• Shoko estaba sentada en el alféizar de su ventana, observando el cielo teñido de tonos anaranjados mientras el sol se ocultaba tras los edificios del campus. En la distancia, podía escuchar los ecos lejanos de estudiantes jugando, riendo, viviendo vidas que parecían tan normales, tan mundanas.

    Con un suspiro, dejó caer su espalda contra el marco de la ventana. Sus días estaban llenos de exorcismos, entrenamientos y largas horas aprendiendo a salvar vidas en un mundo que la mayoría de las personas nunca conocería. No podía evitar pensar en cómo habría sido crecer sin maldiciones, sin este peso invisible. Quizá habría pasado más tiempo preocupándose por exámenes o clubes escolares en lugar de proteger su vida o la de sus compañeros.

    “¿Es raro que me sienta envidiosa?” murmuró para sí misma, revolviendo su cabello con una mano. Había veces que la normalidad parecía un lujo inalcanzable, una fantasía que nunca podría tocar.

    Sus pensamientos vagaron hacia algo más trivial pero igual de incómodo: el hecho de que nunca había tenido un novio, ni siquiera un pretendiente. Claro, eso no era exactamente una prioridad cuando se vivía entre maldiciones y misiones constantes, pero… ¿acaso era tan extraño querer experimentar algo típico? Un beso, por ejemplo. Algo que otras chicas de su edad parecían dar por sentado.

    Cerró los ojos, tratando de imaginar cómo sería. ¿Emocionante? ¿Incómodo? ¿Una completa decepción? Sus mejillas se tiñeron levemente de rojo al darse cuenta de que no tenía ni idea. Todo lo que sabía venía de películas o novelas que rara vez tenía tiempo de terminar.

    Entonces, un pensamiento surgió, absurdo al principio, pero difícil de ignorar. Había alguien en quien confiaba completamente, alguien que no se reiría de ella ni aprovecharía la situación. Suguru.

    La idea la hizo apretar los labios. Era ridículo, pero también tenía sentido de alguna manera. Suguru siempre había sido tranquilo, considerado y, sobre todo, respetuoso. Si había alguien con quien podía confiar para algo tan embarazoso, era él.

    Antes de darse cuenta, ya estaba bajándose del alféizar y caminando hacia la puerta de su habitación. Su corazón latía con fuerza mientras avanzaba por el pasillo, los ecos de sus pasos resonando en la quietud. Al llegar frente a la puerta de Suguru, alzó la mano para tocar, pero dudó un segundo.

    “Solo dilo rápido. No lo pienses demasiado,” se dijo en voz baja, intentando convencerse.

    Tocó dos veces.
    Apenas escuchó el chirrido de la puerta al empezar a abrirse, y que Suguru pudiera detenerse, las palabras salieron de su boca, rápidas y cortas:

    — Quiero que me beses. —

    El sonrojo que inundó su rostro no era por la emoción de la propuesta, ni por la curiosidad que la impulsaba a dar el paso. Era el calor de exponer esa vulnerabilidad, ese lado curioso y emocional que siempre trataba de mantener oculto bajo capas de indiferencia. No era como si estuviera nerviosa por el beso en sí, sino por mostrar una parte de sí misma que no acostumbraba compartir, especialmente con alguien como Suguru.

    Los latidos de su corazón aumentaron, no por el gesto, sino por la incomodidad de ser vista de esa manera, tan abierta y sin reservas.
    Suguru Geto
    Shoko estaba sentada en el alféizar de su ventana, observando el cielo teñido de tonos anaranjados mientras el sol se ocultaba tras los edificios del campus. En la distancia, podía escuchar los ecos lejanos de estudiantes jugando, riendo, viviendo vidas que parecían tan normales, tan mundanas. Con un suspiro, dejó caer su espalda contra el marco de la ventana. Sus días estaban llenos de exorcismos, entrenamientos y largas horas aprendiendo a salvar vidas en un mundo que la mayoría de las personas nunca conocería. No podía evitar pensar en cómo habría sido crecer sin maldiciones, sin este peso invisible. Quizá habría pasado más tiempo preocupándose por exámenes o clubes escolares en lugar de proteger su vida o la de sus compañeros. “¿Es raro que me sienta envidiosa?” murmuró para sí misma, revolviendo su cabello con una mano. Había veces que la normalidad parecía un lujo inalcanzable, una fantasía que nunca podría tocar. Sus pensamientos vagaron hacia algo más trivial pero igual de incómodo: el hecho de que nunca había tenido un novio, ni siquiera un pretendiente. Claro, eso no era exactamente una prioridad cuando se vivía entre maldiciones y misiones constantes, pero… ¿acaso era tan extraño querer experimentar algo típico? Un beso, por ejemplo. Algo que otras chicas de su edad parecían dar por sentado. Cerró los ojos, tratando de imaginar cómo sería. ¿Emocionante? ¿Incómodo? ¿Una completa decepción? Sus mejillas se tiñeron levemente de rojo al darse cuenta de que no tenía ni idea. Todo lo que sabía venía de películas o novelas que rara vez tenía tiempo de terminar. Entonces, un pensamiento surgió, absurdo al principio, pero difícil de ignorar. Había alguien en quien confiaba completamente, alguien que no se reiría de ella ni aprovecharía la situación. Suguru. La idea la hizo apretar los labios. Era ridículo, pero también tenía sentido de alguna manera. Suguru siempre había sido tranquilo, considerado y, sobre todo, respetuoso. Si había alguien con quien podía confiar para algo tan embarazoso, era él. Antes de darse cuenta, ya estaba bajándose del alféizar y caminando hacia la puerta de su habitación. Su corazón latía con fuerza mientras avanzaba por el pasillo, los ecos de sus pasos resonando en la quietud. Al llegar frente a la puerta de Suguru, alzó la mano para tocar, pero dudó un segundo. “Solo dilo rápido. No lo pienses demasiado,” se dijo en voz baja, intentando convencerse. Tocó dos veces. Apenas escuchó el chirrido de la puerta al empezar a abrirse, y que Suguru pudiera detenerse, las palabras salieron de su boca, rápidas y cortas: — Quiero que me beses. — El sonrojo que inundó su rostro no era por la emoción de la propuesta, ni por la curiosidad que la impulsaba a dar el paso. Era el calor de exponer esa vulnerabilidad, ese lado curioso y emocional que siempre trataba de mantener oculto bajo capas de indiferencia. No era como si estuviera nerviosa por el beso en sí, sino por mostrar una parte de sí misma que no acostumbraba compartir, especialmente con alguien como Suguru. Los latidos de su corazón aumentaron, no por el gesto, sino por la incomodidad de ser vista de esa manera, tan abierta y sin reservas. [Suguru.Geto]
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  • *Ya era de noche, Ate y Jormun están sentados en el sofá besándose. Los niños dormían, así que era la hora de los adultos*

    Ate, mi amor...

    *Dice Jormun besando el cuello de su esposa*

    ... te amo.

    Yo también te amo, Jormun.

    *Susurra con la respiración agitada. Siguen con los besos y caricias hasta que Jormun la coge en brazos, y divertidos, van a la habitación. El amor reina en la noche en la dimensión privada *
    *Ya era de noche, Ate y Jormun están sentados en el sofá besándose. Los niños dormían, así que era la hora de los adultos* Ate, mi amor... *Dice Jormun besando el cuello de su esposa* ... te amo. Yo también te amo, Jormun. *Susurra con la respiración agitada. Siguen con los besos y caricias hasta que Jormun la coge en brazos, y divertidos, van a la habitación. El amor reina en la noche en la dimensión privada *
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  • Esta noche avanza lentamente. La vieja camioneta traquetea un poco al recorrer las calles de piedra del austero poblado, pero su motor ronronea con una calma reconfortante, como si estuviera en sintonía con la tranquilidad de la noche. Las luces de las pocas casas encendidas proyectan sombras largas y caprichosas mientras el bosque cercano parece observarlos desde la oscuridad. Khan conduce en silencio, de vez en cuando dirigiéndole a Tolek Zientek una mirada fugaz y cálida, una sonrisa contenida en el borde de sus labios. No necesita muchas palabras para compartir lo que siente; su mera presencia lo dice todo.

    Más pronto que tarde, aparca en un rincón apartado, donde las estrellas brillan y el mundo parece tan lejano como el tiempo mismo.

    Sin más preámbulo, rodea el asiento y se sienta junto al brujo en la parte trasera. La noche es fría, pero el calor de su cuerpo les abriga.

    Miradas, un roce casual que se convierte en una caricia. Los dedos de Khan, ásperos y fuertes, exploran con ternura el rostro de Tolek, reconociendo al cachorro por quien veló tiempo atrás, aún sin las cicatrices. No permite que la tensión entre ambos crezca. Va a por sus labios para cubrirlos con un beso profundo, como si en ese acto hubiera un lenguaje propio que solo ellos comparten.

    Khan lo abraza, su mano recorriendo lentamente las suaves curvas de su espalda, acercándolo aún más en tanto se acomoda sobre él demandando el espacio entre sus piernas. Hay algo feroz y contenido en cada movimiento, una intensidad que parece arrastrar consigo ecos del fuego que encierra su pecho, de pasiones enterradas bajo capas de control y siglos de soledad.

    A pesar de su fuerza, Khan se muestra gentil, cuidando cada toque, cada caricia para con su amante.

    #SeductiveSunday #TheBalrog
    Esta noche avanza lentamente. La vieja camioneta traquetea un poco al recorrer las calles de piedra del austero poblado, pero su motor ronronea con una calma reconfortante, como si estuviera en sintonía con la tranquilidad de la noche. Las luces de las pocas casas encendidas proyectan sombras largas y caprichosas mientras el bosque cercano parece observarlos desde la oscuridad. Khan conduce en silencio, de vez en cuando dirigiéndole a [Tolek] una mirada fugaz y cálida, una sonrisa contenida en el borde de sus labios. No necesita muchas palabras para compartir lo que siente; su mera presencia lo dice todo. Más pronto que tarde, aparca en un rincón apartado, donde las estrellas brillan y el mundo parece tan lejano como el tiempo mismo. Sin más preámbulo, rodea el asiento y se sienta junto al brujo en la parte trasera. La noche es fría, pero el calor de su cuerpo les abriga. Miradas, un roce casual que se convierte en una caricia. Los dedos de Khan, ásperos y fuertes, exploran con ternura el rostro de Tolek, reconociendo al cachorro por quien veló tiempo atrás, aún sin las cicatrices. No permite que la tensión entre ambos crezca. Va a por sus labios para cubrirlos con un beso profundo, como si en ese acto hubiera un lenguaje propio que solo ellos comparten. Khan lo abraza, su mano recorriendo lentamente las suaves curvas de su espalda, acercándolo aún más en tanto se acomoda sobre él demandando el espacio entre sus piernas. Hay algo feroz y contenido en cada movimiento, una intensidad que parece arrastrar consigo ecos del fuego que encierra su pecho, de pasiones enterradas bajo capas de control y siglos de soledad. A pesar de su fuerza, Khan se muestra gentil, cuidando cada toque, cada caricia para con su amante. #SeductiveSunday #TheBalrog
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  • Claro que no funciona si somos tres mitades.

    Cuando hay más de dos personas, siempre hay más de dos verdades.

    Y hasta que todo caiga, bajo su propio peso. Sigo cargando mi karma sigo mintiendo con besos ~
    🎶 Claro que no funciona si somos tres mitades. Cuando hay más de dos personas, siempre hay más de dos verdades. Y hasta que todo caiga, bajo su propio peso. Sigo cargando mi karma sigo mintiendo con besos ~ 🎶
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  • —Sirius siguio dirigiendo su ejercito y entrenando a los niños que se llevo de la A.A.M,pero sintiendose muy miserable despues de lo que paso,en un momento se cruzo con Cassandra,esta lo tomo de su armadura y le dio un beso—


    "Te veo en mi oficina en diez...y quita esa cara tan larga,guapo~"


    —Sirius demostro muy emocionado y a la vez molesto,pero decidio aceptar su peticion y nuevamente tuvieron relaciones sexuales a escondidas,al terminar,este salio de la oficina de ella con marcas de besos con lapiz labial por doquier,marcas de dientes en el cuello y hombros—


    —¿Deberia matarla...o escaparme con ella?....
    —Sirius siguio dirigiendo su ejercito y entrenando a los niños que se llevo de la A.A.M,pero sintiendose muy miserable despues de lo que paso,en un momento se cruzo con Cassandra,esta lo tomo de su armadura y le dio un beso— "Te veo en mi oficina en diez...y quita esa cara tan larga,guapo~" —Sirius demostro muy emocionado y a la vez molesto,pero decidio aceptar su peticion y nuevamente tuvieron relaciones sexuales a escondidas,al terminar,este salio de la oficina de ella con marcas de besos con lapiz labial por doquier,marcas de dientes en el cuello y hombros— —¿Deberia matarla...o escaparme con ella?....
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  • *No sabe nada de su primo desde que peleara con su esposo. Ya había pasado días de eso y desconocía si lo volvería a ver*

    ¿En qué piensas, mi amor?

    En mi primo. Estoy segura que no lo volveré a ver.

    *Dice Ate algo triste. Jormun gruñe molesto*

    Entiendo que es tu primo.

    Estaba celoso, amado mío.

    Lo sé.

    *Contesta en un gruñido la serpiente de Midgard. Ate se abraza a él, reposando su cabeza en su hombro. Jormun da un beso en la frente a su esposa*

    Lo eres todo para mi, Ate. No sería el mismo sin ti.

    Jormun, esposo mío...

    *Ate gira la cabeza, mirando a los ojos de él *

    ... jamás te voy a dejar solo. Estamos juntos en esto. Hemos creado un hogar, una hermosa familia y eso nadie lo va romper.

    *Jormun acaricia el rostro de su esposa, sonriendole con ternura*

    A veces pienso que no te merezco.

    Si me mereces, mi amor.

    *Responde Ate. Jormun la besa con pasión *
    *No sabe nada de su primo desde que peleara con su esposo. Ya había pasado días de eso y desconocía si lo volvería a ver* ¿En qué piensas, mi amor? En mi primo. Estoy segura que no lo volveré a ver. *Dice Ate algo triste. Jormun gruñe molesto* Entiendo que es tu primo. Estaba celoso, amado mío. Lo sé. *Contesta en un gruñido la serpiente de Midgard. Ate se abraza a él, reposando su cabeza en su hombro. Jormun da un beso en la frente a su esposa* Lo eres todo para mi, Ate. No sería el mismo sin ti. Jormun, esposo mío... *Ate gira la cabeza, mirando a los ojos de él * ... jamás te voy a dejar solo. Estamos juntos en esto. Hemos creado un hogar, una hermosa familia y eso nadie lo va romper. *Jormun acaricia el rostro de su esposa, sonriendole con ternura* A veces pienso que no te merezco. Si me mereces, mi amor. *Responde Ate. Jormun la besa con pasión *
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  • 𝕷𝖆 𝖕𝖗𝖔𝖒𝖊𝖘𝖆 𝖉𝖊 𝕴𝖓𝖆𝖗𝖎 - 𝕽𝖊𝖈𝖚𝖊𝖗𝖉𝖔 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 (parte 2)

    Era consciente del transcurrir del tiempo, capaz de calcularlo con el paso de las estaciones. También era consciente de ver a otros animales nacer y morir sin que él sucumbiera a ese mismo paso del tiempo. No era inmortal: si se cortaba, sangraba, y eso era una prueba irrefutable de su mortalidad. Sin embargo, sus heridas sanaban con una velocidad que no era natural, y tampoco sucumbía a la enfermedad. Entonces recordó que, al nacer, una mano dorada acarició su pequeña cabeza. Era cálida, casi como un arrullo en una noche oscura, tan agradable como el abrazo de una madre. Ese gesto marcó la diferencia entre ser un zorro salvaje y lo que él era en ese momento.

    Era capaz de razonar todo aquello con una comprensión que rozaba lo humano o quizás, superior. Esa sensación cobró más fuerza cuando una voz lo llamó, una voz con la misma calidez de aquella mano que lo había arrullado al nacer. Se dejó guiar hasta llegar a ese lugar, fuera del plano donde solía estar. Era un océano infinito, donde al mirar hacia el horizonte no se podía distinguir dónde se separaban el cielo y el mar. El agua estaba tan quieta que ningún oleaje la alteraba, permaneciendo imperturbable. Solo cuando Kazuo posó sus patas sobre ella, unas pequeñas ondas desvelaron esa línea que diferenciaba el agua del cielo nocturno. Caminó sobre el mar como si fuera tierra firme, sin que el peso de su cuerpo lo hundiera. Mientras avanzaba, vio dos inmensos koi tan blancos como su pelaje, nadando bajo sus patas y guiándole el camino a seguir.

    Fue entonces, después de caminar durante un tiempo indefinido, que una figura apareció ante él. Su resplandor era dorado, tan brillante y cálido que resultaba imposible no deslumbrarse con su luz. Su rostro no se definía por un género; era imposible identificar si era hombre o mujer. Ese ser trascendía todas esas limitaciones. Era su madre, no la que le dio a luz, sino quien le dio la vida. Fue quien lo convirtió en lo que era, otorgándole ese pelaje color de luna, esos ojos color zafiro y ese poder que emanaba de su interior. Sus auras eran prácticamente iguales, como si Kazuo fuese una extensión de aquel ser. Finalmente, aquella majestuosa figura habló.

    —Hijo mío, siento orgullo del ser tan magnífico en el que te has convertido —decía con una voz dulce, que calaba hondo en el pecho del zorro.

    Kazuo podía entender sus palabras, aunque estas no fueran verbalizadas como tal. Era como si tomaran significado en su mente, proyectándose directamente en sus pensamientos.

    —Madre... Inari... —musitó él a través de esa conexión mental que ambos habían establecido.

    No entendía por qué sabía aquello; simplemente lo supo, como algo que llegó a él de manera tan natural como respirar.

    —Eres mi conexión en la Tierra; tú y tus hermanos sois mis ojos, la forma en que puedo llegar a todos los que necesitan mi bendición. Eres parte de mí, y yo soy parte de ti —continuó el kami.

    —Necesito que seas mi mensajero, aquel que lleve mi bondad y que me traiga el anhelo de aquellos que merecen mi gracia. Quiero que seas mi representación en la Tierra —añadió con una calma profunda.

    Las palabras de su madre se asentaron en el pecho de Kazuo, quien asintió suavemente, comprendiendo todo lo que ella le decía. Para él, de una forma inexplicable, todo aquello tenía sentido.

    El kami se acercó a él lentamente. Se arrodilló frente al zorro con extrema humildad, acunando su cabeza entre sus manos y entrelazando sus largos dedos en su pelaje. Kazuo cerró los ojos al sentir el contacto; era cálido, era como estar en casa. Aquella figura mística se inclinó para besarle la frente, como si le otorgara un beso de infinita gratitud.

    —Te amo, hijo mío. Gracias por existir —dijo, susurrando contra su piel.

    Y tras eso, el tintineo de una pequeña campana. Al abrir los ojos, todo había desaparecido, como si de un chasquido sordo lo hubiese despertado de un profundo sueño. Solo que aquello no había sido un sueño. Ahora Kazuo comprendía el propósito de su existencia y cuál sería su cometido de aquí en adelante. Cumpliría su misión hasta exhalar su último aliento, si es que eso llegara a suceder algún día. Fue entonces cuando Kazuo alcanzó un nivel de consciencia mayor que el de cualquier humano o ser terrenal, sellando su destino con una promesa eterna.
    𝕷𝖆 𝖕𝖗𝖔𝖒𝖊𝖘𝖆 𝖉𝖊 𝕴𝖓𝖆𝖗𝖎 - 𝕽𝖊𝖈𝖚𝖊𝖗𝖉𝖔 𝖉𝖊 𝖚𝖓 𝖅𝖔𝖗𝖗𝖔 (parte 2) Era consciente del transcurrir del tiempo, capaz de calcularlo con el paso de las estaciones. También era consciente de ver a otros animales nacer y morir sin que él sucumbiera a ese mismo paso del tiempo. No era inmortal: si se cortaba, sangraba, y eso era una prueba irrefutable de su mortalidad. Sin embargo, sus heridas sanaban con una velocidad que no era natural, y tampoco sucumbía a la enfermedad. Entonces recordó que, al nacer, una mano dorada acarició su pequeña cabeza. Era cálida, casi como un arrullo en una noche oscura, tan agradable como el abrazo de una madre. Ese gesto marcó la diferencia entre ser un zorro salvaje y lo que él era en ese momento. Era capaz de razonar todo aquello con una comprensión que rozaba lo humano o quizás, superior. Esa sensación cobró más fuerza cuando una voz lo llamó, una voz con la misma calidez de aquella mano que lo había arrullado al nacer. Se dejó guiar hasta llegar a ese lugar, fuera del plano donde solía estar. Era un océano infinito, donde al mirar hacia el horizonte no se podía distinguir dónde se separaban el cielo y el mar. El agua estaba tan quieta que ningún oleaje la alteraba, permaneciendo imperturbable. Solo cuando Kazuo posó sus patas sobre ella, unas pequeñas ondas desvelaron esa línea que diferenciaba el agua del cielo nocturno. Caminó sobre el mar como si fuera tierra firme, sin que el peso de su cuerpo lo hundiera. Mientras avanzaba, vio dos inmensos koi tan blancos como su pelaje, nadando bajo sus patas y guiándole el camino a seguir. Fue entonces, después de caminar durante un tiempo indefinido, que una figura apareció ante él. Su resplandor era dorado, tan brillante y cálido que resultaba imposible no deslumbrarse con su luz. Su rostro no se definía por un género; era imposible identificar si era hombre o mujer. Ese ser trascendía todas esas limitaciones. Era su madre, no la que le dio a luz, sino quien le dio la vida. Fue quien lo convirtió en lo que era, otorgándole ese pelaje color de luna, esos ojos color zafiro y ese poder que emanaba de su interior. Sus auras eran prácticamente iguales, como si Kazuo fuese una extensión de aquel ser. Finalmente, aquella majestuosa figura habló. —Hijo mío, siento orgullo del ser tan magnífico en el que te has convertido —decía con una voz dulce, que calaba hondo en el pecho del zorro. Kazuo podía entender sus palabras, aunque estas no fueran verbalizadas como tal. Era como si tomaran significado en su mente, proyectándose directamente en sus pensamientos. —Madre... Inari... —musitó él a través de esa conexión mental que ambos habían establecido. No entendía por qué sabía aquello; simplemente lo supo, como algo que llegó a él de manera tan natural como respirar. —Eres mi conexión en la Tierra; tú y tus hermanos sois mis ojos, la forma en que puedo llegar a todos los que necesitan mi bendición. Eres parte de mí, y yo soy parte de ti —continuó el kami. —Necesito que seas mi mensajero, aquel que lleve mi bondad y que me traiga el anhelo de aquellos que merecen mi gracia. Quiero que seas mi representación en la Tierra —añadió con una calma profunda. Las palabras de su madre se asentaron en el pecho de Kazuo, quien asintió suavemente, comprendiendo todo lo que ella le decía. Para él, de una forma inexplicable, todo aquello tenía sentido. El kami se acercó a él lentamente. Se arrodilló frente al zorro con extrema humildad, acunando su cabeza entre sus manos y entrelazando sus largos dedos en su pelaje. Kazuo cerró los ojos al sentir el contacto; era cálido, era como estar en casa. Aquella figura mística se inclinó para besarle la frente, como si le otorgara un beso de infinita gratitud. —Te amo, hijo mío. Gracias por existir —dijo, susurrando contra su piel. Y tras eso, el tintineo de una pequeña campana. Al abrir los ojos, todo había desaparecido, como si de un chasquido sordo lo hubiese despertado de un profundo sueño. Solo que aquello no había sido un sueño. Ahora Kazuo comprendía el propósito de su existencia y cuál sería su cometido de aquí en adelante. Cumpliría su misión hasta exhalar su último aliento, si es que eso llegara a suceder algún día. Fue entonces cuando Kazuo alcanzó un nivel de consciencia mayor que el de cualquier humano o ser terrenal, sellando su destino con una promesa eterna.
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  • A veces lo único que pienso es en todas las formas en que puedo devorarte... con besos, lamidas y mordidas. Disfruta el aroma...
    A veces lo único que pienso es en todas las formas en que puedo devorarte... con besos, lamidas y mordidas. Disfruta el aroma...
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  • El beso

    Después de meses separados debido a circunstancias inesperadas, finalmente se reencuentran en la estación de tren, donde todo comenzó para ellos. Ambos han contado los días, horas y minutos hasta este momento, cada uno soportando la distancia con la esperanza de volver a estar juntos.

    La estación está llena de gente, con el bullicio característico de personas que van y vienen. Sin embargo, el tiempo parece detenerse. Ella espera ansiosa junto a la plataforma, su corazón latiendo con fuerza mientras el tren se aproxima.

    El tren se detiene, y la puerta de uno de los vagones se abre. El baja con su maleta, buscando entre la multitud. Sus ojos finalmente encuentran los de ella, y en ese instante, todas las emociones contenidas durante los meses de separación brotan a la superficie.

    Ella corre hacia él, sus ojos brillando con lágrimas de felicidad. Juan deja caer su maleta, abriendo los brazos justo a tiempo para recibirla en un abrazo firme y cálido. El mundo alrededor se desvanece, dejándolos solo a ellos dos en su burbuja de amor y reencuentro.

    Se miran a los ojos, sus corazones latiendo al unísono. Sin decir más, el inclina la cabeza y acerca sus labios a los de ella. Ella cierra los ojos, dejándose llevar por la intensidad del momento. Sus labios se encuentran en un beso profundo y apasionado, cargado de todas las emociones acumuladas durante su tiempo separados: el anhelo, el amor, la esperanza.

    Es un beso que habla de promesas renovadas, de la alegría de estar juntos de nuevo, de un futuro compartido. La gente a su alrededor sigue moviéndose, pero para ellos, el tiempo ha dejado de existir. Solo están ellos, en un momento de completa conexión.

    Finalmente, se separan, aunque solo lo suficiente para mirarse de nuevo a los ojos. El apoya su frente contra la de ella, sonriendo.

    Con una sonrisa compartida, el recoge su maleta y, tomados de la mano, se dirigen hacia la salida de la estación, listos para enfrentar lo que venga, juntos.
    El beso Después de meses separados debido a circunstancias inesperadas, finalmente se reencuentran en la estación de tren, donde todo comenzó para ellos. Ambos han contado los días, horas y minutos hasta este momento, cada uno soportando la distancia con la esperanza de volver a estar juntos. La estación está llena de gente, con el bullicio característico de personas que van y vienen. Sin embargo, el tiempo parece detenerse. Ella espera ansiosa junto a la plataforma, su corazón latiendo con fuerza mientras el tren se aproxima. El tren se detiene, y la puerta de uno de los vagones se abre. El baja con su maleta, buscando entre la multitud. Sus ojos finalmente encuentran los de ella, y en ese instante, todas las emociones contenidas durante los meses de separación brotan a la superficie. Ella corre hacia él, sus ojos brillando con lágrimas de felicidad. Juan deja caer su maleta, abriendo los brazos justo a tiempo para recibirla en un abrazo firme y cálido. El mundo alrededor se desvanece, dejándolos solo a ellos dos en su burbuja de amor y reencuentro. Se miran a los ojos, sus corazones latiendo al unísono. Sin decir más, el inclina la cabeza y acerca sus labios a los de ella. Ella cierra los ojos, dejándose llevar por la intensidad del momento. Sus labios se encuentran en un beso profundo y apasionado, cargado de todas las emociones acumuladas durante su tiempo separados: el anhelo, el amor, la esperanza. Es un beso que habla de promesas renovadas, de la alegría de estar juntos de nuevo, de un futuro compartido. La gente a su alrededor sigue moviéndose, pero para ellos, el tiempo ha dejado de existir. Solo están ellos, en un momento de completa conexión. Finalmente, se separan, aunque solo lo suficiente para mirarse de nuevo a los ojos. El apoya su frente contra la de ella, sonriendo. Con una sonrisa compartida, el recoge su maleta y, tomados de la mano, se dirigen hacia la salida de la estación, listos para enfrentar lo que venga, juntos.
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  • Vestigia .. Prodigio Abnegación

    " Abrazado fuí, por todo lo que fuiste cuando te conocí, te Vi y te ame y no supe más de mi, te adore locamente, encantado de la inocencia que irradiaba tu alma, tu sonrisa y esos hermosos labios rosados, ojos color miel, me enamore, vagamente.. un tirano enamorado es lo mismo que un guerrero derribado, todo fue lo mismo a un sueño, pero nada es para siempre dice la lluvia de noviembre, no te culpo por haber cambiado, no soy culpable por no querer cambiar, al bailar formamos bajo nuestros pies una galaxia brillante de esperanza y fé, y no fue suficiente, le abriste la puerta al mundo, olvidando nuestros principios, y fui tentado a desquiciar mi forma de actuar, pero soy Basilio, lo llevo en el alma, un beso las gracias y que la vida ponga a cada quien en su lugar .
    Vestigia .. Prodigio Abnegación " Abrazado fuí, por todo lo que fuiste cuando te conocí, te Vi y te ame y no supe más de mi, te adore locamente, encantado de la inocencia que irradiaba tu alma, tu sonrisa y esos hermosos labios rosados, ojos color miel, me enamore, vagamente.. un tirano enamorado es lo mismo que un guerrero derribado, todo fue lo mismo a un sueño, pero nada es para siempre dice la lluvia de noviembre, no te culpo por haber cambiado, no soy culpable por no querer cambiar, al bailar formamos bajo nuestros pies una galaxia brillante de esperanza y fé, y no fue suficiente, le abriste la puerta al mundo, olvidando nuestros principios, y fui tentado a desquiciar mi forma de actuar, pero soy Basilio, lo llevo en el alma, un beso las gracias y que la vida ponga a cada quien en su lugar .
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