Treacherous
❪❪ ೃ°. ⋮ 𝐴𝑛𝑑 𝐼'𝑑 𝑏𝑒 𝑠𝑚𝑎𝑟𝑡 𝑡𝑜 𝑤𝑎𝑙𝑘 𝑎𝑤𝑎𝑦... 𝑏𝑢𝑡 𝑦𝑜𝑢'𝑟𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑐𝑘𝑠𝑎𝑛𝑑 [dragontears]
—Obviamente, para el gran duque del fuerte Merópide, aquella noche era importante. No sólo porque llevaba media vida queriendo encontrarse en una situación semejante con el Juez; no sólo porque simplemente una mirada podía evocar en él las emociones más fuertes e intensas que había sentido en mucho tiempo; no sólo porque, dioses... ¿Cómo se ataba una corbata? Sus manos se han enredado simplemente al intentarlo. No pueden ser nervios, él no se pone nervioso.
Pero su pulso se acelera, y si no se tratase de la familiaridad de su rostro en el espejo, casi podría confundir las perlas de sudor y el palpitar de las venas del cuello con la misma expresión que los internos tienen cuando Wriothesley debe felicitarles por un día de trabajo bien hecho.
Sigewine está correteando por la habitación, ayudándole a vestirse y comentando chicharamente los últimos acontecimientos de la enfermería. Por un momento, ha considerado afeitarse, pero eso le llevaría mucho tiempo y haría su expresión todavía más vulnerable, así que decide descartar esa opción, coger su abrigo y dirigirse a la puerta—. Si ocurre algo, manda a Genevieve a buscarme. —Pronunció. Sigewine simplemente sonrió, como si tuviese un secreto muy divertido en la punta de la lengua; un secreto que Wriothesley prefería desconocer.
Llegar a la Opera Epiclese no le costó demasiado; a fin de cuentas, las distancias eran fácilmente salvables.
Encontrar a Neuvillette en la puerta de su despacho, hablando con una de sus queridas Melusinas, sin embargo, fue un golpe mucho más duro. A la hermosa luz de la Ópera, el Juez Supremo de la Corte lucía menos humano que nunca, con aquellos gestos etéreos que le caracterizaban; su largo cabello platino que reflejaba los diversos e intensos colores de las vidrieras, el rostro ángulos y afilado, y a la vez suave, de infinita sabiduría y bondad. Era un rostro hermoso, sí; posiblemente más bello que la propia belleza.
Wriothesley se recreó en aquella imagen un poco más, asustado de interrumpirla; como la primera vez que vio un cristalóptero. La belleza sólo era posible conservarla en aquellas imágenes, aquellas fotografías, aquellos momentos congelados robados al mismísimo tiempo.
Después, la misma realidad los acababa estropeando—. ¿Llego temprano?
—Obviamente, para el gran duque del fuerte Merópide, aquella noche era importante. No sólo porque llevaba media vida queriendo encontrarse en una situación semejante con el Juez; no sólo porque simplemente una mirada podía evocar en él las emociones más fuertes e intensas que había sentido en mucho tiempo; no sólo porque, dioses... ¿Cómo se ataba una corbata? Sus manos se han enredado simplemente al intentarlo. No pueden ser nervios, él no se pone nervioso.
Pero su pulso se acelera, y si no se tratase de la familiaridad de su rostro en el espejo, casi podría confundir las perlas de sudor y el palpitar de las venas del cuello con la misma expresión que los internos tienen cuando Wriothesley debe felicitarles por un día de trabajo bien hecho.
Sigewine está correteando por la habitación, ayudándole a vestirse y comentando chicharamente los últimos acontecimientos de la enfermería. Por un momento, ha considerado afeitarse, pero eso le llevaría mucho tiempo y haría su expresión todavía más vulnerable, así que decide descartar esa opción, coger su abrigo y dirigirse a la puerta—. Si ocurre algo, manda a Genevieve a buscarme. —Pronunció. Sigewine simplemente sonrió, como si tuviese un secreto muy divertido en la punta de la lengua; un secreto que Wriothesley prefería desconocer.
Llegar a la Opera Epiclese no le costó demasiado; a fin de cuentas, las distancias eran fácilmente salvables.
Encontrar a Neuvillette en la puerta de su despacho, hablando con una de sus queridas Melusinas, sin embargo, fue un golpe mucho más duro. A la hermosa luz de la Ópera, el Juez Supremo de la Corte lucía menos humano que nunca, con aquellos gestos etéreos que le caracterizaban; su largo cabello platino que reflejaba los diversos e intensos colores de las vidrieras, el rostro ángulos y afilado, y a la vez suave, de infinita sabiduría y bondad. Era un rostro hermoso, sí; posiblemente más bello que la propia belleza.
Wriothesley se recreó en aquella imagen un poco más, asustado de interrumpirla; como la primera vez que vio un cristalóptero. La belleza sólo era posible conservarla en aquellas imágenes, aquellas fotografías, aquellos momentos congelados robados al mismísimo tiempo.
Después, la misma realidad los acababa estropeando—. ¿Llego temprano?
❪❪ ೃ°. ⋮ 𝐴𝑛𝑑 𝐼'𝑑 𝑏𝑒 𝑠𝑚𝑎𝑟𝑡 𝑡𝑜 𝑤𝑎𝑙𝑘 𝑎𝑤𝑎𝑦... 𝑏𝑢𝑡 𝑦𝑜𝑢'𝑟𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑐𝑘𝑠𝑎𝑛𝑑 [dragontears]
—Obviamente, para el gran duque del fuerte Merópide, aquella noche era importante. No sólo porque llevaba media vida queriendo encontrarse en una situación semejante con el Juez; no sólo porque simplemente una mirada podía evocar en él las emociones más fuertes e intensas que había sentido en mucho tiempo; no sólo porque, dioses... ¿Cómo se ataba una corbata? Sus manos se han enredado simplemente al intentarlo. No pueden ser nervios, él no se pone nervioso.
Pero su pulso se acelera, y si no se tratase de la familiaridad de su rostro en el espejo, casi podría confundir las perlas de sudor y el palpitar de las venas del cuello con la misma expresión que los internos tienen cuando Wriothesley debe felicitarles por un día de trabajo bien hecho.
Sigewine está correteando por la habitación, ayudándole a vestirse y comentando chicharamente los últimos acontecimientos de la enfermería. Por un momento, ha considerado afeitarse, pero eso le llevaría mucho tiempo y haría su expresión todavía más vulnerable, así que decide descartar esa opción, coger su abrigo y dirigirse a la puerta—. Si ocurre algo, manda a Genevieve a buscarme. —Pronunció. Sigewine simplemente sonrió, como si tuviese un secreto muy divertido en la punta de la lengua; un secreto que Wriothesley prefería desconocer.
Llegar a la Opera Epiclese no le costó demasiado; a fin de cuentas, las distancias eran fácilmente salvables.
Encontrar a Neuvillette en la puerta de su despacho, hablando con una de sus queridas Melusinas, sin embargo, fue un golpe mucho más duro. A la hermosa luz de la Ópera, el Juez Supremo de la Corte lucía menos humano que nunca, con aquellos gestos etéreos que le caracterizaban; su largo cabello platino que reflejaba los diversos e intensos colores de las vidrieras, el rostro ángulos y afilado, y a la vez suave, de infinita sabiduría y bondad. Era un rostro hermoso, sí; posiblemente más bello que la propia belleza.
Wriothesley se recreó en aquella imagen un poco más, asustado de interrumpirla; como la primera vez que vio un cristalóptero. La belleza sólo era posible conservarla en aquellas imágenes, aquellas fotografías, aquellos momentos congelados robados al mismísimo tiempo.
Después, la misma realidad los acababa estropeando—. ¿Llego temprano?
Tipo
Individual
Líneas
2
Estado
Disponible