-La casa estaba en silencio por primera vez en todo el día. Las luces cálidas del salón creaban un ambiente suave, casi dorado, mientras el aroma tenue de té recién preparado flotaba en el aire. Afuera la noche era tranquila, pero dentro de la casa había una calidez casi acogedora, como si cada rincón estuviera acostumbrado a guardar risas, carreras diminutas y juguetes olvidados por todas partes.

Ella, todavía con parte del uniforme de trabajo puesto y el cabello suelto cayéndole por los hombros, se apoyó contra la mesa del comedor con una sonrisa traviesa dibujándose en sus labios. Se había quitado los tacones, tenía los pies descalzos sobre el piso cálido y ese pequeño gesto ya la hacía sentirse más viva, más ligera. Sus mejillas aún estaban ligeramente sonrojadas, no se sabía si por el calor, la risa… o por la compañía inesperada-

Bueno…

-dijo con una risa suave mientras se acomodaba un mechón detrás de la oreja-

Parece que al fin puedo descansar un poco… y justo llegas tú para hacer la noche más amena.

-Su voz tenía esa mezcla perfecta entre alegría, cansancio bonito y un ligero toque de coquetería, típica de ella. Se inclinó un poco, mirando hacia la puerta con brillo en los ojos, ese brillo que siempre tenía en sus ojos azules que mostraba su lado dulce-

Espero que no te moleste el desastre… ya sabes, vida de mamá. Pero prometo que compenso el desorden con buena compañía.

-Su sonrisa se ensanchó apenas, cálida, invitante-
-La casa estaba en silencio por primera vez en todo el día. Las luces cálidas del salón creaban un ambiente suave, casi dorado, mientras el aroma tenue de té recién preparado flotaba en el aire. Afuera la noche era tranquila, pero dentro de la casa había una calidez casi acogedora, como si cada rincón estuviera acostumbrado a guardar risas, carreras diminutas y juguetes olvidados por todas partes. Ella, todavía con parte del uniforme de trabajo puesto y el cabello suelto cayéndole por los hombros, se apoyó contra la mesa del comedor con una sonrisa traviesa dibujándose en sus labios. Se había quitado los tacones, tenía los pies descalzos sobre el piso cálido y ese pequeño gesto ya la hacía sentirse más viva, más ligera. Sus mejillas aún estaban ligeramente sonrojadas, no se sabía si por el calor, la risa… o por la compañía inesperada- Bueno… -dijo con una risa suave mientras se acomodaba un mechón detrás de la oreja- Parece que al fin puedo descansar un poco… y justo llegas tú para hacer la noche más amena. -Su voz tenía esa mezcla perfecta entre alegría, cansancio bonito y un ligero toque de coquetería, típica de ella. Se inclinó un poco, mirando hacia la puerta con brillo en los ojos, ese brillo que siempre tenía en sus ojos azules que mostraba su lado dulce- Espero que no te moleste el desastre… ya sabes, vida de mamá. Pero prometo que compenso el desorden con buena compañía. -Su sonrisa se ensanchó apenas, cálida, invitante-
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