𝑳𝒂 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂𝒅𝒂 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒆𝒙𝒕𝒓𝒂𝒏̃𝒐 (Starter Libre)
Fandom Fantasyverse, D&D, ESDLA, Sedminon
Categoría Fantasía
A una modesta ciudad amurallada, de las varias que salpicaban el paisaje del Condado de Sulogzor llegaba, a lomos de un recio caballo de color café y crines de color madera oscuro, un joven varón que parecía ser un joven hombre de armas: la espada larga que llevaba envainada era una evidencia que podía sustentar esa suposición.

La noche llegaba ya a su punto más álgido, y estaban a punto de cerrarse las puertas de la urbe, concretamente las situadas al norte, cuando uno de los dos guardias que hacían la ronda en ese momento se percató de la presencia del joven a lomos del caballo.

—Alto, muchacho—le espetó, alzando la mano derecha cuando lo vio acercarse, ya de pie y guiando al caballo por las riendas. El joven era de rasgos bien parecidos, con una melena de color azabache y unos ojos de un curioso color miel, además de una barba de un par de semanas. Alzó la mirada hacia el guardia, que, tras dejar a su compañero en la puerta, avanzó un par de pasos hacia el chico, tomando el candil que le prestó su compañero de guardia y alzándolo hacia el joven, para verle mejor las facciones—. Me suenas. ¿Has estado por aquí antes?

—Mi hermano y yo llegamos esta mañana. Salí al atardecer para cumplir un trabajo.

—¿Un trabajo? ¿Qué clase de trabajo?

—Me lo encargó su capitán, creo recordar.

—Raro es que mi superior encargue algo a un ajeno al cuerpo de guardias. Sé que es tarde, chaval, y ambos no tenemos muchas ganas de estar aquí más tiempo, pero necesito confirmar lo que me dices. Ya sabes, el protocolo es así—le dijo, levemente incómodo, levantando la vista hacia la campiña que les rodeaba.

El joven asintió, y suspiró levemente. Se dio la vuelta, y se acercó a la grupa del caballo, y tomó una bolsa de color grisáceo que presentaba manchas oscuras en su superficie. Luego, volvió con el guardia, abriendo la bolsa y mostrándole su contenido al guardia... Dejándole bastante consternado al no esperarse aquello.

—¿Me cree ahora, amigo?

—S-sí... Pasa, pero cierra la puta bolsa. No quiero seguir viendo eso, joder...

—Gracias—le respondió el joven, cerrando la bolsa, para después tomar de nuevo las riendas del caballo y continuar su camino hacia el interior de aquella modesta ciudad, cuyo nombre era Castlebourne.
A una modesta ciudad amurallada, de las varias que salpicaban el paisaje del Condado de Sulogzor llegaba, a lomos de un recio caballo de color café y crines de color madera oscuro, un joven varón que parecía ser un joven hombre de armas: la espada larga que llevaba envainada era una evidencia que podía sustentar esa suposición. La noche llegaba ya a su punto más álgido, y estaban a punto de cerrarse las puertas de la urbe, concretamente las situadas al norte, cuando uno de los dos guardias que hacían la ronda en ese momento se percató de la presencia del joven a lomos del caballo. —Alto, muchacho—le espetó, alzando la mano derecha cuando lo vio acercarse, ya de pie y guiando al caballo por las riendas. El joven era de rasgos bien parecidos, con una melena de color azabache y unos ojos de un curioso color miel, además de una barba de un par de semanas. Alzó la mirada hacia el guardia, que, tras dejar a su compañero en la puerta, avanzó un par de pasos hacia el chico, tomando el candil que le prestó su compañero de guardia y alzándolo hacia el joven, para verle mejor las facciones—. Me suenas. ¿Has estado por aquí antes? —Mi hermano y yo llegamos esta mañana. Salí al atardecer para cumplir un trabajo. —¿Un trabajo? ¿Qué clase de trabajo? —Me lo encargó su capitán, creo recordar. —Raro es que mi superior encargue algo a un ajeno al cuerpo de guardias. Sé que es tarde, chaval, y ambos no tenemos muchas ganas de estar aquí más tiempo, pero necesito confirmar lo que me dices. Ya sabes, el protocolo es así—le dijo, levemente incómodo, levantando la vista hacia la campiña que les rodeaba. El joven asintió, y suspiró levemente. Se dio la vuelta, y se acercó a la grupa del caballo, y tomó una bolsa de color grisáceo que presentaba manchas oscuras en su superficie. Luego, volvió con el guardia, abriendo la bolsa y mostrándole su contenido al guardia... Dejándole bastante consternado al no esperarse aquello. —¿Me cree ahora, amigo? —S-sí... Pasa, pero cierra la puta bolsa. No quiero seguir viendo eso, joder... —Gracias—le respondió el joven, cerrando la bolsa, para después tomar de nuevo las riendas del caballo y continuar su camino hacia el interior de aquella modesta ciudad, cuyo nombre era Castlebourne.
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