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En los opulentos salones del Palacio de Versalles, Angelique se encontraba ocupada ajustando los pliegues de la exquisita vestimenta de la reina. A pesar de la majestuosidad que la rodeaba, el ambiente estaba cargado de tensión debido a los rumores de disturbios que se propagaban por las calles de París. Angelique, siendo una de las ayudantes de cámara más cercanas y confidentes de la reina, decidió abordar el tema que estaba en la mente de todos.

Con manos expertas, Angelique pasaba la aguja a través de la seda mientras murmuraba suavemente.

-Vuestra Majestad, los rumores acerca de los disturbios en París parecen cada vez más inquietantes
María Antonieta suspiró y giró la cabeza para mirar a Angelique con una mirada mezcla de preocupación y resignación.

-Sí, Angelique, la situación es preocupante. Parece que el descontento en las calles está creciendo, y el pueblo clama por justicia y cambio.

Angelique continuó con su tarea, eligiendo sus palabras con cuidado.

-Vuestra Majestad, ¿creéis que hay alguna forma de apaciguar a la población y restaurar la calma en el reino?
La reina dejó escapar un suspiro y miró por la ventana hacia los jardines del palacio.

-Angelique, desearía poder encontrar una solución rápida y sencilla para esta crisis. Pero sé que las tensiones en el país son profundas y arraigadas. Hemos vivido en la opulencia mientras muchos de nuestros súbditos luchan por sobrevivir.

-Sin embargo, Vuestra Majestad, vuestro corazón siempre ha estado con el pueblo. Tal vez podríais considerar alguna forma de acercaros a ellos, mostrarles que os importan sus dificultades- sugirió Angelique con un tono suave pero firme.
María Antonieta miró a su amiga con gratitud.

-Tienes razón, Angelique. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras mi pueblo sufre. Tal vez sería prudente organizar alguna forma de asistencia para los más necesitados, demostrarles que estamos dispuestos a escuchar sus demandas y trabajar juntos para encontrar soluciones.

Angelique sonrió, sintiendo que sus palabras habían encontrado eco en el corazón de la reina.

-Vuestra Majestad, el gesto no solo podría calmar las tensiones, sino también ganaros el apoyo y el respeto de aquellos que hoy se sienten desesperados.
María Antonieta asintió lentamente, perdida en sus pensamientos.

-Gracias, Angelique. Siempre has sido la voz de la razón y la compasión. Haré todo lo posible por enmendar las relaciones con el pueblo y trabajar hacia un futuro mejor para todos.

Mientras las dos mujeres continuaban su conversación, las agujas seguían su baile sobre la tela, y en ese momento, se fortaleció aún más el vínculo entre la reina y su confidente. Juntas, intentarían enfrentar las adversidades que amenazaban con desgarrar el reino, demostrando que la empatía y la voluntad de cambio podrían prevalecer incluso en los tiempos más tumultuosos…
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Me encocora
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