────Estas fechas siempre me traen recuerdos agradables. El invierno inevitablemente, me hace pensar en mi hijo, Eneas. Recuerdo como eran aquellos días: los cielos gélidos y grises, la nieve raras veces visitándonos, pero la vimos en más de una ocasión cubriendo a nuestro hogar.

Él estiraba su manita por la ventana; le encantaba atrapar los copos de nieve en su puño, como si pudiera guardarlos para después. Me llamaba emocionado, para que viera cómo caían todos esos copos lentamente desde las nubes.

De grande siguió conservando ese mismo gesto, esa forma de extender la mano como si esperara recibir esos pequeños regalos caídos del cielo. Y en sus ojos podía ver el mismo brillo inocente que cuando era pequeño. No importa cuánto crezcan... a veces una madre no puede evitar ver, detrás del adulto, a la misma criatura que te tomaba la mano para andar.

Me reía y me quedaba a su lado, ambos pegados a la ventana, contemplando ese espectáculo.

A veces pienso que, si él aún siguiera a mi lado, habría disfrutado del invierno de estos tiempos; las luces, la calidez en cada rincón... y probablemente me habría arrastrado a fuera para atrapar copos una vez más. Habría encontrado un motivo para maravillarse incluso con los detalles más pequeños. Siempre fue un experto en eso.

Quizás por eso, cuando llega esta estación, siento que algo de él aún está conmigo. Sigue aquí, en cada copo que toca la ventana. Y mientras esos copos caigan, sé que él estará ahí.
────Estas fechas siempre me traen recuerdos agradables. El invierno inevitablemente, me hace pensar en mi hijo, Eneas. Recuerdo como eran aquellos días: los cielos gélidos y grises, la nieve raras veces visitándonos, pero la vimos en más de una ocasión cubriendo a nuestro hogar. Él estiraba su manita por la ventana; le encantaba atrapar los copos de nieve en su puño, como si pudiera guardarlos para después. Me llamaba emocionado, para que viera cómo caían todos esos copos lentamente desde las nubes. De grande siguió conservando ese mismo gesto, esa forma de extender la mano como si esperara recibir esos pequeños regalos caídos del cielo. Y en sus ojos podía ver el mismo brillo inocente que cuando era pequeño. No importa cuánto crezcan... a veces una madre no puede evitar ver, detrás del adulto, a la misma criatura que te tomaba la mano para andar. Me reía y me quedaba a su lado, ambos pegados a la ventana, contemplando ese espectáculo. A veces pienso que, si él aún siguiera a mi lado, habría disfrutado del invierno de estos tiempos; las luces, la calidez en cada rincón... y probablemente me habría arrastrado a fuera para atrapar copos una vez más. Habría encontrado un motivo para maravillarse incluso con los detalles más pequeños. Siempre fue un experto en eso. Quizás por eso, cuando llega esta estación, siento que algo de él aún está conmigo. Sigue aquí, en cada copo que toca la ventana. Y mientras esos copos caigan, sé que él estará ahí.
Me entristece
4
4 turnos 0 maullidos
Patrocinados
Patrocinados