En Lórien, las hojas de los mellyrn se tiñen de oro a la entrada del otoño y de cobre en Narbeleth.

La mestiza, que ha regresado al hogar después de las guerras en Angmar, pasea en silencio entre los caminos que forman las raíces, lejos de las viviendas en las copas de los árboles, deleitada con la luz plateada de los troncos y las luciérnagas que pululan. Tan sólo la brisa y el arrullo del agua que brota de las fuentes acompañan su caminar.
En Lórien, las hojas de los mellyrn se tiñen de oro a la entrada del otoño y de cobre en Narbeleth. La mestiza, que ha regresado al hogar después de las guerras en Angmar, pasea en silencio entre los caminos que forman las raíces, lejos de las viviendas en las copas de los árboles, deleitada con la luz plateada de los troncos y las luciérnagas que pululan. Tan sólo la brisa y el arrullo del agua que brota de las fuentes acompañan su caminar.
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