• No hace falta entenderte, se lo que hiciste porque pude verlo de primera mano... Eso en mi pueblo se le llamaría traición... No te excuses, solo lárgate de mi casa...
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  • -estaba algo cansada, y saque un cigarro acosta dome en cama encendiendolo-

    Haa....

    -suspire suavemente, dejando escapar el humo del cigarrillo, me sentia tan sola, no habia nadie en casa todo estaba en silencio-
    -estaba algo cansada, y saque un cigarro acosta dome en cama encendiendolo- Haa.... -suspire suavemente, dejando escapar el humo del cigarrillo, me sentia tan sola, no habia nadie en casa todo estaba en silencio-
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  • -aquel hombre salió tarde del trabajo, las luces de aquellas farolas ya iluminaban sus pasos en medio de aquella calle cubierta por los alegres niños pidiendo dulces, solamente seguía su camino con aquel cigarrillo entre sus labios mientras sus pensamientos lo distraían-

    (Halloween otra vez, las calles se llenan de risas, de niños corriendo bajo máscaras de plástico, no niego que hay algo hermoso en eso… esa inocencia que cree que el miedo se puede disfrazar)

    -de su boca había dejado salir una gran nube de humo mientras se detuvo en seco al esperar a que ese semáforo le diera el paso-

    (será que los adultos aveces hacemos lo mismo??, solo cambiamos esas máscaras de plástico barato por máscaras más caras)

    -Exclamo antes de seguir con su paso, un grupo de niños lo había detenido para pedirle dulces, aquella sonrisa en sus rostros le hizo sonreír de igual manera para después de su bolsa de es gabardina sacar algunos dulces que se había robado de la estación para darles uno a cada uno-

    (Esta noche es fácil oler el humo de las fogatas, el azúcar de los dulces, y escuchar aquellos gritos de los que salen asustados con una mala broma)

    -una vez llegó a casa solamente sacaría un vaso en dónde vertiria algo de agua para después caminar a su estudio y sentarse frente a aquella ventana -

    (No hay fantasmas afuera… solo los que algunas veces llegamos a sentir, me gusta mirar las luces desde lejos, Esas linternas vacías que titilan en la oscuridad con cada paso y carrera de los pequeños....parece como si intentaran recordar algo aquella vela.....quizás eso somos todos: calabazas huecas con una chispa dentro, resistiendo al viento)

    -este sacaría de un cajón un pequeño somnifero en pastilla algo que se había robado de la última escena del crimen, esperaba que eso pudiera ayudarla a dormir, tras tomarlo solamente se quedó observando aquellas calles frente a su casa-

    (Y cuando la noche se apaga, cuando las risas se van, queda el silencio y en ese silencio… siempre parece que alguien susurra mi nombre, será que tal vez ya me estoy volviendo loco)
    -aquel hombre salió tarde del trabajo, las luces de aquellas farolas ya iluminaban sus pasos en medio de aquella calle cubierta por los alegres niños pidiendo dulces, solamente seguía su camino con aquel cigarrillo entre sus labios mientras sus pensamientos lo distraían- (Halloween otra vez, las calles se llenan de risas, de niños corriendo bajo máscaras de plástico, no niego que hay algo hermoso en eso… esa inocencia que cree que el miedo se puede disfrazar) -de su boca había dejado salir una gran nube de humo mientras se detuvo en seco al esperar a que ese semáforo le diera el paso- (será que los adultos aveces hacemos lo mismo??, solo cambiamos esas máscaras de plástico barato por máscaras más caras) -Exclamo antes de seguir con su paso, un grupo de niños lo había detenido para pedirle dulces, aquella sonrisa en sus rostros le hizo sonreír de igual manera para después de su bolsa de es gabardina sacar algunos dulces que se había robado de la estación para darles uno a cada uno- (Esta noche es fácil oler el humo de las fogatas, el azúcar de los dulces, y escuchar aquellos gritos de los que salen asustados con una mala broma) -una vez llegó a casa solamente sacaría un vaso en dónde vertiria algo de agua para después caminar a su estudio y sentarse frente a aquella ventana - (No hay fantasmas afuera… solo los que algunas veces llegamos a sentir, me gusta mirar las luces desde lejos, Esas linternas vacías que titilan en la oscuridad con cada paso y carrera de los pequeños....parece como si intentaran recordar algo aquella vela.....quizás eso somos todos: calabazas huecas con una chispa dentro, resistiendo al viento) -este sacaría de un cajón un pequeño somnifero en pastilla algo que se había robado de la última escena del crimen, esperaba que eso pudiera ayudarla a dormir, tras tomarlo solamente se quedó observando aquellas calles frente a su casa- (Y cuando la noche se apaga, cuando las risas se van, queda el silencio y en ese silencio… siempre parece que alguien susurra mi nombre, será que tal vez ya me estoy volviendo loco)
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  • Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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    El evento de halloween terminara el 05 de noviembre, para darle mas tiempo a Shadow de terminar su monorol
    (Y para que Sonic haga la tercera parte ahora que regreso la luz a su casa)
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  • [Evento Anual de la Empresa Han – Fiesta de Halloween temática: Era Joseon]

    El reloj marcaba las siete y treinta cuando las puertas del salón principal se abrieron.
    Las luces, suaves y cálidas, caían sobre un escenario decorado con biombos de seda, faroles y mesas bajas llenas de arreglos florales tradicionales.
    El murmullo de los empleados disfrazados llenaba el ambiente: cortesanas, eruditos, soldados, nobles, todos envueltos en el juego de la época.

    Y entonces, el murmullo se detuvo.

    Han Jiseok había llegado.

    Vestía un hanbok blanco de seda, impecablemente planchado, con bordes plateados que reflejaban la luz como si el tejido mismo respirara.
    El cabello —por una vez suelto del peinado habitual— estaba recogido hacia atrás, apenas con una cinta oscura que dejaba ver su frente.
    En su mano, sostenía un abanico negro, sencillo, que movía con una calma que imponía respeto.

    “Le queda demasiado bien…” murmuró una de las asistentes antes de que la música retomara su curso.

    Jiseok avanzó con esa postura suya: espalda recta, pasos tranquilos, mirada firme.
    No necesitaba corona; el aire a su alrededor bastaba para coronarlo.

    Cuando se acercó a la mesa principal, su madre —Han Mira— sonrió divertida.

    “Sabía que ese color te haría ver como un rey, hijo.”

    “Solo sigo el código de vestimenta, madre,” respondió él, con esa voz serena que ni siquiera intentaba negar el cumplido.

    Un grupo de empleados del área de marketing se acercó para felicitarlo por el disfraz.

    “Jiseok-ssi, no sabíamos que aceptaría participar este año.”

    Él alzó una ceja apenas, con una media sonrisa.
    “Digamos que me convencieron con argumentos difíciles de rechazar.”

    Los risas siguieron, y por primera vez en mucho tiempo, se le vio relajado.
    Sin expediente, sin juntas, sin protocolos.
    Solo un hombre en un traje antiguo, con una copa de vino en la mano, observando a su gente disfrutar.

    Y cuando la orquesta improvisó una melodía lenta, Jiseok se inclinó levemente hacia su madre y murmuró:

    “Si supieran que el rey solo vino por el café”

    Ella rió bajito.

    “Y por Milo, que seguramente te está esperando.”

    “Siempre espera,” dijo él, mirando hacia el ventanal, donde la luna se reflejaba sobre Seúl. “Incluso los reyes necesitan volver a casa.”
    [Evento Anual de la Empresa Han – Fiesta de Halloween temática: Era Joseon] El reloj marcaba las siete y treinta cuando las puertas del salón principal se abrieron. Las luces, suaves y cálidas, caían sobre un escenario decorado con biombos de seda, faroles y mesas bajas llenas de arreglos florales tradicionales. El murmullo de los empleados disfrazados llenaba el ambiente: cortesanas, eruditos, soldados, nobles, todos envueltos en el juego de la época. Y entonces, el murmullo se detuvo. Han Jiseok había llegado. Vestía un hanbok blanco de seda, impecablemente planchado, con bordes plateados que reflejaban la luz como si el tejido mismo respirara. El cabello —por una vez suelto del peinado habitual— estaba recogido hacia atrás, apenas con una cinta oscura que dejaba ver su frente. En su mano, sostenía un abanico negro, sencillo, que movía con una calma que imponía respeto. “Le queda demasiado bien…” murmuró una de las asistentes antes de que la música retomara su curso. Jiseok avanzó con esa postura suya: espalda recta, pasos tranquilos, mirada firme. No necesitaba corona; el aire a su alrededor bastaba para coronarlo. Cuando se acercó a la mesa principal, su madre —Han Mira— sonrió divertida. “Sabía que ese color te haría ver como un rey, hijo.” “Solo sigo el código de vestimenta, madre,” respondió él, con esa voz serena que ni siquiera intentaba negar el cumplido. Un grupo de empleados del área de marketing se acercó para felicitarlo por el disfraz. “Jiseok-ssi, no sabíamos que aceptaría participar este año.” Él alzó una ceja apenas, con una media sonrisa. “Digamos que me convencieron con argumentos difíciles de rechazar.” Los risas siguieron, y por primera vez en mucho tiempo, se le vio relajado. Sin expediente, sin juntas, sin protocolos. Solo un hombre en un traje antiguo, con una copa de vino en la mano, observando a su gente disfrutar. Y cuando la orquesta improvisó una melodía lenta, Jiseok se inclinó levemente hacia su madre y murmuró: “Si supieran que el rey solo vino por el café” Ella rió bajito. “Y por Milo, que seguramente te está esperando.” “Siempre espera,” dijo él, mirando hacia el ventanal, donde la luna se reflejaba sobre Seúl. “Incluso los reyes necesitan volver a casa.”
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  • Bienvenidos sean todos está noche, bienvenidos sean al baile con la muerte, bienvenidos sean al terror.

    —¡Feliz día de los sustos! —exclamé, recibiendo a los invitados del baile mientras abría las puertas de par en par.

    Algunos subieron las escaleras de la entrada con máscaras y disfraces de todos gustos y colores, algunos lindos, algunos escalofriantes.

    Todos estaban invitados a la fiesta, para la gente de la universidad, había dejado papeles en casilleros y en el tablón de anuncios, para la gente de la ciudad, había dejado carteles en los postes de luz.

    Los disfraces eran obligatorios. Eso sí.

    La casa se encontraba al final de la calle principal, en una colina, aunque más que casa, parecía una mansión embrujada, decorada por fuera, con música sonando a todo dar, y dos pisos disponibles para la fiesta.

    La mansión de los Gold estaba rodeada por un bosque que se mantenía lugubre y neblinoso todo el año, pero más en otoño.

    Había un letrero a la orilla de la carretera al salir de la ciudad y encaminarse a la colina hacia la casa que rezaba:

    "Cuidado, peligro."

    Había un pequeño letrero a un lado.

    "Entre bajo su propio riesgo, el guardabosques hace rondines cada lunes."

    "Números de contacto: 2220014..."

    Por la cantidad de tiempo que llevaba ese letrero mohoso, los números de ayuda no estaban completos y al dar unos pasos dentro del bosque, la señal era casi nula.

    La invitación a la fiesta en la casa de los Gold era sencilla, la había hecho yo misma, escondí todo lo que pudiera ser de valor, y cerré puertas que podrían perder a los desconocidos.

    °°°~~°°°~~°°°~~°°°~~°°°~~°°°~~°°°~~°°°~~

    ¡BIENVENIDOS SEAN TODOS!

    Este es un tema que se me ocurrió mientras lo escribía, no tengo nada planeado así que siéntete libre de contestar lo que gustes y rolear en la zona que gustes, ya sea dentro de la casa o en el bosque o en los alrededores.

    ¡Gracias por leer!
    Bienvenidos sean todos está noche, bienvenidos sean al baile con la muerte, bienvenidos sean al terror. —¡Feliz día de los sustos! —exclamé, recibiendo a los invitados del baile mientras abría las puertas de par en par. Algunos subieron las escaleras de la entrada con máscaras y disfraces de todos gustos y colores, algunos lindos, algunos escalofriantes. Todos estaban invitados a la fiesta, para la gente de la universidad, había dejado papeles en casilleros y en el tablón de anuncios, para la gente de la ciudad, había dejado carteles en los postes de luz. Los disfraces eran obligatorios. Eso sí. La casa se encontraba al final de la calle principal, en una colina, aunque más que casa, parecía una mansión embrujada, decorada por fuera, con música sonando a todo dar, y dos pisos disponibles para la fiesta. La mansión de los Gold estaba rodeada por un bosque que se mantenía lugubre y neblinoso todo el año, pero más en otoño. Había un letrero a la orilla de la carretera al salir de la ciudad y encaminarse a la colina hacia la casa que rezaba: "Cuidado, peligro." Había un pequeño letrero a un lado. "Entre bajo su propio riesgo, el guardabosques hace rondines cada lunes." "Números de contacto: 2220014..." Por la cantidad de tiempo que llevaba ese letrero mohoso, los números de ayuda no estaban completos y al dar unos pasos dentro del bosque, la señal era casi nula. La invitación a la fiesta en la casa de los Gold era sencilla, la había hecho yo misma, escondí todo lo que pudiera ser de valor, y cerré puertas que podrían perder a los desconocidos. °°°~~°°°~~°°°~~°°°~~°°°~~°°°~~°°°~~°°°~~ ¡BIENVENIDOS SEAN TODOS! Este es un tema que se me ocurrió mientras lo escribía, no tengo nada planeado así que siéntete libre de contestar lo que gustes y rolear en la zona que gustes, ya sea dentro de la casa o en el bosque o en los alrededores. ¡Gracias por leer!
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  • "Invitación del Infierno"

    La casa estaba en penumbra.
    Solo el resplandor tenue de la brasa moribunda de un cigarrillo sobre el cenicero le daba vida al lugar. Afuera, la lluvia golpeaba los ventanales con una cadencia irregular, como si el mundo contuviera la respiración antes de una tragedia.

    Rei había pasado la noche revisando informes de asesinatos, desapariciones y sucesos que desafiaban toda lógica humana. El cansancio se dibujaba en su mirada, hasta que algo en su escritorio lo obligó a detenerse.

    Una carta.

    No recordaba haberla dejado ahí.

    El sobre, negro y de textura aterciopelada, estaba sellado con cera roja marcada con un pentagrama. Un leve aroma a incienso y fuego emanaba de él, acompañado por algo más… una vibración antigua, casi sagrada y profana a la vez.

    Rei ladeó la cabeza, desconfiando. Su instinto gritaba que no la tocara, pero la curiosidad —su más vieja maldición— habló primero.
    Tomó la carta. La cera se quebró sola, como si hubiese estado esperando el roce de su mano.

    El papel era grueso, casi vivo. Las letras negras parecían reptar bajo la luz del escritorio mientras las leía.

    A cada palabra, la temperatura descendía.
    El reloj del despacho marcaba el tiempo con una lentitud antinatural.

    > “Dancing With the Devil.”
    Una noche para perder el alma con estilo…

    —Tch… —murmuró Rei con una sonrisa ladeada—. Big Brother House. Suena como una trampa... o como una broma del infierno.

    Pero sabía que no lo era.

    El aire olía a azufre. Las sombras de las esquinas parecían moverse, observándolo en silencio. Había lidiado con demasiadas entidades como para no reconocer una firma infernal.
    Esa carta no la había traído un mensajero. El sello aún estaba tibio.

    Se levantó. Caminó hacia la ventana.
    La ciudad seguía envuelta en lluvia. Un relámpago iluminó fugazmente una figura en la calle: alta, cubierta por un sombrero, sosteniendo una rosa negra.
    Un parpadeo, y ya no estaba.

    Rei exhaló despacio.
    —Así que me invitas tú… ¿eh? —susurró, deslizando la carta en el escritorio—. Muy bien. Si el diablo quiere bailar, que prepare la pista.

    Apagó el cigarrillo, fue al baño y dejó que el agua fría lo golpeara mientras meditaba. Sabía que no se trataba de una fiesta común.
    Envuelto en una toalla, caminó al vestidor. Entre abrigos, trajes y reliquias de siglos, halló uno que no usaba desde hacía demasiado: un traje azúl oscuro, perfectamente conservado, regalo de una condesa inmortal a la que alguna vez salvó —o maldijo—, según la versión de la historia.

    Mientras se lo colocaba, cada movimiento tenía la precisión ritual de un hombre que se prepara para una batalla elegante.
    Luego, en el fondo del armario, descubrió una máscara dorada. Su superficie parecía respirar una magia antigua, cálida y protectora. La había recibido de una bruja hace siglos, como escudo contra un dios caído.

    Esta noche, la usaría para el mismo propósito…
    y, de paso, como su disfraz improvisado para bailar con el diablo.

    Antes de salir, bebió una pócima que guardaba para casos extremos. El líquido tenía un brillo carmesí, casi sanguíneo.
    Apenas lo bebió, un tatuaje se extendió bajo su piel, emergiendo como fuego negro. Nació en su cuello, recorrió su torso y se ramificó hasta sus manos, con símbolos que pulsaban suavemente, como si respiraran.
    Era una marca de poder.
    Una bendición... y una advertencia.

    Solo podía usarla una vez.

    Frente al espejo, Rei ajustó los guantes y la máscara.
    Su reflejo le devolvió la imagen de un demonio elegante, listo para entrar al infierno con paso firme.

    Tomó su bastón, aquel cuya empuñadura ocultaba una daga de acero espiritual.
    Una sonrisa leve curvó sus labios.

    —Listo —susurró—. Hora del baile.

    La puerta se cerró con un clic seco.
    La lluvia cesó.
    Y sobre el escritorio vacío, la carta quedó un instante antes de arder por sí sola, desvaneciéndose en humo rojo.

    En el aire, como una burla sutil, flotó la frase final:

    > “Todos bailan con el diablo, tarde o temprano…”

    https://ficrol.com/posts/315686
    "Invitación del Infierno" La casa estaba en penumbra. Solo el resplandor tenue de la brasa moribunda de un cigarrillo sobre el cenicero le daba vida al lugar. Afuera, la lluvia golpeaba los ventanales con una cadencia irregular, como si el mundo contuviera la respiración antes de una tragedia. Rei había pasado la noche revisando informes de asesinatos, desapariciones y sucesos que desafiaban toda lógica humana. El cansancio se dibujaba en su mirada, hasta que algo en su escritorio lo obligó a detenerse. Una carta. No recordaba haberla dejado ahí. El sobre, negro y de textura aterciopelada, estaba sellado con cera roja marcada con un pentagrama. Un leve aroma a incienso y fuego emanaba de él, acompañado por algo más… una vibración antigua, casi sagrada y profana a la vez. Rei ladeó la cabeza, desconfiando. Su instinto gritaba que no la tocara, pero la curiosidad —su más vieja maldición— habló primero. Tomó la carta. La cera se quebró sola, como si hubiese estado esperando el roce de su mano. El papel era grueso, casi vivo. Las letras negras parecían reptar bajo la luz del escritorio mientras las leía. A cada palabra, la temperatura descendía. El reloj del despacho marcaba el tiempo con una lentitud antinatural. > “Dancing With the Devil.” Una noche para perder el alma con estilo… —Tch… —murmuró Rei con una sonrisa ladeada—. Big Brother House. Suena como una trampa... o como una broma del infierno. Pero sabía que no lo era. El aire olía a azufre. Las sombras de las esquinas parecían moverse, observándolo en silencio. Había lidiado con demasiadas entidades como para no reconocer una firma infernal. Esa carta no la había traído un mensajero. El sello aún estaba tibio. Se levantó. Caminó hacia la ventana. La ciudad seguía envuelta en lluvia. Un relámpago iluminó fugazmente una figura en la calle: alta, cubierta por un sombrero, sosteniendo una rosa negra. Un parpadeo, y ya no estaba. Rei exhaló despacio. —Así que me invitas tú… ¿eh? —susurró, deslizando la carta en el escritorio—. Muy bien. Si el diablo quiere bailar, que prepare la pista. Apagó el cigarrillo, fue al baño y dejó que el agua fría lo golpeara mientras meditaba. Sabía que no se trataba de una fiesta común. Envuelto en una toalla, caminó al vestidor. Entre abrigos, trajes y reliquias de siglos, halló uno que no usaba desde hacía demasiado: un traje azúl oscuro, perfectamente conservado, regalo de una condesa inmortal a la que alguna vez salvó —o maldijo—, según la versión de la historia. Mientras se lo colocaba, cada movimiento tenía la precisión ritual de un hombre que se prepara para una batalla elegante. Luego, en el fondo del armario, descubrió una máscara dorada. Su superficie parecía respirar una magia antigua, cálida y protectora. La había recibido de una bruja hace siglos, como escudo contra un dios caído. Esta noche, la usaría para el mismo propósito… y, de paso, como su disfraz improvisado para bailar con el diablo. Antes de salir, bebió una pócima que guardaba para casos extremos. El líquido tenía un brillo carmesí, casi sanguíneo. Apenas lo bebió, un tatuaje se extendió bajo su piel, emergiendo como fuego negro. Nació en su cuello, recorrió su torso y se ramificó hasta sus manos, con símbolos que pulsaban suavemente, como si respiraran. Era una marca de poder. Una bendición... y una advertencia. Solo podía usarla una vez. Frente al espejo, Rei ajustó los guantes y la máscara. Su reflejo le devolvió la imagen de un demonio elegante, listo para entrar al infierno con paso firme. Tomó su bastón, aquel cuya empuñadura ocultaba una daga de acero espiritual. Una sonrisa leve curvó sus labios. —Listo —susurró—. Hora del baile. La puerta se cerró con un clic seco. La lluvia cesó. Y sobre el escritorio vacío, la carta quedó un instante antes de arder por sí sola, desvaneciéndose en humo rojo. En el aire, como una burla sutil, flotó la frase final: > “Todos bailan con el diablo, tarde o temprano…” https://ficrol.com/posts/315686
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  • ── Se me olvidó qué noche es hoy.
    Me voy a casa antes del bullicio y tu deberías hacer lo mismo.
    No. Nada de tomar. ─
    Se peleaba con su manager, siempre.
    ── Se me olvidó qué noche es hoy. Me voy a casa antes del bullicio y tu deberías hacer lo mismo. No. Nada de tomar. ─ Se peleaba con su manager, siempre.
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  • FELIZ HALLOWEEN

    Ya es la hora de salir a conseguir dulces y embarrar de papel algunas casas. Recuerden, no coman mucho para que puedan seguir el paso... Y no, no estoy hablando de dulces
    FELIZ HALLOWEEN 🎃🎈 Ya es la hora de salir a conseguir dulces y embarrar de papel algunas casas. Recuerden, no coman mucho para que puedan seguir el paso... Y no, no estoy hablando de dulces :STK-39:
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  • Este será su primer Halloween desde que apareció (sin saber como) en casa de sus padres sin un solo ápice de memoria. Por lo que, sin saber qué esperar de este día, ha decidido quedarse en casa con sus hermanos, Katie y Tommy, viendo lo que los muggles llaman películas de miedo.

    La parte buena es que se han disfrazado con pijamas ridículos de animales. Cada cual más ridículo que el anterior.

    ⸻¡Feliz Halloween! ⸻ canturrea haciendo una entrada patéticamente triunfal en el salón donde sus hermanos aguardaban.
    Este será su primer Halloween desde que apareció (sin saber como) en casa de sus padres sin un solo ápice de memoria. Por lo que, sin saber qué esperar de este día, ha decidido quedarse en casa con sus hermanos, Katie y Tommy, viendo lo que los muggles llaman películas de miedo. La parte buena es que se han disfrazado con pijamas ridículos de animales. Cada cual más ridículo que el anterior. ⸻¡Feliz Halloween! ⸻ canturrea haciendo una entrada patéticamente triunfal en el salón donde sus hermanos aguardaban.
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