𝐼 𝑛𝑒𝑒𝑑 𝑦𝑜𝑢𝑟 𝘩𝑒𝑙𝑝 ●●● DEAN WINCHESTER

El avión estaba en completo silencio. Sin que sirviera de precedente, el vuelo había salido a su hora, despegaban a las 18:00 horas, desde Londres, para llegar a las 20:00 horas de ese mismo día a Kansas, y en aquellos momentos, cuando era madrugada en Londres, todo el mundo estaba durmiendo, exceptuando dos o tres asientos en los cuales había una débil luz. El suyo era uno de esos asientos. En su regazo descansaba un pequeño portátil, por las teclas del cual dejaba pasear sus uñas acrílicas, de un oscuro tono burdeos.

En la pantalla se repetían las mismas palabras escuetas que ya conocía.
Los últimos e-mails de Mick. Buscaba, como cada vez que los había repasado algo más aparte de aquella certeza de que algo no iba bien. Quizás una pista, algún punto de partida que su hermano le hubiera dejado encriptado en sus mensajes. Pero al igual que el resto de las veces, no encuentra nada.

Termina por cerrar la tapa del ordenador. Inspira hondo mientras se recuesta en su asiento y se baja un precioso antifaz blanco sobre los ojos. No le vendría mal dormir algo. Quedaban tan solo un par de horas de vuelo y al llegar a su destino debia de estar alerta si quería llegar al fondo de aquel asunto.

→ Sus pasos la llevan por la terminal esquivando a quien se ponía en su camino de la manera más efectiva. Como una mujer con un objetivo. Era realmente buena y convincente en cuanto a gestionar los trámites de un viaje se refiere cuando se lo proponía. En un abrir y cerrar de ojos tiene su equipaje en el maletero de un coche alquilado y vuela por la carreteras de aquel estado más segura después de unos cuantos kilómetros y tras haberse acostumbrado a conducir en el lado contrario del coche.

No puede evitar echar de menos Londres, y la base de operaciones de los Hombres de Letras allí, cuando ve lo que han conseguido montar. Era impresionante si se tenía en cuenta que aquel no era su sitio, y si no se comparaba con su verdadero hogar.

Aún así, por mucho que interiormente les intentara dar el mérito que merecían, Poppy no puede evitar salir del coche con una mueca de asco en su nariz y sus labios. Aquello era un contenedor. Varios siendo precisos, prefabricados y ensamblados unos con otros para poder crear una base de operaciones.

Se identifica y sin mediar palabra la guían por aquellos terribles pasillos metálicos. No ha dicho más que su nombre, pero intuye con hacia donde la dirigen, que es justamente hacia donde ella quiere ir, de modo que no rechista.
Por fin abren una puerta, ella entra y esta se cierra de nuevo sin que el soldadito sin cerebro entre con ella. Mira su derecha y tras un escritorio esta Hess, y a su lado, de pie, Arthur Ketch.
— “¿Puede explicarnos la razón de su presencia aquí, señorita Davies? No recuerdo que la hubiéramos solicitado.”—
Estaba claro que la directora sabía perfectamente el porqué de su viaje. Lo sabía por qué antes de llegar tomar aquella decisión, estando aún en Inglaterra, ya habían desviado sus preguntas con respuestas y excusas vagas, y sin embargo la mujer que tenía enfrente prefería jugar la carta de la ignorancia.

— Sabe perfectamente porque estoy aquí directora. Saber dónde está mi hermano directora Hess. Es una pregunta muy sencilla a la que llevan ya demasiado sin responderme. —
En aquella ocasión es Ketch quien toma la palabra, con el mismo discurso ensayado que ya le habían intentado vender. Mick había vuelto a Inglaterra. Se comunicaba con ellos con el mismo tipo de e-mail que ella recibía. Y si no había intentado verla o ponerse en contacto de alguna otra forma, era decisión del propio Mick.

Solo Dios sabe que necesita de todo su autocontrol para no perder los papeles en ese momento. Para no exigir que dejen de venderle humo. Había ido hasta allí, quería ver hasta qué punto eran capaces de llegar. ¿Llegarían a mentirle en la cara? Acababa de comprobar que sí.
Por qué no. No se tragaba aquello. No compraba que el chico que había utilizado los recursos que tenía a su alcance para encontrar a una hermana perdida, el chico que había conocido tras su primer encuentro, el chico que había pasado de ser un extraño a su única familia, ese chico, hubiera elegido por voluntad propia ir por libre.

Pero se calla todo eso, a duras penas, pero consigue salir de aquella base de forma calmada, tras pedir perdón por su desobediencia, tras asegurar que volvería directa a Londres y a sus obligaciones, tras obtener promesas vacías.
No sabía que iba a hacer después de aquello, pero sabía lo que no iba a hacer. Volver a Londres.
Y allí, en su coche, sentada con las manos al volante y mirando un mapa abierto a su derecha decide cual va a ser su próximo paso.
Puede que no fuera lo más inteligente. No. Seguro que no era lo más inteligente, pero nadie de “los suyos” iba a ayudarla, de modo que, ¿Por qué no buscar otros aliados por muy contrarios que fueran?

Una vez llega a su destino, no lo piensa, tan solo baja las escaleras hasta la puerta y entra en el bunker.
Observa los dos hermanos al fondo de la sala, ambos de pie frente a una de las mesas, con un cuchillo en la mano, y ambos mirándola sorprendidos.
— Siento la irrupción, pero mi hermano no ha aparecido en varios días. Y necesito vuestra ayuda. —



[ Hope Mikaelson y su maravilloso arte han hecho la preciosa imagen]
𝐼 𝑛𝑒𝑒𝑑 𝑦𝑜𝑢𝑟 𝘩𝑒𝑙𝑝 ●●● [thxsoldier] El avión estaba en completo silencio. Sin que sirviera de precedente, el vuelo había salido a su hora, despegaban a las 18:00 horas, desde Londres, para llegar a las 20:00 horas de ese mismo día a Kansas, y en aquellos momentos, cuando era madrugada en Londres, todo el mundo estaba durmiendo, exceptuando dos o tres asientos en los cuales había una débil luz. El suyo era uno de esos asientos. En su regazo descansaba un pequeño portátil, por las teclas del cual dejaba pasear sus uñas acrílicas, de un oscuro tono burdeos. En la pantalla se repetían las mismas palabras escuetas que ya conocía. Los últimos e-mails de Mick. Buscaba, como cada vez que los había repasado algo más aparte de aquella certeza de que algo no iba bien. Quizás una pista, algún punto de partida que su hermano le hubiera dejado encriptado en sus mensajes. Pero al igual que el resto de las veces, no encuentra nada. Termina por cerrar la tapa del ordenador. Inspira hondo mientras se recuesta en su asiento y se baja un precioso antifaz blanco sobre los ojos. No le vendría mal dormir algo. Quedaban tan solo un par de horas de vuelo y al llegar a su destino debia de estar alerta si quería llegar al fondo de aquel asunto. → Sus pasos la llevan por la terminal esquivando a quien se ponía en su camino de la manera más efectiva. Como una mujer con un objetivo. Era realmente buena y convincente en cuanto a gestionar los trámites de un viaje se refiere cuando se lo proponía. En un abrir y cerrar de ojos tiene su equipaje en el maletero de un coche alquilado y vuela por la carreteras de aquel estado más segura después de unos cuantos kilómetros y tras haberse acostumbrado a conducir en el lado contrario del coche. No puede evitar echar de menos Londres, y la base de operaciones de los Hombres de Letras allí, cuando ve lo que han conseguido montar. Era impresionante si se tenía en cuenta que aquel no era su sitio, y si no se comparaba con su verdadero hogar. Aún así, por mucho que interiormente les intentara dar el mérito que merecían, Poppy no puede evitar salir del coche con una mueca de asco en su nariz y sus labios. Aquello era un contenedor. Varios siendo precisos, prefabricados y ensamblados unos con otros para poder crear una base de operaciones. Se identifica y sin mediar palabra la guían por aquellos terribles pasillos metálicos. No ha dicho más que su nombre, pero intuye con hacia donde la dirigen, que es justamente hacia donde ella quiere ir, de modo que no rechista. Por fin abren una puerta, ella entra y esta se cierra de nuevo sin que el soldadito sin cerebro entre con ella. Mira su derecha y tras un escritorio esta Hess, y a su lado, de pie, Arthur Ketch. — “¿Puede explicarnos la razón de su presencia aquí, señorita Davies? No recuerdo que la hubiéramos solicitado.”— Estaba claro que la directora sabía perfectamente el porqué de su viaje. Lo sabía por qué antes de llegar tomar aquella decisión, estando aún en Inglaterra, ya habían desviado sus preguntas con respuestas y excusas vagas, y sin embargo la mujer que tenía enfrente prefería jugar la carta de la ignorancia. — Sabe perfectamente porque estoy aquí directora. Saber dónde está mi hermano directora Hess. Es una pregunta muy sencilla a la que llevan ya demasiado sin responderme. — En aquella ocasión es Ketch quien toma la palabra, con el mismo discurso ensayado que ya le habían intentado vender. Mick había vuelto a Inglaterra. Se comunicaba con ellos con el mismo tipo de e-mail que ella recibía. Y si no había intentado verla o ponerse en contacto de alguna otra forma, era decisión del propio Mick. Solo Dios sabe que necesita de todo su autocontrol para no perder los papeles en ese momento. Para no exigir que dejen de venderle humo. Había ido hasta allí, quería ver hasta qué punto eran capaces de llegar. ¿Llegarían a mentirle en la cara? Acababa de comprobar que sí. Por qué no. No se tragaba aquello. No compraba que el chico que había utilizado los recursos que tenía a su alcance para encontrar a una hermana perdida, el chico que había conocido tras su primer encuentro, el chico que había pasado de ser un extraño a su única familia, ese chico, hubiera elegido por voluntad propia ir por libre. Pero se calla todo eso, a duras penas, pero consigue salir de aquella base de forma calmada, tras pedir perdón por su desobediencia, tras asegurar que volvería directa a Londres y a sus obligaciones, tras obtener promesas vacías. No sabía que iba a hacer después de aquello, pero sabía lo que no iba a hacer. Volver a Londres. Y allí, en su coche, sentada con las manos al volante y mirando un mapa abierto a su derecha decide cual va a ser su próximo paso. Puede que no fuera lo más inteligente. No. Seguro que no era lo más inteligente, pero nadie de “los suyos” iba a ayudarla, de modo que, ¿Por qué no buscar otros aliados por muy contrarios que fueran? Una vez llega a su destino, no lo piensa, tan solo baja las escaleras hasta la puerta y entra en el bunker. Observa los dos hermanos al fondo de la sala, ambos de pie frente a una de las mesas, con un cuchillo en la mano, y ambos mirándola sorprendidos. — Siento la irrupción, pero mi hermano no ha aparecido en varios días. Y necesito vuestra ayuda. — [ [thetribrid] y su maravilloso arte han hecho la preciosa imagen]
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