Aquella tarde, después de completar todas las tareas matutinas del templo, Kazuo se dispuso a entrenar. Lo hacía cada día, sin excepción. A pesar de ser un Yōkai antiguo y poseer un poder considerable, detestaba estancarse. Prefería mantener su cuerpo a la altura de la fuerza que corría por sus venas; la perfección siempre podía pulirse un poco más.
Si bien solía recurrir a su poder o a su propio cuerpo para defenderse, también era sorprendentemente virtuoso con las armas. En aquella ocasión decidió afinar sus habilidades con la katana. Su destreza estaba a la altura del más honorable de los samuráis, quizá incluso por encima, como si cada movimiento suyo evocara siglos de memoria y disciplina.
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//Tengan un feliz #SeductiveSunday
Si bien solía recurrir a su poder o a su propio cuerpo para defenderse, también era sorprendentemente virtuoso con las armas. En aquella ocasión decidió afinar sus habilidades con la katana. Su destreza estaba a la altura del más honorable de los samuráis, quizá incluso por encima, como si cada movimiento suyo evocara siglos de memoria y disciplina.
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Aquella tarde, después de completar todas las tareas matutinas del templo, Kazuo se dispuso a entrenar. Lo hacía cada día, sin excepción. A pesar de ser un Yōkai antiguo y poseer un poder considerable, detestaba estancarse. Prefería mantener su cuerpo a la altura de la fuerza que corría por sus venas; la perfección siempre podía pulirse un poco más.
Si bien solía recurrir a su poder o a su propio cuerpo para defenderse, también era sorprendentemente virtuoso con las armas. En aquella ocasión decidió afinar sus habilidades con la katana. Su destreza estaba a la altura del más honorable de los samuráis, quizá incluso por encima, como si cada movimiento suyo evocara siglos de memoria y disciplina.
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