En estas fechas me vuelvo más consciente de mi propio peso. Del cuerpo en la silla, del la taza de cafe soltando su vapor, del reloj que avanza aunque nadie se lo haya pedido. La paz no llega como un milagro, llega como cansancio: cuando dejo de pelear conmigo mismo.
La depresión no es un monstruo en estas fechas, es algo más doméstico. Se parece a olvidar comprar pan, a no tener a quién escribirle, a pensar en alguien mientras lavo un plato que no necesitaba usar. Veo las luces navideñas desde mi hogar, las compras de pánico, todas esas costumbres de extranjeros en su búsqueda de calidez humana y no me molestan; me recuerdan que la vida sigue ocurriendo en otros pisos, en otros cuerpos.
A veces creo que la Navidad exige una versión de mí que ya no existe. Pero también trae pequeñas treguas: el vapor del arroz recién hecho, una frase que funciona al escribirla, la certeza de que no estoy roto, solo cansado. Y en ese cansancio; breve, honesto, humano,.encuentro una paz modesta, suficiente para pasar la noche.
La depresión no es un monstruo en estas fechas, es algo más doméstico. Se parece a olvidar comprar pan, a no tener a quién escribirle, a pensar en alguien mientras lavo un plato que no necesitaba usar. Veo las luces navideñas desde mi hogar, las compras de pánico, todas esas costumbres de extranjeros en su búsqueda de calidez humana y no me molestan; me recuerdan que la vida sigue ocurriendo en otros pisos, en otros cuerpos.
A veces creo que la Navidad exige una versión de mí que ya no existe. Pero también trae pequeñas treguas: el vapor del arroz recién hecho, una frase que funciona al escribirla, la certeza de que no estoy roto, solo cansado. Y en ese cansancio; breve, honesto, humano,.encuentro una paz modesta, suficiente para pasar la noche.
En estas fechas me vuelvo más consciente de mi propio peso. Del cuerpo en la silla, del la taza de cafe soltando su vapor, del reloj que avanza aunque nadie se lo haya pedido. La paz no llega como un milagro, llega como cansancio: cuando dejo de pelear conmigo mismo.
La depresión no es un monstruo en estas fechas, es algo más doméstico. Se parece a olvidar comprar pan, a no tener a quién escribirle, a pensar en alguien mientras lavo un plato que no necesitaba usar. Veo las luces navideñas desde mi hogar, las compras de pánico, todas esas costumbres de extranjeros en su búsqueda de calidez humana y no me molestan; me recuerdan que la vida sigue ocurriendo en otros pisos, en otros cuerpos.
A veces creo que la Navidad exige una versión de mí que ya no existe. Pero también trae pequeñas treguas: el vapor del arroz recién hecho, una frase que funciona al escribirla, la certeza de que no estoy roto, solo cansado. Y en ese cansancio; breve, honesto, humano,.encuentro una paz modesta, suficiente para pasar la noche.