• ༒𝐋𝐄𝐓 𝐌𝐄 𝐂𝐀𝐓𝐂𝐇 𝐘𝐎𝐔༒



    ── 𝐓ú 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨.


    Las puertas del bar se abrieron con violencia y la nieve irrumpió como un látigo gélido que apagó la música de golpe. El murmullo alegre se quebró en un silencio abrupto cuando cuatro hombres entraron. Altos, cubiertos por largos abrigos negros, botas que retumbaban sobre la madera vieja. No hacía falta que pronunciaran palabra: la multitud comprendió de inmediato a qué clase de depredadores estaba mirando.

    "Hay un bastardo que me debe algo."

    Los clientes se replegaron hacia las paredes, intentando desaparecer bajo la penumbra. El humo de los cigarrillos quedó suspendido en el aire, detenido como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Solo una figura permaneció imperturbable, sentado con esa arrogancia propia de quienes creen que jamás podrán ser tocados.

    El Ministro de Defensa de Rusia.

    Canoso, con traje impecable y un vaso de vodka aún húmedo en la mano, alzó la mirada hacia los intrusos. No había miedo en sus ojos, sino fastidio, como si la escena fuera una ofensa menor a su autoridad.

    — Ministro. Vendrá con nosotros — anunció uno de los hombres, su voz grave, un eco oscuro que llenó la sala con un peso insoportable.

    "Se encuentra en San Petersburgo. Localícenlo y tráiganmelo aquí."

    Los guardaespaldas del político apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Una mano buscó la chaqueta, pero el disparo llegó antes. Un estampido seco. Después otro, y otro. El aire se llenó de pólvora y sangre. Los cuerpos se desplomaron sin remedio, muñecos rotos que ya no respondían a nadie.

    El Ministro golpeó la mesa con furia, su voz retumbó entre las paredes cargadas de humo:

    — ¿Quién diablos son ustedes? ¿¡Saben quién soy?!

    Un puñetazo brutal lo arrancó de su asiento. Cayó al suelo como cualquier hombre, los brazos torcidos y sujetos por una fuerza que lo reducía a prisionero. La indignación lo ahogaba, pero sus palabras se perdían en gruñidos confusos, apenas reconocibles como ruso entre los golpes y el miedo.

    "Dejen limpio el lugar. Ningún cabo suelto. San Petersburgo no es un sitio que deba ser provocado… no todavía."

    La sentencia cayó como un cuchillo. Nadie dentro del bar tuvo oportunidad de escapar. Dos de los hombres bloquearon la salida, fríos y calculadores, mientras los otros arrojaban botellas incendiarias contra las vigas y cortinas. El fuego se expandió como una bestia hambrienta, devorando madera, vidrio y carne por igual. Los gritos se alzaron, desesperados, mientras las ventanas comenzaban a ennegrecerse.

    Arrastrado hacia la calle, el Ministro alcanzó a girar la cabeza. Sus ojos vidriosos reflejaron las siluetas atrapadas detrás de los cristales, los cuerpos forcejeando inútilmente contra un destino sellado. La nieve seguía cayendo con suavidad, indiferente al infierno que ardía a sus pies.

    . . .

    En Moscú, Kiev observaba un reloj antiguo en la palma de su mano. El metal ennegrecido llevaba la marca del tiempo, un recuerdo de su padre que cuando joven le parecía un tesoro inalcanzable. Ahora, sin embargo, lo contemplaba con frialdad, como si cada tic tac fuera simplemente un recordatorio de que el pasado no tiene valor en el presente.

    Lo dejó sobre el escritorio. Frente a él, los papeles estaban desplegados como piezas de ajedrez: informes, fotografías, nombres. Uno brillaba más que el resto: Ayla Klein.

    Su mirada recorrió con calma cada hoja, hasta que un detalle detuvo el movimiento de sus ojos. En una foto, un cruce de miradas. No era nada para la mayoría, pero para él era suficiente: Ryan. Esa cercanía con la alemana no era un accidente. Lo había encontrado, el error, la grieta. El talón de Aquiles.

    Una sonrisa lenta torció sus labios, apenas un gesto que nunca llegaba a suavizar su expresión. Isha había hecho bien su trabajo, aunque debía vigilarla para que no dejara más cenizas tras de sí.

    Al lado de esa carpeta, otra. El árbol completo de los Di Vincenzo: territorios, hermanos, aliados, hasta empleados insignificantes. El primer nombre resaltaba inevitable: Elisabetta. Curioso, irónico quizá, que dos mujeres tan distintas compartieran un destino tan contradictorio.

    ¿De qué le servían esas piezas? Mucho. No como aliadas, sino como puntos débiles. Todo dependía de cómo se moviera la partida, de qué tan cerca estuviera su hermano de convertirse en una molestia. Las mafias solo conocían un lenguaje: el interés propio. Y si alguien se interponía en el suyo, el problema sería inevitable.

    Un ruido lo sacó de su concentración. El cachorro mordía su pata, jugando como si el mundo no fuera más que un terreno blando para hincar los dientes. Kiev lo observó un instante.

    — Sigues siendo tan pequeño… — murmuró, ¿Cuántas veces había pisado su diminuta cola y recibido, a cambio, mordidas furiosas en el pantalón antes de que el animal huyera llorando? La cuenta lo había perdido, por eso mismo tuvo que colocarle ese "cosa" para cubrirla hasta buscar algo más viable.

    El reloj volvió a marcar el segundo, tic, tac. Fue cuando se dio cuenta que debía moverse. Se levantó, tomó la camisa que descansaba sobre la silla. Había asuntos que atender, y pronto, el hombre que le debía algo estaría frente a él.
    ༒𝐋𝐄𝐓 𝐌𝐄 𝐂𝐀𝐓𝐂𝐇 𝐘𝐎𝐔༒ ── 𝐓ú 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐭á 𝐚𝐜𝐚𝐛𝐚𝐧𝐝𝐨, 𝐩𝐞𝐪𝐮𝐞ñ𝐨 𝐩𝐞𝐫𝐫𝐨. Las puertas del bar se abrieron con violencia y la nieve irrumpió como un látigo gélido que apagó la música de golpe. El murmullo alegre se quebró en un silencio abrupto cuando cuatro hombres entraron. Altos, cubiertos por largos abrigos negros, botas que retumbaban sobre la madera vieja. No hacía falta que pronunciaran palabra: la multitud comprendió de inmediato a qué clase de depredadores estaba mirando. "Hay un bastardo que me debe algo." Los clientes se replegaron hacia las paredes, intentando desaparecer bajo la penumbra. El humo de los cigarrillos quedó suspendido en el aire, detenido como si el tiempo mismo se hubiera congelado. Solo una figura permaneció imperturbable, sentado con esa arrogancia propia de quienes creen que jamás podrán ser tocados. El Ministro de Defensa de Rusia. Canoso, con traje impecable y un vaso de vodka aún húmedo en la mano, alzó la mirada hacia los intrusos. No había miedo en sus ojos, sino fastidio, como si la escena fuera una ofensa menor a su autoridad. — Ministro. Vendrá con nosotros — anunció uno de los hombres, su voz grave, un eco oscuro que llenó la sala con un peso insoportable. "Se encuentra en San Petersburgo. Localícenlo y tráiganmelo aquí." Los guardaespaldas del político apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Una mano buscó la chaqueta, pero el disparo llegó antes. Un estampido seco. Después otro, y otro. El aire se llenó de pólvora y sangre. Los cuerpos se desplomaron sin remedio, muñecos rotos que ya no respondían a nadie. El Ministro golpeó la mesa con furia, su voz retumbó entre las paredes cargadas de humo: — ¿Quién diablos son ustedes? ¿¡Saben quién soy?! Un puñetazo brutal lo arrancó de su asiento. Cayó al suelo como cualquier hombre, los brazos torcidos y sujetos por una fuerza que lo reducía a prisionero. La indignación lo ahogaba, pero sus palabras se perdían en gruñidos confusos, apenas reconocibles como ruso entre los golpes y el miedo. "Dejen limpio el lugar. Ningún cabo suelto. San Petersburgo no es un sitio que deba ser provocado… no todavía." La sentencia cayó como un cuchillo. Nadie dentro del bar tuvo oportunidad de escapar. Dos de los hombres bloquearon la salida, fríos y calculadores, mientras los otros arrojaban botellas incendiarias contra las vigas y cortinas. El fuego se expandió como una bestia hambrienta, devorando madera, vidrio y carne por igual. Los gritos se alzaron, desesperados, mientras las ventanas comenzaban a ennegrecerse. Arrastrado hacia la calle, el Ministro alcanzó a girar la cabeza. Sus ojos vidriosos reflejaron las siluetas atrapadas detrás de los cristales, los cuerpos forcejeando inútilmente contra un destino sellado. La nieve seguía cayendo con suavidad, indiferente al infierno que ardía a sus pies. . . . En Moscú, Kiev observaba un reloj antiguo en la palma de su mano. El metal ennegrecido llevaba la marca del tiempo, un recuerdo de su padre que cuando joven le parecía un tesoro inalcanzable. Ahora, sin embargo, lo contemplaba con frialdad, como si cada tic tac fuera simplemente un recordatorio de que el pasado no tiene valor en el presente. Lo dejó sobre el escritorio. Frente a él, los papeles estaban desplegados como piezas de ajedrez: informes, fotografías, nombres. Uno brillaba más que el resto: Ayla Klein. Su mirada recorrió con calma cada hoja, hasta que un detalle detuvo el movimiento de sus ojos. En una foto, un cruce de miradas. No era nada para la mayoría, pero para él era suficiente: Ryan. Esa cercanía con la alemana no era un accidente. Lo había encontrado, el error, la grieta. El talón de Aquiles. Una sonrisa lenta torció sus labios, apenas un gesto que nunca llegaba a suavizar su expresión. Isha había hecho bien su trabajo, aunque debía vigilarla para que no dejara más cenizas tras de sí. Al lado de esa carpeta, otra. El árbol completo de los Di Vincenzo: territorios, hermanos, aliados, hasta empleados insignificantes. El primer nombre resaltaba inevitable: Elisabetta. Curioso, irónico quizá, que dos mujeres tan distintas compartieran un destino tan contradictorio. ¿De qué le servían esas piezas? Mucho. No como aliadas, sino como puntos débiles. Todo dependía de cómo se moviera la partida, de qué tan cerca estuviera su hermano de convertirse en una molestia. Las mafias solo conocían un lenguaje: el interés propio. Y si alguien se interponía en el suyo, el problema sería inevitable. Un ruido lo sacó de su concentración. El cachorro mordía su pata, jugando como si el mundo no fuera más que un terreno blando para hincar los dientes. Kiev lo observó un instante. — Sigues siendo tan pequeño… — murmuró, ¿Cuántas veces había pisado su diminuta cola y recibido, a cambio, mordidas furiosas en el pantalón antes de que el animal huyera llorando? La cuenta lo había perdido, por eso mismo tuvo que colocarle ese "cosa" para cubrirla hasta buscar algo más viable. El reloj volvió a marcar el segundo, tic, tac. Fue cuando se dio cuenta que debía moverse. Se levantó, tomó la camisa que descansaba sobre la silla. Había asuntos que atender, y pronto, el hombre que le debía algo estaría frente a él.
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  • ──── 𝐎𝐑𝐈𝐆𝐄𝐍 ────

    𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐍𝐀𝐌𝐄 𝐖𝐈𝐋𝐋 𝐁𝐄 : 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐢𝐚𝐠𝐨 | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 — 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟓]

    Solo yacía allí, con la mirada cabizbaja, un dolor insoportable de cabeza y la sangre seca cubriendo gran parte de esta. Era un don nadie en ése entonces, un desconocido por esos lares pero curiosamente esa organización sabía quién era él realmente.

    Sentado; ahora en el despacho de la oficina de Sergei. Solo esperaba una sentencia más y que fuera esta la muerte. Cerró sus ojos unos momentos, sintiéndose en paz unos segundos hasta que escuchó unos pasos acercándose y un fuerte golpe contra el escritorio que lo hizo reaccionar de momento y verlo fijamente. Era el mismo Sergei, con una hoja en mano.

    Santiago no entendía nada, pero sabía que no debía estar en ese sitio ni entablando una conversación con aquél perpetrador cuál este solo se dignó a agarrar el pulgar de su mano cuál yacía cubierto de su propia sangre y colocarlo en la aquella hoja : Un contrato de terminos y condiciones. Donde ahora, yacía pactada con la sangre del ángel caído.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ──── 𝘛𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘺 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘵𝘰 𝘴𝘦𝘳á 𝘵𝘶 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘦𝘭 𝘥í𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘤𝘢𝘱𝘢𝘳 𝘺 𝘵𝘳𝘢𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘳𝘮𝘦. 𝘛𝘦 𝘭𝘭𝘢𝘮𝘢𝘳á𝘴 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘺 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘳á𝘴 𝘦𝘴𝘦 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘢 𝘵𝘶 𝘦𝘵𝘦𝘳𝘯𝘪𝘥𝘢𝘥. ──── Volvió a sus pasos para colocar el papel en un portafolio y así guardarlo en su escritorio. Solo mantenía su mirada firme en el argentino para luego mostrar una sonrisa mostrando su carencia de empatía y bondad.

    𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ──── 𝘔𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯, 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰, 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘥𝘦𝘭 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘰 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘪𝘤𝘵𝘢 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘱𝘶𝘯𝘵𝘰 𝟣 𝘥𝘦 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘤𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢 : 𝘗𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢 𝘢𝘥𝘦𝘤𝘶𝘢𝘥𝘢 𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘮í. 𝘘𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘳 𝘵𝘶 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢 𝘺 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦. . . 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢 𝘭𝘢 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳 𝘦𝘯 𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘢 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘶𝘯𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘵𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴. ────

    El ángel caído, ahora renombrado Santiago, solo se mantuvo en silencio unos segundos. Ni había podido leer aquél contrato, ni sus condiciones ni términos. Solo fue obligado a hacer un pacto de sangre en su momento más vulnerable.

    Trato de recordar su pasado; el dolor las torturas, el miedo, el abuso, la tristeza, la soledad. Nunca conoció aquello que se llamaba : 𝐅𝐄𝐋𝐈𝐂𝐈𝐃𝐀𝐃.

    Un nudo en la garganta se le formó en aquél entonces hasta que pudo expresar palabras con las pocas fuerzas que aún le quedaban.

    ──── 𝘠𝘰. . . 𝘊𝘢í 𝘥𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰, 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘪𝘯𝘪𝘤𝘪𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰𝘴. 𝘍𝘶í 𝘦𝘹𝘱𝘶𝘭𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘮𝘪 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘰 𝘱𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘱𝘰𝘳 𝘴𝘦𝘳 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘥𝘪𝘧𝘦𝘳𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘔𝘦 𝘢𝘳𝘳𝘰𝘫ó 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪 𝘥𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘣𝘢𝘴𝘶𝘳𝘢 𝘴𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘢𝘴𝘦 𝘺 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘵𝘳𝘢𝘯𝘴𝘤𝘶𝘳𝘴𝘰 𝘥𝘦 𝘮𝘪 𝘥𝘦𝘴𝘤𝘦𝘯𝘴𝘰 𝘮𝘪𝘴 𝘢𝘭𝘢𝘴 𝘴𝘦 𝘲𝘶𝘦𝘣𝘳𝘢𝘯𝘵𝘢𝘳𝘰𝘯. ──── Levantó su camisa mostrando una gran cicatriz superficial en el area superior de su hombro y costado abdominal.

    ──── 𝘔𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘮𝘱𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢 𝘦𝘭 𝘴𝘶𝘦𝘭𝘰 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘵𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘢𝘥𝘪𝘦 𝘯𝘰𝘵𝘰 𝘮𝘪 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢. 𝘛𝘰𝘥𝘰𝘴 é𝘴𝘵𝘰𝘴 𝘢ñ𝘰𝘴 𝘴𝘰𝘭𝘰 𝘧𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘦𝘴𝘤𝘰𝘯𝘥𝘪ó 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥, 𝘶𝘯 𝘮𝘢𝘳𝘨𝘪𝘯𝘢𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘣𝘢 𝘢𝘭 𝘮𝘦𝘯𝘰𝘴 𝘱𝘰𝘥𝘦𝘳 𝘤𝘰𝘯𝘷𝘪𝘷𝘪𝘳 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥. . . 𝘔𝘦 𝘢𝘭𝘪𝘮𝘦𝘯𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘤𝘰𝘯 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢, 𝘱𝘦𝘯𝘴é 𝘮𝘶𝘤𝘩𝘢𝘴 𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘪𝘵𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘭𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘰𝘺 𝘪𝘯𝘮𝘰𝘳𝘵𝘢𝘭. 𝘌𝘴𝘢 𝘦𝘴 𝘮𝘪 𝘮𝘢𝘭𝘥𝘪𝘤𝘪ó𝘯. ────

    ──── ❝ ¡𝐂ó𝐦𝐨 𝐜𝐚í𝐬𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐜𝐢𝐞𝐥𝐨, 𝐨𝐡 𝐋𝐮𝐜𝐞𝐫𝐨, 𝐡𝐢𝐣𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐦𝐚ñ𝐚𝐧𝐚! 𝐂𝐨𝐫𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐟𝐮𝐢𝐬𝐭𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐭𝐢𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐭ú 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐞𝐛𝐢𝐥𝐢𝐭𝐚𝐛𝐚𝐬 𝐚 𝐥𝐚𝐬 𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬. ❞ ──── 𝐈𝐬𝐚í𝐚𝐬 (𝟏𝟒:𝟏𝟐)

    Refutó con estas últimas palabras mientras sus ojos carmesí se encontraban con los de Sergei cuál escuchaba atentamente su historia.

    ──── ¿𝘏𝘢𝘴 𝘭𝘦í𝘥𝘰 𝘭𝘢 𝘣𝘪𝘣𝘭𝘪𝘢? 𝘌𝘯 é𝘴𝘦 𝘷𝘦𝘳𝘴í𝘤𝘶𝘭𝘰, 𝘴𝘰𝘺 𝘺𝘰 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘤𝘢𝘦 𝘥𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰. 𝘚𝘰𝘭𝘰 𝘴𝘰𝘺 𝘶𝘯 𝘴𝘦𝘳 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘦𝘳𝘳𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘪𝘯 𝘪𝘥𝘦𝘯𝘵𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘦𝘯 𝘶𝘯𝘢 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥 𝘤𝘰𝘳𝘳𝘰𝘮𝘱𝘪𝘥𝘢. ────
    ──── 𝐎𝐑𝐈𝐆𝐄𝐍 ──── 𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐍𝐀𝐌𝐄 𝐖𝐈𝐋𝐋 𝐁𝐄 : 𝐒𝐚𝐧𝐭𝐢𝐚𝐠𝐨 | 𝕻𝖗𝖔𝖑𝖔𝖌𝖚𝖊 — 𝕮𝖍𝖆𝖕𝖙𝖊𝖗 [𝟓] Solo yacía allí, con la mirada cabizbaja, un dolor insoportable de cabeza y la sangre seca cubriendo gran parte de esta. Era un don nadie en ése entonces, un desconocido por esos lares pero curiosamente esa organización sabía quién era él realmente. Sentado; ahora en el despacho de la oficina de Sergei. Solo esperaba una sentencia más y que fuera esta la muerte. Cerró sus ojos unos momentos, sintiéndose en paz unos segundos hasta que escuchó unos pasos acercándose y un fuerte golpe contra el escritorio que lo hizo reaccionar de momento y verlo fijamente. Era el mismo Sergei, con una hoja en mano. Santiago no entendía nada, pero sabía que no debía estar en ese sitio ni entablando una conversación con aquél perpetrador cuál este solo se dignó a agarrar el pulgar de su mano cuál yacía cubierto de su propia sangre y colocarlo en la aquella hoja : Un contrato de terminos y condiciones. Donde ahora, yacía pactada con la sangre del ángel caído. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ──── 𝘛𝘳𝘢𝘣𝘢𝘫𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘮í 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘺 𝘦𝘴𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘵𝘰 𝘴𝘦𝘳á 𝘵𝘶 𝘴𝘦𝘯𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘦𝘭 𝘥í𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘦𝘴𝘤𝘢𝘱𝘢𝘳 𝘺 𝘵𝘳𝘢𝘪𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘳𝘮𝘦. 𝘛𝘦 𝘭𝘭𝘢𝘮𝘢𝘳á𝘴 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘺 𝘭𝘭𝘦𝘷𝘢𝘳á𝘴 𝘦𝘴𝘦 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘢 𝘵𝘶 𝘦𝘵𝘦𝘳𝘯𝘪𝘥𝘢𝘥. ──── Volvió a sus pasos para colocar el papel en un portafolio y así guardarlo en su escritorio. Solo mantenía su mirada firme en el argentino para luego mostrar una sonrisa mostrando su carencia de empatía y bondad. 𝘚𝘦𝘳𝘨𝘦𝘪 : ──── 𝘔𝘶𝘺 𝘣𝘪𝘦𝘯, 𝘚𝘢𝘯𝘵𝘪𝘢𝘨𝘰, 𝘢𝘩𝘰𝘳𝘢 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘥𝘦𝘭 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘰 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘥𝘪𝘤𝘵𝘢 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘱𝘶𝘯𝘵𝘰 𝟣 𝘥𝘦 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢 𝘦𝘴𝘱𝘦𝘤𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢 : 𝘗𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘵𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘥𝘦 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢 𝘢𝘥𝘦𝘤𝘶𝘢𝘥𝘢 𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘮í. 𝘘𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘳 𝘵𝘶 𝘩𝘪𝘴𝘵𝘰𝘳𝘪𝘢 𝘺 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘳𝘦𝘢𝘭𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦. . . 𝘕𝘰 𝘮𝘦 𝘪𝘮𝘱𝘰𝘳𝘵𝘢 𝘭𝘢 𝘷𝘦𝘳𝘥𝘢𝘥, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘰 𝘵𝘦𝘯𝘦𝘳 𝘦𝘯 𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘢 𝘤𝘢𝘥𝘢 𝘶𝘯𝘰 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘦𝘵𝘢𝘭𝘭𝘦𝘴. ──── El ángel caído, ahora renombrado Santiago, solo se mantuvo en silencio unos segundos. Ni había podido leer aquél contrato, ni sus condiciones ni términos. Solo fue obligado a hacer un pacto de sangre en su momento más vulnerable. Trato de recordar su pasado; el dolor las torturas, el miedo, el abuso, la tristeza, la soledad. Nunca conoció aquello que se llamaba : 𝐅𝐄𝐋𝐈𝐂𝐈𝐃𝐀𝐃. Un nudo en la garganta se le formó en aquél entonces hasta que pudo expresar palabras con las pocas fuerzas que aún le quedaban. ──── 𝘠𝘰. . . 𝘊𝘢í 𝘥𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰, 𝘥𝘦𝘴𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘪𝘯𝘪𝘤𝘪𝘰𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘵𝘪𝘦𝘮𝘱𝘰𝘴. 𝘍𝘶í 𝘦𝘹𝘱𝘶𝘭𝘴𝘢𝘥𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘮𝘪 𝘱𝘳𝘰𝘱𝘪𝘰 𝘱𝘢𝘥𝘳𝘦 𝘱𝘰𝘳 𝘴𝘦𝘳 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘥𝘪𝘧𝘦𝘳𝘦𝘯𝘵𝘦. 𝘔𝘦 𝘢𝘳𝘳𝘰𝘫ó 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘴𝘪 𝘥𝘦 𝘶𝘯𝘢 𝘣𝘢𝘴𝘶𝘳𝘢 𝘴𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘵𝘢𝘴𝘦 𝘺 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘵𝘳𝘢𝘯𝘴𝘤𝘶𝘳𝘴𝘰 𝘥𝘦 𝘮𝘪 𝘥𝘦𝘴𝘤𝘦𝘯𝘴𝘰 𝘮𝘪𝘴 𝘢𝘭𝘢𝘴 𝘴𝘦 𝘲𝘶𝘦𝘣𝘳𝘢𝘯𝘵𝘢𝘳𝘰𝘯. ──── Levantó su camisa mostrando una gran cicatriz superficial en el area superior de su hombro y costado abdominal. ──── 𝘔𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘮𝘱𝘦 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢 𝘦𝘭 𝘴𝘶𝘦𝘭𝘰 𝘧𝘶𝘦𝘳𝘵𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦, 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘢𝘥𝘪𝘦 𝘯𝘰𝘵𝘰 𝘮𝘪 𝘱𝘳𝘦𝘴𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢. 𝘛𝘰𝘥𝘰𝘴 é𝘴𝘵𝘰𝘴 𝘢ñ𝘰𝘴 𝘴𝘰𝘭𝘰 𝘧𝘶𝘦 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘪𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘦 𝘦𝘴𝘤𝘰𝘯𝘥𝘪ó 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥, 𝘶𝘯 𝘮𝘢𝘳𝘨𝘪𝘯𝘢𝘥𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘣𝘶𝘴𝘤𝘢𝘣𝘢 𝘢𝘭 𝘮𝘦𝘯𝘰𝘴 𝘱𝘰𝘥𝘦𝘳 𝘤𝘰𝘯𝘷𝘪𝘷𝘪𝘳 𝘦𝘯 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥. . . 𝘔𝘦 𝘢𝘭𝘪𝘮𝘦𝘯𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘤𝘰𝘯 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘰𝘯𝘵𝘳𝘢𝘣𝘢, 𝘱𝘦𝘯𝘴é 𝘮𝘶𝘤𝘩𝘢𝘴 𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴 𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘪𝘵𝘢𝘳𝘮𝘦 𝘭𝘢 𝘷𝘪𝘥𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘴𝘰𝘺 𝘪𝘯𝘮𝘰𝘳𝘵𝘢𝘭. 𝘌𝘴𝘢 𝘦𝘴 𝘮𝘪 𝘮𝘢𝘭𝘥𝘪𝘤𝘪ó𝘯. ──── ──── ❝ ¡𝐂ó𝐦𝐨 𝐜𝐚í𝐬𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐜𝐢𝐞𝐥𝐨, 𝐨𝐡 𝐋𝐮𝐜𝐞𝐫𝐨, 𝐡𝐢𝐣𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐦𝐚ñ𝐚𝐧𝐚! 𝐂𝐨𝐫𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐟𝐮𝐢𝐬𝐭𝐞 𝐩𝐨𝐫 𝐭𝐢𝐞𝐫𝐫𝐚, 𝐭ú 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐞𝐛𝐢𝐥𝐢𝐭𝐚𝐛𝐚𝐬 𝐚 𝐥𝐚𝐬 𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬. ❞ ──── 𝐈𝐬𝐚í𝐚𝐬 (𝟏𝟒:𝟏𝟐) Refutó con estas últimas palabras mientras sus ojos carmesí se encontraban con los de Sergei cuál escuchaba atentamente su historia. ──── ¿𝘏𝘢𝘴 𝘭𝘦í𝘥𝘰 𝘭𝘢 𝘣𝘪𝘣𝘭𝘪𝘢? 𝘌𝘯 é𝘴𝘦 𝘷𝘦𝘳𝘴í𝘤𝘶𝘭𝘰, 𝘴𝘰𝘺 𝘺𝘰 𝘲𝘶𝘪é𝘯 𝘤𝘢𝘦 𝘥𝘦𝘭 𝘤𝘪𝘦𝘭𝘰. 𝘚𝘰𝘭𝘰 𝘴𝘰𝘺 𝘶𝘯 𝘴𝘦𝘳 𝘥𝘦𝘴𝘵𝘦𝘳𝘳𝘢𝘥𝘰 𝘴𝘪𝘯 𝘪𝘥𝘦𝘯𝘵𝘪𝘥𝘢𝘥 𝘦𝘯 𝘶𝘯𝘢 𝘴𝘰𝘤𝘪𝘦𝘥𝘢𝘥 𝘤𝘰𝘳𝘳𝘰𝘮𝘱𝘪𝘥𝘢. ────
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  • Prometí que no volvería a sacarme fotos, que ya viviría mi vida lo más privado posible, pero....

    Él ..... él me ha dicho palabras tan lindas, me ha hecho sentir especial, válido, necesario....
    Aún... aún no estoy seguro si estoy listo para formalizar con él, aún tengo miedo de que pase lo que la última vez.

    Pero de verdad deseo que esta vez sea diferente.
    No quiero volver a sentir una herida por amor...
    Prometí que no volvería a sacarme fotos, que ya viviría mi vida lo más privado posible, pero.... Él ..... él me ha dicho palabras tan lindas, me ha hecho sentir especial, válido, necesario.... Aún... aún no estoy seguro si estoy listo para formalizar con él, aún tengo miedo de que pase lo que la última vez. Pero de verdad deseo que esta vez sea diferente. No quiero volver a sentir una herida por amor...
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ.·:*¨༺ ༻¨*:·.

    ¡Holaa! User aquí para decir lo siguiente:

    Presto a Juliet para cualquier rol que deseen. Siempre que tenga algo que ver con lo que hace o el ambiente, por supuesto. No necesariamente tiene que seguir el canon de su historia, puedo adaptarla para que se haga más fácil.

    Las temáticas que podrían ser, por ejemplo, paranormal/sobrenatural, terror/gore, moderno, Sci-fi, comedia, incluso Slice of Life y etc de similares. No tengan miedo o duda de hablarme para organizar algo si es lo que gustan.

    Eso es todo, ¡tengan buen día/noche! <3
    ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ.·:*¨༺ ༻¨*:·. ¡Holaa! User aquí para decir lo siguiente: Presto a Juliet para cualquier rol que deseen. Siempre que tenga algo que ver con lo que hace o el ambiente, por supuesto. No necesariamente tiene que seguir el canon de su historia, puedo adaptarla para que se haga más fácil. Las temáticas que podrían ser, por ejemplo, paranormal/sobrenatural, terror/gore, moderno, Sci-fi, comedia, incluso Slice of Life y etc de similares. No tengan miedo o duda de hablarme para organizar algo si es lo que gustan. Eso es todo, ¡tengan buen día/noche! <3
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  • El sueño roto - La luna de sangre

    «Escucha, pequeña Umbrélun…
    Soy la voz que siempre te ha susurrado desde la penumbra de tus sueños.
    Mi verdadero nombre es impronunciable en tu lengua, tejido en rugidos y ecos que nacen del corazón de las estrellas muertas.
    Pero tu madre, Jennifer, siempre me llamó Arc. Y para ti… seguiré siendo Arc.»



    La luna tiembla esta noche, un murmullo rojo se desliza sobre su piel.
    No es el resplandor de una simple luna llena, sino el pulso de una herida antigua que arde, reclamando su deuda.
    Siento su vibración atravesar tu sangre, y contigo yo despierto, arrastrando tu carne hacia la forma de semi-dragona lunar, tu verdadera herencia.

    > «Mira bien, Lili.
    Lo que percibes no es un simple cambio de luz.
    La luna ha abierto un umbral.
    Y a través de él… yo escucho los gritos.»



    Allí está Yuna, la promesa de Yue, enredada en un sueño tejido por Elune.
    Una pesadilla tan profunda que sus ojos no pueden abrirse, y su alma queda atrapada como presa en telarañas de plata.
    El hilo que os une late y se contrae, como si estuviera a punto de quebrarse.

    Y en ese latido surge la perturbación.
    Una sombra se condensa en los márgenes de la luna sangrante.
    No es caos, ni espíritu, ni bestia terrenal.
    Es algo más antiguo: un Yokai.
    Un reflejo monstruoso, nacido del deseo y del miedo, atraído por la fractura en Yuna y el descontrol de Akane.

    > «Akane… sangre de tu sangre y fuego.
    Ella, en su propia lucha, ha dejado escapar a la fiera interior.
    Se ha vestido con la máscara del Yokai.
    Y ahora las otras criaturas, sedientas de poder, la han olido.
    Vendrán a devorarla, a devoraros.
    A arrancar de raíz lo que Elune y Yue prometieron guardar.»



    Lili, la noche se abre como un velo desgarrado.
    La luna te ha prestado su poder, y yo —Arc, tu sombra de escamas— te guiaré.
    Porque lo que se avecina no es un simple enfrentamiento.
    Es el inicio de la danza entre la promesa y el abismo.

    Akane Qᵘᵉᵉⁿ Ishtar
    El sueño roto - La luna de sangre «Escucha, pequeña Umbrélun… Soy la voz que siempre te ha susurrado desde la penumbra de tus sueños. Mi verdadero nombre es impronunciable en tu lengua, tejido en rugidos y ecos que nacen del corazón de las estrellas muertas. Pero tu madre, Jennifer, siempre me llamó Arc. Y para ti… seguiré siendo Arc.» La luna tiembla esta noche, un murmullo rojo se desliza sobre su piel. No es el resplandor de una simple luna llena, sino el pulso de una herida antigua que arde, reclamando su deuda. Siento su vibración atravesar tu sangre, y contigo yo despierto, arrastrando tu carne hacia la forma de semi-dragona lunar, tu verdadera herencia. > «Mira bien, Lili. Lo que percibes no es un simple cambio de luz. La luna ha abierto un umbral. Y a través de él… yo escucho los gritos.» Allí está Yuna, la promesa de Yue, enredada en un sueño tejido por Elune. Una pesadilla tan profunda que sus ojos no pueden abrirse, y su alma queda atrapada como presa en telarañas de plata. El hilo que os une late y se contrae, como si estuviera a punto de quebrarse. Y en ese latido surge la perturbación. Una sombra se condensa en los márgenes de la luna sangrante. No es caos, ni espíritu, ni bestia terrenal. Es algo más antiguo: un Yokai. Un reflejo monstruoso, nacido del deseo y del miedo, atraído por la fractura en Yuna y el descontrol de Akane. > «Akane… sangre de tu sangre y fuego. Ella, en su propia lucha, ha dejado escapar a la fiera interior. Se ha vestido con la máscara del Yokai. Y ahora las otras criaturas, sedientas de poder, la han olido. Vendrán a devorarla, a devoraros. A arrancar de raíz lo que Elune y Yue prometieron guardar.» Lili, la noche se abre como un velo desgarrado. La luna te ha prestado su poder, y yo —Arc, tu sombra de escamas— te guiaré. Porque lo que se avecina no es un simple enfrentamiento. Es el inicio de la danza entre la promesa y el abismo. [akane_qi]
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  • Heme aquí, una criatura sin alma, con un corazón frío y despiadado, con un alma que se reconoce así misma pero no percibe el calor ajeno, sin miedo a la soledad, por mucho amante de los momentos donde no encuentro a nadie, que diré yo, si acepto todos y cada uno de mis pecados ... Eso me hacen ser lo que soy .
    Heme aquí, una criatura sin alma, con un corazón frío y despiadado, con un alma que se reconoce así misma pero no percibe el calor ajeno, sin miedo a la soledad, por mucho amante de los momentos donde no encuentro a nadie, que diré yo, si acepto todos y cada uno de mis pecados ... Eso me hacen ser lo que soy .
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  • ⠀⠀⠀Otoño siempre había sido su estación favorita, a pesar de todo. O quizás, precisamente por eso. Era ese momento justo en qué el mundo entero empezaba a pudrirse lentamente, hermosamente, anticipando el festín de sombras que traería halloween. Pero también era cuando su poder empezaba a fluir como río desbocado...y eso atraía a todo tipo de cosas hambrientas que merodeaban entre los planos.

    ⠀⠀⠀Kazuha camina sobre la acera y desliza los dedos por la pared de un edificio antiguo. Los mismos adoquines, las mismas ventanas ciegas... Cerró los ojos y aspiró profundamente. Bajo el aroma de la temporada, estaba aquel otro aroma. El que solo ella podía percibir: el miedo a las facturas impagadas, los anhelos de tantas almas pequeñas y predecibles. Que encantador. Ese era el olor de su ciudad natal. No había cambiado nada. O quizás todo había empeorado.

    —... El caos siempre vuelve a su punto de origen —murmuró, para si misma— Bienvenida de nuevo a casa, Kazuha ~
    ⠀⠀⠀Otoño siempre había sido su estación favorita, a pesar de todo. O quizás, precisamente por eso. Era ese momento justo en qué el mundo entero empezaba a pudrirse lentamente, hermosamente, anticipando el festín de sombras que traería halloween. Pero también era cuando su poder empezaba a fluir como río desbocado...y eso atraía a todo tipo de cosas hambrientas que merodeaban entre los planos. ⠀⠀⠀Kazuha camina sobre la acera y desliza los dedos por la pared de un edificio antiguo. Los mismos adoquines, las mismas ventanas ciegas... Cerró los ojos y aspiró profundamente. Bajo el aroma de la temporada, estaba aquel otro aroma. El que solo ella podía percibir: el miedo a las facturas impagadas, los anhelos de tantas almas pequeñas y predecibles. Que encantador. Ese era el olor de su ciudad natal. No había cambiado nada. O quizás todo había empeorado. —... El caos siempre vuelve a su punto de origen —murmuró, para si misma— Bienvenida de nuevo a casa, Kazuha ~
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  • Por mucho tiempo he visto a los seres de este mundo caer con la misma piedra, una y otra vez. Repetidamente. Sin descanso. Los mismos errores.

    ¿Porqué?. Es tan simple culpar a los demás de nuestros errores. Es tan fácil cargarle el peso muerto de nuestras decisiones a los demas. Es tan sencillo ser la víctima cuando ponemos el pie para que otros tropiecen.

    Y lo más irónico es que siguen sin aprender absolutamente nada. Siempre serán prisioneros de sus necesidades y miedos, sin importar cuantas veces quieran redimirse.

    No encontrarán el perdón porque jamás serán capaces de cambiar el pasado y mucho menos de enfrentar el presente.

    Bien. Viene llegando la hora de mover las cartas y de encontrar a mi nieta, me viene haciendo falta un recipiente nuevo que este poco a poco se desmorona.
    Por mucho tiempo he visto a los seres de este mundo caer con la misma piedra, una y otra vez. Repetidamente. Sin descanso. Los mismos errores. ¿Porqué?. Es tan simple culpar a los demás de nuestros errores. Es tan fácil cargarle el peso muerto de nuestras decisiones a los demas. Es tan sencillo ser la víctima cuando ponemos el pie para que otros tropiecen. Y lo más irónico es que siguen sin aprender absolutamente nada. Siempre serán prisioneros de sus necesidades y miedos, sin importar cuantas veces quieran redimirse. No encontrarán el perdón porque jamás serán capaces de cambiar el pasado y mucho menos de enfrentar el presente. Bien. Viene llegando la hora de mover las cartas y de encontrar a mi nieta, me viene haciendo falta un recipiente nuevo que este poco a poco se desmorona.
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  • —Lo que más anhelas está tan solo a un deseo de distancia... Y sin embargo te paraliza el miedo a la magia y sus hermosas consecuencias
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  • - Lo siento amigo pero si tratabas de imitarme, fallaste. Yo no tengo ojos rojos ni uñas de tigresa, Faker....

    Sonic sin miedo a una muerte segura...
    - Lo siento amigo pero si tratabas de imitarme, fallaste. Yo no tengo ojos rojos ni uñas de tigresa, Faker.... Sonic sin miedo a una muerte segura...
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