Había copas de zinc y de cristal tiradas por toda la cocina, era como si hubiera habido una fiesta de adolescentes en la casa del Viento, pero lo único que había pasado era Nesta Archeron.
Rhysand una vez dijo que Velaris no estaba preparada para Nesta Archeron, y era cierto, realmente nadie estaba preparada para Lady Death afrontando sus errores y luchando por ellos, nadie estaba preparado para el renacimiento de las Valkyrias, ni para una fae que luchó contra el interior del caldero y salió de allí con sentencias de muerte por delante.
Feyre era el corazón de La Corte Noche, era algo que estaba más que a la vista, Feyre era un Nexo entre todos, una unión perfecta de amor y entendimiento pero Nesta Archeron era una espada ejecutora, cortaría, decapitaría y laceraría a todo aquel que se propusiera dañar a sus hermanas, no solo a Elain y a Feyre, si no a Emerie y a Gwyn, a su nueva familia, La Corte Noche y por supuesto... a-
Nesta abrió los ojos, había sido una noche dura de desgarrarse las cuerdas vocales entre gritos de frustración, entre bebidas y meditaciones, había hablado largo y tendido con aquella casa que parecía cuidarla y con su soledad.
La soledad... aquella que tanto le dolía y le había dolido, aquella que la empujó a un error fatal.
Nesta sabía bastante bien que toda su vida la habían hecho caminar por senderos que ni si quiera deseaba recorrer, su madre, su padre... que le robaran a su hermana y tener el valor de ir en busca de ella para recuperarla de vuelta, que terceras personas decidieran convertirla en una inmortal, uno o dos lazos de apareamiento no pedidos ni deseados, incluso un poder de pura muerte arrebatado con uñas y dientes de un poder superior.
Había llegado a una conclusión, solo se debía lealtad a ella misma, y tal vez un poco a su Alta Lady y a su Alto Lord, pero sobre todo, primero iba ella, siempre ella. No iba a doblegarse ante nadie, no iba a romperse ante nadie y lo que había estado haciendo hasta aquel preciso momento era dejar que los demás la movieran en una marea incontrolable de ira, sufrimiento y desazón. Como si fuerran niños de trece años enfadados por haber jugado con juguetes ajenos. Azriel no tenía derecho a exigirle nada, tampoco Cassian, y de la misma forma ella tampoco tenía derecho a exigirle nada a ninguno de los dos, y aunque en parte lo entendía, la hipocresía del dolor se mantenía, por que en el fondo le dolía que Azriel se hubiera marchado o que Cassian no fuera ni capaz de mirarle a la cara, y que le doliera... ¿No era lo más humano del mundo?
Poniéndose en pie para colocarse su uniforme invernal de Valkyria, a la vez que la Casa se deshacía de aquel estropicio que se había formado la noche anterior, a cada paso más se afianzaba en sus palabras y más segura estaba de su opinión.
"Nesta Archeron, eres tuya y solo tuya, no eres de madre, no eres de Feyre, no eres de las Valkyrias, ni eres de Azriel, eres tuya".
Se miró fijamente al espejo, y se sorprendió de la imagen que el espejo le devolvió. Nesta de humana había sido hermosa, pero de fae era devastadora, eso era un hecho, pero lo que vio fue a una mujer fuerte que lucharía con garras y colmillos, vio a una conquistadora y se sonrió a si misma, a su reflejo. Tal vez, por primera vez en años no deseaba morir, tal vez por primera vez en años sabía lo que quería hacer, tal vez por primera vez en años no se sintió rota. Se tenía a si misma.
Su mente había hecho "Click", no había que huir, no debía de huir pues no había ningún peligro, ella /era/ el peligro.
Se peinó los cabellos, recogiéndoselos y trenzándoselos, sus ojos azules grisáceos brillaron con el reflejo de las luces de la casa del viento, la casa la estaba halagando a su manera. Nesta colocó a Ataraxia en su funda y colgó esta en su cintura.
La vida seguía como las cosas que no tenían mucho sentido, y tal vez las cosas que no tenían mucho sentido eran las que debían ser protegidas.
Nesta salió de casa y dejó que la fría brisa invernal le acariciase las mejillas, pronto llegaría el solsticio de Invierno, y con ello la nieve sería permanente en las calles y las montañas.
Nesta sonrió por la ironía de su pensamiento, toda su vida se la había pasado escalando montañas, y esta vez, volvería a escapar esa maldita montaña que tenía delante.
Aquello lo pensó mirando fijamente el pico de la montaña Ramiel.
Había copas de zinc y de cristal tiradas por toda la cocina, era como si hubiera habido una fiesta de adolescentes en la casa del Viento, pero lo único que había pasado era Nesta Archeron.
Rhysand una vez dijo que Velaris no estaba preparada para Nesta Archeron, y era cierto, realmente nadie estaba preparada para Lady Death afrontando sus errores y luchando por ellos, nadie estaba preparado para el renacimiento de las Valkyrias, ni para una fae que luchó contra el interior del caldero y salió de allí con sentencias de muerte por delante.
Feyre era el corazón de La Corte Noche, era algo que estaba más que a la vista, Feyre era un Nexo entre todos, una unión perfecta de amor y entendimiento pero Nesta Archeron era una espada ejecutora, cortaría, decapitaría y laceraría a todo aquel que se propusiera dañar a sus hermanas, no solo a Elain y a Feyre, si no a Emerie y a Gwyn, a su nueva familia, La Corte Noche y por supuesto... a-
Nesta abrió los ojos, había sido una noche dura de desgarrarse las cuerdas vocales entre gritos de frustración, entre bebidas y meditaciones, había hablado largo y tendido con aquella casa que parecía cuidarla y con su soledad.
La soledad... aquella que tanto le dolía y le había dolido, aquella que la empujó a un error fatal.
Nesta sabía bastante bien que toda su vida la habían hecho caminar por senderos que ni si quiera deseaba recorrer, su madre, su padre... que le robaran a su hermana y tener el valor de ir en busca de ella para recuperarla de vuelta, que terceras personas decidieran convertirla en una inmortal, uno o dos lazos de apareamiento no pedidos ni deseados, incluso un poder de pura muerte arrebatado con uñas y dientes de un poder superior.
Había llegado a una conclusión, solo se debía lealtad a ella misma, y tal vez un poco a su Alta Lady y a su Alto Lord, pero sobre todo, primero iba ella, siempre ella. No iba a doblegarse ante nadie, no iba a romperse ante nadie y lo que había estado haciendo hasta aquel preciso momento era dejar que los demás la movieran en una marea incontrolable de ira, sufrimiento y desazón. Como si fuerran niños de trece años enfadados por haber jugado con juguetes ajenos. Azriel no tenía derecho a exigirle nada, tampoco Cassian, y de la misma forma ella tampoco tenía derecho a exigirle nada a ninguno de los dos, y aunque en parte lo entendía, la hipocresía del dolor se mantenía, por que en el fondo le dolía que Azriel se hubiera marchado o que Cassian no fuera ni capaz de mirarle a la cara, y que le doliera... ¿No era lo más humano del mundo?
Poniéndose en pie para colocarse su uniforme invernal de Valkyria, a la vez que la Casa se deshacía de aquel estropicio que se había formado la noche anterior, a cada paso más se afianzaba en sus palabras y más segura estaba de su opinión.
"Nesta Archeron, eres tuya y solo tuya, no eres de madre, no eres de Feyre, no eres de las Valkyrias, ni eres de Azriel, eres tuya".
Se miró fijamente al espejo, y se sorprendió de la imagen que el espejo le devolvió. Nesta de humana había sido hermosa, pero de fae era devastadora, eso era un hecho, pero lo que vio fue a una mujer fuerte que lucharía con garras y colmillos, vio a una conquistadora y se sonrió a si misma, a su reflejo. Tal vez, por primera vez en años no deseaba morir, tal vez por primera vez en años sabía lo que quería hacer, tal vez por primera vez en años no se sintió rota. Se tenía a si misma.
Su mente había hecho "Click", no había que huir, no debía de huir pues no había ningún peligro, ella /era/ el peligro.
Se peinó los cabellos, recogiéndoselos y trenzándoselos, sus ojos azules grisáceos brillaron con el reflejo de las luces de la casa del viento, la casa la estaba halagando a su manera. Nesta colocó a Ataraxia en su funda y colgó esta en su cintura.
La vida seguía como las cosas que no tenían mucho sentido, y tal vez las cosas que no tenían mucho sentido eran las que debían ser protegidas.
Nesta salió de casa y dejó que la fría brisa invernal le acariciase las mejillas, pronto llegaría el solsticio de Invierno, y con ello la nieve sería permanente en las calles y las montañas.
Nesta sonrió por la ironía de su pensamiento, toda su vida se la había pasado escalando montañas, y esta vez, volvería a escapar esa maldita montaña que tenía delante.
Aquello lo pensó mirando fijamente el pico de la montaña Ramiel.