Aikaterine Ouro
*La puerta del santuario se abrió sola, con un chirrido suave que pareciera invitar… o advertir. Dentro, el aire era frío, pesado, casi palpable. Entre las sombras, una figura se alzó con calma. Mori Calliope estaba sentada en lo alto de una escalera desgastada, una pierna sobre la otra, mirando hacia la entrada como si hubiera estado esperando exactamente ese momento.
Una calavera flotaba perezosamente sobre su mano, girando despacio. Sus ojos rojos brillaron apenas vio la silueta que cruzó el umbral.
Mori Calliope ladeó la cabeza, su sonrisa lenta, afilada, más curiosa que amable.*
-Vaya… *murmuró la segadora, su voz resonando como eco entre los pilares*. Así que finalmente decidiste venir.
*La calavera cayó en su mano y Calli se levantó, dejando que su capa negra se deslizara detrás de ella con un susurro casi vivo.*
-Aikaterine Ouro… ¿qué asunto trae a alguien como tú hasta mi puerta?
*La neblina afuera se cerró, como si ya no hubiera retorno.*
*La puerta del santuario se abrió sola, con un chirrido suave que pareciera invitar… o advertir. Dentro, el aire era frío, pesado, casi palpable. Entre las sombras, una figura se alzó con calma. Mori Calliope estaba sentada en lo alto de una escalera desgastada, una pierna sobre la otra, mirando hacia la entrada como si hubiera estado esperando exactamente ese momento.
Una calavera flotaba perezosamente sobre su mano, girando despacio. Sus ojos rojos brillaron apenas vio la silueta que cruzó el umbral.
Mori Calliope ladeó la cabeza, su sonrisa lenta, afilada, más curiosa que amable.*
-Vaya… *murmuró la segadora, su voz resonando como eco entre los pilares*. Así que finalmente decidiste venir.
*La calavera cayó en su mano y Calli se levantó, dejando que su capa negra se deslizara detrás de ella con un susurro casi vivo.*
-Aikaterine Ouro… ¿qué asunto trae a alguien como tú hasta mi puerta?
*La neblina afuera se cerró, como si ya no hubiera retorno.*
[Mercenary1x]
*La puerta del santuario se abrió sola, con un chirrido suave que pareciera invitar… o advertir. Dentro, el aire era frío, pesado, casi palpable. Entre las sombras, una figura se alzó con calma. Mori Calliope estaba sentada en lo alto de una escalera desgastada, una pierna sobre la otra, mirando hacia la entrada como si hubiera estado esperando exactamente ese momento.
Una calavera flotaba perezosamente sobre su mano, girando despacio. Sus ojos rojos brillaron apenas vio la silueta que cruzó el umbral.
Mori Calliope ladeó la cabeza, su sonrisa lenta, afilada, más curiosa que amable.*
-Vaya… *murmuró la segadora, su voz resonando como eco entre los pilares*. Así que finalmente decidiste venir.
*La calavera cayó en su mano y Calli se levantó, dejando que su capa negra se deslizara detrás de ella con un susurro casi vivo.*
-Aikaterine Ouro… ¿qué asunto trae a alguien como tú hasta mi puerta?
*La neblina afuera se cerró, como si ya no hubiera retorno.*