• 𝘈 𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴, 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘦𝘴 𝘱𝘪𝘦𝘭… 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪é𝘯 𝘩𝘢𝘣𝘪𝘵𝘢.

    El día que el súcubo entró en mí… no fue por deseo.
    Fue por supervivencia.

    Tenía 17.
    La emboscada ocurrió en una ceremonia pactada entre mafias.
    Me usaron como cebo. Me dejaron como sacrificio.
    Pero él, uno de los presentes, un brujo traidor disfrazado de mediador, me marcó con algo que no entendí hasta semanas después.

    No morí.
    Pero ya no era solo yo.

    Desde entonces, hay algo dentro que respira distinto.
    Un hambre que no nace de la boca ni del estómago.
    Una sed que se activa en ciertas presencias…la de los hombres.

    El súcubo que habita en mí posee mi instinto.
    Toma de ellos lo que no se ve:
    energía, control, deseo, sumisión.

    He intentado expulsarla.
    Sesiones con exorcistas en los bajos fondos.
    Infusiones. Ritos de luna negra.
    Corte de vínculo con médiums.
    Nada funcionó.
    Solo se escondía… y volvía con más fuerza.

    Al principio me aterraba.
    Después me acostumbré.
    Y ahora… empiezo a preguntarme si realmente quiero sacarla.

    Porque gracias a ella, ningún hombre me ha lastimado sin pagar el precio.
    Porque puedo leer sus intenciones antes de que abran la boca.
    Porque cuando necesito seducir, negociar, o quebrar…
    basta con dejarla salir un poco.

    El precio es la soledad.
    Pero la soledad también puede ser un escudo.

    Así que no, aún no he logrado quitarla.

    Y parte de mí…
    ya no está segura de querer hacerlo.

    #LaMusaPerversa
    𝘈 𝘷𝘦𝘤𝘦𝘴, 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘰 𝘦𝘴 𝘱𝘪𝘦𝘭… 𝘵𝘢𝘮𝘣𝘪é𝘯 𝘩𝘢𝘣𝘪𝘵𝘢. El día que el súcubo entró en mí… no fue por deseo. Fue por supervivencia. Tenía 17. La emboscada ocurrió en una ceremonia pactada entre mafias. Me usaron como cebo. Me dejaron como sacrificio. Pero él, uno de los presentes, un brujo traidor disfrazado de mediador, me marcó con algo que no entendí hasta semanas después. No morí. Pero ya no era solo yo. Desde entonces, hay algo dentro que respira distinto. Un hambre que no nace de la boca ni del estómago. Una sed que se activa en ciertas presencias…la de los hombres. El súcubo que habita en mí posee mi instinto. Toma de ellos lo que no se ve: energía, control, deseo, sumisión. He intentado expulsarla. Sesiones con exorcistas en los bajos fondos. Infusiones. Ritos de luna negra. Corte de vínculo con médiums. Nada funcionó. Solo se escondía… y volvía con más fuerza. Al principio me aterraba. Después me acostumbré. Y ahora… empiezo a preguntarme si realmente quiero sacarla. Porque gracias a ella, ningún hombre me ha lastimado sin pagar el precio. Porque puedo leer sus intenciones antes de que abran la boca. Porque cuando necesito seducir, negociar, o quebrar… basta con dejarla salir un poco. El precio es la soledad. Pero la soledad también puede ser un escudo. Así que no, aún no he logrado quitarla. Y parte de mí… ya no está segura de querer hacerlo. #LaMusaPerversa
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