La luz cálida del local se reflejaba en la copa de vino que reposaba frente a ella. Sentada con una calma felina, la dueña del club observaba a quien acababa de entrar, como si ya supiera de antemano que esa noche no sería una noche cualquiera. Su mirada oscura tenía la habilidad de detener el tiempo, o de acelerarlo peligrosamente.

Con un gesto lento, se apartó un mechón de cabello y sonrió, una sonrisa sutil, capaz de hacer olvidar cualquier duda.

-¿Vienes solo? - Dijo ella, acariciando el borde de la copa con la yema del dedo. - Siéntate conmigo. Prometo que el vino sabe mejor cuando se comparte, y yo también. -
La luz cálida del local se reflejaba en la copa de vino que reposaba frente a ella. Sentada con una calma felina, la dueña del club observaba a quien acababa de entrar, como si ya supiera de antemano que esa noche no sería una noche cualquiera. Su mirada oscura tenía la habilidad de detener el tiempo, o de acelerarlo peligrosamente. Con un gesto lento, se apartó un mechón de cabello y sonrió, una sonrisa sutil, capaz de hacer olvidar cualquier duda. -¿Vienes solo? - Dijo ella, acariciando el borde de la copa con la yema del dedo. - Siéntate conmigo. Prometo que el vino sabe mejor cuando se comparte, y yo también. -
Me encocora
Me endiabla
Me shockea
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