Las dos caras de una misma historia
Categoría Fantasía
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝑬𝒍 𝒍𝒐𝒃𝒐 𝒔𝒊𝒆𝒎𝒑𝒓𝒆 𝒔𝒆𝒓𝒂́ 𝒎𝒂𝒍𝒐
ㅤㅤㅤㅤㅤ𝒔𝒊 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒆𝒔𝒄𝒖𝒄𝒉𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒂 𝑪𝒂𝒑𝒆𝒓𝒖𝒄𝒊𝒕𝒂

ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤRol con Ezra Gainsborough

No sería ni la primera ni la última vez que se quedaría hasta el amanecer oteando los miles de millones de cuadernos e información que sus antepasados habían plasmado tras sus encuentros con lo que los Bauer siempre habían denominado El Sujeto. En aquella ocasión, había sido de manera distraída, como si buscara algo en particular en lugar de nutrirse de las palabras escritas.

Por décima vez, se levantó a por un café. Por décima vez, cruzó la distancia de la biblioteca de su padre a la cocina y regresaba arrastrando los pies descalzos por el crujiente suelo de madera. Por décima vez, tomaba asiento de nuevo con un quejido quedo.

Pero, por primera vez, reparaba en una novedad en la estantería. No era que estuviera escondido, simplemente lo había pasado por alto porque las paredes estaban colmadas de libros pesados y cuadernos viejos. La novedad de aquellos le llamó la atención. Sacó uno, y otro, y las letras del puño de su padre entre las hojas rechazaron el seguir por ese camino. No estaba listo para leer aquello, la herida de su ausencia era muy reciente todavía.

De repente, el destino, un sobre en el suelo que clamaba su nombre, una carta perdida en el tiempo a la espera de ese momento para ser leída.


Era de noche en lo que parecía el diluvio universal, pero había aparcado a la puerta de casa ajena y aporreaba esta como si quisiera dejarse los nudillos contra la misma. Necesitaba una explicación como mínimo, un poco de orden en el desconcierto que sentía porque su mundo se desmoronaba por las palabras de una simple carta e, irónicamente, parecía que todo tenía mucho más sentido.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝑬𝒍 𝒍𝒐𝒃𝒐 𝒔𝒊𝒆𝒎𝒑𝒓𝒆 𝒔𝒆𝒓𝒂́ 𝒎𝒂𝒍𝒐 ㅤㅤㅤㅤㅤ𝒔𝒊 𝒔𝒐𝒍𝒐 𝒆𝒔𝒄𝒖𝒄𝒉𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒂 𝑪𝒂𝒑𝒆𝒓𝒖𝒄𝒊𝒕𝒂 ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤRol con [lefthand] No sería ni la primera ni la última vez que se quedaría hasta el amanecer oteando los miles de millones de cuadernos e información que sus antepasados habían plasmado tras sus encuentros con lo que los Bauer siempre habían denominado El Sujeto. En aquella ocasión, había sido de manera distraída, como si buscara algo en particular en lugar de nutrirse de las palabras escritas. Por décima vez, se levantó a por un café. Por décima vez, cruzó la distancia de la biblioteca de su padre a la cocina y regresaba arrastrando los pies descalzos por el crujiente suelo de madera. Por décima vez, tomaba asiento de nuevo con un quejido quedo. Pero, por primera vez, reparaba en una novedad en la estantería. No era que estuviera escondido, simplemente lo había pasado por alto porque las paredes estaban colmadas de libros pesados y cuadernos viejos. La novedad de aquellos le llamó la atención. Sacó uno, y otro, y las letras del puño de su padre entre las hojas rechazaron el seguir por ese camino. No estaba listo para leer aquello, la herida de su ausencia era muy reciente todavía. De repente, el destino, un sobre en el suelo que clamaba su nombre, una carta perdida en el tiempo a la espera de ese momento para ser leída. Era de noche en lo que parecía el diluvio universal, pero había aparcado a la puerta de casa ajena y aporreaba esta como si quisiera dejarse los nudillos contra la misma. Necesitaba una explicación como mínimo, un poco de orden en el desconcierto que sentía porque su mundo se desmoronaba por las palabras de una simple carta e, irónicamente, parecía que todo tenía mucho más sentido.
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