●• Camino a la libertad.
Categoría Terror
Habían trascurrido apenas un par de semanas en alta mar en el momento en que los tripulantes del barco susurraban por los rincones, atemorizados de ser escuchados por los pasajeros, el miedo se refleja en la mirada de cada uno de ellos, la pérdida de cinco compañeros no había pasado desapercibida, todos ellos temían caminar solos por la cubierta o los pequeños recovecos oscuros, nadie sabía que era lo que los amenaza ni en que momento podían ser los siguientes o si lo serian, pero podían sentirlo en sus entrañas.

—¡VAMOS A MORÍ! —

Grito lleno de terror al salir de un camarote un hombre grande y corpulento qué lucia sudoroso, las manos le temblaban y esas palabras parecían surgir de lo más profundo de él, la locura causada por la incertidumbre era clara podía notarse en su mirada, uno de sus compañeros le tapo la boca en un intento de no llamar la atención de los pasajeros.

—No hagan caso, está jugando solo desea asustarlos. —

Dijo alejándose aquel sujeto qué iba sonriendo, fingiendo estar divertido con lo dicho por su compañero mientras tiraba de él para llevarlo hasta un lugar apartado, dándole un fuerte puñetazo en el rostro haciéndolo caer al suelo.—¡Cállate! Maldito cobarde donde demonios tienes la cabeza, ¿quieres causar pánico? ¿No es suficiente con ignorar qué le está pasando a la tripulación? — concluyó con una fuerte patada directa en el estómago del hombre que yacía en el suelo. —Ahora continúa con tu trabajo o yo seré quien te arroje por la borda, al fin tu muerte si tendrá explicación. — El hombre sonrió con malicia alejándose por el pasillo sin percatarse qué había alguien más observando sus acciones.

De a poco el marinero qué yacía en el suelo recobro el aliento y aun hecho trisas murmura - vamos a morir, yo sé lo que les digo. — En su mente el recuerdo de un acontecimiento presenciado por él volvió a su cabeza, la oscuridad qué reina en ese instante vivido, un sonido extraño o la ausencia de este le hacía latir el corazón a toda prisa, no alcanza a ver ni las palmas de sus manos, un viento gélido le acaricio la mejilla haciendo que manotee tratando de alejar aquello que roso su piel en conjunto con ese grito aterrador qué le heló la sangre inmovilizar su cuerpo y aquel crujido de huesos romperse cierra los ojos rogando no ser el siguiente hasta él colapsa en la inconsciencia, despertando en medio de una habitación cubierto de sangre.
Habían trascurrido apenas un par de semanas en alta mar en el momento en que los tripulantes del barco susurraban por los rincones, atemorizados de ser escuchados por los pasajeros, el miedo se refleja en la mirada de cada uno de ellos, la pérdida de cinco compañeros no había pasado desapercibida, todos ellos temían caminar solos por la cubierta o los pequeños recovecos oscuros, nadie sabía que era lo que los amenaza ni en que momento podían ser los siguientes o si lo serian, pero podían sentirlo en sus entrañas. —¡VAMOS A MORÍ! — Grito lleno de terror al salir de un camarote un hombre grande y corpulento qué lucia sudoroso, las manos le temblaban y esas palabras parecían surgir de lo más profundo de él, la locura causada por la incertidumbre era clara podía notarse en su mirada, uno de sus compañeros le tapo la boca en un intento de no llamar la atención de los pasajeros. —No hagan caso, está jugando solo desea asustarlos. — Dijo alejándose aquel sujeto qué iba sonriendo, fingiendo estar divertido con lo dicho por su compañero mientras tiraba de él para llevarlo hasta un lugar apartado, dándole un fuerte puñetazo en el rostro haciéndolo caer al suelo.—¡Cállate! Maldito cobarde donde demonios tienes la cabeza, ¿quieres causar pánico? ¿No es suficiente con ignorar qué le está pasando a la tripulación? — concluyó con una fuerte patada directa en el estómago del hombre que yacía en el suelo. —Ahora continúa con tu trabajo o yo seré quien te arroje por la borda, al fin tu muerte si tendrá explicación. — El hombre sonrió con malicia alejándose por el pasillo sin percatarse qué había alguien más observando sus acciones. De a poco el marinero qué yacía en el suelo recobro el aliento y aun hecho trisas murmura - vamos a morir, yo sé lo que les digo. — En su mente el recuerdo de un acontecimiento presenciado por él volvió a su cabeza, la oscuridad qué reina en ese instante vivido, un sonido extraño o la ausencia de este le hacía latir el corazón a toda prisa, no alcanza a ver ni las palmas de sus manos, un viento gélido le acaricio la mejilla haciendo que manotee tratando de alejar aquello que roso su piel en conjunto con ese grito aterrador qué le heló la sangre inmovilizar su cuerpo y aquel crujido de huesos romperse cierra los ojos rogando no ser el siguiente hasta él colapsa en la inconsciencia, despertando en medio de una habitación cubierto de sangre.
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