Bajo el manto estrellado de la noche, Daryars se aventuró por los oscuros pasillos del torreón abandonado. Cada paso que daba resonaba como un susurro inquieto en la oscuridad, y su corazón latía con fuerza.

El cada vez más próximo alzamiento de Abismo le había llevado a estar unos días lejos de Xellos y, ahora que la situación estaba nuevamente bajo control, había regresado. Era con Xellos con quien quería y necesitaba estar después de tantos días lejos de todo.

El aire estaba cargado de una tensión palpable. Daryars ascendió por las escaleras de piedra con sus ropas apenas susurrando mientras avanzaba.

Al llegar a la cima del torreón de aquel castillo abandonado de Valle Sereno, la visión nocturna que se desplegó ante ella era simplemente espectacular. Las estrellas brillaban como joyas en el oscuro firmamento, y la luna derramaba su luz plateada sobre el paisaje.

Y allí, de pie en el punto más alto de la torre, estaba él. Xellos, con su cabello oscuro ondeando al viento y una sonrisa que apenas ocultaba su misteriosa y letal naturaleza. Daryars no pudo evitar que su corazón latiera aún más rápido al verlo, y una sonrisa suave curvó sus labios.

Avanzó hacia él despacio, aunque con unas ganas irrefrenables de abrazarle, besarle, tocarle, sentirle y perderse en su calor.

Ella era plenamente consciente de que Xellos sabía desde hacía bastante rato que ella estaba allí.

—Te he extrañado tanto durante todos estos días que no soportaba estar un solo día más sin ti, Xellos —le susurró junto al oído con un tono de voz dulce y cargado de sensualidad.
Bajo el manto estrellado de la noche, Daryars se aventuró por los oscuros pasillos del torreón abandonado. Cada paso que daba resonaba como un susurro inquieto en la oscuridad, y su corazón latía con fuerza. El cada vez más próximo alzamiento de Abismo le había llevado a estar unos días lejos de Xellos y, ahora que la situación estaba nuevamente bajo control, había regresado. Era con Xellos con quien quería y necesitaba estar después de tantos días lejos de todo. El aire estaba cargado de una tensión palpable. Daryars ascendió por las escaleras de piedra con sus ropas apenas susurrando mientras avanzaba. Al llegar a la cima del torreón de aquel castillo abandonado de Valle Sereno, la visión nocturna que se desplegó ante ella era simplemente espectacular. Las estrellas brillaban como joyas en el oscuro firmamento, y la luna derramaba su luz plateada sobre el paisaje. Y allí, de pie en el punto más alto de la torre, estaba él. Xellos, con su cabello oscuro ondeando al viento y una sonrisa que apenas ocultaba su misteriosa y letal naturaleza. Daryars no pudo evitar que su corazón latiera aún más rápido al verlo, y una sonrisa suave curvó sus labios. Avanzó hacia él despacio, aunque con unas ganas irrefrenables de abrazarle, besarle, tocarle, sentirle y perderse en su calor. Ella era plenamente consciente de que Xellos sabía desde hacía bastante rato que ella estaba allí. —Te he extrañado tanto durante todos estos días que no soportaba estar un solo día más sin ti, Xellos —le susurró junto al oído con un tono de voz dulce y cargado de sensualidad.
Me encocora
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