Observa en silencio, sentado por ahí, con la cabeza apoyada sobre las manos en la empuñadura del bastón.
— Tengo tanta suerte... –piensa en voz alta, con la garganta adolorida y difonía.
— Tengo tanta suerte... –piensa en voz alta, con la garganta adolorida y difonía.
Observa en silencio, sentado por ahí, con la cabeza apoyada sobre las manos en la empuñadura del bastón.
— Tengo tanta suerte... –piensa en voz alta, con la garganta adolorida y difonía.
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