Un pequeño mal necesario
Fandom SLAYERS
Categoría Anime / Mangas
Aquella tarde Reena se encaminó hacia la taberna de la posada. Necesitada de algo que, al menos temporalmente, nublara sus pensamientos y le hiciera olvidar todo lo que había ocurrido en los últimos días.

Las tensiones en su grupo de amigos seguían creciendo y ella se sentía cada vez más sola, solo hallando consuelo en los brazos de Xellos. El único que estaba realmente con ella.

Entró en la taberna. El ambiente en el establecimiento estaba impregnado de conversaciones apagadas y de clientes con sus miradas perdidas en las profundidades de sus bebidas.

El dueño de la posada, un hombre de semblante curtido por años de escuchar historias de aventureros y borrachos por igual, la atendió.

Reena le pidió un vaso del licor más fuerte que había, el licor Fuego de Dragón. El dueño de la posada escrutó a Reena como si estuviera evaluando si realmente debía de servirle aquella bebida.

Finalmente le sirvió un vaso de aquel licor, un licor oscuro como la noche y con reflejos rojizos como el fuego.

Reena observó la bebida con curiosidad antes de llevarla a sus labios. El sabor impactante invadió su paladar. Era como un hechizo que la transportaba instantáneamente a otro mundo. Al mismo tiempo su nariz se arrugó con el intenso amargor que perduró en su boca.

El dueño la miró con un ceño preocupado y le advirtió:

—Tenga cuidado, señorita. Este licor puede nublar la mente con una sola copa.

La joven hechicera pagó su bebida con una sonrisa forzada y revisó su bolsa de dinero. Suspiró con frustración al descubrir que no tenía suficiente dinero para otro trago.

Observó a su alrededor, notando la clientela apática y absorta en sus propias preocupaciones. La decisión de robar la botella y dos vasos no fue tan difícil de tomar. Era un acto impulsivo, casi como un conjuro impredecible.

Aprovechando un momento de distracción terminó el contenido de su vaso de un solo trago, se bajó del taburete en el que estaba sentada y se coló detrás de la barra. No tardó demasiado en apoderarse de la botella y de dos pequeños vasos de cristal.

Sin embargo, el destino no le sería tan amable, pues el dueño de la posada regresó en el peor momento posible.

Reena se ocultó detrás de unos barriles, sintiendo la tensión en el aire. El hombre, ajeno a la intrusa, se ocupó de otros asuntos.

Reena estaba a punto de ser descubierta. Sudaba frío mientras esperaba en silencio. Cada segundo que pasaba le parecía una eternidad.

Finalmente, para suerte de Reena, el dueño de la posada se alejó de la barra. Sin perder tiempo, la hechicera aprovechó la oportunidad para salir de su escondite y escapar con la botella y los vasos.

La adrenalina la acompañó en su huída, llevándola a su habitación en la misma posada, donde esperaba que allí estuviera Xellos.
Aquella tarde Reena se encaminó hacia la taberna de la posada. Necesitada de algo que, al menos temporalmente, nublara sus pensamientos y le hiciera olvidar todo lo que había ocurrido en los últimos días. Las tensiones en su grupo de amigos seguían creciendo y ella se sentía cada vez más sola, solo hallando consuelo en los brazos de Xellos. El único que estaba realmente con ella. Entró en la taberna. El ambiente en el establecimiento estaba impregnado de conversaciones apagadas y de clientes con sus miradas perdidas en las profundidades de sus bebidas. El dueño de la posada, un hombre de semblante curtido por años de escuchar historias de aventureros y borrachos por igual, la atendió. Reena le pidió un vaso del licor más fuerte que había, el licor Fuego de Dragón. El dueño de la posada escrutó a Reena como si estuviera evaluando si realmente debía de servirle aquella bebida. Finalmente le sirvió un vaso de aquel licor, un licor oscuro como la noche y con reflejos rojizos como el fuego. Reena observó la bebida con curiosidad antes de llevarla a sus labios. El sabor impactante invadió su paladar. Era como un hechizo que la transportaba instantáneamente a otro mundo. Al mismo tiempo su nariz se arrugó con el intenso amargor que perduró en su boca. El dueño la miró con un ceño preocupado y le advirtió: —Tenga cuidado, señorita. Este licor puede nublar la mente con una sola copa. La joven hechicera pagó su bebida con una sonrisa forzada y revisó su bolsa de dinero. Suspiró con frustración al descubrir que no tenía suficiente dinero para otro trago. Observó a su alrededor, notando la clientela apática y absorta en sus propias preocupaciones. La decisión de robar la botella y dos vasos no fue tan difícil de tomar. Era un acto impulsivo, casi como un conjuro impredecible. Aprovechando un momento de distracción terminó el contenido de su vaso de un solo trago, se bajó del taburete en el que estaba sentada y se coló detrás de la barra. No tardó demasiado en apoderarse de la botella y de dos pequeños vasos de cristal. Sin embargo, el destino no le sería tan amable, pues el dueño de la posada regresó en el peor momento posible. Reena se ocultó detrás de unos barriles, sintiendo la tensión en el aire. El hombre, ajeno a la intrusa, se ocupó de otros asuntos. Reena estaba a punto de ser descubierta. Sudaba frío mientras esperaba en silencio. Cada segundo que pasaba le parecía una eternidad. Finalmente, para suerte de Reena, el dueño de la posada se alejó de la barra. Sin perder tiempo, la hechicera aprovechó la oportunidad para salir de su escondite y escapar con la botella y los vasos. La adrenalina la acompañó en su huída, llevándola a su habitación en la misma posada, donde esperaba que allí estuviera Xellos.
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