El llanto del corazón
Fandom Slayers
Categoría Anime / Mangas
Se acurrucó en su cama, abrazando una almohada. Era de noche, y todos dormían en la posada. Todos menos ella.

Ella no podía dormir. Desde que Zelgadiss se fue no podía dormir bien.

Zelgadiss. El hombre que había cambiado su vida, y que se había llevado su corazón.

La mezcla de nostalgia y preocupación se habían alojado en su pecho y ejercían una presión que le dolía al respirar.

¿Por qué se había ido sin ella? ¿Por qué no se había quedado con ella? Ella le quería tal y como era, y no le importaba nada más. ¿Por qué Zelgadiss no se daba cuenta de eso? ¿Por qué Zelgadiss no aceptaba que estaban mejor juntos que separados quizá para siempre?

En el fondo de su corazón, ella sabía las respuesta a aquella última pregunta, pero no quería aceptarla.

Él se había ido en busca de su humanidad, de una forma de revertir su transformación en quimera. Él no se había quedado con ella porque pensaba que era un monstruo y que no merecía su amor.

Pero ella no le veía como un monstruo. Le veía como un hombre. Un hombre bueno, noble, valiente e inteligente. Para ella él era perfecto. Un hombre que le hacía sentir cosas maravillosas, que le hacía reír, que le hacía soñar.

Ameria recordó el beso que le había dado antes de partir. Un beso tierno, dulce, apasionado. Un beso que le había transmitido todo lo que él sentía por ella y que no podía decir con palabras. Un beso que le había hecho prometer que volvería a verle.

Pero habían pasado meses desde entonces, y ella no tenía ninguna noticia de él. No sabía dónde estaba, qué estaba haciendo, si estaba bien o incluso si estaba vivo.

Cada día que pasaban en Valle Sereno para ella era un alivio, puesto que si Zelgadiss regresaba de su misión podría encontrarlos fácilmente; pero cada día que pasaba en Valle Sereno sin saber nada de Zelgadiss era un nuevo puñal a su corazón.

¿Qué pasaría si él nunca volviera?

Ameria se negaba a pensar eso. Ella confiaba en Zelgadiss, en su amor, en su palabra. Ella sabía que él era fuerte, que no se daría por vencido ni se dejaría derrotar.

Ella sabía que él volvería.

Porque ella le esperaba.

Porque ella le amaba.

Ameria cerró los ojos y se imaginó a Zelgadiss a su lado. Se imaginó abrazándole, acariciándole, besándole. Se imaginó diciéndole todo lo que sentía por él, todo lo que quería hacer con él, todo lo que quería ser para él.

—Zelgadiss... Te quiero... Te quiero tanto... —susurró mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

Entonces, sintió una voz en su mente. Una voz familiar, cálida, reconfortante.

—Ameria... Yo también te quiero... Yo también te quiero tanto...

Era la voz de Zelgadiss.

Ameria abrió los ojos y miró a su alrededor. No había nadie más en la habitación. Solo ella y la almohada.

—¿Zelgadiss? ¿Eres tú? ¿Dónde estás? —preguntó.

No hubo respuesta.

Ameria se sintió confundida y decepcionada. ¿Había sido solo un sueño? ¿O una alucinación? ¿O acaso...?

—¿Acaso me has enviado un mensaje? - pensó.

No sabía si era posible, pero tenía la esperanza de que así fuera. Tal vez Zelgadiss hubiera usado algún tipo de magia para comunicarse con ella a través de la distancia. Tal vez hubiera querido decirle que estaba bien, que seguía buscando su humanidad, que seguía pensando en ella. Tal vez hubiera querido decirle que la quería.

Ameria sintió una sonrisa en sus labios y renovadas lágrimas resbalando por sus mejillas. No sabía si era verdad o no, pero quería creerlo. Quería creer que Zelgadiss estaba ahí, con ella, aunque fuera solo en espíritu.

—Zelgadiss... Gracias... Gracias por tu mensaje... —pensó.

Se acostó de nuevo y se tapó con la manta. Se sintió más tranquila y más feliz. Tenía fe en Zelgadiss, y en su amor.

Unos minutos más tarde cayó dormida soñando con él, soñando que volvían a estar juntos.
Se acurrucó en su cama, abrazando una almohada. Era de noche, y todos dormían en la posada. Todos menos ella. Ella no podía dormir. Desde que Zelgadiss se fue no podía dormir bien. Zelgadiss. El hombre que había cambiado su vida, y que se había llevado su corazón. La mezcla de nostalgia y preocupación se habían alojado en su pecho y ejercían una presión que le dolía al respirar. ¿Por qué se había ido sin ella? ¿Por qué no se había quedado con ella? Ella le quería tal y como era, y no le importaba nada más. ¿Por qué Zelgadiss no se daba cuenta de eso? ¿Por qué Zelgadiss no aceptaba que estaban mejor juntos que separados quizá para siempre? En el fondo de su corazón, ella sabía las respuesta a aquella última pregunta, pero no quería aceptarla. Él se había ido en busca de su humanidad, de una forma de revertir su transformación en quimera. Él no se había quedado con ella porque pensaba que era un monstruo y que no merecía su amor. Pero ella no le veía como un monstruo. Le veía como un hombre. Un hombre bueno, noble, valiente e inteligente. Para ella él era perfecto. Un hombre que le hacía sentir cosas maravillosas, que le hacía reír, que le hacía soñar. Ameria recordó el beso que le había dado antes de partir. Un beso tierno, dulce, apasionado. Un beso que le había transmitido todo lo que él sentía por ella y que no podía decir con palabras. Un beso que le había hecho prometer que volvería a verle. Pero habían pasado meses desde entonces, y ella no tenía ninguna noticia de él. No sabía dónde estaba, qué estaba haciendo, si estaba bien o incluso si estaba vivo. Cada día que pasaban en Valle Sereno para ella era un alivio, puesto que si Zelgadiss regresaba de su misión podría encontrarlos fácilmente; pero cada día que pasaba en Valle Sereno sin saber nada de Zelgadiss era un nuevo puñal a su corazón. ¿Qué pasaría si él nunca volviera? Ameria se negaba a pensar eso. Ella confiaba en Zelgadiss, en su amor, en su palabra. Ella sabía que él era fuerte, que no se daría por vencido ni se dejaría derrotar. Ella sabía que él volvería. Porque ella le esperaba. Porque ella le amaba. Ameria cerró los ojos y se imaginó a Zelgadiss a su lado. Se imaginó abrazándole, acariciándole, besándole. Se imaginó diciéndole todo lo que sentía por él, todo lo que quería hacer con él, todo lo que quería ser para él. —Zelgadiss... Te quiero... Te quiero tanto... —susurró mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Entonces, sintió una voz en su mente. Una voz familiar, cálida, reconfortante. —Ameria... Yo también te quiero... Yo también te quiero tanto... Era la voz de Zelgadiss. Ameria abrió los ojos y miró a su alrededor. No había nadie más en la habitación. Solo ella y la almohada. —¿Zelgadiss? ¿Eres tú? ¿Dónde estás? —preguntó. No hubo respuesta. Ameria se sintió confundida y decepcionada. ¿Había sido solo un sueño? ¿O una alucinación? ¿O acaso...? —¿Acaso me has enviado un mensaje? - pensó. No sabía si era posible, pero tenía la esperanza de que así fuera. Tal vez Zelgadiss hubiera usado algún tipo de magia para comunicarse con ella a través de la distancia. Tal vez hubiera querido decirle que estaba bien, que seguía buscando su humanidad, que seguía pensando en ella. Tal vez hubiera querido decirle que la quería. Ameria sintió una sonrisa en sus labios y renovadas lágrimas resbalando por sus mejillas. No sabía si era verdad o no, pero quería creerlo. Quería creer que Zelgadiss estaba ahí, con ella, aunque fuera solo en espíritu. —Zelgadiss... Gracias... Gracias por tu mensaje... —pensó. Se acostó de nuevo y se tapó con la manta. Se sintió más tranquila y más feliz. Tenía fe en Zelgadiss, y en su amor. Unos minutos más tarde cayó dormida soñando con él, soñando que volvían a estar juntos.
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