• El sol de la mañana acariciaba suavemente los jardines de la Villa Di Vincenzo, donde el perfume de las bugambilias se mezclaba con el aroma a café recién hecho y pan horneado. Una mesa dispuesta con impecable gusto esperaba bajo la sombra de una pérgola cubierta de glicinas. Frutas frescas, jugos naturales, embutidos finos, quesos artesanales y una selección de dulces italianos adornaban el mantel blanco con bordados dorados. Todo estaba dispuesto con precisión, sin excesos, pero con el refinamiento propio de una anfitriona como Elisabetta Di Vincenzo.

    Ella ya estaba allí, sentada con elegancia en una silla de hierro forjado tapizada en terciopelo gris perla. Llevaba un conjunto cómodo pero cuidadosamente escogido: un pantalón palazzo color marfil, una blusa de seda verde esmeralda que resaltaba sus ojos violeta, y un chal ligero sobre los hombros. Su cabello rubio, suelto y ligeramente ondulado, caía con gracia por su espalda. Ni una joya de más, ni una arruga fuera de lugar.

    Aparentemente tranquila, sostenía una copa de jugo de naranja con una mano, mientras la otra pasaba lentamente las páginas de un libro antiguo de poesía italiana. Pero su mente no estaba en los versos de Petrarca. Su atención estaba puesta en la entrada de la villa, esperando el sonido de los pasos que anunciarían la llegada de su hermano Giovanni... y de ella. Su novia. La mujer que, según Giovanni, había logrado hacerlo feliz de nuevo.

    Elisabetta había sonreído por cortesía cuando recibió la noticia, pero por dentro, las alertas se encendieron de inmediato. ¿Quién era esa mujer? ¿Qué quería realmente? Nadie se acercaba a un Di Vincenzo sin un motivo, y menos aún a Giovanni, que en los últimos años se había convertido en su único verdadero aliado, el único que no la había dejado tras la muerte de su padre.

    Naturalmente, Elisabetta no había esperado una presentación formal para comenzar a conocerla. Su equipo ya había investigado todo: nombre, familia, pasado, fotos antiguas, viajes, ex parejas, movimientos bancarios... Todo. Y aunque hasta ahora nada era "alarmante", el instinto de la Farfalla della Morte nunca se equivocaba.

    El canto lejano de un ruiseñor cesó cuando escuchó el ruido de un motor acercándose por el camino de grava. Cerró el libro con elegancia y lo dejó sobre la mesa, mientras una leve sonrisa, tan bella como inquietante, curvaba sus labios.

    —Finalmente, llegó el momento —susurró, tomando una aceituna entre sus dedos perfectamente cuidados.

    Elisabetta se puso de pie con la gracia de quien domina cada centímetro del terreno que pisa. Con el sol acariciando su silueta, parecía una diosa romana lista para recibir a sus invitados. Pero sus ojos... esos ojos color amatista, brillaban con la intensidad de quien va a juzgar, aunque no lo diga con palabras.

    Aquella mujer iba a conocer a Elisabetta Di Vincenzo.

    Y lo haría con desayuno... y con advertencia velada incluida.

    Yuki Prakliaty
    Gɪᴏᴠᴀɴɴɪ Dɪ Vɪɴᴄᴇɴᴢᴏ
    El sol de la mañana acariciaba suavemente los jardines de la Villa Di Vincenzo, donde el perfume de las bugambilias se mezclaba con el aroma a café recién hecho y pan horneado. Una mesa dispuesta con impecable gusto esperaba bajo la sombra de una pérgola cubierta de glicinas. Frutas frescas, jugos naturales, embutidos finos, quesos artesanales y una selección de dulces italianos adornaban el mantel blanco con bordados dorados. Todo estaba dispuesto con precisión, sin excesos, pero con el refinamiento propio de una anfitriona como Elisabetta Di Vincenzo. Ella ya estaba allí, sentada con elegancia en una silla de hierro forjado tapizada en terciopelo gris perla. Llevaba un conjunto cómodo pero cuidadosamente escogido: un pantalón palazzo color marfil, una blusa de seda verde esmeralda que resaltaba sus ojos violeta, y un chal ligero sobre los hombros. Su cabello rubio, suelto y ligeramente ondulado, caía con gracia por su espalda. Ni una joya de más, ni una arruga fuera de lugar. Aparentemente tranquila, sostenía una copa de jugo de naranja con una mano, mientras la otra pasaba lentamente las páginas de un libro antiguo de poesía italiana. Pero su mente no estaba en los versos de Petrarca. Su atención estaba puesta en la entrada de la villa, esperando el sonido de los pasos que anunciarían la llegada de su hermano Giovanni... y de ella. Su novia. La mujer que, según Giovanni, había logrado hacerlo feliz de nuevo. Elisabetta había sonreído por cortesía cuando recibió la noticia, pero por dentro, las alertas se encendieron de inmediato. ¿Quién era esa mujer? ¿Qué quería realmente? Nadie se acercaba a un Di Vincenzo sin un motivo, y menos aún a Giovanni, que en los últimos años se había convertido en su único verdadero aliado, el único que no la había dejado tras la muerte de su padre. Naturalmente, Elisabetta no había esperado una presentación formal para comenzar a conocerla. Su equipo ya había investigado todo: nombre, familia, pasado, fotos antiguas, viajes, ex parejas, movimientos bancarios... Todo. Y aunque hasta ahora nada era "alarmante", el instinto de la Farfalla della Morte nunca se equivocaba. El canto lejano de un ruiseñor cesó cuando escuchó el ruido de un motor acercándose por el camino de grava. Cerró el libro con elegancia y lo dejó sobre la mesa, mientras una leve sonrisa, tan bella como inquietante, curvaba sus labios. —Finalmente, llegó el momento —susurró, tomando una aceituna entre sus dedos perfectamente cuidados. Elisabetta se puso de pie con la gracia de quien domina cada centímetro del terreno que pisa. Con el sol acariciando su silueta, parecía una diosa romana lista para recibir a sus invitados. Pero sus ojos... esos ojos color amatista, brillaban con la intensidad de quien va a juzgar, aunque no lo diga con palabras. Aquella mujer iba a conocer a Elisabetta Di Vincenzo. Y lo haría con desayuno... y con advertencia velada incluida. [Yuki2104] [Gi0vanni]
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  • La noche caía con una tranquilidad inusual en aquella ciudad colgante entre riscos, iluminada por linternas de papel que danzaban suavemente con el viento. En una callejuela secundaria, oculta entre los niveles bajos del distrito, un pequeño puesto de ramen iluminaba el empedrado con su calidez. Jett estaba sentado en un banco de madera, sorbiendo el caldo humeante de su tazón con una satisfacción apenas disimulada.

    El hombre que atendía el puesto —un anciano de cabello gris recogido en una coleta baja y voz áspera pero amable— le lanzó una mirada curiosa mientras secaba un tazón.

    —¿Te dolió la caída? —preguntó con una ceja levantada, mirando más allá del hombro de Jett, al Deora II estacionado cerca. El auto, normalmente reluciente, estaba cubierto de polvo y presentaba marcas de raspaduras por ambos flancos.

    Jett tragó el último bocado de huevo cocido y soltó una risilla.

    —¿Eso? Nah, los Vigías. —Se acomodó en el taburete, recargando los codos en la barra—. ¿Sabes? Todo por tomar un atajo por esas colinas del sur… esas que parecen hechas a mano por un dios apurado.

    El anciano asintió, como si supiera exactamente de qué colinas hablaba.

    —Vi a una pareja ahí. Él estaba pálido, ella... bueno, se notaba que el bebé no pensaba esperar mucho. Así que les ofrecí mi servicio de transporte interdimensional de emergencia gratuita. Subieron sin preguntar y *boom*, directo al hospital de la capital colina abajo.

    —¿Y los Vigías? —preguntó el anciano, girando el caldo con su cuchara de madera.

    —Aparecieron cuando crucé el límite de velocidad por el Arco del Silencio —dijo Jett, levantando el dedo índice como si fuera una lección—. Odiaban que alguien pisara sus senderos sagrados con ruedas y estilo. Me siguieron en esas máquinas flotantes que chillan más que arrancar una guitarra sin afinar.

    La escena se había grabado en su mente con precisión cinematográfica: el motor rugiendo mientras derrapaba por un sendero de tierra; una de las torres de vigilancia activando luces rojas; los Vigías bajando en su transporte elegante, frío, silencioso… hasta que empezaron a disparar haces de parálisis.

    —Tuve que improvisar. Me metí por un acueducto abandonado, pegué un salto sobre el puente de los Cien Suspiros —exageró, levantando la mano—, perdí un espejo retrovisor ahí. ¡Y luego usé una rampa hecha con una carreta caída para pasar por encima de uno de sus drones!

    —¿Y el hospital?

    —Llegué justo a tiempo —sonrió, mirando su auto por un momento—. Dejé a la pareja con el personal. El padre me dio un apretón de manos tan fuerte que por poco me deja sin nudillos.

    —¿Y luego escapaste?

    —Claro. Solo había una salida: una pendiente de piedra que baja hacia el túnel de tren abandonado. Cerré los ojos, pisé el acelerador, y recé a los dioses de los amortiguadores. Lo demás... son esas rayas que viste.

    El anciano lo miró largo rato y luego soltó una risa ronca.

    —Eres todo un personaje, chico. Uno de esos que sólo aparecen cuando el mundo quiere entretenerse un rato.

    Jett levantó su tazón con los restos de caldo y brindó.

    —Pero hey, almenos la joven pareja tiene una historia interesante para contar, jajajaja.

    El viento agitó las linternas suavemente. Afuera, bajo el brillo tenue de las farolas, el Deora II descansaba como un corcel tras la batalla: maltrecho, pero orgulloso.
    La noche caía con una tranquilidad inusual en aquella ciudad colgante entre riscos, iluminada por linternas de papel que danzaban suavemente con el viento. En una callejuela secundaria, oculta entre los niveles bajos del distrito, un pequeño puesto de ramen iluminaba el empedrado con su calidez. Jett estaba sentado en un banco de madera, sorbiendo el caldo humeante de su tazón con una satisfacción apenas disimulada. El hombre que atendía el puesto —un anciano de cabello gris recogido en una coleta baja y voz áspera pero amable— le lanzó una mirada curiosa mientras secaba un tazón. —¿Te dolió la caída? —preguntó con una ceja levantada, mirando más allá del hombro de Jett, al Deora II estacionado cerca. El auto, normalmente reluciente, estaba cubierto de polvo y presentaba marcas de raspaduras por ambos flancos. Jett tragó el último bocado de huevo cocido y soltó una risilla. —¿Eso? Nah, los Vigías. —Se acomodó en el taburete, recargando los codos en la barra—. ¿Sabes? Todo por tomar un atajo por esas colinas del sur… esas que parecen hechas a mano por un dios apurado. El anciano asintió, como si supiera exactamente de qué colinas hablaba. —Vi a una pareja ahí. Él estaba pálido, ella... bueno, se notaba que el bebé no pensaba esperar mucho. Así que les ofrecí mi servicio de transporte interdimensional de emergencia gratuita. Subieron sin preguntar y *boom*, directo al hospital de la capital colina abajo. —¿Y los Vigías? —preguntó el anciano, girando el caldo con su cuchara de madera. —Aparecieron cuando crucé el límite de velocidad por el Arco del Silencio —dijo Jett, levantando el dedo índice como si fuera una lección—. Odiaban que alguien pisara sus senderos sagrados con ruedas y estilo. Me siguieron en esas máquinas flotantes que chillan más que arrancar una guitarra sin afinar. La escena se había grabado en su mente con precisión cinematográfica: el motor rugiendo mientras derrapaba por un sendero de tierra; una de las torres de vigilancia activando luces rojas; los Vigías bajando en su transporte elegante, frío, silencioso… hasta que empezaron a disparar haces de parálisis. —Tuve que improvisar. Me metí por un acueducto abandonado, pegué un salto sobre el puente de los Cien Suspiros —exageró, levantando la mano—, perdí un espejo retrovisor ahí. ¡Y luego usé una rampa hecha con una carreta caída para pasar por encima de uno de sus drones! —¿Y el hospital? —Llegué justo a tiempo —sonrió, mirando su auto por un momento—. Dejé a la pareja con el personal. El padre me dio un apretón de manos tan fuerte que por poco me deja sin nudillos. —¿Y luego escapaste? —Claro. Solo había una salida: una pendiente de piedra que baja hacia el túnel de tren abandonado. Cerré los ojos, pisé el acelerador, y recé a los dioses de los amortiguadores. Lo demás... son esas rayas que viste. El anciano lo miró largo rato y luego soltó una risa ronca. —Eres todo un personaje, chico. Uno de esos que sólo aparecen cuando el mundo quiere entretenerse un rato. Jett levantó su tazón con los restos de caldo y brindó. —Pero hey, almenos la joven pareja tiene una historia interesante para contar, jajajaja. El viento agitó las linternas suavemente. Afuera, bajo el brillo tenue de las farolas, el Deora II descansaba como un corcel tras la batalla: maltrecho, pero orgulloso.
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  • 『 DRAUGR: 』

    Fue una noche de verano en el que la luna se aumentaba en el firmamento, las sombras se camuflaban perfectamente por lo que pasaban desapercibidas. En medio de aquel manto nocturno por sobre los.bosques que apartados de las grandes metrópolis aún corrían los rumores que en la antigüedad circulaba n colo si fueran de lo más reciente.

    Una gélido corriente perturbó el.sueño de varias criaturas, las hicieron huir, aquella sombra entre sombras solo se la pasaba jugando como un niño en navidad. Frenético de su diversión. Perturbada la tierra, los árboles y al mismo viento. Y, así mismo a los que ya descansaban en paz, aquellos olvidados por los mismos dioses y los hombres, aquellos que no hallaron la gloria y que vivieron en el olvido gracias a sus repugnantes acciones.

    Al paso de aquella sombra, su sueño eterno fue perturbado para hacerles abrir sus ojos nuevamente, y avanzados en su putrefacción se alzaron con lo poco que tenían para asi comenzar una noche de pesadilla. Les llamaban draugr.

    Rol con: Laila Sallow
    『 DRAUGR: 』 Fue una noche de verano en el que la luna se aumentaba en el firmamento, las sombras se camuflaban perfectamente por lo que pasaban desapercibidas. En medio de aquel manto nocturno por sobre los.bosques que apartados de las grandes metrópolis aún corrían los rumores que en la antigüedad circulaba n colo si fueran de lo más reciente. Una gélido corriente perturbó el.sueño de varias criaturas, las hicieron huir, aquella sombra entre sombras solo se la pasaba jugando como un niño en navidad. Frenético de su diversión. Perturbada la tierra, los árboles y al mismo viento. Y, así mismo a los que ya descansaban en paz, aquellos olvidados por los mismos dioses y los hombres, aquellos que no hallaron la gloria y que vivieron en el olvido gracias a sus repugnantes acciones. Al paso de aquella sombra, su sueño eterno fue perturbado para hacerles abrir sus ojos nuevamente, y avanzados en su putrefacción se alzaron con lo poco que tenían para asi comenzar una noche de pesadilla. Les llamaban draugr. Rol con: [myth_white_kangaroo_553]
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    AYY tan adorable cómo un amanecer brillante y dulce en el campo más precioso de este mundo me haces tan feliz, me sorprendió bastante pero de eso se trata la sorpresa jajaja dios te amo y aceptaré mil veces esta propuesta <D

    (Se lo come a besitos)
    AYY tan adorable cómo un amanecer brillante y dulce en el campo más precioso de este mundo me haces tan feliz, me sorprendió bastante pero de eso se trata la sorpresa jajaja dios te amo y aceptaré mil veces esta propuesta <D (Se lo come a besitos)
    Mi precioso Mimi, desde que te conocí fuiste lo mejor que me pasó luego de algo horrible, mi corazón se curó gracias al amor que tu le diste, desde aquel momento dejé que entraras a mi vida y no me arrepiento, te amo y quiero estar el resto de mi vida contigo

    Por lo que quiero hacerte una pregunta importante ¿Quieres ser mi novio cariño?
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  • Adivinanza divina:
    No soy Olimpo, pero de él soy voz,
    mi aliento inspira al poeta veloz.
    No soy guerra, ni trueno, ni mar,
    pero en mí las musas suelen morar.
    Dios menor, de arte y canción,
    ¿quién soy yo, de la inspiración?



    Adivinanza divina: No soy Olimpo, pero de él soy voz, mi aliento inspira al poeta veloz. No soy guerra, ni trueno, ni mar, pero en mí las musas suelen morar. Dios menor, de arte y canción, ¿quién soy yo, de la inspiración?
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  • miren la hermosura de gato que encontre en la calleeee es tan tierno y digno del dios del inframundo
    miren la hermosura de gato que encontre en la calleeee es tan tierno y digno del dios del inframundo
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  • Between Gods and Men - HalfBlood Camp
    Fandom Jujutsu Kaisen/Percy Jackson.
    Categoría Aventura
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Campamento Mestizo, 12:04 hs
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Cabaña Principal.

    ⠀⠀Bajo la luz que Apolo daba a la humanidad, bajo el techo que los dioses propiciaron a sus hijos de icor más diluida, y frente a quien el encargo de cuidado fue dado. La luz que albergaba el lugar, la divinidad que guardaba cual tesorería sus almas; ahora mismo, su luminiscencia presentaba una mácula, una grieta, una oscuridad mordaz y jovial, que parecía querer acapararlo todo.
    ⠀⠀Desde esos ojos malva con los que enfrentó al centauro milenario, determinado como ningún hombre o bestia... ¡Podría decir que su misión fue un éxito!

    ⠀⠀Volvió a mostrar una reverencia ante el maestro de héroes, mostrándose humilde. ⸻ "Por supuesto, Quirón. No pienso intervenir si no me es pedido, era un mero ofrecimiento, un <pago> si así lo deseas ver."
    ⸻ Podría ser astuto y un gran actor, pero hablaba con la verdad, Tascio no planeaba intervenir en el plan de dioses que no lo conciernen, sus creaciones, por otro lado, poseen el libre albedrío de elegir tomar su ayuda... o no, como lo fue este caso.
    ⠀⠀Tascio estaba consciente de lo que era él, un garabato en un dibujo, la espina clavada en la mano que eres incapaz de ver a simple vista, el sonido del silencio que no debería estar allí. Nada evitaría sus metas, no dejaría que eso suceda.

    ⠀⠀¡Aún así...! Consiguió lo que buscaba, podría quedarse a explorar y entender más la cultura mestiza griega antigua, y quizá sacar leyendas perdidas en tiempos no registrados. Nada podía salir mal...
    ⠀⠀Siguió a su nueva compañera, la hija de Athena, tal y como se lo ordenaron. La diferencia de edad no era mucha, puesto que Tascio apenas estaba en sus veintes, tal vez haría la convivencia más amena.

    ⠀⠀Una vez lejos de la estructura donde residía el centauro, volvió a colocarse su <máscara>, volvió a surgir ese payaso irremediable que no veía vergüenza o arrepentimiento de sus palabras. ¡Hasta le tomó de las manos a la semidiosa, con ojos llorosos! ⸻ "¡Lo logramos, Annabeth!" ⸻ En realidad, estaba seguro que ella estaba más bien irritada por la presión que le hizo pasar...

    ⠀⠀¡Pero no importaba, como mucho se comería un golpe o dos! Lo importante era que tenía días enteros para estudiar la mitología griega desde otra perspectiva.

    αηηαвєтн ¢нαѕє
    ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Campamento Mestizo, 12:04 hs ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Cabaña Principal. ⠀ ⠀⠀Bajo la luz que Apolo daba a la humanidad, bajo el techo que los dioses propiciaron a sus hijos de icor más diluida, y frente a quien el encargo de cuidado fue dado. La luz que albergaba el lugar, la divinidad que guardaba cual tesorería sus almas; ahora mismo, su luminiscencia presentaba una mácula, una grieta, una oscuridad mordaz y jovial, que parecía querer acapararlo todo. ⠀⠀Desde esos ojos malva con los que enfrentó al centauro milenario, determinado como ningún hombre o bestia... ¡Podría decir que su misión fue un éxito! ⠀⠀Volvió a mostrar una reverencia ante el maestro de héroes, mostrándose humilde. ⸻ "Por supuesto, Quirón. No pienso intervenir si no me es pedido, era un mero ofrecimiento, un <pago> si así lo deseas ver." ⸻ Podría ser astuto y un gran actor, pero hablaba con la verdad, Tascio no planeaba intervenir en el plan de dioses que no lo conciernen, sus creaciones, por otro lado, poseen el libre albedrío de elegir tomar su ayuda... o no, como lo fue este caso. ⠀⠀Tascio estaba consciente de lo que era él, un garabato en un dibujo, la espina clavada en la mano que eres incapaz de ver a simple vista, el sonido del silencio que no debería estar allí. Nada evitaría sus metas, no dejaría que eso suceda. ⠀⠀¡Aún así...! Consiguió lo que buscaba, podría quedarse a explorar y entender más la cultura mestiza griega antigua, y quizá sacar leyendas perdidas en tiempos no registrados. Nada podía salir mal... ⠀⠀Siguió a su nueva compañera, la hija de Athena, tal y como se lo ordenaron. La diferencia de edad no era mucha, puesto que Tascio apenas estaba en sus veintes, tal vez haría la convivencia más amena. ⠀⠀Una vez lejos de la estructura donde residía el centauro, volvió a colocarse su <máscara>, volvió a surgir ese payaso irremediable que no veía vergüenza o arrepentimiento de sus palabras. ¡Hasta le tomó de las manos a la semidiosa, con ojos llorosos! ⸻ "¡Lo logramos, Annabeth!" ⸻ En realidad, estaba seguro que ella estaba más bien irritada por la presión que le hizo pasar... ⠀⠀¡Pero no importaba, como mucho se comería un golpe o dos! Lo importante era que tenía días enteros para estudiar la mitología griega desde otra perspectiva. ⠀ [annabeth_chase]
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  • "No todos los objetos valiosos deben de venir de los dioses."

    Eso le había dicho Quirón a Annabeth una tarde en la que ella se encontraba frustrada porque no lograba terminar ninguno de los planos que llevaba elaborando todo el día. Ella frunció el ceño y abrió la caja que le había entregado. Dentro, envuelto en lino suave, estaba el collar: una lechuza tallada con las alas abiertas hechas de diminutas plumas de madera. Todo parecía hecho a mano.

    —Lo tallé yo mismo, hace algunos inviernos —dijo Quirón—. Cuando eras solo una niña que hablaba de construir su propia acrópolis entre las colinas de Long Island.

    Bajó la vista hacia el collar, con cuidado. Era hermoso.

    —¿Por qué lo recibo hasta ahora?

    El centauro respiró hondo.

    —Porque antes no estabas lista. Quería dártelo cuando aún eras una niña, pero sabías demasiado del mundo. Tenías la mirada de alguien que solo necesitaba de sus planos para vivir. Pensé que te haría daño tratar de darte algo tan frágil. Pero hoy, te vi dudar. No de tu fuerza, sino de lo que quieres y de lo que eres. En ese momento es cuando uno necesita recordar lo que es.

    Annabeth guardó silencio, como si Quirón hubiera descrito perfectamente como se estaba sintiendo con tan solo verla.

    —Gracias, Quirón.

    Y cuando cayó la noche sobre el campamento, aquella noche, Annabeth dormía con la lechuza de madera que descansaba sobre su pecho con las alas abiertas.
    "No todos los objetos valiosos deben de venir de los dioses." Eso le había dicho Quirón a Annabeth una tarde en la que ella se encontraba frustrada porque no lograba terminar ninguno de los planos que llevaba elaborando todo el día. Ella frunció el ceño y abrió la caja que le había entregado. Dentro, envuelto en lino suave, estaba el collar: una lechuza tallada con las alas abiertas hechas de diminutas plumas de madera. Todo parecía hecho a mano. —Lo tallé yo mismo, hace algunos inviernos —dijo Quirón—. Cuando eras solo una niña que hablaba de construir su propia acrópolis entre las colinas de Long Island. Bajó la vista hacia el collar, con cuidado. Era hermoso. —¿Por qué lo recibo hasta ahora? El centauro respiró hondo. —Porque antes no estabas lista. Quería dártelo cuando aún eras una niña, pero sabías demasiado del mundo. Tenías la mirada de alguien que solo necesitaba de sus planos para vivir. Pensé que te haría daño tratar de darte algo tan frágil. Pero hoy, te vi dudar. No de tu fuerza, sino de lo que quieres y de lo que eres. En ese momento es cuando uno necesita recordar lo que es. Annabeth guardó silencio, como si Quirón hubiera descrito perfectamente como se estaba sintiendo con tan solo verla. —Gracias, Quirón. Y cuando cayó la noche sobre el campamento, aquella noche, Annabeth dormía con la lechuza de madera que descansaba sobre su pecho con las alas abiertas.
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  • Cuando fui alguien misericordioso me trataron como un bufon alguien que no tenía carácter cuando fui un dios sin misericordia soy un patán entonces que desean de mi?
    Cuando fui alguien misericordioso me trataron como un bufon alguien que no tenía carácter cuando fui un dios sin misericordia soy un patán entonces que desean de mi?
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  • -Nomeolvides o forget me not, una flor tan pequeña con gran belleza y una historia igual de triste- solto unas risitas -una pareja de tortolitos que se amaban mas alla del cuerpo jurando sus votos ante un rio envidioso, las aguas al escuchar su amor se puso celoso y su cause crecio arrastrando a uno de ellos a las profundidades donde moriria gritando a su amada una ultima vez, "no me olvides", se dice que las lagrimas de su enamorada se convirtieron en las flores que ahor avemos para cumplir su promesa de jamas olvidar a su verdadero amor-
    -Nomeolvides o forget me not, una flor tan pequeña con gran belleza y una historia igual de triste- solto unas risitas -una pareja de tortolitos que se amaban mas alla del cuerpo jurando sus votos ante un rio envidioso, las aguas al escuchar su amor se puso celoso y su cause crecio arrastrando a uno de ellos a las profundidades donde moriria gritando a su amada una ultima vez, "no me olvides", se dice que las lagrimas de su enamorada se convirtieron en las flores que ahor avemos para cumplir su promesa de jamas olvidar a su verdadero amor-
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