Podía sentir como el frío mordía la punta de mi nariz mientras caminaba lentamente adentrandome entre las hileras de pinos con las manos hundidas en los bolsillos de mi abrigo.

Suspiré dejando que el aroma verde y resinoso me llenara los pulmones, siempre había sentido algo reconfortante en este lugar: árboles reales, tierra húmeda, risas lejanas y el aroma del chocolate caliente invadiendo el aire como si me invitará secretamente a romper mis propias prohibiciones sobre el azúcar… Si, podía sentir una normalidad casi sagrada que hacía que mi corazón se llenará de calidez a pesar de que por fuera el frío estaba dejando rojas mis mejillas.

Anoche, mientras la ciudad dormía, la nieve había aprovechado para jugar una travesura a aquellos que saldríamos al día siguiente. Silenciosa y generosa lo había cubierto todo y ahora el pasto era apenas un recuerdo bajo ese manto blanco que crujía suavemente bajo mis botas.

Cada paso dejaba una huella que pronto desaparecería como si el lugar se resistiera a ser marcado y aún así aquí estaba yo, desafiando al viento helado con el cuerpo delgado envuelto en capas -y capas- de ropa como si eso pudiera protegerme de morir congelado. Negué con la cabeza sintiendo mi cabello despeinarse ligeramente y a pesar de todo me sentía extrañamente en paz.

Había venido solo, decidido a cortar mi propio pino por primera vez, más por el ritual que por la tradición por qué si, los brujos también celebrabamos estás fechas. Un poco diferentes claro y con otros nombres pero el Solsticio de invierno -O Yule- no era una fiesta que pasara desapercibida para los de mi tipo.

Fue entonces cuando lo sentí.
Ese cosquilleo familiar en la nuca, leve pero inconfundible, como si algo hubiera despertado sin que yo lo llamara. Me detuve frente a un pino en particular, uno que parecía distinto sin una razón clara.
Incliné la cabeza hacia atras observándolo en silencio, preguntándome si estaba a punto de elegir un árbol o si de alguna manera, había sido yo el elegido.

Solo entonces pude notar lo alto que era. El pino se alzaba por encima de mí sin esfuerzo, sus ramas cubiertas de nieve parecían observarme con una paciencia burlona como si supiera que había ganado está batalla contra mi.

Fruncí ligeramente el ceño, evaluándolo, y no pude evitar soltar una pequeña exhalación entre divertida y resignada. Vale, quizá había sido demasiado optimista viniendo solo.

Saqué el teléfono del bolsillo, sopesándolo en la mano, mientras volvía a mirar el pino… ¿Llamar a alguien me hacía ver débil? Bueno ¿Que más da? De todos modos estaría poniéndome en vergüenza si intentaba cortar este pino y el maldito se me venía encima.

Mi mirada volvió a dirigirse al teléfono entre mis manos preguntándome si ese era el momento de pedir ayuda...
Sin pensarlo más y con un mohin en los labios escribí un rápido mensaje de auxilio con la dirección del lugar y esperé pacientemente frente al árbol.

—Tu vendrás conmigo... —Sentencie con voz decidida al mismo tiempo que mis manos buscaban refugio en los bolsillos de mi abrigo.
Thomas Dankworth
Podía sentir como el frío mordía la punta de mi nariz mientras caminaba lentamente adentrandome entre las hileras de pinos con las manos hundidas en los bolsillos de mi abrigo. Suspiré dejando que el aroma verde y resinoso me llenara los pulmones, siempre había sentido algo reconfortante en este lugar: árboles reales, tierra húmeda, risas lejanas y el aroma del chocolate caliente invadiendo el aire como si me invitará secretamente a romper mis propias prohibiciones sobre el azúcar… Si, podía sentir una normalidad casi sagrada que hacía que mi corazón se llenará de calidez a pesar de que por fuera el frío estaba dejando rojas mis mejillas. Anoche, mientras la ciudad dormía, la nieve había aprovechado para jugar una travesura a aquellos que saldríamos al día siguiente. Silenciosa y generosa lo había cubierto todo y ahora el pasto era apenas un recuerdo bajo ese manto blanco que crujía suavemente bajo mis botas. Cada paso dejaba una huella que pronto desaparecería como si el lugar se resistiera a ser marcado y aún así aquí estaba yo, desafiando al viento helado con el cuerpo delgado envuelto en capas -y capas- de ropa como si eso pudiera protegerme de morir congelado. Negué con la cabeza sintiendo mi cabello despeinarse ligeramente y a pesar de todo me sentía extrañamente en paz. Había venido solo, decidido a cortar mi propio pino por primera vez, más por el ritual que por la tradición por qué si, los brujos también celebrabamos estás fechas. Un poco diferentes claro y con otros nombres pero el Solsticio de invierno -O Yule- no era una fiesta que pasara desapercibida para los de mi tipo. Fue entonces cuando lo sentí. Ese cosquilleo familiar en la nuca, leve pero inconfundible, como si algo hubiera despertado sin que yo lo llamara. Me detuve frente a un pino en particular, uno que parecía distinto sin una razón clara. Incliné la cabeza hacia atras observándolo en silencio, preguntándome si estaba a punto de elegir un árbol o si de alguna manera, había sido yo el elegido. Solo entonces pude notar lo alto que era. El pino se alzaba por encima de mí sin esfuerzo, sus ramas cubiertas de nieve parecían observarme con una paciencia burlona como si supiera que había ganado está batalla contra mi. Fruncí ligeramente el ceño, evaluándolo, y no pude evitar soltar una pequeña exhalación entre divertida y resignada. Vale, quizá había sido demasiado optimista viniendo solo. Saqué el teléfono del bolsillo, sopesándolo en la mano, mientras volvía a mirar el pino… ¿Llamar a alguien me hacía ver débil? Bueno ¿Que más da? De todos modos estaría poniéndome en vergüenza si intentaba cortar este pino y el maldito se me venía encima. Mi mirada volvió a dirigirse al teléfono entre mis manos preguntándome si ese era el momento de pedir ayuda... Sin pensarlo más y con un mohin en los labios escribí un rápido mensaje de auxilio con la dirección del lugar y esperé pacientemente frente al árbol. —Tu vendrás conmigo... —Sentencie con voz decidida al mismo tiempo que mis manos buscaban refugio en los bolsillos de mi abrigo. [zephyr_gray_magpie_670]
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