La sombra que invita
Categoría Otros
La sala privada del club permanecía oculta tras una cortina de terciopelo que rara vez se abría para desconocidos. Dentro, la iluminación caía en líneas oblicuas sobre la mesa de póker, donde las fichas esperaban en montones ordenados con una precisión casi ritual.
El aire estaba cargado de un silencio tenso, expectante. Una partida ilegal estaba a punto de comenzar.
Ella recorrió la mesa con pasos lentos, felinos, deslizando una mano por el tapete rojo como si despertara algo dormido. No pronunció palabra, nunca le hacía falta. Su presencia bastaba para tensar el ambiente mejor que cualquier apuesta.
Los jugadores ya estaban en sus asientos. Rostros conocidos, sombras del mundo nocturno, expertos en guardar secretos, o en perderlos. El crupier barajaba las cartas con un sonido seco que cortaba el aire.
Solo una silla permanecía vacía.
La única no asignada.
La única que no estaba marcada.
Justo a su lado.
Sin prisa, tomó asiento en la silla próxima, cruzando la pierna con una elegancia peligrosa. Estaba claro, ella también jugaría esta noche. Y quien ocupara la silla libre tendría que enfrentarse no solo a la partida, sino a ella.
La luz roja envolvía el lugar como un presagio.
La partida empezaría pronto.
Con o sin ese último jugador.
El aire estaba cargado de un silencio tenso, expectante. Una partida ilegal estaba a punto de comenzar.
Ella recorrió la mesa con pasos lentos, felinos, deslizando una mano por el tapete rojo como si despertara algo dormido. No pronunció palabra, nunca le hacía falta. Su presencia bastaba para tensar el ambiente mejor que cualquier apuesta.
Los jugadores ya estaban en sus asientos. Rostros conocidos, sombras del mundo nocturno, expertos en guardar secretos, o en perderlos. El crupier barajaba las cartas con un sonido seco que cortaba el aire.
Solo una silla permanecía vacía.
La única no asignada.
La única que no estaba marcada.
Justo a su lado.
Sin prisa, tomó asiento en la silla próxima, cruzando la pierna con una elegancia peligrosa. Estaba claro, ella también jugaría esta noche. Y quien ocupara la silla libre tendría que enfrentarse no solo a la partida, sino a ella.
La luz roja envolvía el lugar como un presagio.
La partida empezaría pronto.
Con o sin ese último jugador.
La sala privada del club permanecía oculta tras una cortina de terciopelo que rara vez se abría para desconocidos. Dentro, la iluminación caía en líneas oblicuas sobre la mesa de póker, donde las fichas esperaban en montones ordenados con una precisión casi ritual.
El aire estaba cargado de un silencio tenso, expectante. Una partida ilegal estaba a punto de comenzar.
Ella recorrió la mesa con pasos lentos, felinos, deslizando una mano por el tapete rojo como si despertara algo dormido. No pronunció palabra, nunca le hacía falta. Su presencia bastaba para tensar el ambiente mejor que cualquier apuesta.
Los jugadores ya estaban en sus asientos. Rostros conocidos, sombras del mundo nocturno, expertos en guardar secretos, o en perderlos. El crupier barajaba las cartas con un sonido seco que cortaba el aire.
Solo una silla permanecía vacía.
La única no asignada.
La única que no estaba marcada.
Justo a su lado.
Sin prisa, tomó asiento en la silla próxima, cruzando la pierna con una elegancia peligrosa. Estaba claro, ella también jugaría esta noche. Y quien ocupara la silla libre tendría que enfrentarse no solo a la partida, sino a ella.
La luz roja envolvía el lugar como un presagio.
La partida empezaría pronto.
Con o sin ese último jugador.
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible