Tan tranquilo estaba el ambiente a esa hora de la madrugada. Silencio, completo silencio en medio de la gran urbe en Shibuya. Su distracción únicamente eran los faros de los automóviles que iluminaban las calles. Su mente comenzaba a entrar en un estado de paz, casi disociativo. Entre sus dedos sostenía un cigarro que llevó a su boca al doblar su brazo, atinó a suspirar y encendió el tabaco, caló tranquilamente y se quedó mirando a la nada. — Tsk, tanta miseria mundana... Creo que empiezo a acostumbrarme. —
Tan tranquilo estaba el ambiente a esa hora de la madrugada. Silencio, completo silencio en medio de la gran urbe en Shibuya. Su distracción únicamente eran los faros de los automóviles que iluminaban las calles. Su mente comenzaba a entrar en un estado de paz, casi disociativo. Entre sus dedos sostenía un cigarro que llevó a su boca al doblar su brazo, atinó a suspirar y encendió el tabaco, caló tranquilamente y se quedó mirando a la nada. — Tsk, tanta miseria mundana... Creo que empiezo a acostumbrarme. —