• Un amor para Dos cap 5
    Fandom Tenebra
    Categoría Romance
    -Luego de ocho meses la relación era mas que estable,la pareja estaba en su mejor momento.Hasta que una reconocida marca de productos creativos y escolares se fijo en el trabajo artístico de Hank, una oferta tentadora bastante buena que incluiría los gastos de traslado y un contrato por cinco años en una ciudad a diez horas de distancia en auto de su actual recidencia, lo único que no cubrian sería los gastos de otra persona ni adicionales tipo seguros u hospedaje.
    El sueño de Hank de que sus ilustraciones aparecieran en las cajas de colores lapices pinturas y demas materiales era un hecho, pero Arant no podia organizar su vida en una maleta y dejar su universidad y su café en tres dias para correr detrás del sueño del amor de su vida. Obviamente no podia retenerle pero se despidió de el con la esperanza de mantener alguna comunicación o cercanía que les pudiese mantener ese lazo tan especial. Ella sabia que no podia mantener un amor a distancia por lo que se despidió de el antes de su partida.-
    -Luego de ocho meses la relación era mas que estable,la pareja estaba en su mejor momento.Hasta que una reconocida marca de productos creativos y escolares se fijo en el trabajo artístico de Hank, una oferta tentadora bastante buena que incluiría los gastos de traslado y un contrato por cinco años en una ciudad a diez horas de distancia en auto de su actual recidencia, lo único que no cubrian sería los gastos de otra persona ni adicionales tipo seguros u hospedaje. El sueño de Hank de que sus ilustraciones aparecieran en las cajas de colores lapices pinturas y demas materiales era un hecho, pero Arant no podia organizar su vida en una maleta y dejar su universidad y su café en tres dias para correr detrás del sueño del amor de su vida. Obviamente no podia retenerle pero se despidió de el con la esperanza de mantener alguna comunicación o cercanía que les pudiese mantener ese lazo tan especial. Ella sabia que no podia mantener un amor a distancia por lo que se despidió de el antes de su partida.-
    Tipo
    Individual
    Líneas
    Cualquier línea
    Estado
    Disponible
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  • #MonoRol

    𝙋𝘼𝙍𝘼𝙉𝙊𝙓 𝙇𝙊𝙎𝙏 𝙁𝙄𝙇𝙀𝙎
    ...
    𝐋𝐚 𝐀𝐜𝐚𝐝𝐞𝐦𝐢𝐚
    𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐈𝐈


    La campana resonó en el edificio escolar, anunciando el inicio del receso. Con entusiasmo, los estudiantes comenzaron a levantarse de sus pupitres y salir del salón, deseosos de disfrutar de esos valiosos minutos de recreo. El corredor se llenó rápidamente de risas y conversaciones, creando una atmósfera de alegría y energía juvenil.

    Entre el bullicio, algunos estudiantes optaron por quedarse en el salón, ya sea por tener tareas atrasadas o por simplemente desear un momento de tranquilidad. Entre esos que se quedaron, estaba Doria, aquel albino quien, a decir verdad era el único allí de su salón.

    La luz suave del sol bañaba su pupitre a través de la ventana abierta, dándole la oportunidad perfecta para leer.

    El joven peliblanco sacó un libro de su mochila, uno que había estado esperando leer desde que lo escuchó: Cincuenta Sombras de Grey.

    Y así el salón vacío y tranquilo se convirtió en su refugio personal, un espacio donde podía sumergirse en la lectura y así disfrutar de la paz.

    Dorian era un alma solitaria en un mar de grupos bien definidos dentro de la academia. No encajaba con los populares que disfrutaban de la atención constante y el glamour de la adolescencia. Tampoco con los rudos, cuyas conversaciones y actividades involucraban agresividad que no compartía. Los frikis y Otakus, apasionados por sus mundos de fantasía y ciencia ficción, también parecían un universo muy distante para él. Ni siquiera se sentía cómodo entre los inteligentes, cuyo mundo giraba en torno a logros académicos y debates intelectuales.

    En fin, Dorian no encontraba su lugar en ninguno de aquellos grupos tan claramente delineados. Como resultado, solía quedarse solo, mientras los demás lo veían con curiosidad, como si fuera una anomalía en el sistema social de la escuela.

    A medida que leía, sus ojos se desviaban de vez en cuando hacia la ventana, observando con un dejo de tristeza cómo los demás estudiantes jugaban y conversaban en el patio. El ruido distante de sus risas y gritos llegaba a sus oídos, hasta que, inevitablemente, aparecieron aquellos que siempre le molestaban.

    Su presencia era como una tormenta anunciada, trayendo consigo insultos y provocaciones que buscaban minar su tranquilidad. Sin embargo, esta vez, Dorian ya sabía qué hacer. Se levantó y se metió en problemas una vez más solo para defenderse y demostrar que él no era un simple adolescente y ya.
    #MonoRol 𝙋𝘼𝙍𝘼𝙉𝙊𝙓 𝙇𝙊𝙎𝙏 𝙁𝙄𝙇𝙀𝙎 ... 𝐋𝐚 𝐀𝐜𝐚𝐝𝐞𝐦𝐢𝐚 𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐈𝐈 La campana resonó en el edificio escolar, anunciando el inicio del receso. Con entusiasmo, los estudiantes comenzaron a levantarse de sus pupitres y salir del salón, deseosos de disfrutar de esos valiosos minutos de recreo. El corredor se llenó rápidamente de risas y conversaciones, creando una atmósfera de alegría y energía juvenil. Entre el bullicio, algunos estudiantes optaron por quedarse en el salón, ya sea por tener tareas atrasadas o por simplemente desear un momento de tranquilidad. Entre esos que se quedaron, estaba Doria, aquel albino quien, a decir verdad era el único allí de su salón. La luz suave del sol bañaba su pupitre a través de la ventana abierta, dándole la oportunidad perfecta para leer. El joven peliblanco sacó un libro de su mochila, uno que había estado esperando leer desde que lo escuchó: Cincuenta Sombras de Grey. Y así el salón vacío y tranquilo se convirtió en su refugio personal, un espacio donde podía sumergirse en la lectura y así disfrutar de la paz. Dorian era un alma solitaria en un mar de grupos bien definidos dentro de la academia. No encajaba con los populares que disfrutaban de la atención constante y el glamour de la adolescencia. Tampoco con los rudos, cuyas conversaciones y actividades involucraban agresividad que no compartía. Los frikis y Otakus, apasionados por sus mundos de fantasía y ciencia ficción, también parecían un universo muy distante para él. Ni siquiera se sentía cómodo entre los inteligentes, cuyo mundo giraba en torno a logros académicos y debates intelectuales. En fin, Dorian no encontraba su lugar en ninguno de aquellos grupos tan claramente delineados. Como resultado, solía quedarse solo, mientras los demás lo veían con curiosidad, como si fuera una anomalía en el sistema social de la escuela. A medida que leía, sus ojos se desviaban de vez en cuando hacia la ventana, observando con un dejo de tristeza cómo los demás estudiantes jugaban y conversaban en el patio. El ruido distante de sus risas y gritos llegaba a sus oídos, hasta que, inevitablemente, aparecieron aquellos que siempre le molestaban. Su presencia era como una tormenta anunciada, trayendo consigo insultos y provocaciones que buscaban minar su tranquilidad. Sin embargo, esta vez, Dorian ya sabía qué hacer. Se levantó y se metió en problemas una vez más solo para defenderse y demostrar que él no era un simple adolescente y ya.
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  • La enfermera escolar se enfermó, pero yo estoy supliéndola hoy.

    ¿Te sientes mal? ¡No te preocupes! ¿Eh... ibupo-qué... paracet...qué cosa? Umm, ¿no te ayudaría un besito en la frente?
    La enfermera escolar se enfermó, pero yo estoy supliéndola hoy. ¿Te sientes mal? ¡No te preocupes! ¿Eh... ibupo-qué... paracet...qué cosa? Umm, ¿no te ayudaría un besito en la frente?
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  • La Cena Silenciosa

    La mesa era enorme, de mármol blanco pulido, rodeada de sillas tapizadas en terciopelo gris. Un candelabro de cristal colgaba sobre ellos, iluminando la sala con una luz cálida pero distante, como si quisiera ofrecer consuelo sin lograrlo. La casa era, sin duda, un reflejo del éxito de su padre: todo impecable, todo caro, todo intocable. Pero para Cho, no era más que un escenario vacío.

    Sentada en una de las esquinas de la mesa, Cho observaba en silencio mientras su padre, su esposa y su hermanastro interactuaban como si ella no estuviera ahí. Su padre llevaba una camisa perfectamente planchada y hablaba animadamente con su esposa, una mujer que parecía diseñada para encajar en esa vida de lujo: cabello impecable, uñas perfectamente pintadas, y una sonrisa ensayada que solo usaba para quienes le importaban. Su hermanastro, un niño de seis años con energía desbordante, interrumpía constantemente, pidiendo más jugo o mostrando sus garabatos escolares.

    "Papá, mira esto, lo hice hoy en la escuela", dijo el niño, agitando un papel lleno de líneas torcidas y colores saturados.

    "¡Es increíble, campeón!", respondió su padre con una sonrisa amplia y genuina.

    Cho, por otro lado, se limitaba a picar la comida en su plato, sin probar bocado. Nadie le preguntó cómo había estado su día. Nadie notó que había llegado tarde porque había perdido el primer autobús. Nadie se percató de que no había dicho una sola palabra desde que se sentó.

    De vez en cuando, su padre la miraba de reojo, pero no decía nada. Tal vez no sabía qué decirle. Tal vez no le importaba. Cho ni siquiera podía recordar cuándo fue la última vez que tuvieron una conversación que fuera más allá de lo básico.

    "¿Te gusta el salmón, Cho?" preguntó la esposa de su padre de repente, rompiendo el silencio.

    Cho levantó la mirada y asintió ligeramente. — Sí, está bien —, murmuró, aunque no había probado un solo bocado.

    La mujer simplemente asintió y volvió a concentrarse en su marido, como si la respuesta de Cho no hubiera tenido relevancia alguna.

    Mientras los demás reían y compartían anécdotas, Cho se sentía cada vez más pequeña, más ajena. Esta no era su familia. No importaba cuántas cenas compartieran o cuántas veces su padre intentara incluirla en su vida perfecta, siempre sería la hija del matrimonio anterior, la pieza que nunca encajaba.

    Terminó la cena sin decir nada más. Se levantó para llevar su plato a la cocina, pero nadie lo notó. Luego subió las escaleras hacia su habitación, su único refugio en esa casa.

    Al abrir la puerta, la familiaridad de su espacio la tranquilizó un poco. La habitación era grande, con muebles de madera tallada a mano y sábanas de las mejores telas, todo elegido con el dinero de su padre, quizá como una forma de limpiar su conciencia. Pero Cho se había asegurado de que el lugar tuviera su propio toque. Las paredes estaban cubiertas de pósters de sus bandas favoritas, un contraste extraño pero reconfortante con los acabados lujosos. Había estanterías repletas de libros de magia, cristales y objetos esotéricos, y veladoras que llenaban el aire con un tenue aroma a lavanda y sándalo. Sobre el escritorio, varios collares, anillos y pequeños amuletos se esparcían desordenadamente, junto con un diario abierto, donde a veces volcaba pensamientos que no podía decir en voz alta.

    Se dejó caer sobre la cama, mirando el techo alto decorado con molduras intrincadas. Aunque había llenado la habitación con cosas que la representaban, el espacio seguía pareciendo ajeno. Todo en esa casa le recordaba que no pertenecía ahí, ni a esa vida, ni a esa familia.

    Tomó una de las veladoras de su mesita y la encendió, observando la llama parpadear en el aire quieto. Quizá, pensó, el dinero podía comprar muebles lujosos y un techo perfecto, pero no podía comprar amor, ni cercanía, ni ese hogar que había perdido hacía mucho tiempo.
    La Cena Silenciosa La mesa era enorme, de mármol blanco pulido, rodeada de sillas tapizadas en terciopelo gris. Un candelabro de cristal colgaba sobre ellos, iluminando la sala con una luz cálida pero distante, como si quisiera ofrecer consuelo sin lograrlo. La casa era, sin duda, un reflejo del éxito de su padre: todo impecable, todo caro, todo intocable. Pero para Cho, no era más que un escenario vacío. Sentada en una de las esquinas de la mesa, Cho observaba en silencio mientras su padre, su esposa y su hermanastro interactuaban como si ella no estuviera ahí. Su padre llevaba una camisa perfectamente planchada y hablaba animadamente con su esposa, una mujer que parecía diseñada para encajar en esa vida de lujo: cabello impecable, uñas perfectamente pintadas, y una sonrisa ensayada que solo usaba para quienes le importaban. Su hermanastro, un niño de seis años con energía desbordante, interrumpía constantemente, pidiendo más jugo o mostrando sus garabatos escolares. "Papá, mira esto, lo hice hoy en la escuela", dijo el niño, agitando un papel lleno de líneas torcidas y colores saturados. "¡Es increíble, campeón!", respondió su padre con una sonrisa amplia y genuina. Cho, por otro lado, se limitaba a picar la comida en su plato, sin probar bocado. Nadie le preguntó cómo había estado su día. Nadie notó que había llegado tarde porque había perdido el primer autobús. Nadie se percató de que no había dicho una sola palabra desde que se sentó. De vez en cuando, su padre la miraba de reojo, pero no decía nada. Tal vez no sabía qué decirle. Tal vez no le importaba. Cho ni siquiera podía recordar cuándo fue la última vez que tuvieron una conversación que fuera más allá de lo básico. "¿Te gusta el salmón, Cho?" preguntó la esposa de su padre de repente, rompiendo el silencio. Cho levantó la mirada y asintió ligeramente. — Sí, está bien —, murmuró, aunque no había probado un solo bocado. La mujer simplemente asintió y volvió a concentrarse en su marido, como si la respuesta de Cho no hubiera tenido relevancia alguna. Mientras los demás reían y compartían anécdotas, Cho se sentía cada vez más pequeña, más ajena. Esta no era su familia. No importaba cuántas cenas compartieran o cuántas veces su padre intentara incluirla en su vida perfecta, siempre sería la hija del matrimonio anterior, la pieza que nunca encajaba. Terminó la cena sin decir nada más. Se levantó para llevar su plato a la cocina, pero nadie lo notó. Luego subió las escaleras hacia su habitación, su único refugio en esa casa. Al abrir la puerta, la familiaridad de su espacio la tranquilizó un poco. La habitación era grande, con muebles de madera tallada a mano y sábanas de las mejores telas, todo elegido con el dinero de su padre, quizá como una forma de limpiar su conciencia. Pero Cho se había asegurado de que el lugar tuviera su propio toque. Las paredes estaban cubiertas de pósters de sus bandas favoritas, un contraste extraño pero reconfortante con los acabados lujosos. Había estanterías repletas de libros de magia, cristales y objetos esotéricos, y veladoras que llenaban el aire con un tenue aroma a lavanda y sándalo. Sobre el escritorio, varios collares, anillos y pequeños amuletos se esparcían desordenadamente, junto con un diario abierto, donde a veces volcaba pensamientos que no podía decir en voz alta. Se dejó caer sobre la cama, mirando el techo alto decorado con molduras intrincadas. Aunque había llenado la habitación con cosas que la representaban, el espacio seguía pareciendo ajeno. Todo en esa casa le recordaba que no pertenecía ahí, ni a esa vida, ni a esa familia. Tomó una de las veladoras de su mesita y la encendió, observando la llama parpadear en el aire quieto. Quizá, pensó, el dinero podía comprar muebles lujosos y un techo perfecto, pero no podía comprar amor, ni cercanía, ni ese hogar que había perdido hacía mucho tiempo.
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  • Shoko estaba sentada en el alféizar de su ventana, observando el cielo teñido de tonos anaranjados mientras el sol se ocultaba tras los edificios del campus. En la distancia, podía escuchar los ecos lejanos de estudiantes jugando, riendo, viviendo vidas que parecían tan normales, tan mundanas.

    Con un suspiro, dejó caer su espalda contra el marco de la ventana. Sus días estaban llenos de exorcismos, entrenamientos y largas horas aprendiendo a salvar vidas en un mundo que la mayoría de las personas nunca conocería. No podía evitar pensar en cómo habría sido crecer sin maldiciones, sin este peso invisible. Quizá habría pasado más tiempo preocupándose por exámenes o clubes escolares en lugar de proteger su vida o la de sus compañeros.

    “¿Es raro que me sienta envidiosa?” murmuró para sí misma, revolviendo su cabello con una mano. Había veces que la normalidad parecía un lujo inalcanzable, una fantasía que nunca podría tocar.

    Sus pensamientos vagaron hacia algo más trivial pero igual de incómodo: el hecho de que nunca había tenido un novio, ni siquiera un pretendiente. Claro, eso no era exactamente una prioridad cuando se vivía entre maldiciones y misiones constantes, pero… ¿acaso era tan extraño querer experimentar algo típico? Un beso, por ejemplo. Algo que otras chicas de su edad parecían dar por sentado.

    Cerró los ojos, tratando de imaginar cómo sería. ¿Emocionante? ¿Incómodo? ¿Una completa decepción? Sus mejillas se tiñeron levemente de rojo al darse cuenta de que no tenía ni idea. Todo lo que sabía venía de películas o novelas que rara vez tenía tiempo de terminar.

    Entonces, un pensamiento surgió, absurdo al principio, pero difícil de ignorar. Había alguien en quien confiaba completamente, alguien que no se reiría de ella ni aprovecharía la situación. Suguru.

    La idea la hizo apretar los labios. Era ridículo, pero también tenía sentido de alguna manera. Suguru siempre había sido tranquilo, considerado y, sobre todo, respetuoso. Si había alguien con quien podía confiar para algo tan embarazoso, era él.

    Antes de darse cuenta, ya estaba bajándose del alféizar y caminando hacia la puerta de su habitación. Su corazón latía con fuerza mientras avanzaba por el pasillo, los ecos de sus pasos resonando en la quietud. Al llegar frente a la puerta de Suguru, alzó la mano para tocar, pero dudó un segundo.

    “Solo dilo rápido. No lo pienses demasiado,” se dijo en voz baja, intentando convencerse.

    Tocó dos veces.
    Apenas escuchó el chirrido de la puerta al empezar a abrirse, y que Suguru pudiera detenerse, las palabras salieron de su boca, rápidas y cortas:

    — Quiero que me beses. —

    El sonrojo que inundó su rostro no era por la emoción de la propuesta, ni por la curiosidad que la impulsaba a dar el paso. Era el calor de exponer esa vulnerabilidad, ese lado curioso y emocional que siempre trataba de mantener oculto bajo capas de indiferencia. No era como si estuviera nerviosa por el beso en sí, sino por mostrar una parte de sí misma que no acostumbraba compartir, especialmente con alguien como Suguru.

    Los latidos de su corazón aumentaron, no por el gesto, sino por la incomodidad de ser vista de esa manera, tan abierta y sin reservas.
    Suguru Geto
    Shoko estaba sentada en el alféizar de su ventana, observando el cielo teñido de tonos anaranjados mientras el sol se ocultaba tras los edificios del campus. En la distancia, podía escuchar los ecos lejanos de estudiantes jugando, riendo, viviendo vidas que parecían tan normales, tan mundanas. Con un suspiro, dejó caer su espalda contra el marco de la ventana. Sus días estaban llenos de exorcismos, entrenamientos y largas horas aprendiendo a salvar vidas en un mundo que la mayoría de las personas nunca conocería. No podía evitar pensar en cómo habría sido crecer sin maldiciones, sin este peso invisible. Quizá habría pasado más tiempo preocupándose por exámenes o clubes escolares en lugar de proteger su vida o la de sus compañeros. “¿Es raro que me sienta envidiosa?” murmuró para sí misma, revolviendo su cabello con una mano. Había veces que la normalidad parecía un lujo inalcanzable, una fantasía que nunca podría tocar. Sus pensamientos vagaron hacia algo más trivial pero igual de incómodo: el hecho de que nunca había tenido un novio, ni siquiera un pretendiente. Claro, eso no era exactamente una prioridad cuando se vivía entre maldiciones y misiones constantes, pero… ¿acaso era tan extraño querer experimentar algo típico? Un beso, por ejemplo. Algo que otras chicas de su edad parecían dar por sentado. Cerró los ojos, tratando de imaginar cómo sería. ¿Emocionante? ¿Incómodo? ¿Una completa decepción? Sus mejillas se tiñeron levemente de rojo al darse cuenta de que no tenía ni idea. Todo lo que sabía venía de películas o novelas que rara vez tenía tiempo de terminar. Entonces, un pensamiento surgió, absurdo al principio, pero difícil de ignorar. Había alguien en quien confiaba completamente, alguien que no se reiría de ella ni aprovecharía la situación. Suguru. La idea la hizo apretar los labios. Era ridículo, pero también tenía sentido de alguna manera. Suguru siempre había sido tranquilo, considerado y, sobre todo, respetuoso. Si había alguien con quien podía confiar para algo tan embarazoso, era él. Antes de darse cuenta, ya estaba bajándose del alféizar y caminando hacia la puerta de su habitación. Su corazón latía con fuerza mientras avanzaba por el pasillo, los ecos de sus pasos resonando en la quietud. Al llegar frente a la puerta de Suguru, alzó la mano para tocar, pero dudó un segundo. “Solo dilo rápido. No lo pienses demasiado,” se dijo en voz baja, intentando convencerse. Tocó dos veces. Apenas escuchó el chirrido de la puerta al empezar a abrirse, y que Suguru pudiera detenerse, las palabras salieron de su boca, rápidas y cortas: — Quiero que me beses. — El sonrojo que inundó su rostro no era por la emoción de la propuesta, ni por la curiosidad que la impulsaba a dar el paso. Era el calor de exponer esa vulnerabilidad, ese lado curioso y emocional que siempre trataba de mantener oculto bajo capas de indiferencia. No era como si estuviera nerviosa por el beso en sí, sino por mostrar una parte de sí misma que no acostumbraba compartir, especialmente con alguien como Suguru. Los latidos de su corazón aumentaron, no por el gesto, sino por la incomodidad de ser vista de esa manera, tan abierta y sin reservas. [Suguru.Geto]
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  • Hay días donde hacer pociones le parecen la cosa más aburrida del mundo.

    Luego hay otros días donde romantiza esa etapa de su época escolar y hasta lo encuentra entretenido.
    Hay días donde hacer pociones le parecen la cosa más aburrida del mundo. Luego hay otros días donde romantiza esa etapa de su época escolar y hasta lo encuentra entretenido.
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  • Tengo el maletero lleno de cosas. Dos maletas, dos mochilas, TODO el material escolar y agua fresquita para el viaje hasta la residencia.

    Mis padres están deseando llorar. A saber si es de felicidad por tener la casa para ellos solos y que no huela a pintura, o porque me echarán de menos.

    PD: me voy a 2:30h de casa. Para qué tanto drama
    Tengo el maletero lleno de cosas. Dos maletas, dos mochilas, TODO el material escolar y agua fresquita para el viaje hasta la residencia. Mis padres están deseando llorar. A saber si es de felicidad por tener la casa para ellos solos y que no huela a pintura, o porque me echarán de menos. PD: me voy a 2:30h de casa. Para qué tanto drama
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  • 100 a 200 líneas por Semana
    Fandom
    oc/ fantasía / harry potter.
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    * Profesor de música y director del coro escolar. Mejor amigo de Emilia ( EMILIA HUNT ) Posibilidad de friends to lovers.

    fc sugerido : Ben Hardy.

    { Kaijucatedits polarr filter}
    * Profesor de música y director del coro escolar. Mejor amigo de Emilia ( [FCRLESSLION] ) Posibilidad de friends to lovers. fc sugerido : Ben Hardy. { Kaijucatedits polarr filter}
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    -ˋˏ ༻✿༺ ˎˊ-
    #Monorol


    ᠂ ⚘᠂ Perdió a sus padres en un accidente de tránsito siendo muy pequeña; la verdad no recuerda sus rostros o sus voces. No, para ser honesta sus recuerdos sobre ellos se basan en las pocas fotos que Kuroi'san había recuperado para ella cuando un día surgió un trabajo de clase del que ciertamente ahora no se acordaba de mucho debido a los años que habían pasado de ello.

    ᠂ En realidad sus recuerdos se limitaban únicamente a su estadía con su cuidadora, quien había tomado más un rol de madre para con ella.o al menos ese era el sentimiento que guardaba de su parte a la mujer; a fin de cuentas aunque la misión de está era cuidar del "recipiente del plasma estelar", nunca limito su rol a la simple vigilancia de su seguridad. Todo lo contrario, mientras iba creciendo y sus necesidades tanto emocionales como educativas iban aumentando, Kuroi'san permaneció a su lado como su luz en ese tormentoso camino lleno de inseguridades y conflictos.

    ᠂ Estuvo allí todo ese tiempo, sin quejarse, sin rechistar; siempre con una sonrisa y una calidez únicamente dedicada a su persona. Le enseño a cocinar, a como llevar un 'hogar' a pesar de que ambas en el fondo sabían que nunca necesitaría de esos conocimientos o cuando menos no serían indispensables, para su existencia.

    ᠂ Aún así recuerda esos días que paso junto a la amable mujer, con un sentimiento de felicidad mezclado con la nostalgia y el agradecimiento; porque a pesar de todo la mayor siempre busco su bienestar por voluntad propia, no por una misión o porque se lo hubieran ordenado en algún momento. Cualquier cosa que hacia por ella salía de su corazón y eso lo atesoraria por y para siempre.

    ᠂ Curiosamente justo ese día se había topado con unas viejas grullas hechas con la técnica del origami cuando limpiaba sus cosas, eran aquellas que había hecho junto con la mayor para una tarea escolar y esta había insistido en ayudarle para que así obtuviera el mejor de los resultados en clases. Lo que Kuroi'san no sabía es que ella estuvo días practicando, haciendo flores de papel y una maceta para regalarle como agradecimiento a todos los cuidados y el amor que le brindaba día tras dia desde el inicio de su soledad. Las lágrimas que derramó su cuidadora ese día le asustaron, pero cuando pudo ver esa amplia sonrisa de nuevo finalmente pudo relajarse.

    ᠂ Ahora le resultaba curioso que hoy, día de las madres se topara con esas grullas, pero le dió el valor que necesitaba para hacer lo que en aquel momento de infancia no consiguió. Tomo su teléfono y marco un número por demás conocido. Al segundo o tercer repique la voz familiar de su cuidadora sonó al otro lado de la línea.

    — ... Kuroi'san... Mamá... ¡Feliz día!...—

    -ˋˏ ༻✿༺ ˎˊ-
    -ˋˏ ༻✿༺ ˎˊ- #Monorol ᠂ ⚘᠂ Perdió a sus padres en un accidente de tránsito siendo muy pequeña; la verdad no recuerda sus rostros o sus voces. No, para ser honesta sus recuerdos sobre ellos se basan en las pocas fotos que Kuroi'san había recuperado para ella cuando un día surgió un trabajo de clase del que ciertamente ahora no se acordaba de mucho debido a los años que habían pasado de ello. ᠂ En realidad sus recuerdos se limitaban únicamente a su estadía con su cuidadora, quien había tomado más un rol de madre para con ella.o al menos ese era el sentimiento que guardaba de su parte a la mujer; a fin de cuentas aunque la misión de está era cuidar del "recipiente del plasma estelar", nunca limito su rol a la simple vigilancia de su seguridad. Todo lo contrario, mientras iba creciendo y sus necesidades tanto emocionales como educativas iban aumentando, Kuroi'san permaneció a su lado como su luz en ese tormentoso camino lleno de inseguridades y conflictos. ᠂ Estuvo allí todo ese tiempo, sin quejarse, sin rechistar; siempre con una sonrisa y una calidez únicamente dedicada a su persona. Le enseño a cocinar, a como llevar un 'hogar' a pesar de que ambas en el fondo sabían que nunca necesitaría de esos conocimientos o cuando menos no serían indispensables, para su existencia. ᠂ Aún así recuerda esos días que paso junto a la amable mujer, con un sentimiento de felicidad mezclado con la nostalgia y el agradecimiento; porque a pesar de todo la mayor siempre busco su bienestar por voluntad propia, no por una misión o porque se lo hubieran ordenado en algún momento. Cualquier cosa que hacia por ella salía de su corazón y eso lo atesoraria por y para siempre. ᠂ Curiosamente justo ese día se había topado con unas viejas grullas hechas con la técnica del origami cuando limpiaba sus cosas, eran aquellas que había hecho junto con la mayor para una tarea escolar y esta había insistido en ayudarle para que así obtuviera el mejor de los resultados en clases. Lo que Kuroi'san no sabía es que ella estuvo días practicando, haciendo flores de papel y una maceta para regalarle como agradecimiento a todos los cuidados y el amor que le brindaba día tras dia desde el inicio de su soledad. Las lágrimas que derramó su cuidadora ese día le asustaron, pero cuando pudo ver esa amplia sonrisa de nuevo finalmente pudo relajarse. ᠂ Ahora le resultaba curioso que hoy, día de las madres se topara con esas grullas, pero le dió el valor que necesitaba para hacer lo que en aquel momento de infancia no consiguió. Tomo su teléfono y marco un número por demás conocido. Al segundo o tercer repique la voz familiar de su cuidadora sonó al otro lado de la línea. — ... Kuroi'san... Mamá... ¡Feliz día!...— -ˋˏ ༻✿༺ ˎˊ-
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  • — Espero que no se haya quedado dormida, que recuerde que tenemos una "cita". — Diría bebiendo un poco de café que le había invitado uno de los profesores en la sala de maestros. Eran los últimos días para el cerre de ciclo escolar, por lo que la presión resultaba mayor cuando la "Dirección" demandaba las calificaciones finales.

    —Espero no lo haya olvidado. —
    — Espero que no se haya quedado dormida, que recuerde que tenemos una "cita". — Diría bebiendo un poco de café que le había invitado uno de los profesores en la sala de maestros. Eran los últimos días para el cerre de ciclo escolar, por lo que la presión resultaba mayor cuando la "Dirección" demandaba las calificaciones finales. —Espero no lo haya olvidado. —
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