Buscó por cada rincón de las galaxias sin éxito. Era insoportable dejarla atrás, sobre todo cuando cada cosa que veía le recordaba a ella
— ¿Me... me abandonó? — Susurró, un susurro tan real, sin el filo ni la euforia forzada. El vacío en su pecho ardía más que nunca, una herida que parecía ensancharse con cada aliento.
Un pánico ciego y furioso se apoderó de Baelz. La dependencia que había sembrado en ella floreció en una rabia que no era libre, se sentía usada, como un juguete desechado, que ya no era tan divertido
—¡Lo prometiste! — Gritó con todas sus fuerzas, pero el eco la devolvió a su realidad. Estaba sola, más sola que nunca.
Baelz se desplomó de rodillas. Ya no había a donde correr ni a quién gritar. Dejó salir todo lo que sentía, dejando que el vacío en su pecho se manifestara como una agonía física insoportable.
¿Así se sentía llorar por amor? se preguntó, mientras reía por lo ingenua que había sido
— ¿Me... me abandonó? — Susurró, un susurro tan real, sin el filo ni la euforia forzada. El vacío en su pecho ardía más que nunca, una herida que parecía ensancharse con cada aliento.
Un pánico ciego y furioso se apoderó de Baelz. La dependencia que había sembrado en ella floreció en una rabia que no era libre, se sentía usada, como un juguete desechado, que ya no era tan divertido
—¡Lo prometiste! — Gritó con todas sus fuerzas, pero el eco la devolvió a su realidad. Estaba sola, más sola que nunca.
Baelz se desplomó de rodillas. Ya no había a donde correr ni a quién gritar. Dejó salir todo lo que sentía, dejando que el vacío en su pecho se manifestara como una agonía física insoportable.
¿Así se sentía llorar por amor? se preguntó, mientras reía por lo ingenua que había sido
Buscó por cada rincón de las galaxias sin éxito. Era insoportable dejarla atrás, sobre todo cuando cada cosa que veía le recordaba a ella
— ¿Me... me abandonó? — Susurró, un susurro tan real, sin el filo ni la euforia forzada. El vacío en su pecho ardía más que nunca, una herida que parecía ensancharse con cada aliento.
Un pánico ciego y furioso se apoderó de Baelz. La dependencia que había sembrado en ella floreció en una rabia que no era libre, se sentía usada, como un juguete desechado, que ya no era tan divertido
—¡Lo prometiste! — Gritó con todas sus fuerzas, pero el eco la devolvió a su realidad. Estaba sola, más sola que nunca.
Baelz se desplomó de rodillas. Ya no había a donde correr ni a quién gritar. Dejó salir todo lo que sentía, dejando que el vacío en su pecho se manifestara como una agonía física insoportable.
¿Así se sentía llorar por amor? se preguntó, mientras reía por lo ingenua que había sido