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Los labios de Xellos se encontraron con los suyos y se fusionaron en un beso ardiente que ella no dudó en responder.
La habitación se desvaneció en un remolino de emociones, y Reena quedó atrapada en la vorágine de su deseo.
Sentía un incontrolable fuego ardiendo en su interior con fuerza. Anhelaba más, mucho más. Era como si estuviera perdiendo la razón.
Sus manos, temblorosas de pasión, recorrieron los contornos del rostro masculino con una intensidad que reflejaba su necesidad desenfrenada.
Le miró a los ojos cuando él rompió el beso y escuchó sus palabras.
—Xellos... —susurró con gratitud y con sus ojos destilando un deseo incontrolable.
Esta vez fue ella quien se acercó a él con una determinación febril, su aliento entremezclándose con el ajeno en un torbellino de deseo.
Cada caricia, cada beso, no eran suficientes. Necesitaba más, anhelaba más. Sus dedos se deslizaron desde su nuca, explorando la curva de sus hombros y descendiendo por su espalda mientras sus labios seguían devorándolo.
No quería que se detuviera, no podía, porque lo que sentía por Xellos trascendía la pasión, era un vínculo que desafiaba la razón. Y dentro de todo ese caos que él desataba en ella, se sentía verdaderamente libre.
—Xellos, no... no quiero parar... —murmuró Reena entre besos.
Sus palabras cargadas de deseo y anhelo buscaban que él supiera que no iba a detenerle esta vez.
Los labios de Xellos se encontraron con los suyos y se fusionaron en un beso ardiente que ella no dudó en responder.
La habitación se desvaneció en un remolino de emociones, y Reena quedó atrapada en la vorágine de su deseo.
Sentía un incontrolable fuego ardiendo en su interior con fuerza. Anhelaba más, mucho más. Era como si estuviera perdiendo la razón.
Sus manos, temblorosas de pasión, recorrieron los contornos del rostro masculino con una intensidad que reflejaba su necesidad desenfrenada.
Le miró a los ojos cuando él rompió el beso y escuchó sus palabras.
—Xellos... —susurró con gratitud y con sus ojos destilando un deseo incontrolable.
Esta vez fue ella quien se acercó a él con una determinación febril, su aliento entremezclándose con el ajeno en un torbellino de deseo.
Cada caricia, cada beso, no eran suficientes. Necesitaba más, anhelaba más. Sus dedos se deslizaron desde su nuca, explorando la curva de sus hombros y descendiendo por su espalda mientras sus labios seguían devorándolo.
No quería que se detuviera, no podía, porque lo que sentía por Xellos trascendía la pasión, era un vínculo que desafiaba la razón. Y dentro de todo ese caos que él desataba en ella, se sentía verdaderamente libre.
—Xellos, no... no quiero parar... —murmuró Reena entre besos.
Sus palabras cargadas de deseo y anhelo buscaban que él supiera que no iba a detenerle esta vez.
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Los labios de Xellos se encontraron con los suyos y se fusionaron en un beso ardiente que ella no dudó en responder.
La habitación se desvaneció en un remolino de emociones, y Reena quedó atrapada en la vorágine de su deseo.
Sentía un incontrolable fuego ardiendo en su interior con fuerza. Anhelaba más, mucho más. Era como si estuviera perdiendo la razón.
Sus manos, temblorosas de pasión, recorrieron los contornos del rostro masculino con una intensidad que reflejaba su necesidad desenfrenada.
Le miró a los ojos cuando él rompió el beso y escuchó sus palabras.
—Xellos... —susurró con gratitud y con sus ojos destilando un deseo incontrolable.
Esta vez fue ella quien se acercó a él con una determinación febril, su aliento entremezclándose con el ajeno en un torbellino de deseo.
Cada caricia, cada beso, no eran suficientes. Necesitaba más, anhelaba más. Sus dedos se deslizaron desde su nuca, explorando la curva de sus hombros y descendiendo por su espalda mientras sus labios seguían devorándolo.
No quería que se detuviera, no podía, porque lo que sentía por Xellos trascendía la pasión, era un vínculo que desafiaba la razón. Y dentro de todo ese caos que él desataba en ella, se sentía verdaderamente libre.
—Xellos, no... no quiero parar... —murmuró Reena entre besos.
Sus palabras cargadas de deseo y anhelo buscaban que él supiera que no iba a detenerle esta vez.