado que era buena idea quedarse en casa para hacer nada? Quizás en el momento que no le habían dado la opción de acompañarlas. Tanto Irina como Irisha habían dejado la residencia familiar antes de que él despertara de su segundo sueño. Nikolay había tenido problemas para dormir la noche anterior y, aunque se había despertado temprano, el sueño le había terminado de vencer haciéndolo despertarse cerca del medio día.

    Casi toda la tarde, luego del almuerzo, sea había pasado mirando su teléfono celular en búsqueda de una actividad interesante, algo que ver o que hacer para aventurarse a salir de casa. Sin embargo, mientras que bajaba en su línea de tiempo en Facebook, se encontró con un video que captó su atención: Era un drama chino, con un título un tanto largo y absurdo, que usaba una voz robótica y común de mujer para traducir a su idioma. ¿Esas eran las novelas chinas que sus hermanas ocasionalmente veían? Quizá. No sabía qué tenían de interesantes pero, conforme la historia fue avanzando, se sintió más y más metido en ella hasta que el video finalizó. Estaba incompleto, era la parte uno de dos, se había quedado en la mejor parte y ahora necesitaba entender qué había pasado y si Lin Sunsheng había logrado vengarse de su hermana por lo que le hiciera en su vida pasada.

    A pesar de entrar al perfil del dueño y revisar sus últimos videos, Nikolay no pudo encontrarlo. Era absurdo que tuviesen un montón de videos de historias similares pero que, en los primeros treinta, no estuviese la continuación de la historia que quería. Aún así, prefirió no darle demasiada atención y se metió a otra historia. ¿Por qué casi todas tocaban el mismo tema de una segunda vida para vengarse? ¿por qué muchas veces la venganza se veía tan lejana? Eran un tanto absurdos, porque los intentos de la protagonista siempre se veían forzados de alguna manera estúpida, y ni hablar de las veces en que terminaba quedándose sola sin ningún apoyo delante de los maleantes. Era una fórmula sosa, repetitiva... Y aún así era bastante adictiva.

    Nikolay había visto ya unos ocho o diez videos similares, de una duración de entre veinte a treinta minutos, se había olvidado por completo del mundo exterior hasta que su teléfono le advirtió que la batería estaba próxima a terminarse. Fue allí donde notó que el tiempo se le había ido en nada: No había buscado una actividad que hacer, no había visto algun restaurante o café para visitar y, al final del día, no había salido de casa como un adolescente de su edad.

    Y si... ¿Y si él también tenía la oportunidad de renacer, algún día, para enmendar sus errores del pasado? Nikolay suspiró y apoyó la cabeza contra el espaldar del asiento. Sin duda, muchas cosas serian diferentes, muchas otras cambiarían y, probablemente, no tendría que verse forzado a guardad silencio por el resto de su vida ante las amenazas de un familiar cercano.

    « Ojalá mi vida fuese como ese drama chino de Sunsheng. »
    Aquel era un día aburrido. No tenía deberes de la universidad y tampoco tenía trabajos recientes por los cuales debiera preocuparse; tampoco había hecho planes para salir, y sus hermanas habían aprovechado el día para ir a visitar a los abuelos. ¿En qué momento había pensado que era buena idea quedarse en casa para hacer nada? Quizás en el momento que no le habían dado la opción de acompañarlas. Tanto Irina como Irisha habían dejado la residencia familiar antes de que él despertara de su segundo sueño. Nikolay había tenido problemas para dormir la noche anterior y, aunque se había despertado temprano, el sueño le había terminado de vencer haciéndolo despertarse cerca del medio día. Casi toda la tarde, luego del almuerzo, sea había pasado mirando su teléfono celular en búsqueda de una actividad interesante, algo que ver o que hacer para aventurarse a salir de casa. Sin embargo, mientras que bajaba en su línea de tiempo en Facebook, se encontró con un video que captó su atención: Era un drama chino, con un título un tanto largo y absurdo, que usaba una voz robótica y común de mujer para traducir a su idioma. ¿Esas eran las novelas chinas que sus hermanas ocasionalmente veían? Quizá. No sabía qué tenían de interesantes pero, conforme la historia fue avanzando, se sintió más y más metido en ella hasta que el video finalizó. Estaba incompleto, era la parte uno de dos, se había quedado en la mejor parte y ahora necesitaba entender qué había pasado y si Lin Sunsheng había logrado vengarse de su hermana por lo que le hiciera en su vida pasada. A pesar de entrar al perfil del dueño y revisar sus últimos videos, Nikolay no pudo encontrarlo. Era absurdo que tuviesen un montón de videos de historias similares pero que, en los primeros treinta, no estuviese la continuación de la historia que quería. Aún así, prefirió no darle demasiada atención y se metió a otra historia. ¿Por qué casi todas tocaban el mismo tema de una segunda vida para vengarse? ¿por qué muchas veces la venganza se veía tan lejana? Eran un tanto absurdos, porque los intentos de la protagonista siempre se veían forzados de alguna manera estúpida, y ni hablar de las veces en que terminaba quedándose sola sin ningún apoyo delante de los maleantes. Era una fórmula sosa, repetitiva... Y aún así era bastante adictiva. Nikolay había visto ya unos ocho o diez videos similares, de una duración de entre veinte a treinta minutos, se había olvidado por completo del mundo exterior hasta que su teléfono le advirtió que la batería estaba próxima a terminarse. Fue allí donde notó que el tiempo se le había ido en nada: No había buscado una actividad que hacer, no había visto algun restaurante o café para visitar y, al final del día, no había salido de casa como un adolescente de su edad. Y si... ¿Y si él también tenía la oportunidad de renacer, algún día, para enmendar sus errores del pasado? Nikolay suspiró y apoyó la cabeza contra el espaldar del asiento. Sin duda, muchas cosas serian diferentes, muchas otras cambiarían y, probablemente, no tendría que verse forzado a guardad silencio por el resto de su vida ante las amenazas de un familiar cercano. « Ojalá mi vida fuese como ese drama chino de Sunsheng. »
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  • ¿Qué se suponía un chico como él podría hacer después de clases? No es como si pudiese ir a los karaokes con sus amigos, es decir, ¿quién se los aguantaría escuchar durante tres horas mientras la envidia de no poder cantar con ellos lo invadía? Odiaba sus gritos, su escándalo, la forma en que no se medían para que su voz fuese un poco aceptable y la manera en que todos se reían como si hubiesen escuchado una aria divina. Los adolescentes solían ser así, tontos por naturaleza, riéndose de la vida y tentando a la muerte con cada ingesta indiscriminada de alcohol y cigarrillos.

    Quizá los detestaba tanto porque los envidiaba demasiado pero, al final del día, Nikolay había encontrado una afición sana donde no necesitaba utilizar su voz, solo su oído y una bolsa de alimento para agitar. ¿Qué gato callejero se podría resistir al sonido de las croquetas al agitarse o de una lata de atún al abrirse? Ninguno. Todos los gatos que rondaban el parque cercano a la universidad, terminaban cayendo ante la tentación del alimento fácil. Algunos se acercaban a hurtadillas, otros preferían mirar desde la distancia a que los más tontos del grupo se sacrificaran primero, y nunca faltaba el bribón que se iba indignado porque las marcas elegidas no podían saciar su sofisticado paladar. ¿Era justo que los gatos callejeros fueran tan exigentes y remilgosos?

    « Es el tercer día y esa sigue sin querer comer. Ya cambié de alimento tres veces, ¿por qué diantres no lo quiere? Qué exigente.» La mente de Nikolay se llenó de pensamientos y estrategias para hacerla comer. Era el único gato que se rehusaba a tomar bocado después de probar una croqueta o una morona de atún, y aún así era el único gato que se veía más gordo que los demás y que también parecía bien cuidado. ¿Y si alguien lo estaba buscando? ¿Debería tomarle una fotografía y colgar letreros cerca de la universidad? Quizá pero, si la gata no se acercaba a comer, ¿cómo iba a tomarle una buena fotografía? Una donde se le notara la cara de diva, no la de amargada ni la cola que levantaba siempre orgullosa para irse del parque con la frente en alto en regia, divina, simplemente... Cosmopolita.(?)
    ¿Qué se suponía un chico como él podría hacer después de clases? No es como si pudiese ir a los karaokes con sus amigos, es decir, ¿quién se los aguantaría escuchar durante tres horas mientras la envidia de no poder cantar con ellos lo invadía? Odiaba sus gritos, su escándalo, la forma en que no se medían para que su voz fuese un poco aceptable y la manera en que todos se reían como si hubiesen escuchado una aria divina. Los adolescentes solían ser así, tontos por naturaleza, riéndose de la vida y tentando a la muerte con cada ingesta indiscriminada de alcohol y cigarrillos. Quizá los detestaba tanto porque los envidiaba demasiado pero, al final del día, Nikolay había encontrado una afición sana donde no necesitaba utilizar su voz, solo su oído y una bolsa de alimento para agitar. ¿Qué gato callejero se podría resistir al sonido de las croquetas al agitarse o de una lata de atún al abrirse? Ninguno. Todos los gatos que rondaban el parque cercano a la universidad, terminaban cayendo ante la tentación del alimento fácil. Algunos se acercaban a hurtadillas, otros preferían mirar desde la distancia a que los más tontos del grupo se sacrificaran primero, y nunca faltaba el bribón que se iba indignado porque las marcas elegidas no podían saciar su sofisticado paladar. ¿Era justo que los gatos callejeros fueran tan exigentes y remilgosos? « Es el tercer día y esa sigue sin querer comer. Ya cambié de alimento tres veces, ¿por qué diantres no lo quiere? Qué exigente.» La mente de Nikolay se llenó de pensamientos y estrategias para hacerla comer. Era el único gato que se rehusaba a tomar bocado después de probar una croqueta o una morona de atún, y aún así era el único gato que se veía más gordo que los demás y que también parecía bien cuidado. ¿Y si alguien lo estaba buscando? ¿Debería tomarle una fotografía y colgar letreros cerca de la universidad? Quizá pero, si la gata no se acercaba a comer, ¿cómo iba a tomarle una buena fotografía? Una donde se le notara la cara de diva, no la de amargada ni la cola que levantaba siempre orgullosa para irse del parque con la frente en alto en regia, divina, simplemente... Cosmopolita.(?)
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  • A pesar de considerarse como una persona reservada, Nikolay suele ser bastante animado con las personas más cercanas de su círculo. Sean sus hermanas menores, sus amigos de la universidad o sus compañeros de la agencia, no tiene miedo de mostrarse como realmente es: Alegre, animoso y un tanto extrovertido sin rayar en lo exagerado. Sin embargo, de vez en cuando, sus ánimos son mayores al punto de hacerle olvidarse donde está.

    La mano derecha de Nikolay se levantó en el aire y se agitó múltiples veces para tratar de captar la atención de Irisha, su hermana, quien parecía estarlo buscando mientras que tenía la mirada fija en su teléfono móvil. Ay, cómo envidiaba no poder gritarle y así llamar su atención, por lo que su mano terminó agitandose con mayor fuerza, como si de esa manera fuera suficiente para que pudiera notarlo. Pero, las miradas que recibió a momentos, lo hicieron decaer mientras que el rostro se le comenzaba a poner rojo de la vergüenza al notar, que de entre la gente, uno que otro desconocido le devolvía el saludo o se señalaban a sí mismos para preguntar si les hablaba a ellos.

    « Ay, maldita sea, que vergüenza. Jódete Irina, lo hiciste a propósito.»
    A pesar de considerarse como una persona reservada, Nikolay suele ser bastante animado con las personas más cercanas de su círculo. Sean sus hermanas menores, sus amigos de la universidad o sus compañeros de la agencia, no tiene miedo de mostrarse como realmente es: Alegre, animoso y un tanto extrovertido sin rayar en lo exagerado. Sin embargo, de vez en cuando, sus ánimos son mayores al punto de hacerle olvidarse donde está. La mano derecha de Nikolay se levantó en el aire y se agitó múltiples veces para tratar de captar la atención de Irisha, su hermana, quien parecía estarlo buscando mientras que tenía la mirada fija en su teléfono móvil. Ay, cómo envidiaba no poder gritarle y así llamar su atención, por lo que su mano terminó agitandose con mayor fuerza, como si de esa manera fuera suficiente para que pudiera notarlo. Pero, las miradas que recibió a momentos, lo hicieron decaer mientras que el rostro se le comenzaba a poner rojo de la vergüenza al notar, que de entre la gente, uno que otro desconocido le devolvía el saludo o se señalaban a sí mismos para preguntar si les hablaba a ellos. « Ay, maldita sea, que vergüenza. Jódete Irina, lo hiciste a propósito.»
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  • Cada día que pasa, se siente más y más cansado. Es un círculo vicioso del que no puede salir, aunque lo intente, al final, siempre termina agotado y lamentándose por no dormir cinco minutos más.

    Entre los estudios de la universidad, los estudios complementarios, sus trabajos de medio tiempo y sus responsabilidades sociales, siente que va a terminar colapsando en poco tiempo. A veces la cafeína ya no es suficiente, ni hablar de los remedios caseros como el té de hierbas o las gomitas de melatonina; Nikolay a veces es más cansancio que persona y ya llegó a ese punto donde no le importa que lo vean dormir en clases. Al final, el único que está jodiendo sus estudios y su futuro es él, así que no debería importarle a los demás, ¿no?

    Cada día que menos duerme y mal duerme, siente que su paciencia y sus capacidades de razonar se van perdiendo. Ah, cómo envidia a los demás que sí se pueden expresar, cuánto no daría por gritarle en la cara al siguiente imbécil que se acerque a preguntarle si está dormido. ¿Por qué la gente es tan tonta para eso? Seguramente no está durmiendo y solamente lee el libro de finanzas con los ojos cerrados, agotados y cansados, para no perder el ritmo.

    Que horrible es intentar ser un adulto funcional y responsable.
    Cada día que pasa, se siente más y más cansado. Es un círculo vicioso del que no puede salir, aunque lo intente, al final, siempre termina agotado y lamentándose por no dormir cinco minutos más. Entre los estudios de la universidad, los estudios complementarios, sus trabajos de medio tiempo y sus responsabilidades sociales, siente que va a terminar colapsando en poco tiempo. A veces la cafeína ya no es suficiente, ni hablar de los remedios caseros como el té de hierbas o las gomitas de melatonina; Nikolay a veces es más cansancio que persona y ya llegó a ese punto donde no le importa que lo vean dormir en clases. Al final, el único que está jodiendo sus estudios y su futuro es él, así que no debería importarle a los demás, ¿no? Cada día que menos duerme y mal duerme, siente que su paciencia y sus capacidades de razonar se van perdiendo. Ah, cómo envidia a los demás que sí se pueden expresar, cuánto no daría por gritarle en la cara al siguiente imbécil que se acerque a preguntarle si está dormido. ¿Por qué la gente es tan tonta para eso? Seguramente no está durmiendo y solamente lee el libro de finanzas con los ojos cerrados, agotados y cansados, para no perder el ritmo. Que horrible es intentar ser un adulto funcional y responsable.
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  • « Las buenas costumbres se aprenden, las malas nunca se olvidan. »

    Quizá su abuela tenía razón. Quizá se veía a sí mismo como un perro viejo que no era capaz de aprender nuevos trucos, pero creía que siempre había sido así desde que pasara al último plano de intereses para sus padres. Era como si de pronto, cuando perdiera la voz, todos sus privilegios se hubiesen desvanecido junto con él. ¿A eso se referían los adultos cuando decían que al si no se habla, los dioses no escuchan plegarias? Era ridículo, pero más ridículo era que le estuviese dando tantas vueltas al asunto.

    Al igual que cuando chiquillo, Nikolay miraba a ningún punto fijo de aquella cafetería mientras masticaba la pajilla plástica de su café. Quizá se podría decir que su mirada era penetrante e insistente, que observaba con atención algo en concreto, pero ni él mismo sabía qué había captado su atención en ese extremo para lograr disociar por completo. Si alguien le preguntara por los detalles de esa ventana o de la profundidad en la conversación, no sabría qué responder. Incluso las voces de sus amigos, que charlaban amenamente sobre temas de la universidad, parecían tan lejanas como su cerebro mismo. Apenas los escuchaba reír y se preguntaba la clase de chiste absurdo que habían soltado, uno malisimo y absurdo, de esos que dan pena y que solo causan gracia por compromiso.

    Suspiró, cuando pareció que su cabeza y su cuerpo volvieron a conectar, para demostrar lo aburrido que se sentía de ese mundo. Si todos fueran como él, imposibilitados del habla, ¿verían ese mundo con los mismos ojos? ¿podrían soportar quedarse callados mientras los demás llenaban la conversación de cosas sin sentido y tonterías? Probablemente no, por ello, suspiró de nuevo para demostrar su hartazgo en la vida.

    « Debí quedarme en casa. Mi cama estaba más confortable que este lugar.»
    « Las buenas costumbres se aprenden, las malas nunca se olvidan. » Quizá su abuela tenía razón. Quizá se veía a sí mismo como un perro viejo que no era capaz de aprender nuevos trucos, pero creía que siempre había sido así desde que pasara al último plano de intereses para sus padres. Era como si de pronto, cuando perdiera la voz, todos sus privilegios se hubiesen desvanecido junto con él. ¿A eso se referían los adultos cuando decían que al si no se habla, los dioses no escuchan plegarias? Era ridículo, pero más ridículo era que le estuviese dando tantas vueltas al asunto. Al igual que cuando chiquillo, Nikolay miraba a ningún punto fijo de aquella cafetería mientras masticaba la pajilla plástica de su café. Quizá se podría decir que su mirada era penetrante e insistente, que observaba con atención algo en concreto, pero ni él mismo sabía qué había captado su atención en ese extremo para lograr disociar por completo. Si alguien le preguntara por los detalles de esa ventana o de la profundidad en la conversación, no sabría qué responder. Incluso las voces de sus amigos, que charlaban amenamente sobre temas de la universidad, parecían tan lejanas como su cerebro mismo. Apenas los escuchaba reír y se preguntaba la clase de chiste absurdo que habían soltado, uno malisimo y absurdo, de esos que dan pena y que solo causan gracia por compromiso. Suspiró, cuando pareció que su cabeza y su cuerpo volvieron a conectar, para demostrar lo aburrido que se sentía de ese mundo. Si todos fueran como él, imposibilitados del habla, ¿verían ese mundo con los mismos ojos? ¿podrían soportar quedarse callados mientras los demás llenaban la conversación de cosas sin sentido y tonterías? Probablemente no, por ello, suspiró de nuevo para demostrar su hartazgo en la vida. « Debí quedarme en casa. Mi cama estaba más confortable que este lugar.»
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  • « Un anhelo. Una esperanza. Un deseo. »

    La vida es así. Efímera y también vacía, llena de promesas y anhelos que nunca se realizarán, esperanzas que morirán con el alba y sueños que se marchitarán antes de que la primavera decida llegar.

    Las bengalas de la noche iluminan las calles, los niños corren atraídos por los colores y las luces que destacan entre los grupos de amigos o familia. Es otro año de fiesta, otro año donde la familia se vuelve a reunir para celebrar. Pero Nikolay, siempre, siente que algo le falta. Es Sasha. En silencio solo observa a sus hermanas, las gemelas, divirtiéndote con lo rápido que sus bengalas se consumen convirtiéndolo en una divertida competencias. Incluso Aleksandr, el mayor, está sonriendo. ¿Cómo es que el mundo avanza para unos y para otros se detiene? Una pregunta hilarante, que solo logra desaparecer de su mente en el momento que Irina le advierte que está a punto de quemarse los dedos.

    Nikolay solo ríe, dejando caer el rezago de madera al suelo, luego lo aplasta y los hermanos se ríen, todos juntos, por lo distraído que es. De a poco, la risas se hacen más fuertes, el recuerdo de su infancia revive en su mente mientras los cinco veían los fuegos artificiales de fin de año. Entonces, la pregunta inminente llega a su mente: ¿Algún día superará la pérdida? La respuesta, también, llegó inmediata: No, nunca. Y a pesar de que lo pide fervientemente mientras la luz de la bengala se extingue, Nikolay no cree en los deseos.
    « Un anhelo. Una esperanza. Un deseo. » La vida es así. Efímera y también vacía, llena de promesas y anhelos que nunca se realizarán, esperanzas que morirán con el alba y sueños que se marchitarán antes de que la primavera decida llegar. Las bengalas de la noche iluminan las calles, los niños corren atraídos por los colores y las luces que destacan entre los grupos de amigos o familia. Es otro año de fiesta, otro año donde la familia se vuelve a reunir para celebrar. Pero Nikolay, siempre, siente que algo le falta. Es Sasha. En silencio solo observa a sus hermanas, las gemelas, divirtiéndote con lo rápido que sus bengalas se consumen convirtiéndolo en una divertida competencias. Incluso Aleksandr, el mayor, está sonriendo. ¿Cómo es que el mundo avanza para unos y para otros se detiene? Una pregunta hilarante, que solo logra desaparecer de su mente en el momento que Irina le advierte que está a punto de quemarse los dedos. Nikolay solo ríe, dejando caer el rezago de madera al suelo, luego lo aplasta y los hermanos se ríen, todos juntos, por lo distraído que es. De a poco, la risas se hacen más fuertes, el recuerdo de su infancia revive en su mente mientras los cinco veían los fuegos artificiales de fin de año. Entonces, la pregunta inminente llega a su mente: ¿Algún día superará la pérdida? La respuesta, también, llegó inmediata: No, nunca. Y a pesar de que lo pide fervientemente mientras la luz de la bengala se extingue, Nikolay no cree en los deseos.
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  • « El amor es paciente, es bondadoso; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se envanece. »

    Mentira. Desde su perspectiva, todo eso era una vil mentira. La paciencia existía, pero lentamente era consumida por las ansias, por las inseguridades y las especulaciones. ¿Por qué últimamente el chico con el que estaba saliendo, donde su amor era correspondido, pasaba más tiempo mirando el teléfono que a él? Sí, era necesario usar el teléfono para comunicarse de alguna forma porque Nikolay no podía hablar, pero eso no lo limitaba a él. Ivan podía utilizar perfectamente frases y palabras completas para comunicarse, no necesitaba de mover las manos ni de usar aparatos electrónicos para responder. Entonces, ¿por qué últimamente se sonreía con tanta confidencia cuando veía el teléfono? Quizá porque se acordaba de algo, porque veía un video o imagen chistosa, pero nunca le mostraba ese algo que le hacía sonreír. ¿Qué más podía pensar?

    Lev nunca le había cuestionado nada, ambos tenían sus caracteres que eran algo... Pesados. Lo sabía bien, Ivan era tan similar a él en algunas cosas, que era fácilmente llegar a desacuerdos, pero si algo odiaba eran las mentiras. Últimamente siempre se sacaba una excusa estúpida de la manga para cancelar sus planes, sus citas y postergar la posibilidad de verse por unos cuantos días más o hasta semanas. Cuando le caía de visita en el departamento, terminaba furioso con Lev y le echaba. Todo apuntaba a que existía algo extraño en el medio. O alguien. Y la suposición comenzó a germinar en su cabeza cuando encontró, en la habitación de Ivan, un paquete de cigarrillos. Ivan no fumaba y él mucho menos, ¿por qué de pronto comenzaban a aparecer cosas en el medio? Era más fácil decir que estaba cansado de su relación en lugar de jugar a las mentiras, porque prefería decir que eran de un amigo antes de confesar que tenía un amante o dos o los que fuesen.

    Siempre pensaba en ello, en esa posibilidad y las cosas que podían estar haciendo a sus espaldas. Vaya que no debían tener ni un poquito de corazón para jugar a las espaldas de un discapacitado como él. Sabía que su relación era algo seria, con altibajos donde a veces parecía que solo era diversión lo que existía entre los dos pero, aunque así fuera, ¿por qué no le decía en la cara las cosas que hacía? No, prefería mantenerlo en secreto como si fuese prohibido tocarlo. Y para Lev, que anhelaba ser devoto, no le gustaba que tocaran las cosas que fuesen suyas, no importaba que no fuese dueño de Ivan, pero no era justo que estuviesen rompiendo sus acuerdos de exclusividad por mera diversión.

    « Debes olvidarte de los demás. Solo me necesitas a mí, solo puedes ser mío, no de nadie más. Así que espero no intentes burlarte de mí. » Aquel pensamiento rondó la mente de Nikolay mientras que seguía observando a su pareja en secreto, analizando sus rasgos y observando como presionaba los dedos sobre la pantalla para escribir quién sabe qué cosas. Al menos,así fue, hasta que soltó el teléfono y sus miradas se encontraron. Ambos se sonrieron, cómplices, como si fuesen inocentes de pensar egoístamente sobre su relación. Un te amo salió de sus labios y Lev se derritió, pero el fuego de sus celos siguió avivandose cuando notó que volvía al teléfono. ¿Qué debía cambiar para lograr ser el único en su mundo?
    « El amor es paciente, es bondadoso; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se envanece. » Mentira. Desde su perspectiva, todo eso era una vil mentira. La paciencia existía, pero lentamente era consumida por las ansias, por las inseguridades y las especulaciones. ¿Por qué últimamente el chico con el que estaba saliendo, donde su amor era correspondido, pasaba más tiempo mirando el teléfono que a él? Sí, era necesario usar el teléfono para comunicarse de alguna forma porque Nikolay no podía hablar, pero eso no lo limitaba a él. Ivan podía utilizar perfectamente frases y palabras completas para comunicarse, no necesitaba de mover las manos ni de usar aparatos electrónicos para responder. Entonces, ¿por qué últimamente se sonreía con tanta confidencia cuando veía el teléfono? Quizá porque se acordaba de algo, porque veía un video o imagen chistosa, pero nunca le mostraba ese algo que le hacía sonreír. ¿Qué más podía pensar? Lev nunca le había cuestionado nada, ambos tenían sus caracteres que eran algo... Pesados. Lo sabía bien, Ivan era tan similar a él en algunas cosas, que era fácilmente llegar a desacuerdos, pero si algo odiaba eran las mentiras. Últimamente siempre se sacaba una excusa estúpida de la manga para cancelar sus planes, sus citas y postergar la posibilidad de verse por unos cuantos días más o hasta semanas. Cuando le caía de visita en el departamento, terminaba furioso con Lev y le echaba. Todo apuntaba a que existía algo extraño en el medio. O alguien. Y la suposición comenzó a germinar en su cabeza cuando encontró, en la habitación de Ivan, un paquete de cigarrillos. Ivan no fumaba y él mucho menos, ¿por qué de pronto comenzaban a aparecer cosas en el medio? Era más fácil decir que estaba cansado de su relación en lugar de jugar a las mentiras, porque prefería decir que eran de un amigo antes de confesar que tenía un amante o dos o los que fuesen. Siempre pensaba en ello, en esa posibilidad y las cosas que podían estar haciendo a sus espaldas. Vaya que no debían tener ni un poquito de corazón para jugar a las espaldas de un discapacitado como él. Sabía que su relación era algo seria, con altibajos donde a veces parecía que solo era diversión lo que existía entre los dos pero, aunque así fuera, ¿por qué no le decía en la cara las cosas que hacía? No, prefería mantenerlo en secreto como si fuese prohibido tocarlo. Y para Lev, que anhelaba ser devoto, no le gustaba que tocaran las cosas que fuesen suyas, no importaba que no fuese dueño de Ivan, pero no era justo que estuviesen rompiendo sus acuerdos de exclusividad por mera diversión. « Debes olvidarte de los demás. Solo me necesitas a mí, solo puedes ser mío, no de nadie más. Así que espero no intentes burlarte de mí. » Aquel pensamiento rondó la mente de Nikolay mientras que seguía observando a su pareja en secreto, analizando sus rasgos y observando como presionaba los dedos sobre la pantalla para escribir quién sabe qué cosas. Al menos,así fue, hasta que soltó el teléfono y sus miradas se encontraron. Ambos se sonrieron, cómplices, como si fuesen inocentes de pensar egoístamente sobre su relación. Un te amo salió de sus labios y Lev se derritió, pero el fuego de sus celos siguió avivandose cuando notó que volvía al teléfono. ¿Qué debía cambiar para lograr ser el único en su mundo?
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  • Para las personas que no están habituadas a él, resulta un tanto extraño verlo atender llamadas por teléfono. El distintivo tono de su celular siempre logra captar la atención de sus compañeros de clase o del set donde graba; siempre hay miradas sobre él, todas curiosas, como si estuvieran esperando el momento en que finalmente hable. Pero nunca se escucha una sola palabra de su boca, apenas son vocablos inentendibles, sonidos que le provienen desde la garganta y que no parecen tener una forma simple de adivinar. A muchos a veces se les olvida: Nikolay no habla. Desde hace muchos años es incapaz, según su familia, de emitir una sola palabra, pero ello no impide que sus padres le sigan llamando todo el tiempo para reclamarle algo: Que está malacostumbrando a Irisha, que Irina les volvió a contestar, que ya tiene veintitrés y sigue estudiando o metiéndose en problemas estúpidos. Cosas sinsentido que terminan afectandolo indirectamente y de las que, sin ser su responsabilidad, debe hacerse cargo.

    « Mhm. » Es lo que mayormente se le escucha decir. A veces resopla y otras tantas se le nota el fastidio en la cara, a veces su manager o sus amigos hacen apuestas sobre el responsable de todo. ¿Su padre o su madre? Sea cual sea, es igual de terrible para Nikolay tener que cargar con responsabilidades como esas, más porque sus padres lo siguen dejando de lado para no opacar más a su primogénito.

    A veces sus conversaciones son cortas, pero hay otras ocasiones, pocas, en las que puede pasar más de quince minutos al teléfono. A veces en silencio, sólo asintiendo y divagando en su mente sobre las posibilidades. "Si fuera capaz de hablar, si pudiera revelar este secreto, ¿serían capaces de escuchar mi voz?" Aquel pensamiento siempre rondaba su cabeza en momentos como ese, era imposible no desear gritarle a su madre al otro lado del teléfono, pedirle que de una vez por todas se callara y lo dejara vivir su vida. Pero siempre se detenía por una razón: No quería herirla, no quería pagarle con las mismas monedas que ella lo hiciera por tantos años, porque se le hacía injusto cuan cegada estaba por su dolor. Además, ¿qué iba a decirle? ¿La verdad? ¿Que su propia familia lo había obligado a callar y fingir su mudez? Era más fácil mentir, porque estaba seguro de que nunca iba a creerle. Aunque le diera evidencias y todo tipo de pruebas, ella se mantendría aferrada a que la culpa era de él.

    Una última exhalación dejó sus labios en el momento que, al otro lado del teléfono, solo se escucharon pitidos. Era el anuncio de que su madre había dado por terminada la conversación sin importar, realmente, que Nikolay hiciera consciencia. Por unos instantes el ruso observó la pantalla de su teléfono con el letrero de "Mamá. Llamada finalizada. 07:45 minutos". Con cuidado, quizá por inercia más bien, se llevó la mano hacia la oreja, podía sentir que estaba tan caliente como su teléfono, una señal de que la llamada había durado más de lo debido. Renuente, se guardó el teléfono en el bolsillo solo después de enviarle un mensaje a su madre:

    « Lo siento. Trataré de no darte más problemas. »
    Para las personas que no están habituadas a él, resulta un tanto extraño verlo atender llamadas por teléfono. El distintivo tono de su celular siempre logra captar la atención de sus compañeros de clase o del set donde graba; siempre hay miradas sobre él, todas curiosas, como si estuvieran esperando el momento en que finalmente hable. Pero nunca se escucha una sola palabra de su boca, apenas son vocablos inentendibles, sonidos que le provienen desde la garganta y que no parecen tener una forma simple de adivinar. A muchos a veces se les olvida: Nikolay no habla. Desde hace muchos años es incapaz, según su familia, de emitir una sola palabra, pero ello no impide que sus padres le sigan llamando todo el tiempo para reclamarle algo: Que está malacostumbrando a Irisha, que Irina les volvió a contestar, que ya tiene veintitrés y sigue estudiando o metiéndose en problemas estúpidos. Cosas sinsentido que terminan afectandolo indirectamente y de las que, sin ser su responsabilidad, debe hacerse cargo. « Mhm. » Es lo que mayormente se le escucha decir. A veces resopla y otras tantas se le nota el fastidio en la cara, a veces su manager o sus amigos hacen apuestas sobre el responsable de todo. ¿Su padre o su madre? Sea cual sea, es igual de terrible para Nikolay tener que cargar con responsabilidades como esas, más porque sus padres lo siguen dejando de lado para no opacar más a su primogénito. A veces sus conversaciones son cortas, pero hay otras ocasiones, pocas, en las que puede pasar más de quince minutos al teléfono. A veces en silencio, sólo asintiendo y divagando en su mente sobre las posibilidades. "Si fuera capaz de hablar, si pudiera revelar este secreto, ¿serían capaces de escuchar mi voz?" Aquel pensamiento siempre rondaba su cabeza en momentos como ese, era imposible no desear gritarle a su madre al otro lado del teléfono, pedirle que de una vez por todas se callara y lo dejara vivir su vida. Pero siempre se detenía por una razón: No quería herirla, no quería pagarle con las mismas monedas que ella lo hiciera por tantos años, porque se le hacía injusto cuan cegada estaba por su dolor. Además, ¿qué iba a decirle? ¿La verdad? ¿Que su propia familia lo había obligado a callar y fingir su mudez? Era más fácil mentir, porque estaba seguro de que nunca iba a creerle. Aunque le diera evidencias y todo tipo de pruebas, ella se mantendría aferrada a que la culpa era de él. Una última exhalación dejó sus labios en el momento que, al otro lado del teléfono, solo se escucharon pitidos. Era el anuncio de que su madre había dado por terminada la conversación sin importar, realmente, que Nikolay hiciera consciencia. Por unos instantes el ruso observó la pantalla de su teléfono con el letrero de "Mamá. Llamada finalizada. 07:45 minutos". Con cuidado, quizá por inercia más bien, se llevó la mano hacia la oreja, podía sentir que estaba tan caliente como su teléfono, una señal de que la llamada había durado más de lo debido. Renuente, se guardó el teléfono en el bolsillo solo después de enviarle un mensaje a su madre: « Lo siento. Trataré de no darte más problemas. »
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  • — ¡Perfecto! Esa fue la última. Hemos terminado por hoy, gracias a todos por su arduo trabajo. Lev, si quieres puedes ir a descansar.

    Thanya era la más emocionada cuando las sesiones de fotografía eran rápidas, cuando las veces que debían detenerse para algo eran pocas y, sobretodo, cuando los demás del grupo eran tan comprensibles con su muchacho. La gran mayoría evitaba hablarle con cosas largas, preferían centrarse en el punto y hacer preguntas concretas que se pudieran responder con tres opciones: Sí, no o no lo sé. Quizás esa era una de las cualidades que Nikolay más apreciaba en ella, pero también era una de las que más aborrecía. No podía hablar, era claro a los ojos de todos, pero tampoco era tan idiota como para no saber escribir en su teléfono para emplear un traductor o mostrar la pantalla con la respuesta.

    Nikolay dio un sorbo a su bebida y levantó el pulgar de la otra mano para confirmarle a su manager que el trabajo había sido excelente. El sabor de la bebida no era malo, resultaba dulce y refrescante para su paladar, pero no era una bebida que pudiera recomendar ampliamente porque, en realidad, no le gustaban tanto las naranjas como Thanya pensaba. Si sacaba la cuenta, ese debía ser su quinto comercial con productos de esa fruta: Jugos, dulces, medicamentos y hasta velas aromáticas para relajarse. O a Thanya le gustaban hasta morir o se aseguraba de mantenerlo lleno de vitamina C.

    « Si ya terminamos por hoy, ¿puedo irme? Quedé con unos amigos de la secundaria que nos veríamos esta tarde. Al parecer vieron nuestro último anuncio y se volvieron locos. » Nikolay no lo entendía. Nunca había sido bueno con sus compañeros, tampoco con las chicas, siempre había odiado esas relaciones que lo fastidiaban por ser diferente y por creer, tontamente, que necesitaba de su lastima para sobrevivir la secundaria. Ante el asentir de Thanya, Nikolay dio un último sorbo a su bebida y le dejó el vaso de plástico en la mano a la mujer. « Por favor, ya no elijas más productos de este tipo. Comienzo a odiar las naranjas, busca otra fruta si quieres, pero ya me cansé de esta. ¿O estás esperando que mi piel tome esa tonalidad? »

    Thanya se rió, lo hizo de una manera escandalosa en la que captó la atención de los demás en el set, incluso de transeúntes que iban por allí al ser una sesión al aire libre.

    — No, sería incapaz de algo así. Pero deberíamos probar las fresas, ya sabes, pronto será San Valentin y habrá muchos anuncios románticos, quizá ganes más contratos si tienes la piel roja como el amor, así no gastarán en pintura corporal.

    « Te mataré si te atreves a aceptar algo así. Pero si son anuncios de chocolate, acepta todos. Me gustan los dulces gratis. » Thanya volvió a reír, Nikolay también lo hizo en ese ruido nasal que le era imposible ocultar. Podía ser que si garganta no emitiera sonidos agradables o entendibles, pero a nadie parecía importarle que se riera de una manera caótica o casi porcina. Al final, la lastima era más grande para reprenderlo por tan pésimos modales.
    — ¡Perfecto! Esa fue la última. Hemos terminado por hoy, gracias a todos por su arduo trabajo. Lev, si quieres puedes ir a descansar. Thanya era la más emocionada cuando las sesiones de fotografía eran rápidas, cuando las veces que debían detenerse para algo eran pocas y, sobretodo, cuando los demás del grupo eran tan comprensibles con su muchacho. La gran mayoría evitaba hablarle con cosas largas, preferían centrarse en el punto y hacer preguntas concretas que se pudieran responder con tres opciones: Sí, no o no lo sé. Quizás esa era una de las cualidades que Nikolay más apreciaba en ella, pero también era una de las que más aborrecía. No podía hablar, era claro a los ojos de todos, pero tampoco era tan idiota como para no saber escribir en su teléfono para emplear un traductor o mostrar la pantalla con la respuesta. Nikolay dio un sorbo a su bebida y levantó el pulgar de la otra mano para confirmarle a su manager que el trabajo había sido excelente. El sabor de la bebida no era malo, resultaba dulce y refrescante para su paladar, pero no era una bebida que pudiera recomendar ampliamente porque, en realidad, no le gustaban tanto las naranjas como Thanya pensaba. Si sacaba la cuenta, ese debía ser su quinto comercial con productos de esa fruta: Jugos, dulces, medicamentos y hasta velas aromáticas para relajarse. O a Thanya le gustaban hasta morir o se aseguraba de mantenerlo lleno de vitamina C. « Si ya terminamos por hoy, ¿puedo irme? Quedé con unos amigos de la secundaria que nos veríamos esta tarde. Al parecer vieron nuestro último anuncio y se volvieron locos. » Nikolay no lo entendía. Nunca había sido bueno con sus compañeros, tampoco con las chicas, siempre había odiado esas relaciones que lo fastidiaban por ser diferente y por creer, tontamente, que necesitaba de su lastima para sobrevivir la secundaria. Ante el asentir de Thanya, Nikolay dio un último sorbo a su bebida y le dejó el vaso de plástico en la mano a la mujer. « Por favor, ya no elijas más productos de este tipo. Comienzo a odiar las naranjas, busca otra fruta si quieres, pero ya me cansé de esta. ¿O estás esperando que mi piel tome esa tonalidad? » Thanya se rió, lo hizo de una manera escandalosa en la que captó la atención de los demás en el set, incluso de transeúntes que iban por allí al ser una sesión al aire libre. — No, sería incapaz de algo así. Pero deberíamos probar las fresas, ya sabes, pronto será San Valentin y habrá muchos anuncios románticos, quizá ganes más contratos si tienes la piel roja como el amor, así no gastarán en pintura corporal. « Te mataré si te atreves a aceptar algo así. Pero si son anuncios de chocolate, acepta todos. Me gustan los dulces gratis. » Thanya volvió a reír, Nikolay también lo hizo en ese ruido nasal que le era imposible ocultar. Podía ser que si garganta no emitiera sonidos agradables o entendibles, pero a nadie parecía importarle que se riera de una manera caótica o casi porcina. Al final, la lastima era más grande para reprenderlo por tan pésimos modales.
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