𖹭^᪲᪲᪲𝅄 ׁ ˳
La luz del atardecer caía justo a sus espaldas, reflejándose en su cabello rubio. Su sonrisa, brillante y acogedora, hacía que el espacio se sintiera más liviano de lo que realmente era. Tenía los brazos apoyados con soltura, como si estuviera descansando después de reir demasiado, con esa postura relajada que solo tomaba cuando realmente se sentía cómoda.
Al verte, sus ojos se entrecerraron un poco más por la sonrisa que traía encima.
—¡Ah, con que ahí estás! —dijo, con esa voz que sonaba a alivio disfrazada de broma.
Un mechón dorado cayó sobre su rostro y ella lo apartó con un gesto tranquilo, distraído, mientras mantenía esa sonrisa cálida que parecían invitarte sin decirlo.
—Pensé que te perderias este atardecer tan bonito... —fingió un puchero, pero no tardó en volver a reir. —Ven, cuentame como fue tu día.
La luz del atardecer caía justo a sus espaldas, reflejándose en su cabello rubio. Su sonrisa, brillante y acogedora, hacía que el espacio se sintiera más liviano de lo que realmente era. Tenía los brazos apoyados con soltura, como si estuviera descansando después de reir demasiado, con esa postura relajada que solo tomaba cuando realmente se sentía cómoda.
Al verte, sus ojos se entrecerraron un poco más por la sonrisa que traía encima.
—¡Ah, con que ahí estás! —dijo, con esa voz que sonaba a alivio disfrazada de broma.
Un mechón dorado cayó sobre su rostro y ella lo apartó con un gesto tranquilo, distraído, mientras mantenía esa sonrisa cálida que parecían invitarte sin decirlo.
—Pensé que te perderias este atardecer tan bonito... —fingió un puchero, pero no tardó en volver a reir. —Ven, cuentame como fue tu día.
𖹭^᪲᪲᪲𝅄 ׁ ˳🍮
La luz del atardecer caía justo a sus espaldas, reflejándose en su cabello rubio. Su sonrisa, brillante y acogedora, hacía que el espacio se sintiera más liviano de lo que realmente era. Tenía los brazos apoyados con soltura, como si estuviera descansando después de reir demasiado, con esa postura relajada que solo tomaba cuando realmente se sentía cómoda.
Al verte, sus ojos se entrecerraron un poco más por la sonrisa que traía encima.
—¡Ah, con que ahí estás! —dijo, con esa voz que sonaba a alivio disfrazada de broma.
Un mechón dorado cayó sobre su rostro y ella lo apartó con un gesto tranquilo, distraído, mientras mantenía esa sonrisa cálida que parecían invitarte sin decirlo.
—Pensé que te perderias este atardecer tan bonito... —fingió un puchero, pero no tardó en volver a reir. —Ven, cuentame como fue tu día.