Sentado sobre la hierba, jugaba con los tallos entre sus dedos, dejando que el sol le diera de lleno en la cara sin inmutarse.
—Son Nemoílas —dijo sin levantar la vista, señalando el azul vibrante—Me gustan porque son lo más parecido a sostener un pedazo de cielo en las manos. Para mí simbolizan la libertad de poder estar aquí, simplemente.
Se echó hacia atrás, su risa fue corta, casi un suspiro cargado de una ironía mordaz.
No dijo nada más, las palabras sobraban. Una expresión indescifrable pasó por su rostro y solo acarició las flores como si una brizna de viento pudiese arrancarlas de sus manos.
—Son Nemoílas —dijo sin levantar la vista, señalando el azul vibrante—Me gustan porque son lo más parecido a sostener un pedazo de cielo en las manos. Para mí simbolizan la libertad de poder estar aquí, simplemente.
Se echó hacia atrás, su risa fue corta, casi un suspiro cargado de una ironía mordaz.
No dijo nada más, las palabras sobraban. Una expresión indescifrable pasó por su rostro y solo acarició las flores como si una brizna de viento pudiese arrancarlas de sus manos.
Sentado sobre la hierba, jugaba con los tallos entre sus dedos, dejando que el sol le diera de lleno en la cara sin inmutarse.
—Son Nemoílas —dijo sin levantar la vista, señalando el azul vibrante—Me gustan porque son lo más parecido a sostener un pedazo de cielo en las manos. Para mí simbolizan la libertad de poder estar aquí, simplemente.
Se echó hacia atrás, su risa fue corta, casi un suspiro cargado de una ironía mordaz.
No dijo nada más, las palabras sobraban. Una expresión indescifrable pasó por su rostro y solo acarició las flores como si una brizna de viento pudiese arrancarlas de sus manos.